XXI

El hombre gordo de bigotes estuvo mirando a lo lejos, después de la parte de rieles que podía divisar bajo la luz empobrecida de la estación, buscando el ojo blanco de la locomotora que tenía que llegar, más allá del brazo con farol rojo y verde. Volvió lentamente hasta el banco en la oscuridad donde esperaba la mujer, encendió un cigarrillo y le tomó las manos. No hablaron durante un rato, buscando nuevas palabras para repetir lo mismo; ella miraba la brasa inmóvil del cigarrillo frente a los bigotes del hombre.

—Está cerca —dijo ella con voz joven—. ¿Vamos a estar un rato juntos en el vagón?

Se sacó el cigarrillo de la boca y tosió.

—Claro —dijo—. Es cuestión de que liquide ese asunto en una semana.

—Aunque sean diez días —dijo ella tocando el abrigo del hombre con su cabeza—. Diez días, pero no muchos más.

—En cuanto llegues necesito una carta. No me parece que resulte un criadero sin incubadora.

Ella sonrió, sintiendo que se ruborizaba; después volvió bruscamente hacia él la sonrisa y le acarició con la punta enguantada del dedo el agujero de la oreja.

—Naturalmente que todo va a ser muy lindo —dijo.

Él se puso el cigarrillo en la boca y le golpeó el calor de las manos enguantadas, dos o tres veces; ella se quitó rápidamente un guante y entonces él siguió golpeando la piel de la mano, arrastrando un poco los dedos antes de retirarlos dejando de pensar en ella porque aunque sentía que la quería mucho, aunque había llegado a aceptar el viaje y todo aquello, no tenía nada que decirle en aquel momento. Escuchaba hacia la oscuridad extendida a la derecha de la estación, esperando oír el ruido del tren trepidando en los lejanos desvíos; dejó de golpear la mano y se levantó.

Ella miraba desde el banco, el cuerpo ancho del hombre, su andar cauteloso, el perfil volcado hacia la lejanía, recordando con adormecida facilidad que aquella mañana había encontrado un caracol en la pared de su cuarto, encima de la cama.

—Ahora sospecho que sí —dijo el hombre, y a ella le pareció que tenía la voz amarilla desatándosele de la boca en la noche.