#38

 

Eran las siete y media de la mañana y todavía permanecían allí. Después de rescatar a Lucy, habían permanecido ocultos esperando a que todo se calmara. El padre Francisco llamó a la policía y esta vez sí acudieron.

La oscuridad de la noche, rota hasta hacía poco por las luces de las ambulancias y los coches de policía, dio la bienvenida a los primeros rayos del sol.

Lucas contemplaba el amanecer sentado en el capó de uno de los coches, tapado con una manta. En la ambulancia situada a unos pocos metros estaba Lucy. Aunque se encontraba bien y había resultado ilesa, una enfermera le estaba haciendo una exploración inicial.

La ambulancia con Vega había partido hacía cosa de una hora y el padre Francisco conversaba con tres policías a unos metros de lugar del rito, que ahora era una zona completamente calcinada.

Lucas todavía no era capaz de asimilar lo que había ocurrido durante las últimas horas.

Según el policía que estaba al mando, la macabra fiesta había arrojado el saldo de doce muertos, contando a los cinco que había matado Vega.

De Gonzalo Vargas no se sabía nada, había desaparecido.

 

 

 

La celebración satánica de la noche de Halloween ocupó la primera plana en varios periódicos del día siguiente. La investigación de la policía en la finca dio como resultado el hallazgo de una fosa común con restos de siete personas, entre ellos cinco niños. Con ello, el fenómeno mediático se disparó, y alcanzó su culmen cuando se desvelaron, pocos días después, las identidades de los muertos y de los heridos en el ritual satánico fallido.

Gonzalo Vargas no apareció por ninguna parte, si bien todos sus bienes fueron incautados. En una finca en Texas de su propiedad, también se encontraron restos humanos enterrados. Así, el multimillonario se convirtió en uno de los hombres más buscados, no solo en España, sino en todo el mundo.

La policía española, en colaboración con sus colegas de otros países, trabajó durante meses en el desmantelamiento de la organización «Druidas de Satán». Aunque el máximo dirigente se encontraba en paradero desconocido, sí se consiguieron pruebas para encausar a una decena de miembros que la noche del 31 de octubre se encontraban entre los asistentes a la macabra ceremonia.

La red de tráfico de órganos en la que participaba el doctor Hurtado, y que se extendía por varios países, también voló por los aires, tras apresar a varios de los peces gordos de la organización. Como si se tratara de un dominó, una vez cayeron las piezas grandes, fue cuestión de tiempo que cayera el resto.

Sin embargo, muchos de los participantes en la misa negra de ese fatídico día pudieron escapar y mantenerse en el anonimato. A pesar de que se sospechaba de algunas personas, eran simplemente demasiado poderosas y las evidencias de su implicación en los hechos, casi inexistentes, quitando de las declaraciones del antiguo policía nacional Vicente Vega y del doctor Lucas Drusell.

La guarida
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