Capítulo 30
—¿Entonces estás saliendo con Sawyer, no con Finn? —pregunta Sophie, con la nariz arrugada por la confusión.
—Sip. —Asiento y sonrío—. Oye, yo tampoco lo vi venir. Realmente pensaba que terminaría con Finn, ¿sabes? —La miro, expectante.
Estamos en el Estimúlame, la cafetería en la que ambas trabajamos a tiempo parcial. El ajetreo matutino ha acabado y por fin estoy poniendo a Sophie al día sobre lo que ha ocurrido durante estas últimas semanas.
—Bueno, sí que me di cuenta de que tu fascinación por Finn parecía ser totalmente un producto de tu cabeza —dice Sophie mientras se reajusta la goma del pelo.
Me encojo de hombros. Es cierto. ¿Qué puedo decir a eso? Saco un rollo de papel para cajas registradoras, despego el pegamento que lo mantiene unido sin que se desenrolle y lo preparo para cambiar el que hay en la caja, que está a punto de acabarse.
—Pero no había manera de decirte nada —afirma, agitando las manos en el aire—. Tenías muy claro que el profesor Camden era el chico perfecto para ti, aunque eso tuviera tanto sentido como que mi ex novio fuera gay.
—Estoy muy contenta de permitirte vivir este momento de petulancia —le digo con una mueca.
Coloco el nuevo rollo de papel en la caja registradora.
—¿Pero cómo coño te ha convencido Sawyer? Eres muy cabezota.
—No lo soy.
Ella resopla.
Cierro con fuerza la tapa de la caja y me giro hacia ella con las manos en las caderas.
—No soy cabezota. Es solo que la mayoría de las veces tengo razón. Hay una diferencia. —Suelto un bufido dramático.
Sophie balbucea, deja a un lado el vaso del que acaba de beber y se cubre la boca con el dorso de la mano hasta que consigue tragar y recupera la compostura.
—Everly, siempre te equivocas.
—¿Qué? ¿Cuándo?
No me lo creo. Que me equivoco. Y una mierda. Doy golpecitos con el pie mientras espero a que me dé alguna prueba.
—Bueno —empieza Sophie—. Uno. —Levanta un dedo—. Mi ex, Mike, no era un buen tío. Pensabas que lo era.
—¡Tú también lo pensabas!
—Dos. —Levanta un segundo dedo y lo agita en mi dirección—. El profesor Camden no es tu alma gemela.
—Eso ya está dicho.
Muevo la mano para que continúe con el caso.
—Tres. —Está decidida—. Boyd no me estaba acosando porque quisiera pedirme salir.
—No puedo predecirlo todo. No soy un puto mago. Dios.
—Cuatro. —Todavía está contando con los dedos. Suspiro—. La profesora Brown no te ha secuestrado y no te ha cortado el pelo para hacer una peluca.
—Todavía.
Esa tía es rara. Saldrá a la luz. Examino las puntas de un mechón de pelo al que le estoy dando vueltas. Mi pelo es increíble; yo también querría una peluca. De todas maneras, ella es rara.
—Y cinco. —Sophie agita la palma abierta como si hiciera un solo de jazz con la mano mientras la miro con odio y espero—. El saltamontes de moca helado no ha llevado a la ruina al Estimúlame.
—Pensaba que le iban a poner saltamontes de verdad —murmuro. ¿A quién se le ocurrió el nombre de saltamontes para describir un café moca con menta y chocolate? A un idiota, te lo digo yo—. Bueno, pero tenía razón sobre Luke. Tiene una polla grande y gruesa. Lo has admitido. —Le apunto a la cara con un dedo, encantada con mi defensa—. Y no me equivoqué con lo de la cera. —Me cruzo de brazos, reivindicativa—. Dime que eso no le gusta.
¿Quién es la petulante ahora? La menda.
—Ejem.
Las dos nos detenemos, nos giramos y nos encontramos a su novio, Luke, en el mostrador, observándonos. Parece divertido, pero un poco aturdido. Sophie se pone roja como un tomate y tiene los ojos bien abiertos.
—Hola, Luke. Encantada de verte. ¿Un café? —pregunto mientras Sophie da la vuelta al mostrador para saludarlo.
Veo como Luke deja caer una mano en la cintura de Sophie y se inclina para susurrarle algo al oído que hace que la chica esconda la cara y se sonroje otra vez. Son adorables, pienso mientras cojo un vaso de cartón y le pongo un anillo también de cartón para que no queme.
Sostengo el vaso frente a la cafetera, sin saber qué hacer. Sophie siempre le hace el café. Yo ni siquiera empecé a dirigirme a Luke hasta que él la empezó a desvestir. La verdad es que me divertía mirar como tartamudeaba todas las semanas cuando lo atendía. No con crueldad, no me refiero a eso. Verlos era emocionante. Sophie estaba tan encandilada con él que una semana casi se tropezó con sus propios pies mientras le llenaba el vaso. ¿Y Luke? Sus ojos observaban cada movimiento que hacía ella cuando le daba la espalda.
Vuelvo a mirarlos y suspiro, deleitada. Estoy muy orgullosa de Sophie por follarse a su ginecólogo. Eso requiere coraje, y tengo que admitir que estaba equivocada. Joder, cuando me topé con ella después de su cita en la clínica para estudiantes el mes pasado y me dijo que el médico de ese día no era otro que el tío bueno y bien vestido que venía a la cafetería todos los martes, pensé que nunca volvería a verlo por el Estimúlame o que nunca le vería el pelo a Sophie mientras él estuviese en la cafetería cuando viniese. Pero míralos ahora. Son adorables.
—Luke, ¿qué tipo de café quieres? —interrumpo sus murmullos, inclinando el vaso vacío en su dirección.
—El de grano grande y grueso —dice impávido.
Reprimo una sonrisa mientras Sophie se cubre los ojos con la mano. Estoy impresionada. No pensaba que Luke tuviera lo que hay que tener. Es un tipo serio. Lleno el vaso con café de tueste italiano porque es lo más parecido que se me ocurre, le pongo la tapa y lo dejo en el mostrador.
Luke se marcha un momento después y lo pillo dándole un azote en el culo a Sophie al salir. Ella vuelve detrás del mostrador con una mirada soñadora en la cara y luego me ve y lo recuerda. La había dejado fuera de juego con lo de la polla grande y gruesa desde un primer momento.
—No te voy a volver a contar nada nunca. Jamás.
Me mira con odio, pero no me preocupa demasiado.
—Por favor, le acabas de alegrar el día al viejo.
—Deja de llamarlo viejo. —Pone los ojos en blanco—. Sawyer debe de tener más o menos la misma edad. Es mayor que Finn, corrígeme si me equivoco.
—Mayor que Finn y menor que Luke —bromeo, pero ella vuelve a mirar al infinito con una sonrisita en la cara.
Le ha dado fuerte.