Consejos para una larga vida en bolsa

La vida sigue más allá de las pantallas y las plataformas de datos. De hecho, la idea de muchas personas que se dedican al trading, y entre las que me cuento, es que esta profesión es una excelente manera de comprar tiempo. Con una reducida jornada de cuatro horas al día, puedes llegar a ganarte la vida y dedicar la mayor parte de tu tiempo a abordar otros proyectos personales. En mi caso, he encontrado tiempo para el deporte, hasta el punto que hoy es mi ocupación principal.

 

Por tanto, tan importante es lo que pasa frente a las pantallas como lejos de ellas. Yo diría incluso que es mucho más importante lo que te pasa lejos. Cuando te apartas de los datos y de los precios puedes ver toda la película desde lo lejos, hacerte una idea más general de la situación y actuar en consecuencia. Es muy importante que dediques un tiempo a verte desde fuera y a abordar tu práctica diaria desde cierta distancia; te permitirá alcanzar poco a poco los objetivos que te has propuesto.

 

Los consejos que incluyo a continuación tienen que ver con algunos principios generales de la profesión, un poco al margen del momento, y con esa vida que va más allá de las pantallas. El equilibrio entre las normas generales y las respuestas inmediatas (ambas facetas de la práctica) es clave a la hora de conseguir una carrera de éxito en la bolsa.

 

Ser progresivo

Es decir, ve poco a poco. Esta norma es de gran importancia en el day trading, en especial por lo que comentaba en el capítulo 5 sobre el apalancamiento. Los CFD te permiten comprar o vender por un importe diez veces superior a tu garantía real —esto es, apalancarte— y, sin darte cuenta, puedes estar haciendo operaciones por decenas de miles de euros que no tienes. Si ganas, bravo, tus beneficios brillarán en mitad de la noche; pero si pierdes, tendrás que rendir cuentas por el total del importe que hayas movido... y esto puede hacer que te fundas todo tu capital en una sola operación.

 

En esto de apalancarte, piensa que 10 puede ser igual a 100. Quiero decir que de 10 a 100 € no hay una diferencia abismal. Y lo mismo pasa con diez acciones o cien. Pero ten claro que cien no es igual a mil. Lo que quiero decir es que esos cien pueden hacerte perder mil, y lo afirmo con rotundidad por dos motivos:

 

1.   El volumen. Al valor le va a costar más digerir mil acciones que cien. Nunca debes enviar una orden por más del 10 % del volumen total que se está negociando.

 

2.   Los nervios. No es lo mismo operar por valor de mil que de 100 €. Cuando empieces a apalancarte, no lo hagas multiplicando por diez tu garantía.

 

Aprovecho para volver a repetir aquí la importancia de controlar los nervios. Para operar en bolsa es clave estar tranquilo y tomar las decisiones con calma. Si tienes problemas personales, de trabajo, con tu pareja... mejor no operes, déjalo para otro día. Tienes que estar relajado. Si tu cabeza está en otro sitio, tomarás decisiones precipitadas y acabarás perdiendo dinero.

 

Separarse del rebaño

El primer consejo que te daba en el capítulo es que nunca hay que creerse un héroe y actuar en contra del mercado. Pero una cosa es convertirse en un vaquero solitario y otra muy distinta convertirse en una oveja que sólo se mueve con el rebaño. Cuando el mercado está tranquilo, cuando no hay movimientos extraños y el volumen es el habitual, es relativamente fácil tener tiempo para pensar y razonar cuál va a ser tu próximo movimiento. En la piscina, es fácil aprender a nadar.

 

Pero hay otros momentos en que la negociación se dispara y el mercado entra en una especie de frenesí. El descontrol puede empezar tanto por una buena noticia, que lleva a la euforia, como por una mala, lo que desencadena el pánico. En una situación de euforia o pánico, la mayoría de la gente pierde la capacidad de razonar y toma decisiones por impulso, dejándose llevar por las emociones. Y uno de los impulsos primarios del ser humano es convertirse en oveja y seguir al rebaño: si todos los hacen, por algo será; y si se equivocan, pues bueno... me he equivocado como todos los demás.

 

Para corroborar la teoría del rebaño, sólo hay que echar un vistazo a un experimento sociológico de hace décadas. Se encerró a un grupo de personas en una habitación que tenía dos puertas. Ambas eran idénticas y no había nada en la habitación que pudiera hacer creer que una era mejor que la otra. En el momento clave del experimento, sonó una alarma de incendio. Todo el mundo corrió y se dirigió hacia la salida. Pero ¿la gente se repartió equitativamente entre las dos puertas? Para nada. Exceptuando a un par de personas, todos los demás se dirigieron hacia la puerta que escogió la primera persona que se puso a correr. Es decir, como un rebaño. En una de las puertas se organizó un tapón y se vivió una situación de pánico; mientras tanto, las dos personas que se habían apartado del grupo salieron tranquilamente por la otra puerta.

 

Sé que es difícil apartarse del grupo y verse a uno mismo como un “francotirador”, que actúa en solitario y con discreción, que siempre confía en sus posibilidades. Pero es fundamental en esta profesión. Evita a toda costa empezar una operación porque es lo que hace todo el mundo. Si los indicadores técnicos te dicen que lo que hace la gente es lo correcto, adelante; de hecho, estoy seguro de que tú ya lo habrás hecho antes que ellos. Pero si ves que toda la manada se va de cabeza contra una puerta, y tus datos te dicen que no hay razón para ello, es importantísimo que te mantengas firme en tu creencia. En estas situaciones obtendrás tus mejores resultados. Pero recuerda: francotirador, sí; héroe de guerra, para nada.

 

La constancia y la mala suerte

En el año 2007, gracias al apalancamiento, hice operaciones por valor de 360 millones de euros. No voy a decir cuánto gané, pero reconozco que me fue muy bien, y que ese año hice dinero. También es verdad que pagué 150.000 € de comisiones, pero ese gasto es inevitable en la profesión. Y, si lo piensas, 150.000 € de comisiones por operar 360 millones tampoco es tanto.

 

Durante ese período, me fue bien. Pero hubo un día que, simple y llanamente, salí de mi casa y me cayó una maceta en la cabeza. A ver, hablo en sentido figurado. Ese día perdí 110.000 € sin poder hacer nada para evitarlo, y sin entender qué había pasado. Te describo con detalle esta historia, uno de los clásicos de mis cursos, en el cuadro gris “Un día de abril”. Así que échale un vistazo si quieres los detalles morbosos de todo el asunto.

 

1.   Lo primero que quiero dejar claro es que, a veces, existe la mala suerte. Hay situaciones en las que uno ni pincha ni corta, y en que la ola es tan bestia que se te lleva por delante. Si tomaste la decisión de operar a partir de una estrategia razonada y de lo que te marcaban los indicadores, no te culpes; no ha sido culpa tuya. No le des más vueltas. Como dicen los americanos, shit happens (“la mierda ocurre”).

 

2.   La segunda parte de esta historia es que, después de perder 110.000 €, al día siguiente recuperé 90.000 €. Una parte de mi cabeza me empujaba a no operar, a lamerme las heridas, a compadecerme por mi mala suerte... pero la otra me dio fuerzas para levantarme por la mañana y ponerme a trabajar como si no hubiera perdido 110.000 € veinticuatro horas atrás. Y ese día gané 90.000 €.

 

Este trabajo requiere constancia. No sirve de nada ganar un día 500 € y echarse a dormir el resto de la semana. Se te escaparán oportunidades, te encontrarás que algunos valores han cambiado demasiado y, sobre todo, te volverás menos metódico y empezarás a cometer errores. Es mejor ganar 100 € al día durante cinco días que 500 € en una sola jornada. ¿La razón? Primero, es mucho más fácil ganar 100 que 500 €. La diferencia es abismal. Y, segundo, hacerlo durante cinco días seguidos demuestra que has comprendido el método y que tienes la suficiente disciplina para aplicarlo. Aquí la constancia puntúa doble.

 

Buscarse algo para desconectar

No puedes imaginarte lo útil que es tener una ocupación al margen de la bolsa. En mi caso, el deporte me ha aportado una estabilidad, una forma de desconectar y de no dejar de aprender. El sacrificio y la disciplina que exige, la constancia que requiere levantarse cada mañana para entrenar mientras amanece, la sensación de que tú marcas los límites... Todo esto me lo ha enseñado el deporte, y me ha servido muchísimo en mi carrera como trader. Estoy convencido de que, si no hubiera practicado deporte en la época del macetazo, no me habría levantado al día siguiente para ir a trabajar.

 

Conozco a muchos colegas y alumnos que empiezan a practicar deporte justo cuando arranca su carrera como inversores. Me atrevería a decir, incluso, que existe una relación oculta entre ambas disciplinas, y que los traders que dedican unas horas al día a hacer deporte obtienen mejores resultados y consiguen conducir sus carreras hacia el éxito. No lo digo por decir: es lo que he podido comprobar personalmente, tanto en personas que conozco como en mí mismo.

 

Pero si el deporte no te va, no te preocupes. Lo importante es tener una ocupación que no tenga nada que ver con la bolsa, con el hecho de pasarse horas delante de una pantalla comprobando números y porcentajes. Si te gusta dibujar, me parece perfecto. Sal a la calle con tu bloc y despeja la mente. ¿Te gusta bailar? Estupendo. ¿Escribir? Genial. Se trata de que encuentres algo que te haga disfrutar, que te sirva para aprender cosas nuevas y que ponga en marcha zonas de tu cerebro que se quedan algo adormecidas mientras operas en bolsa. Y no vale irse de fiesta con los amigos. A ver, yo lo he hecho muchísimo... y lo sigo haciendo —menos, vale—. Pero me refiero a algo más “constructivo” y personal. Tu trabajo en la bolsa se beneficiará de ello y tu carrera se alargará durante años.

 

Un día de abril

 

Ya se ha convertido en todo un clásico de mis cursos de bolsa: la historia del día que perdí 100.000. Recuerdo que era el 23 de abril de 2006, el día de Sant Jordi en Cataluña; un día de fiesta en que la gente toma la calle para regalarse rosas y libros. Yo, ese día, no tenía previsto estar trabajando en Barcelona; una de mis grandes pasiones son los coches y habíamos organizado unas pruebas en el circuito del Jarama con unos amigos. Por no sé qué motivo las pruebas se suspendieron, tuve que cancelar el viaje y me fui al trabajo con la idea de operar un rato. Seguramente, mi estado de ánimo aquel día no era el mejor.

 

A la hora de la apertura, detecté un gap bajista enorme —en el capítulo 12 te explico qué es el gap— y decidí comprar acciones con la esperanza de que el precio subiera. El valor en cuestión era Astroc, una inmobiliaria que ahora cotiza en bolsa con el nombre Quabit. Por fin, a las nueve de la mañana, la bolsa abrió pero el precio no subió. Decidí aguantar un poco pero, cuando me quise dar cuenta, la cotización estaba suspendida. Pasaba algo raro con aquel valor y, para evitar daños mayores, las autoridades decidieron parar las máquinas y suspender la cotización.

 

Estas paradas, llamadas subastas de volatilidad, suelen durar cinco minutos y normalmente no cambian demasiado las cosas. Aquel día, el valor estuvo suspendido durante ocho horas, hasta el final del día... y cuando por fin volvió a la vida me encontré con que había perdido 10de golpe. Pasó de 37 a 27. Fue espectacular. Un macetazo en toda regla; el más grande que me he comido jamás. Perdí 100.000en un día. Aquel 23 de abril mi madre tuvo que oír que se quedaba sin su rosa.

 

Me fui a casa sintiéndome muy mal. A la mañana siguiente, y gracias a los valores que he aprendido del deporte, me levanté. Movido por la voluntad de ser constante, por la capacidad de superación, me vestí, salí a la calle y me fui a trabajar. Esa mañana gané 90.000, un 90 % de lo que había perdido el día anterior; fui capaz de mover 12 millones de euros en una sola jornada. Ese 24 de abril respiré hondo como pocas veces en la vida y aprendí unas cuantas cosas.

 

Los macetazos ocurren. Aquí puedes perder dinero de verdad... muchísimo dinero. Es un trabajo serio y hay que ser muy constante. Un día tras otro. No hay que arriesgar más de la cuenta, no pasa nada por ser un poco más conservador... y reconozco que no sé qué hubiera ocurrido si hubiera puesto un stop, como te recomendaré que hagas siempre —en el capítulo 10—. Así que aplica siempre el método, opera con la mente clara, sé prudente y, si todo falla, sal a correr y levántate al día siguiente.

 

Todo tiene su fin

Sí, sé que este apartado tiene un título un poco triste, pero todo lo que empieza tiene que acabar, y la carrera de un trader no es una excepción. Lo que puede parecerte un poco más sorprendente es que, como máximo, un trader tenga unos diez o quince años de vida útil. A partir de ahí, se considera que ya se ha quemado y que ha dado lo mejor de sí. ¿Y por qué? Muy sencillo: porque la bolsa quema.

 

Pasarse el día mirando números, comprobando gráficos, realizando cálculos mentales y vivir pendiente de las cotizaciones de unas sesenta empresas acaba cansando a cualquiera.

 

1.   Al principio, durante los años de aprendizaje, es un mundo fascinante que parece que nunca se te va a acabar. Lo único que quieres es saber más y disponer de nuevas oportunidades para operar.

 

2.   Después, cuando ya has aprendido el oficio, llegan los años en que empiezas a hacer grandes operaciones y aprendes a moverte como pez en el agua. Aquí se disfruta de verdad, tanto con el día a día como con las situaciones extraordinarias. Son los mejores años.

 

3.   En el último tramo de ese período de diez-quince años, la práctica habitual se vuelve pura rutina y llega un momento en que sólo te apetece operar cuando se produce una situación extraordinaria. El día a día te pesa, y sabes que se acerca el final.

 

Yo empecé a visitar la bolsa a los dieciocho añitos, y a los veinte ya me dedicaba a ello. Ahora tengo treinta y cuatro, y soy el primero que reconoce que ya soy mayor para la bolsa. Hoy en día, aunque no he dejado de operar, me gano la vida gracias a mi práctica deportiva, a los cursos que imparto y a libros como el que ahora tienes entre las manos. La bolsa ya no es mi principal ocupación; ahora me dedico al deporte y a todo lo que lo rodea. Pero sé que no sería así si no me hubiera dedicado a la bolsa, al dinero que he ganado en ella y al tiempo libre que me ha dejado para dedicarme a otra cosa.

 

Reconozco que mi situación es la ideal. Yo decidiré qué día dejo la bolsa definitivamente, y el día que lo haga sabré que he cumplido los objetivos que me había propuesto. Para mí, ha sido un medio que me ha permitido dedicarme, tanto por tiempo como por dinero, a una actividad que me llena mucho más. Pero sé que mi caso es ideal, y que pueden darse otras situaciones que recomienden poner el punto final. En concreto, he detectado dos muy claras.

 

1.   Lo primero es la salud. No todo el mundo vale para la bolsa ni puede gestionar sus emociones de la manera necesaria. Si empiezas a operar en bolsa y descubres que te cuesta dormir, que no dejas de dar vueltas a los errores del día y piensas constantemente en lo que harás al día siguiente, estás recibiendo una señal muy clara de que igual la bolsa no es lo tuyo. El insomnio y la ansiedad jugarán en contra; son un síntoma claro de que lo que estás haciendo no te hace feliz. Da igual que te ganes la vida con ello. Lo primero es tu bienestar, y hay muchas formas de ganarse la vida.

 

2.   Si vas a tus cursos, pasas por tu fase de aprendizaje, te tiras unos meses simulando operaciones y, al final, te lanzas a operar y sólo cosechas pérdidas semana tras semana, creo que esto de la bolsa no es para ti. Para empezar a operar necesitas un capital inicial, que puede oscilar entre los 5.000 y los 10.000 €. Si tras unos meses de práctica ves que tu capital se ha reducido, que no obtienes ganancias y que la situación no mejora con el tiempo, señal de que esto no es para ti. No pasa nada. Yo no valgo para muchas cosas y no me dedico a ellas. Se trata de que descubras qué es lo que se te da bien.

 

Pero confío en que éste no será tu caso. De hecho, lo averiguarás muy pronto, porque se acerca la hora de la verdad. He llegado al final de la segunda parte, y todo lo que viene a partir de aquí tiene un único objetivo: ofrecerte los conocimientos, herramientas y estrategias para que puedas iniciar tu carrera como trader y ganar dinero en bolsa. Con esta idea en mente, creo que no hace falta que te anime a pasar la página y a continuar con la lectura. Ahora viene lo bueno.

 

Parte III: El day trading