Lago Bled

La Policía Nacional ha enviado un mapa al móvil de Martin en el que se detalla lo que parece ser una entrada a las instalaciones de Xsade bajo el lago Bled. Martin ha quedado con Luke y los miembros del equipo de asalto en la boca de una enorme tubería de desagüe de aguas pluviales en las afueras de la ciudad, a través de la cual pretenden acceder al recinto. Martin sonríe satisfecho al comprobar que han venido bien preparados; armados hasta los dientes y con el equipo necesario en caso de que tengan que utilizar la fuerza. El grupo de élite es informado y da su consentimiento a un plan de acción para cuando alcancen el acceso al complejo. Todos encienden sus linternas y, con gran cautela, se adentran en la oscuridad del túnel.

La central de alarmas de Xsade ha registrado una intromisión en sus instalaciones, y el Jefe de Seguridad se alegra de estar de guardia sustituyendo a uno de sus hombres. Eso le proporciona una oportunidad de primera mano para actuar según los nuevos procedimientos. La alarma está sonando en las oficinas, y las cámaras de seguridad, que escanean continuamente el perímetro, están confirmando ahora, por medio de rayos infrarrojos, la presencia de intrusos entrando por los puntos de acceso vigilados. El jefe aprieta inmediatamente el botón de cierre de las puertas de seguridad. Lamentablemente, nada ocurre y se pregunta si no se habrá producido algún fallo.

Ahora que las figuras son distinguibles en el circuito cerrado de televisión, advierte que están fuertemente armadas. Temiendo que estén colándose en las instalaciones para robar las patentes de sus fórmulas, pone en marcha el protocolo para proteger el complejo, provocando una serie de explosiones. Ese nuevo equipo ha sido recientemente instalado bajo las órdenes e instrucciones precisas de Madame Jurilique para preservar la propiedad intelectual de Xsade. Está diseñado para alertar a todos los empleados que evacuen el recinto, asegurando a la vez la protección absoluta de los documentos confidenciales. No puede creer su suerte por haber estado de guardia cuando se ha necesitado utilizarlo. Pulsa el botón de detonar y espera. Nada sucede. Vuelve a pulsarlo, dos veces para estar seguro. Esta vez el sistema activa tanto la alarma como las explosiones para disuadir a los intrusos. Eso debería detenerles de inmediato. Suelta una carcajada cuando piensa que la vieja Jurilique no estaba, después de todo, tan equivocada cuando decidió gastar el dinero de los accionistas en este nuevo sistema. Vuelve a relajarse en su silla para observar la acción en las múltiples pantallas. Si todo sale según el plan no hará falta que él tenga que evacuar.

* * *

Martin y el equipo han ido avanzando de forma constante por las profundidades del túnel cuando de repente, una vez recorridos casi doscientos metros, sienten cómo la tierra tiembla bajo sus pies antes de escuchar el ruido sordo de varias explosiones en las instalaciones.

—¿Qué demonios ha sido eso? —grita Martin.

Dudando si seguir hacia delante por el túnel o correr en dirección contraria, esperan unos segundos para valorar la situación. Otra fuerte explosión reverbera en sus oídos mientras se cubren las orejas con las manos.

La preocupación de Martin por Salina y Josef alcanza su punto álgido sabiendo que probablemente se encuentren en el interior del recinto. Su incondicional compromiso con Leo le incita a seguir avanzando más profundamente y más rápido por el túnel, con Luke pisándole los talones. Cuando llegan ante una verja de acero blindada llaman a la policía haciéndoles saber que necesitan su equipo.

Justo cuando estos llegan a su altura y se disponen a encender un soplete para cortar los barrotes, escuchan unos gritos amortiguados procedentes del otro lado de la verja. Después de unos minutos, distinguen a varias personas emergiendo de la oscuridad del túnel, algunos vestidos con monos plateados, otros con batas de laboratorio y otros con ropa informal. Todos se cubren la cara, protegiéndose, mientras corren hacia la verja de seguridad que bloquea el paso.

—Rápido, hay gente atrapada, tienen que sacarles de aquí. —La voz generalmente contenida de Martin está impregnada de un matiz de miedo, sobre todo cuando advierte una nube de humo escapando de las profundidades del túnel por detrás de la multitud. El jefe de policía al mando, un capitán, está gritando las instrucciones a sus hombres. El grupo de personas ha llegado hasta la verja gritando para que les liberen, el terror asomando a sus ojos mientras sus gritos aumentan. Cuando el primero de los barrotes es cortado, varias manos desnudas lo agarran y tiran de él para soltarlo, doblándolo hacia delante y hacia atrás.

Justo cuando la policía está gritándoles para que se aparten mientras pasan al siguiente barrote, alguien por detrás de la multitud grita que tiene el código para abrir la verja. Después de mucho movimiento de cuerpos, un hombre finalmente se abre paso y con manos temblorosas marca un código en el teclado que hay en un lateral de la pared del túnel. La puerta se abre y la multitud vitorea y echa a correr hacia delante, tropezándose unos con otros y casi aplastándose. Todo el mundo desesperado por buscar la libertad del aire fresco y el cielo abierto.

Martin y Luke, asombrados al ver algunos niños y mujeres en el suelo, les tienden la mano para ayudarles a ponerse en pie y proseguir su camino.

—Yo voy a entrar —grita Martin—. Tengo que encontrar a Salina y a Josef.

—No es seguro —advierte el capitán de la policía—. Ya ha oído las explosiones. Puede ocurrir cualquier cosa en un laboratorio como este.

—¿Tiene máscaras químicas?

Él asiente y hace un gesto a uno de sus hombres para que las saque.

Martin se vuelve hacia Luke.

—Tienes que dejar el túnel, es inestable. Comprueba los alrededores del lago, tal vez estén allí.

Luke vacila.

—Te quiero fuera de aquí, ahora mismo. Vete.

—Está bien. Le veré ahí fuera.

—Corre, y asegúrate de que los otros estén bien. —Martin deja escapar un suspiro de alivio cuando ve que Luke se gira y corre de vuelta a la seguridad. En una ocasión perdió a uno de sus hombres y nunca se lo ha podido perdonar.

El capitán le entrega una máscara que se coloca rápidamente en la cabeza, y luego cubre sus manos con guantes, asegurándose de que ninguna parte de su piel quede expuesta a lo que quiera que haya explotado ahí dentro. Otra nueva explosión, esta vez de menor intensidad, hace temblar el suelo a la vez que más gente desperdigada aparece por el túnel mientras Martin, seguido del capitán y un pequeño grupo de sus hombres, se abre camino hacia el interior de Xsade.

La gente que está dentro del complejo va de un lado a otro como ratas en un barco hundiéndose, buscando cualquier salida a la seguridad que puedan encontrar. Las sirenas de evacuación atruenan por todo el recinto. La escena es un completo caos, pero afortunadamente todavía no hay demasiado humo. La policía asiste a todas las personas que puede, señalando la dirección del túnel del desagüe hasta que solo quedan ellos en el área inmediata.

Martin arranca un extintor de su soporte en el muro cuando capta por el rabillo del ojo el destello de unas llamas en una puerta del pasillo, un poco más abajo. Se lanza hacia ella, rezando para que Salina y Josef no estén atrapados allí, y entra. Cierra la puerta del laboratorio para contener las llamas, confiando en que cuente con algún sistema antiincendio, y respira aliviado al advertir que los aspersores del techo están funcionando.

Entonces, en la habitación contigua, distingue un par de piernas emergiendo de una enorme máquina que cubre la parte superior del cuerpo y descansando sobre un sillón. Le hace una indicación al capitán antes de utilizar el peso del extintor para romper el cristal de la puerta cerrada.

No sabe si la persona está muerta, inconsciente o durmiendo, pero obviamente no ha debido de escuchar la alarma o sentir las explosiones. Ambos hombres tratan de levantar la tapa del equipo, pero parece estar bloqueada.

Es en ese momento cuando advierten que se trata de una mujer. El capitán agarra una de las piernas y la sacude. De inmediato ambas piernas se tensan en respuesta. Lo siguiente que escuchan es un grito espeluznante. Las piernas y los brazos de la mujer se agitan a ambos lados de la máquina que cubre la parte superior de su cuerpo. Entonces ven la luz ultravioleta en el interior del equipo mientras los gritos de la mujer continúan.

—¡Mi cara, mi cara! ¡Está ardiendo! Ayúdenme, sáquenme de aquí.

Incapaces de levantar la tapa del equipo, Martin busca la toma de corriente, encontrando finalmente el enchufe y tirando del cable hasta soltarlo y cortar el suministro de energía. La mujer parece estar sufriendo un dolor insoportable con sus extremidades agitándose en todas las direcciones.

Cuando Martin vuelve corriendo hacia ella, tropieza con un bolso de Louis Vuitton y se le cae la máscara. Solo entonces es consciente del olor putrefacto a carne quemada que penetra por sus fosas nasales con tanta intensidad que le hace vomitar en el suelo al lado de ella. El capitán aún no ha conseguido soltarla cuando escuchan y sienten otra nueva explosión un poco más abajo del corredor.

Mientras Martin consigue rehacerse y hace un último intento por liberar a esta mujer quemada y atrapada, dos personas cubiertas de sangre y humo aparecen en la puerta.

—Salina, Josef. ¡Dios mío! ¿Estáis bien? —Por el aspecto de ambos parece que hayan pasado un infierno.

—Estamos bien, Martin —contesta Salina—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué está pasando?

—Ella está atrapada, no conseguimos soltar la máquina para liberarla. Debe de tener algún código y no se suelta.

Josef inmediatamente se deja caer bajo la máquina.

—El equipo se bloquea cuando el sistema nota alguna interferencia. Hay un mecanismo manual situado aquí abajo que podrá soltarlo. —Escuchan un fuerte chasquido y la máquina finalmente se abre revelando una horrible masa de carne ensangrentada moteada de negro.

Salina inmediatamente vuelve la cabeza para vomitar en un rincón mientras Josef se cubre lo mejor que puede la nariz con la camisa y evalúa los daños.

—Páseme el agua, jefe —le grita al policía que está de pie junto a una garrafa de agua y algunos vasos. Josef vierte cuidadosamente el agua sobre la carne viva y aún ardiente, temiendo por la vida de ella más que por su aspecto, que sabe que no podrá salvarse.

Una nueva explosión les hace tambalear.

—Tenemos que salir de aquí inmediatamente, este lugar está a punto de desplomarse —grita el capitán.

—Váyanse, yo necesito un par de minutos o ella morirá —responde Josef, concentrado en la tarea que tiene entre manos.

—Marchaos vosotros dos. Yo cargaré con ella cuando Josef haya terminado. Iremos justo detrás de vosotros. —Martin no se quedará tranquilo hasta saber que tanto Salina como Josef están a salvo.

Todos intercambian unas miradas vacilantes y preocupadas antes de que el capitán y Salina se abran paso hacia el túnel.

Josef prepara frenéticamente unas frías y húmedas compresas que le aplica en la cara antes de ponerle alrededor de toda la cabeza y el cuello un vendaje que ha sacado del equipo de primeros auxilios. Justo en ese momento, reconoce el ostentoso anillo de brillantes en la mano de la víctima como el de Jurilique. Inmediatamente se queda quieto.

—¿Qué ocurre? —pregunta Martin, preocupado porque una nueva explosión ha hecho temblar el suelo y aún siguen allí.

—Nada. —El entrenamiento médico de Josef y el deseo de salvar vidas se imponen rápidamente sobre cualquier otra idea que pudiera albergar para su trastornada y corrupta ex jefa. No le desearía a nadie el dolor de esas quemaduras, ni siquiera a una mujer como Madeleine. Josef advierte la desesperación en los ojos aterrorizados de la mujer antes de cubrir totalmente su rostro en un intento por salvar la carne quemada—. Está bien, es todo lo que puedo hacer por el momento.

Martin se acerca para cargarla sobre sus hombros pero el médico se lo impide, agarrándole el brazo.

—No, tenemos que intentar mantener su cara lo más recta posible, de lo contrario la sangre fluirá a su cabeza.

Entre los dos la cogen en volandas manteniendo su rostro erguido, y corren lo más rápido que pueden. El fuego y las explosiones parecen perseguirles mientras salen del complejo hacia el túnel del desagüe.