Alexa

Es difícil describir un entorno tan rico, frondoso, colorista y exuberante. Es como si hubiéramos llegado al mismísimo corazón y pulmones de la tierra. Algo sobrecogedor. Adondequiera que mires todo rebosa vida; el follaje es del más verde de los verdes; las flores y los pájaros multicolores brillan más que cualquiera que haya visto nunca. Es como si estuviera contemplando todo por primera vez a través de unas lentes fluorescentes especiales. Tengo la sensación de sentirme repentinamente como un insecto perdido en una tierra tan vasta y enorme que es casi imposible tener una mínima perspectiva. Los sonidos de la jungla prácticamente sofocan nuestras voces, como si nuestra charla interrumpiera bruscamente las conversaciones de la naturaleza. Respiro la embriagadora frescura del aire. Mis pulmones nunca han experimentado nada tan puro; e inmediatamente siento que mi cuerpo se llena de energía, ansiando más bocados de este invisible festín.

Leo ha construido una pequeña aldea de cuidadas y lujosas cabañas diseminadas alrededor de un edificio principal, que parece una réplica del Avalon que visité al final de mi fin de semana con Jeremy. Aunque aquí no hay océano, estamos rodeados por el fértil espesor de la jungla que está plagada de pequeños arroyos y afluentes, que sin duda forman parte del importante sistema fluvial que alimenta al poderosísimo río Amazonas. El sonido de las corrientes de agua no queda muy lejos, y es posible escucharlo desde todas partes como pequeñas campanillas tintineando al viento. Me siento como si hubiera aterrizado en una versión de la jungla de El árbol lejano y casi espero ver aparecer a Cara de Luna o a Cacharros. Este lugar es pura magia, su energía fluye directamente por mi cuerpo, levantando mi ánimo y vivificando mi espíritu.

Sorprendentemente, nos adaptamos muy rápido a este nuevo mundo. Paseamos por caminos que hay que volver a abrir a base de machete después de la temporada de lluvias, y nuestras cabañas no quedan muy lejos de una impresionante poza donde poder nadar, lo que ya se ha convertido en el pasatiempo favorito de los niños. Tiene una pequeña cascada con una especie de tobogán acuático natural y está rodeada por nenúfares y los vibrantes sonidos de la naturaleza. El agua es fresca y limpia y supone un gran alivio para combatir la humedad y el calor del día.

Cada vez me cuesta más pensar en la inminente amenaza con la que debía enfrentarme en mi viejo mundo, mientras me sumerjo ansiosa en este, distanciándome felizmente de cualquier peligro potencial que mis hijos y yo tengamos que afrontar. Cada vez que los ominosos titulares de la carta de Madame Jurilique se cuelan en mi mente, los aparto decidida de un plumazo. Ya no puedo hacer nada para evitarlo. He puesto toda mi confianza en Leo y lo único que puedo hacer es seguir adelante. Quién sabe, tal vez mi viaje ha comenzado ya y no me he enterado, de modo que continúo abrazando esta «irrealidad» mientras dure.

Nuestra dieta consiste principalmente en pescado, verduras y frutas extraídas de la jungla, con un montón de tentaciones, como las bayas dulces recién cogidas de los árboles…, e incluso nos hemos acostumbrado al sabor amargo del chocolate hecho con las semillas de cacao. Nuestra comida es como un festival bailando sobre nuestro plato, con ricos y diversos colores compitiendo por llamar nuestra atención. A los niños les encanta el sabor del helado de maracuyá y la tapioca, y se divierten trepando para alcanzar las bayas color púrpura del tamaño de uvas que crecen en las palmeras de asaí. No han vuelto a pensar en comida basura, así que es de esperar que la abundante provisión de papas fritas les mantenga saciados por el momento.

* * *

Hemos estado practicando ejercicios de yoga y meditación cada mañana y cada tarde, como si estuviéramos en una especie de prolongado retiro familiar curativo, y nos sentimos felices, vitales y muy vivos. Estamos disfrutando con este estilo de vida saludable, sencillo y carente de tecnología, lo que no deja de sorprendernos a todos excepto, por supuesto, a Leo, e incluso a los niños les parece ya algo natural echarse la siesta. Comemos cuando tenemos hambre, dormimos cuando estamos cansados y jugamos cuando nos apetece. No tengo ninguna queja sobre dejarme llevar en este aspecto, ya que tampoco recuerdo haberme sentido tan contenta en mi vida. Los días se funden con las noches y las noches con los días, y tal y como Leo predijo, no tengo ninguna sensación de tiempo ni cuento los días que llevamos aquí. Viviendo de este modo, resulta absolutamente irrelevante. Nunca en mi vida he experimentado esta sensación de intemporalidad y siento cómo me voy empapando en la experiencia de vivir donde no existe nada parecido a una fecha límite.

Mientras me balanceo en la hamaca del balcón de la casa principal, veo que Leo y Jeremy salen al exterior totalmente armados.

—Dios mío, ¿qué es lo que pretendéis hacer con eso?

—Mañana esperamos invitados para cenar, así que vamos a matar a un cerdo.

—¡Qué horror!, ¿acaso lo habéis hecho alguna vez?

Leo sonríe.

—Así es. Y Jeremy me ha asegurado que es bueno con el escalpelo.

—¿Os van a ayudar los demás?

—¿Adam? Ni pensarlo, no es su estilo. Él se lo come, pero no lo mata. —Como muchos de nosotros, me digo.

—Robert está en la poza con los niños. No estábamos seguros de si querrías que estuvieran por aquí —añade Jeremy.

—Oh, claro…

—No pongas esa cara de susto, AB, como si no supieras de dónde viene la comida.

—Lo sé, pero… —No puedo evitar pensar en un documental que vi hace algunos años en el que algunas cerdas eran encerradas en sus pocilgas, imposibilitadas para moverse libremente mientras amamantaban a sus cochinillos. Desde entonces solo he comido cerdo que se hubiera criado en libertad. Sacudo la cabeza para apartar esa inquietante imagen—. Oh, está bien, al menos sé que son, o han sido, cerdos felices. Por cierto, ¿quién va a venir?

—Algunos miembros ancianos de la tribu, puede que alguno más. Ellos nos llevarán hasta el chamán. Es nuestra primera reunión antes de que el viaje comience, una especie de celebración.

Vaya, esto sí que es una novedad.

—¿Eso tiene relación conmigo? —pregunto ingenua. Ambos sueltan una carcajada en respuesta.

—Cariño, todo tiene relación contigo, por eso estamos aquí —responde Jeremy con una sonrisa y un brillo en los ojos que invita a lo desconocido.

—¿Debería preocuparme? —les grito mientras se alejan a los establos.

—En absoluto, pero tendrás que asistir —responde Leo.

Vale, de acuerdo, eso aclara algo las cosas… ¿o no? Vuelvo a tumbarme en la hamaca mientras ellos desaparecen para cazar y sacrificar al cerdo. Por mucho que lo intento, no soy capaz de concentrarme de nuevo en el libro que estaba leyendo unos momentos antes, y las mariposas que hasta entonces habían estado dormidas en mi estómago comienzan a revolotear.

La noche siguiente está llena de festejos después de haber estado todos volcados en los preparativos. Nuestros huéspedes llegan, cinco en total, de la tribu wai wai. Dos ancianos, un hombre joven, un adolescente y Yaku, el aprendiz de curandero, que parece tener aproximadamente la mitad de la edad de los ancianos y habla un poco de inglés. Sus ropas son una mezcla de prendas occidentales y prendas nativas. Todos llevan pantalones de camuflaje o de color caqui, algunos con camisetas de tirantes, otros sin nada. En la parte superior de su cuerpo lucen pinturas tradicionales y sus cabezas están adornadas con distintas hojas y plumas.

Sus cuerpos, de corta estatura, son musculosos y su aspecto resulta extremadamente serio, hasta que una enorme sonrisa de dientes blancos ilumina sus caras en contraste con su tez oscura. El chamán, al que llaman Yaskomo en su lengua nativa, rara vez sale de la aldea. Los ancianos, de quienes se dice que comparten algo de su magia, nos llevarán hasta él cuando llegue el momento.

Aquí el concepto de tiempo no se mide de la misma manera que en el mundo occidental, sino que todo sucede cuando es el momento adecuado y no obedeciendo a un plazo fijado previamente. Supongo que el concepto de tener una fecha límite resultaría incomprensible en esta parte del mundo, lo que hace que la vida sea mucho menos estresante.

El cerdo se está asando lentamente en el espeto colocado sobre el fuego, y hay una gran variedad de verduras dorándose debajo. Después de comer, nos relajamos y disfrutamos de la música local. El redoble del tambor tribal, el suave sonido de una flauta de madera y una guitarra nos entretienen mientras celebramos el éxito de nuestra insólita reunión.

Leo se ha pasado los últimos años estudiando su lengua y hace las veces de traductor entre los grupos. Elizabeth y Jordan están muy impresionados con el muchacho que ha venido con los hombres. Mientras él les enseña algunas danzas nativas, ellos le enseñan a bailar la Macarena. Se lo están pasando en grande y es estupendo ver lo bien que se comunican sin necesidad de un lenguaje común. ¡Una lección para los adultos en el arte de la palabra no hablada!

Están compartiendo felices su agua de coco mientras los adultos, o debería decir los hombres y yo, bebemos cerveza, cerveja, o cachaça envejecida, una bebida alcohólica local hecha a base de caña de azúcar destilada. No hemos probado el alcohol desde que dejamos Florida, y noto que se me está subiendo rápidamente a la cabeza. Los nativos proponen añadirle caña de azúcar y zumo de lima, para transformarlo en una caipiriña, lo que lo hace más fácil de digerir, convirtiéndolo en un cóctel particularmente refrescante con esta humedad, aunque solo me atrevo a darle un pequeño sorbo de vez en cuando. El grupo está muy animado alrededor de la hoguera mientras cantamos, reímos y aprendemos un nuevo estilo de baile.

Finalmente la fiesta termina y la música se desvanece en un segundo término, permitiendo que la naturaleza reine nuevamente en esta parte del mundo. Los niños, encaramados sobre un montón de paja con su nuevo amigo, se han quedado dormidos. Advierto que Leo está inmerso en una intensa conversación con los dos miembros mayores de la tribu; no hay duda de que está muy interesado en su mundo. Robert y Adam están pegados el uno al otro, disfrutando del fuego y apurando los últimos cócteles locales. Sus manos posadas en las rodillas del otro: la primera muestra de afecto en público que presencio. Su complicidad me hace sonreír, al igual que la mía con Jeremy. Los dos nos balanceamos al son de la suave música de los nativos, nuestros brazos rodeando al otro, o tal vez sea yo la que me balanceo y Jeremy simplemente me mantiene en equilibrio. En cualquier caso, resulta fantástico poder estar así con él.

Todos los problemas y preocupaciones de las últimas semanas se han reducido a un oscuro punto en mi mente y siento como si prácticamente estuviera en casa, mientras me acuno confortablemente en su firme y cálido pecho. Jeremy alza mi barbilla con el dedo índice hacia su cara.

—Pareces más relajada y feliz de lo que te he visto en mucho tiempo.

—Muy observador, doctor Quinn, será porque lo estoy. —Se inclina y me besa suavemente los labios. Siento como si fuera a flotar por las sensaciones que ese simple gesto me provoca.

—Me encanta verte así. No hay ninguna otra cosa que me haga tan feliz.

—Pues entonces quedémonos como estamos. Para siempre si es posible.

Incluso en el débil y fluctuante resplandor de la hoguera no puedo evitar advertir las pequeñas arrugas que se forman en su ceño al oír estas palabras. Es como si quisiera darme el mundo entero pero supiera que ahora mismo no puede.

—¿Qué pasa, J?

—Sabes que esto no puede durar para siempre, cariño, ¿verdad? —Observa mi cara antes de continuar—. La presencia de los ancianos significa que se acerca el siguiente paso de nuestro viaje, ese del que Leo nos ha estado hablando.

—Sí, lo sé —respondo a regañadientes—. Pero estoy intentando no pensarlo hasta que suceda y afortunadamente, en este momento, mi mente está ocupada con otros pensamientos. —Deslizo seductoramente mis manos por la parte baja de su espalda y le agarro el trasero.

—¿En serio, doctora Blake? ¿Y qué pensamientos son esos que ocupan tu mente?

—Estoy segura de que puedes imaginarlos.

Me pongo de puntillas y lo atrapo en una larga e indecente prolongación de su seductor beso de hace pocos segundos. Estar bajo las estrellas, junto a la hoguera, con la suave música de fondo, bailando y bebiendo, ha disparado mis deseos carnales por este hombre. Puedo sentir cómo su miembro se hincha contra mi vientre. Si estuviéramos solos y dependiera de mí, ahora mismo estaríamos retozando desnudos, ofreciendo nuestro propio ritual sexual a los dioses. Lamentablemente, y por muchas razones, no estamos en esa situación.

—Dios, Alexa, como sigas así voy a tener que llevarte dentro en este mismo momento. —Los ojos de Jeremy se vuelven para localizar al resto del grupo. Cuando comprueba que nadie nos está prestando atención, suelta un suspiro de alivio.

—No oirás ninguna queja por mi parte —digo medio en broma medio en serio.

Sacude la cabeza con una sonrisa y llevándome de la mano se acerca para decir buenas noches a todo el mundo. Adam y Robert parecen estar en su propio mundo, casi tan embelesados como nosotros. Les doy a ambos un beso rápido en la mejilla, guiñando un ojo, y luego nos volvemos hacia Leo y los ancianos.

—Llegáis en el momento justo —exclama Leo—. ¿Os importaría uniros a nosotros un momento? Hemos estado haciendo los últimos preparativos.

La pulsión sexual que había estado sintiendo en mi bajo vientre se precipita en picado entre mis piernas y escapa por mis pies antes de que pueda parpadear. Trato de tirar sutilmente de Jeremy hacia la casa, indicando sin palabras que preferiría retirarme a nuestro dormitorio, pero sin éxito.

—Claro. Por supuesto.

Se juntan un poco para que podamos unirnos a ellos alrededor del fuego. Lanzo una mirada ansiosa a Leo, cuyos ojos, una vez más, me proporcionan una gran sensación de calma y aplacan mis nervios excitados. Sinceramente no tengo la menor idea de cómo es capaz de hacerlo, pero el caso es que funciona, así que me siento plácidamente en una silla.

Es en este momento cuando comprendo que el grado de entrega de Jeremy hacia Leo, respecto a mi participación en este viaje, es absoluto. Nunca dirá que no a Leo, como yo no puedo decírselo a él. Es una misteriosa dinámica que, lamentablemente, no tengo oportunidad de explorar en este momento.

El más anciano de la tribu le dice algo a Leo en su lengua nativa, que este me traduce.

—Alexandra, ¿te importaría ponerte de pie un momento? Al anciano le gustaría sentir tu energía del bosque.

Ante esta inusual petición miro indecisa a Jeremy y a Leo, que asienten alentándome para que lo haga. Me pongo de pie y el anciano se acerca a mí. Es algo más bajo y fornido que yo. Entonces posa sus manos en la piel desnuda de mis hombros con su cabeza mirando al suelo.

Nos quedamos así durante un rato, hasta que siento su cálido pulso conectar con mi cuerpo. Cuando eso ocurre, levanta la vista hasta que nuestros ojos se encuentran y permanecemos inmóviles, en silencio y sin parpadear. Súbitamente siento como si la tierra se moviera a mis pies y fuera a perder el equilibrio. Es como si pudiera tropezar y caer, pero su mirada me proporciona una estabilidad que me mantiene firmemente anclada. Entonces, la sensación desaparece con la misma rapidez que surgió y él retira sus manos de mi piel. Mi boca se abre desconcertada, pero no digo nada, incapaz de romper el encanto de lo que quiera que haya sucedido. Toma mis manos en las suyas, girándolas a un lado y a otro, como si estuviera sintiéndome más que estudiándome o buscando algo en particular.

Cuando las suelta me noto, paradójicamente, llena de energía y, a la vez, cansada. Dejo caer lánguidamente mi cuerpo en la silla. Jeremy me coge la mano para tranquilizarme, aunque tiene una mirada burlona, mientras esperamos a que los ancianos, Yaku y Leo hablen entre ellos. Después de unos minutos, Leo se gira hacia nosotros.

—Como los dos sabéis, he estado visitando al pueblo wai wai durante los últimos tres años. Ellos han sido muy generosos al permitirme vivir en su tribu y entender su modo de vida, incluyendo sus tradiciones ancestrales y las conexiones con su mundo espiritual, por las que les estaré eternamente agradecido. Durante mi última estancia, tuve el privilegio de hacer un viaje de cinco días con su jefe chamán, quien me guio en mi primera experiencia de vuelo espiritual.

Consciente de que los ancianos entienden muy poco el inglés, Leo se toma un momento para transmitirles su agradecimiento en su lengua nativa antes de continuar.

—Durante esa experiencia me quedó claro, y sobre todo después de haber leído tu tesis, Alexandra, que los acontecimientos que han ocurrido durante los últimos meses no son, en modo alguno, una casualidad.

—¿Mi tesis? —repito con voz un tanto estridente.

Este comentario sin duda ha atrapado mi atención. Mi tesis original, que terminé hace casi quince años, trataba sobre el masoquismo y el ego con relación a la condición femenina, enfocado a partir de los trabajos de Sabina Spielrein. Ese fue también el motivo por el que Jeremy organizó ese específico escenario de sumisión para su experimento conmigo, después de que yo admitiera, en un momento de ingenua debilidad, que esa había sido una de mis fantasías sexuales no cumplidas, algo que nunca había tenido el valor de explorar personalmente, solo a través de la investigación. Y mientras yo imaginaba que estaría olvidado hacía mucho tiempo, resultó que Jeremy aún lo recordaba. Debí haberle conocido mejor.

—¿Y qué tiene eso que ver con todo esto? —pregunto. Mis ojos pasean nerviosamente de Jeremy a Leo y los ancianos y siento cómo el pánico empieza a apoderarse de mí.

—Sorprendentemente, mucho. Eso es lo que esperamos descubrir y, al hacerlo, pretendemos desentrañar el aparente misterio del elemento curativo de tu sangre.

Me siento como si hubiera entrado en una especie de estado de choque, mientras mi mente procesa la relación entre mi tesis, el experimento y todo lo que ha pasado desde entonces.

—¿Quieres un poco de agua, AB? —Hago un gesto de asentimiento hacia Jeremy que parece pendiente de todas mis reacciones.

Una vez que volvemos a guardar silencio, Leo continúa.

—Esta noche me gustaría hacerte una pequeña introducción del viaje espiritual y de la necesaria preparación que debes seguir para embarcarte en esta única y privilegiada experiencia. El pueblo wai wai es elegido para este viaje solo cuando el chamán considera que están espiritualmente preparados. Desde que la tribu fue descubierta en el siglo XX, el hombre blanco ha querido participar en esa práctica. Aquellos que están obsesionados con el poder, la riqueza y las posesiones materiales, que son codiciosos o destructivos o experimentan un continuo estrés en sus vidas, son informados de que nunca estarán listos para ese viaje y se marchan decepcionados por que no haya dinero suficiente en el mundo para persuadir al chamán, puesto que él eso no lo valora. Aquellos que encarnan la humildad, la amabilidad, el perdón y la generosidad, que se implican en explorar la imaginación, lo desconocido o lo extraño están más preparados para recibir el regalo del vuelo espiritual. Es un don, en el sentido de que no todo el mundo que lo intenta es capaz de alcanzarlo. Requiere una inteligencia intuitiva y un espíritu fuerte, que creemos que posees. —Hace un gesto hacia nuestra pequeña reunión alrededor del fuego y ellos asienten—. Todo esto, combinado con una voluntad de explorar el corazón y el alma de tu naturaleza, conseguirá, o eso esperamos, guiarnos hasta la fuente de lo que la ciencia no ha sido capaz de descubrir… El enigma de tu sangre.

No puedo evitar inhalar profundamente ante la enormidad de su declaración y las grandes expectativas que se han creado. Leo lo advierte inmediatamente.

—No me interpretes mal. Comparto el punto de vista escéptico y la necesaria verificación científica de esos supuestos «milagros», tanto como cualquiera, razón por la cual aprecio tanto a mi estimado colega y magnífico amigo —dice dirigiéndose a Jeremy, y esta vez es mi turno de apretarle la mano—. Y ese es uno de los papeles que desempeñará en este viaje. En el mejor de los casos, él nos proveerá con la verificación científica a la que aspiramos; sin embargo, no quiero hacerme ilusiones. Sin Jeremy nunca habría sido capaz de convencerte para que hicieras este viaje con nosotros, por lo que siempre le estaré agradecido. Y vuelvo a repetir que el hecho de que estemos todos juntos aquí no es una casualidad. Creo que estamos al borde de una conexión aún sin explorar entre naturaleza, sexualidad y espiritualidad, que aún debe ser entendida por la ciencia y la medicina occidental. En mi opinión es la combinación de estas la que nos dará la oportunidad de buscar la verdad y nos llevará hasta un nuevo nivel de entendimiento; un nivel que tanto Oriente como Occidente han estado rozando pero que aún no han sabido integrar con éxito. Alexandra, creo que tu sangre es uno de los elementos potencialmente críticos que pueden ayudar a desbloquear la clave de esta integración. Esa es la razón por la que los caminos de nuestras vidas se han cruzado aquí, en este punto y en este momento.

Mi mente absorbe lentamente las palabras de Leo junto con la pacífica y, sin embargo, abundante vida de los bosques que nos rodean. Los ancianos parecen haberse sumido en un silencio interior, desconocido para nosotros, y permanecen sentados, casi en trance. El ritmo y la entonación de las palabras de Leo pueden hacerte sentir como si estuvieras flotando, es un asombroso orador. Jeremy se ha acercado inconscientemente hacia mí, sin olvidar nunca su papel de amante y protector.

—¿Alguna pregunta hasta el momento antes de que empiece a explicar los preparativos concretos? —Leo pasea su mirada por nuestro pequeño grupo; aún seguimos hechizados por él—. ¿No? Está bien. Habrá que viajar varios días a través de la jungla para llegar hasta el chamán. Durante ese tiempo, Alexandra, tu inmersión en la naturaleza que nos rodea será fundamental. Los ancianos nos harán saber en qué momento tendremos que dejar de hablar contigo.

—¿Qué? —grito casi sin darme cuenta. ¿Más condiciones?

—Es esencial que conectes con tu silencio interior. Todos te apoyaremos en ese proceso.

—Pero ¿y si tengo que decir algo, que preguntar algo?

—Puedes preguntar, pero tu voz será lo único que se escuche en nuestro viaje. Es preferible el silencio, ninguna aportación artificial debe interrumpir tu viaje y las voces humanas se reducirán al mínimo. Esto permitirá que la naturaleza sea tu fuente principal de comunicación.

—¿Así que puedo preguntar pero no me responderéis?

—En un sentido verbal no.

Genial, me digo sarcástica. Él prosigue:

—Cuando comas será solamente algo frugal y natural. Estaremos viviendo en plena jungla, comiendo de lo que encontremos, preparando lociones para proteger nuestra piel y bebiendo unas infusiones de hierbas especiales capaces de provocar diferentes sensaciones en un estado alterado de consciencia. No serán peligrosas y solo tendrán efecto a corto plazo. Habiéndolo experimentado en mí mismo, te recomiendo que acojas estos cambios en tu estado con los brazos abiertos, porque es así como el verdadero aprendizaje y entendimiento se producen.

Leo ya había mencionado todo esto antes de marcharnos de Miami, de modo que tampoco me sorprende demasiado. De hecho estoy bastante ansiosa por experimentar lo que sucede, si es que sucede algo. Me pregunto si esas infusiones naturales de hierbas tendrán el mismo efecto que las drogas occidentales causan en mi cuerpo, un interesante experimento desde una perspectiva científica, aunque no puedo decir que mis creencias estén en el lado espiritual. Supongo que lo descubriré muy pronto. Hago un gesto de asentimiento y una idea fugaz cruza mi mente.

—¿Puedo escribir?

—¿Quieres decir durante el viaje?

—Sí, ¿puedo escribir sobre mis experiencias, pensamientos o sentimientos mientras viajamos?

Leo tiene otra breve charla con Yaku antes de contestarme.

—Si sientes esa inclinación, será una excelente idea, Alexandra. Yo estaba pensando que Jeremy hiciera el trabajo analítico, pero hacerlo desde tu propia experiencia sería brillante. Tengo un diario que puedes utilizar y tú misma decidirás si quieres compartirlo con nosotros.

—Genial, gracias.

Siento como si algo hubiera cambiado en Leo y en los ancianos, pero no sé bien el qué. La idea revolotea por mi cabeza y desaparece. Siempre me ha gustado llevar un diario, aunque hace meses que no escribo con todo lo que me ha sucedido. La posibilidad de plasmar mis sensaciones atenúa, de alguna forma, mi preocupación sobre la regla de «no hablar con Alexa». Dios, no me imagino contándoles todo esto a mis amigas. ¡Yo puedo hablar, pero los demás no pueden responderme! Para alguien como yo, eso se asemeja mucho a una tortura. Aunque nunca se sabe, puede que sea bueno para mí. Quizá.

Pienso en todos los momentos en que hubiera deseado tener un poco de paz y tranquilidad cuando los niños eran pequeños y no había forma de callarlos, especialmente cada vez que hablaba por teléfono. No puedo evitar sonreír al pensar en el dicho: «Ten cuidado con lo que deseas»… Y aquí estoy.

—¿Por qué estás sonriendo, AB? —me pregunta Jeremy, siempre pendiente de todos mis gestos.

—Oh, por nada en realidad. —Vuelvo mi atención a Leo—. ¿Puedo hacerte otra pregunta? —Me revuelvo en mi silla. Sospecho que vacilaré toda la vida a la hora de hacer preguntas gracias a Jeremy.

—Por supuesto.

—¿Qué estaba haciendo el anciano cuando me tocó?

—Estaba comprobando si estás preparada para embarcar en este viaje.

Otra novedad.

—¿Y lo estoy?

—Sí, estás preparada —contesta con un matiz de orgullo y aprobación en su voz, lo que me produce una extraña sensación—. Nos marcharemos mañana.

Ah, o sea que eso es lo que estaban acordando entre ellos hace unos momentos.

—Mañana. ¿Tan pronto? —No logro ocultar el temblor de mi voz.

—Sí. Y una cosa más. No estarán permitidas las relaciones sexuales durante este viaje.

—¿Cómo? ¡Me estás tomando el pelo! —espeta Jeremy saliendo de su ensueño, y dando un brinco en su silla. Sus gritos perdiéndose en el aire nocturno. Bueno, está claro que ha resultado toda una sorpresa para él, casi tanto como para mí. Si no estuviera tan divertida por su reacción, estoy segura de que me sentiría igual de ofendida que él, pero me resulta imposible esconder la sonrisa de mi cara. ¡Es tan gracioso! No hay nada que me guste más que ver al siempre sereno, tranquilo y contenido doctor Jeremy Alexander Quinn completamente fuera de sí. Leo mantiene una postura más madura que yo respecto al arrebato de Jeremy.

—No, no estoy bromeando, Jaq. Es fundamental para lo que todos estamos esperando conseguir.

Jeremy parece exasperado, como si sus palabras le dolieran físicamente.

—Por cierto, ¿cuánto tiempo llevará este viaje?

—Tanto como sea necesario, amigo mío, tanto como sea necesario.

—Bien. —Resulta evidente que no le parece bien y que está claramente contrariado. Incluso podría afirmar que está de morros—. Pero al menos tenemos esta noche, ¿no es así? —pregunta desafiante.

—Sí, tienes esta noche.

Mientras trato de ahogar mi risa ante la reacción de Jeremy por las palabras de Leo, me encuentro súbitamente levantada de la silla y cargada sobre el hombro de Jeremy al estilo hombre de las cavernas. Nunca entenderé cómo es capaz de alzarme con tanta rapidez. ¡Qué vergüenza, delante de los ancianos! Trato de golpear su espalda en protesta.

Leo sacude la cabeza y se ríe.

—Creo que no vamos a poder salir de aquí al amanecer.

—Crees bien, amigo mío —responde Jeremy encaminándose directamente hacia nuestra cabaña. La puerta se cierra tras nosotros y me lanza suavemente sobre la cama.

—¿Qué pasa, J? ¿Al fin hay una condición que te resulta difícil de aceptar? —Sé que no debería tomarle el pelo, pero es superior a mí, su reacción es divertidísima—. ¿Por qué esto es diferente a las condiciones que yo tuve que aceptar durante nuestro fin de semana juntos? No puedes creer que…

Está totalmente desnudo y me inmoviliza sobre la cama antes de que pueda terminar de hablar.

—No tientes a la suerte, AB. Lo último que necesitas para viajar mañana es tener el trasero escocido y rojo, y con el humor que tengo no puedo descartar esa posibilidad.

—Y dime, ¿cómo explicarías mi imposibilidad de sentarme a tu querido amigo Leo? —le pregunto divertida.

—Te aseguro, cariño, que no será nada que no haya visto antes.

—¿En serio? Nunca hubiera imaginado que tenía ese tipo de inclinaciones. —Me quedo un poco sorprendida ante esa revelación de Jeremy y advierto que algo en su comportamiento se altera ligeramente.

—No las tiene.

Hmm, suena como si intentara acallarme, lo que solo sirve para acuciar mi interés.

—Bueno, ¿entonces a qué te refieres?

Mi ropa sigue el mismo destino que la suya, aterrizando de cualquier forma en el suelo. Sin duda es un intento directo de disuadirme para que deje de preguntarle, de modo que me siento y le miro fijamente a los ojos, lo que él intenta evitar. ¡Qué misterioso!

—Jeremy, en serio, sé que hay algo que no me estás contando. ¿Acaso no hemos pasado ya por suficientes trances para tener que seguir ocultándonos cosas el uno al otro? —Un millón de posibilidades surgen en mi mente en un intento de dar sentido a sus palabras, un trasero escocido y Leo. Y entonces la idea me golpea como un ladrillo. Algo que ya debería haber intuido mucho antes—. Estaba allí, ¿no es cierto?

J se revuelve incómodo en la cama mientras suelto las palabras y me monto a horcajadas sobre él, que parece meditar su respuesta.

—Por favor, no finjas que no sabes de lo que estoy hablando. Yo ya pagué muy caro cuando traté de hacer lo mismo contigo. Me estarías insultando si tratases de hacérmelo a mí. —Mi tono es letalmente serio—. ¿Estuvo observándome durante el experimento? Todo mi placer, mi dolor, mi excitación. Lo vio todo, ¿no es así?

Ni siquiera necesito que Jeremy me conteste. Puedo sentir la verdad en su silencio, en su lenguaje corporal. Aun así, quiero que me lo diga a la cara.

—Sí, Alexa, estaba allí —admite solemnemente.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—No estaba seguro de cómo te lo tomarías. Imaginaba que si hubieras querido saber quién estaba allí, me lo habrías preguntado. Pero no puedo negarte que no quería que te sintieras incómoda cuando lo conocieras, sabiendo que te había estado observando.

—¿Y fue después…, al verme experimentar todo aquello, cuando se interesó por mi tesis? —pregunto perpleja. Este nuevo giro de los acontecimientos ha conseguido que la cabeza me dé vueltas.

—Sí.

—¿Por qué?

—Para serte sincero, desde que todo esto comenzó, parece estar sumido en una especie de búsqueda. Es como si todo lo que sucedió durante nuestro fin de semana en Sidney hubiera encendido una chispa en él. Esa fue la razón por la que me ofreció la casa de Avalon para tu recuperación y adoptó todas las medidas disponibles para asegurar tu protección. Después de recibir y leer tu tesis en los Estados Unidos, viajó directamente aquí para pasar un tiempo en la jungla y experimentar el vuelo espiritual, como ya sabes. Cuando Moira le pasó el mensaje de que habías sido secuestrada, se puso fuera de sí, sin detenerse ante nada con tal de ayudarme a echarte una mano en lo que fuera. Desde entonces parece creer que tenemos la llave de la conexión perdida que ha estado buscando durante toda su vida, que el hecho de que estemos aquí es mucho más que una mera coincidencia, como ha dicho antes frente a la hoguera. Pero hasta el momento no ha podido explicarme nada más. Es como si dependiera de tu propia experiencia en el vuelo espiritual para poder arrojar luz sobre todo lo que hasta este momento parece estar en la oscuridad.

Deja que me quede montada en él, acariciando suavemente la curva de mi cintura mientras absorbo sus palabras.

—Ahora ya lo sabes todo, y siento mucho que te hayas disgustado al saber que estuvo allí.

Baja los ojos como dejándome un momento para asimilarlo y que considere mi respuesta.

¿Estoy disgustada por que estuviera allí? Tal vez lo habría estado de haberlo sabido antes, pero ahora que le conozco, que he visto su mirada y cómo esta me proporciona una serenidad que nunca antes he experimentado, sé que no lo estoy. Hay algo que hace que su presencia aquí resulte de lo más adecuada. Es como si mi sueño sobre el búho con los ojos de Leo y yo volando como un águila —tratando de proteger mis huevos en el nido para que no caigan— encajase de una forma extraña en mi subconsciente. Todo parece haberse desarrollado en una perfecta secuencia temporal de acontecimientos para que no me sienta triste ni enfadada, y simplemente acepte esta realidad. Tal vez la inusual conexión que siento con Leo esté basada en algo, algo que aún no soy capaz de entender.

Jeremy aguarda pacientemente a que procese esta información antes de pedirme una respuesta.

—¿Me lo habrías contado de habértelo preguntado? —digo.

—¿Si me hubieras preguntado si estaba allí? —Asiento—. Pues claro, no puedo mentirte, AB.

—¿Y le dirás que lo sé?

—Solo si a ti te parece bien.

Por alguna razón siento que el que Leo esté al corriente de que lo sé es una pieza fundamental en este místico rompecabezas, aunque no sé bien por qué.

—Sí, estoy de acuerdo. —El rostro de Jeremy se relaja, aliviado por que hayamos conseguido atravesar este momento de tensión entre nosotros.

—¿Hay algo más que quieras preguntar antes de que reclame lo que es mío en un futuro inmediato? ¿O, al menos, por esta noche? —Su humor cambia y sus ojos se oscurecen de lujuria. Puedo sentir la urgencia de su erección y sacudo la cabeza, indicando que el asunto está zanjado por el momento, lo que es tanto como ondear una bandera roja delante de un toro.

Jeremy se ha tomado el ultimátum sexual de Leo como una oportunidad para poseer cada orificio de mi cuerpo. Ascendemos al cielo y de vuelta a la tierra innumerables veces, mi voz quedándose ronca, incapaz de emitir ningún sonido coherente, lo que sin duda beneficiará mi futuro silencio. Nuestro intercambio sexual es comparable con el de los animales de la jungla que nos rodea. Es tal su deseo esta noche que parece que le hubieran dicho que nunca más en la vida podría tocarme. ¡Este hombre es insaciable! Por primera vez en mi vida, decido tragarme su simiente, lo que le deja totalmente desconcertado y, al parecer, con más necesidad de mí. La euforia que siento al sucumbir a este último acto de rendición con él se convierte en un asombroso y hermoso momento entre nosotros, uno que ninguno de los dos olvidará, y quedará firmemente grabado en nuestra memoria.

* * *

Muchas, muchas horas después, por fin puedo quedarme dormida en un completo y absoluto estado de agotamiento sexual y físico. Y no es que me queje, pues caigo en un delicioso y saciado sueño. Aunque no puedo decir lo mismo de él.

Cuando despierto, Jeremy está preparando el baño y mis cansados y entumecidos miembros agradecen hundirse en la cálida agua por última vez en quién sabe cuánto tiempo.

—¡Oh, debe de ser una broma!, ¿no? —exclamo ante la visión de la enorme erección que se acerca hacia mí—. No puedo creer que aún te queden ganas. —Su cara lo dice todo. Aparentemente le quedan.

Finalmente, nos acercamos a la casa principal de nuestro poblado en la jungla para desayunar, aunque estoy segura de que hemos sobrepasado con creces la hora del desayuno. Estoy hambrienta y gracias a Jeremy, que parece tener más energía después de nuestras intimidades en vez de menos, se desencadena un auténtico torbellino de actividad en la cocina, y puedo devorar con entusiasmo la comida. Los niños están corriendo de un lado a otro, recogiendo sus cosas.

—Jordan, ¿qué está pasando, por qué esas prisas? —le pregunto cuando consigo atraparle al pasar junto a mí, inmerso en una frenética actividad.

—Vamos a ir a la aldea para vivir con Marcu y sus amigos durante unos días. —Entonces recuerdo que Marcu es el muchacho que ahora sabe bailar la Macarena.

Elizabeth se une a él igual de excitada.

—Nos han invitado a ir y nos marchamos en una hora. Va a ser una verdadera aventura en la jungla.

Continúan yendo de un lado a otro mientras les miro atónita. ¿Cuándo se ha decidido todo esto? Mi instinto maternal se pone automáticamente en marcha. No estoy acostumbrada a que se hagan los planes de mis hijos sin mi consentimiento. La imagen de anacondas, tarántulas, panteras, pirañas y perezosos gigantes saltando de los árboles bombardea mi cerebro haciendo que tema por su seguridad.

Robert aparece oportunamente a la vuelta de la esquina con una mochila preparada y advierte mi mirada preocupada.

—No pasa nada, Alex. Adam y yo también vamos, así que no tienes por qué preocuparte. Será una gran experiencia para ellos. Les encantará, al igual que les gustó la jungla de Tasmania. Además, ¿cuántos niños tienen la oportunidad de vivir una experiencia como esta en la selva brasileña? —Permanezco muda—. En cualquier caso, Leo me ha dicho que tú vas a empezar tu propia aventura hoy mismo.

Ante ese recordatorio, las mariposas emprenden el vuelo en mi estómago y me quedo sin palabras.

—De todas formas, muchas gracias por preocuparte de nosotros —continúa Robert—. Pero estaremos bien. Los niños llevan horas esperando para poder despedirse de ti. Alguien nos dijo que os dejáramos solos —dice con una sonrisa pícara.

—Yo…, eh…, sí, bueno… —Me pongo como un tomate al mirar a Jeremy que está de pie con gesto inocente frente al fregadero, fingiendo concentrarse en lavar la vajilla.

—Y ahora ya pueden hacerlo. Elizabeth, Jordan —grita—, en cuanto os despidáis de mamá, estaremos listos para irnos.

Sus rostros excitados se pegan a mí mientras me rodean y me dan un enorme abrazo de osezno de despedida. Apenas hay tiempo para las emociones a la vista de su entusiasmo y excitación, antes de que desaparezcan.

Me giro hacia Jeremy justo cuando Leo aparece desde la habitación contigua para unirse a nosotros y solo puedo sacudir la cabeza ante la perfecta sincronía de su organización. No hay nada parecido a tener cada detalle de tu vida coordinado hasta el punto de que es absolutamente imposible ir a contracorriente ante semejante tsunami. ¡Hombres!

Ambos muestran una sonrisa de reconocimiento, conscientes de que su conspiración ha sido un éxito. Sabían muy bien que despedirme de los niños iba a resultarme difícil, pero solo ha durado unos segundos y han desaparecido por arte de magia. Muy en el fondo, sé que es absurdo subestimar la inteligencia de los hombres que tengo delante, así que ¿por qué me sorprende tanto que haya ocurrido de esta forma? Tal vez había imaginado secretamente que podría engañarlos, lo que aún es más estúpido por mi parte. No me molesto en decir nada, sería inútil, y decido aceptarlo como es.

Jeremy me reconforta con un beso en los labios para hacerme saber que todo irá bien y me tiende un café fuerte al estilo de la jungla. Leo, aún con la sonrisa en la cara, apoya sus manos en mis hombros. Una cálida corriente eléctrica recorre inmediatamente todo mi cuerpo. Creo que debería meditar a fondo por qué causa ese efecto en mí.

—Me alegra saber que estáis aprovechando para daros los últimos besos y apurar el café antes de salir. En cuanto estéis listos nos marchamos.

Jeremy le suelta un gruñido y se vuelve hacia mí.

—Eso va por nosotros, cariño. Ha llegado el momento.

Habida cuenta de que la mayoría de las cosas que necesito ya han sido empaquetadas, me concentro solamente en las cosas de aseo, aunque no creo que necesite demasiado para una excursión por la jungla. No es como si fuera a un hotel de cinco estrellas o de una sola, ya puestos, aunque supongo que, considerado desde otra perspectiva, equivaldría a un millón de estrellas. Estoy hurgando en el armario cuando Jeremy aparece en la puerta.

—¿Estás lista? Necesito hacerte una revisión médica antes de marcharnos.

—¿Una revisión? ¿Es necesario? —Me mira con cara de «¿qué otra cosa esperabas?». Debí imaginar que Jeremy se tomaría sus responsabilidades «científicas» con la misma seriedad que su carrera—. Genial, y el examen empieza… —Su sonrisa es a la vez amable e innegociable—. Solo deja que busque un nuevo parche anticonceptivo. Me acabo de dar cuenta de que no me lo he cambiado desde que llegamos aquí y estoy segura de que este ya debe de estar caducado.

—Me temo que no lo encontrarás ahí dentro, cariño. No ha sido empaquetado. —Mi búsqueda se detiene, sin que llegue a absorber sus palabras—. ¿Te molestaría ir au naturel en este viaje?

Desliza su brazo alrededor de mi cintura.

—Oh, bueno, no estoy segura, no lo he pensado. Supongo que no, pero he llevado parches desde que Jordan nació…

—Esperábamos que los niveles hormonales de tu cuerpo regresaran a su estado natural para este viaje. Tendría que haberte hablado de ello en el avión, pero se me fue de la cabeza y no volví a pensar en ello desde que llegamos aquí.

—Vaya, pues habría sido un detalle que me lo consultaras. ¿Y qué pasa si…?

Me interrumpe.

—No habrá sexo, ¿recuerdas? Eso debería mantenerte a salvo. —Me da la vuelta para que le mire y advierto un sincero pesar en sus ojos.

Me limito a sacudir la cabeza, pasmada, pero sabiendo que es inútil discutir sobre ello.

—Lo que sea… Seguiré la corriente…

—Gracias, AB, y lo siento, de veras que pretendía discutirlo contigo. —Parece aliviado por que no le haya dado más importancia. Guardo el cepillo de dientes, el dentífrico y el desodorante. Meto una crema hidratante en mi bolsa de aseo y, en el último minuto, un paquete de tampones. ¡Lo último que necesito en la jungla es tener una regla incontenible! Confío en que sepan a lo que se exponen al hacer que vaya au naturel con los cambios de humor que eso conlleva.

El doctor Quinn se sumerge en modo profesional, mientras lleva a cabo la revisión médica de mi cuerpo, apuntando cada respuesta con gran precisión. Nada le distrae de su tarea, aunque muestra una sonrisa ante mis divertidas miradas. Análisis de sangre, medición corporal, frotis cervical, reflejos, presión sanguínea… La lista continúa.

Por fin estamos listos para irnos. La buena noticia es que no tengo que llevar nada encima excepto mi cantimplora, lo que es fantástico. Mi principal misión es fundirme con el ritmo de la jungla mientras caminamos. No parece muy difícil. Oh, y llevar yo la conversación mientras los otros aún puedan relacionarse conmigo. No tengo ni idea de en qué me estoy metiendo, pero sé que echarme atrás no es una opción. Todo lo que ha sucedido hasta ahora ha sido una preparación para lo que nos espera por delante.

Me siento un poco ansiosa, aunque con un pellizco de excitación, lo que me desconcierta y me hace pensar si eso me coloca en la categoría de valiente o estúpida. Sin duda lo descubriré muy pronto.

Jeremy frota sus manos a lo largo de mis brazos como si pudiera sentir la tensión nerviosa creciendo en mi cuerpo.

—Estaré contigo a cada paso del camino, cariño. Siempre a tu lado.

—¿Y confías en que esto salga bien, J? —No puedo evitar cuestionar su compromiso una última vez.

—Confío en Leo de todo corazón. Nunca me ha decepcionado en todos los años que le conozco, de modo que sí, confío en que debemos seguir este proceso y ver a dónde nos lleva. Cualquier otro camino es aún más temible y peligroso.

Trago mi miedo ante sus palabras, sabiendo que son ciertas, y atraigo su cabeza hacia mí para besar sus labios por última vez. Jeremy guarda todo su equipo médico, que sin duda nos acompañará, y yo me vuelvo a poner las ropas de Jane de la Jungla —aunque lamentablemente las mías no resulten tan seductoras como las de la protagonista de la película—, y nos unimos al resto del grupo, que han estado esperando pacientemente.

Presiento que este es el principio del fin de mi viaje. Un viaje que me he comprometido a seguir, la razón por la que estoy aquí. Ya no hay vuelta atrás. Necesito el coraje de mis compañeros tanto como el mío propio, mientras damos nuestros primeros pasos en esta desconocida aventura juntos.