HIMNO XIX
A PAN

INTRODUCCIÓN

1. Pan

Homero y Hesíodo desconocen en sus numerosas referencias a los Olímpicos a este dios cornudo, de patas de cabra, lascivo y juguetón, pero tornadizo y peligroso en su irascibilidad, típico representante del conflicto entre naturaleza y cultura. No ocupa, por tanto, Pan un lugar en el panteón helénico en fecha antigua. La primera mención literaria es en Epiménides[1], y no aparece en las representaciones artísticas de los siglos VII y VI a. C.

Su origen, como el de Hermes, se sitúa en Arcadia, donde se documenta su culto desde el siglo VI a. C., aunque presumiblemente se trata de un culto local que viene de más antiguo. Nacido entre comunidades pastoriles, Pan es pastor él mismo, y presenta los rasgos propios de la vida del pastor: el aislamiento, la afición musical, e incluso la siesta. La etimología que de su nombre se da en el himno, derivándolo de pan «todo» es falsa, aunque la verdad es que no hay gran seguridad entre los autores recientes acerca de la verdadera. Se ha propuesto la relación con lat. pa-sco, etcétera, lo que nos llevaría a un significado «apacentador», bastante acorde con su carácter[2].

A menudo no se habla de Pan, sino de Panes, en plural, como ocurre con Sileno y los Silenos. Ello hace verosímil que en su origen no se tratara de una divinidad, sino de un grupo de divinidades naturales, como los Centauros o las Ninfas, luego individualizado por la necesidad propia del culto de dirigirse a un dios y no a un colectivo.

La entrada de Pan en la familia olímpica no se hace sin vacilaciones, y de ahí que la genealogía que de él se presenta en el himno como hijo de Hermes no sea ni mucho menos la única, sino que se le dé en otras versiones como hijo de Zeus, Apolo o Crono.

Su poder principal es el de suscitar lo que aún hoy se llama pánico, un terror irracional e inmotivado que hace perder el control a grupos enteros. Por ello resulta de gran ayuda en el combate, cuando consigue provocarlo en el enemigo. Precisamente por un favor de esta índole la divinidad local consiguió ganarse el favor de toda Grecia, cuando en el 490 a. C., en la batalla de Maratón ayudó a los atenienses que, agradecidos, le dedicaron un antro en la ladera noroeste de la Acrópolis.

2. El «Himno XIX»

Se trata de uno de los himnos de extensión media, como el Himno VII, con una estructuración bastante acorde con la naturaleza del dios[3]. Tras una introducción de siete versos en los que se contienen en resumen todas las características de la divinidad, se describe en una segunda parte (versos 8-26) su carácter versátil, recurriendo en varias ocasiones a anáforas que marcan contrastes entre pares de versos (w. 9-10 «a veces… a veces», w. 12-3 «a menudo… a menudo»). Se alude a su condición de pastor que vaga por los montes (w. 8-11), cazador (124), músico (14-18), cerrándose la enumeración con una preciosista descripción de su papel como conductor del coro de las ninfas (19-26).

En la última parte se expone el nacimiento de Pan como el contenido del canto del coro de las musas, en una serie de pequeñas escenas: el enamoramiento de Hermes (30-34), el nacimiento de Pan (35-7), la huida de la nodriza (38-9) y la presentación del recién nacido en el Olimpo (4047).

El poema se cierra con una fórmula de saludo y otra de transición. El estilo del himno es vigoroso, ágil, con tendencia al uso de un léxico poco común y a la descripción de paisajes de forma más minuciosa que lo normal en la épica.

3. Fecha de composición

Es éste un tema muy discutido. Por sus peculiaridades en el léxico, parece bastante reciente. De otra parte, sólo si fuese arcadio podría ser del siglo VI, dado que Pan aparece tardíamente en la literatura y las representaciones artísticas como divinidad trascendida de su carácter local. Por todo ello, parece más propio situarlo en el siglo V a. C.

No obstante, se ha pretendido incluso descenderlo a época alejandrina, bien por razones gramaticales, como Gemoll[4], bien por motivos de concepción, esto es, por su carácter refinado, bucólico y preciosista que recuerda los idilios de Teócrito o la poesía de Calimaco, como quiere Humbert[5]. En honor a la verdad hay que señalar que ninguno de los argumentos aducidos para fechar esta composición es definitivo.