Recuerdos

 

 

 

Se había acabado. Las vacaciones habían terminado. Las chicas habían regresado. Los terapeutas volvían a estar al cien por cien. ¿Y ella? Ella simplemente tuvo que volver a la realidad. La dura y sosa realidad.

Cuando abrió los ojos esa mañana de lunes en su cama se sintió sola, vacía, incompleta. Pero también feliz e ilusionada. El día anterior había sido el más maravilloso de toda su vida, había vivido una experiencia inolvidable en aquella exhibición de natación, había estado cada minuto en compañía de Daniel y le había hecho el amor como nunca nadie antes se lo había hecho.

Porque estaba convencida de que eso era lo que habían hecho Daniel y ella. No por la mañana, porque lo ocurrido por la mañana fue el desahogo que el cuerpo pedía, saciaron su deseo y apaciguaron sus obsesiones. Sólo sexo salvaje. Pero aquella tarde… Dios, pensar en aquella tarde aún le erizaba la piel. Aquella tarde se habían amado, el uno al otro, y lo habían hecho con el corazón, con entrega y sentimiento, con adoración.

Todavía le quedaban unos minutos antes de que Sarah se despertase, así que cerró los ojos dejándose arrastrar por los recuerdos que aún inundaban su mente…

 

<< Notaba su duro cuerpo pegado a su pecho, ahogando el aire que le separaba de ella, sus manos recorrer su espalda, sus labios saciarse de su boca. La elevó del suelo para ser él, el que soportara su peso, la asió por la cintura y caminó lentamente con ella hasta la cama.

La depositó con suavidad entre las almohadas, dejando que su cuerpo adaptara una postura cómoda y relajada. No paró de besarla, de rozarle con los labios mientras sus manos también le acariciaban a él, reconociendo su cuello, sus mejillas, sus hombros.

Daniel abrió con parsimonia cada uno de los botones de su camisa, acarició con las yemas de sus dedos la piel de su liso vientre, suave y perfecto. Descendió con su lengua desde su boca, pasando por su mandíbula, deleitándose con el sabor de su cuello, mordiendo con delicadeza la clavícula.

Necesitó tocar su piel y antes de que descendiera más, se ocupó de deshacerse de su camiseta. La sola visión de su bien formado pecho y las perfectas dunas que marcaban su estómago hicieron que ella también necesitara colmar sus propios sentidos. Llevó sus manos de sus brazos a su pecho, descendieron acariciando su vientre y terminaron rozando con las yemas de los dedos toda la longitud de su cálida espalda.

La cadencia de su tranquila respiración les marcó el ritmo. No se apresuraron esta vez en dar rienda suelta a su pasión, no había prisa en descubrirse y deleitarse, pero Daniel empezaba a necesitar con urgencia subir el nivel de intensidad. Las caricias de sus manos empezaban a volverle loco, su olor empezaba a meterse en sus pulmones provocando que la boca se le llenara de agua.

Eres tan suave… —exhaló el aliento en su hombro— Tan cálida… —su nariz subió acariciando toda la longitud de su cuello— Tan aromática… —susurró en su oído.

Tus manos tienen la culpa… —dejó bajar las suyas por sus duros lumbares— No sabes el efecto que me causan… —le agarró de las nalgas y se presionó contra él. Notar lo preparado y duro que estaba le hizo desearlo más— No sabes cómo te deseo…

No sabes cómo te deseo yo… —el cierre de sus pantalones cedió a su fuerza— Quítate ésto… o terminaré destrozándolos.

El brillo de su mirada le garantizaba que lo haría y no perdió tiempo en cumplir su deseo. Se deshizo de ellos mientras él hacía lo propio con los suyos. A Beth se le aceleró el corazón cuando descubrió que él no llevaba ropa interior. Había estado todo el día con él sin saber que bajo el vaquero su piel había estado sin cubrir.

Y eso la excitó de manera delirante.

Se incorporó dispuesta a quitarse la ropa interior, para que tampoco ninguna prenda le cubriera, pero él le sujetó las manos y comenzó a trepar por su cuerpo acariciando con los labios cada centímetro de piel que encontraba en el camino. Terminó sujetando sus brazos por encima de su cabeza.

Creo que eso lo haré yo… —susurró antes de llegar a su boca— si no te importa, claro.

Hazlo, Dios… quítamela tú —su sonrisa maliciosa le hizo apretar las piernas—, pero hazlo ya.

¿Tienes prisa? —rozó sus labios con la lengua y comenzó a descender de nuevo con suaves besos por su cuello.

Empiezo a tenerla, sí —expuso su pecho cuando llegó a esa zona—. Empiezo a tener más que prisa…

Shhhh… pues no la tengas —atrapó con los dientes el tirante del sujetador y lo deslizó por su hombro con maestría hasta que ella pudo sacar el brazo— porque esto va a llevarme un buen rato.

Oh, santo Dios… —observó alucinada como pasaba de un lado a otro dejando un camino de humedad de su lengua y volvía a atrapar con los dientes el otro tirante. Él alzó la mirada sin soltar la fina tira y comenzó a deslizarla de la misma manera sobre su piel—  ¿Vas a… vas a…?

Sí —ancló su mirada a la de ella— voy a quitarte la ropa interior de esta manera…  —la liberó de parte de su peso rodando a un lado y apoyándose en uno de sus codos—.  ¿Algún problema con eso? —volvió a inclinarse sobre su boca.

Definitivamente sí  —jadeó todavía impresionada— Va a… va a ser un… problema…

¿Por qué? —la empujó para que rodara y quedara tumbada bocabajo. Trepó por su espalda dejando húmedos besos—. ¿No te crees capaz de soportarlo?

Lo soportaré… —notó sus dientes tirar del cierre del sujetador y abrirlo sin dificultad— Oh… por Dios, no —estrujó las almohadas con las manos—. No voy a soportarlo… —elevó las nalgas rozándose contra su erección.

Daniel cubrió su espalda con besos húmedos y torturadores, sus manos subían por sus costados recreándose en la suave piel de los contornos de sus pechos. Despacio. Muy despacio. Dejó caer su peso sobre ella gradualmente, empujando perversamente su erección contra su trasero. Haciendo que el aire de sus pulmones saliese en un erótico siseo. Mordió su hombro mientras ella intentaba volver a inspirar algo del elemento vital para la vida, pero le costaba hacerlo con él encima e intentó hacerse un hueco.

Daniel le dejó el espacio justo para que se girara, mientras pasaba su lengua de su espalda a su hombro y después, encaraba con los labios entreabiertos los perfectos senos que se erguían ante él.

La visión de sus pezones le hizo de nuevo agua en la boca y tuvo que tragar, pero antes de hacerlo clavó los ojos en los suyos y se relamió con excesiva parsimonia.

¿Me lees el pensamiento? —La sonrisa maliciosa no tardó en aparecer—. Así es justo como ahora te necesito… —miro su pezón, luego a ella y después de nuevo el rosado pezón antes de volver a sus ojos—. Me pregunto cómo se sentirá en mi boca… ¿Suave? —Lo sopló levemente endureciéndolo sin tocarlo—.  ¿Dulce?

Ay, Dios… —onduló las caderas lo suficiente como para que el roce contra su dureza le enviara directamente un ramalazo de placer que notó en su mismo centro— Aaaahhhhh…

Ey, ey, eyy… —se retiró aliviando parte de la presión que ejercía—  Calma cielo… —Beth reprimió su frustración—.   Primero quiero esto en mi boca…  —se acercó peligrosamente a la rosada cumbre acariciándola con la nariz—, después… ya veremos…

El gemido que salió de la garganta de Beth cuando lo cazó entre los dientes, fue completamente animal, primario, básico. Sus manos no tardaron en afianzarse en su pelo y presionarle duramente contra su seno. Reclamando más, mucho más. Mientras su boca se ocupaba de saborear con total devoción ese pecho, su otra mano atrapó duramente el otro, estrujando y pellizcando la firme y redondeada forma. Mordió, lamió, chupó y degustó cada centímetro de piel… hambriento, complaciente, arrebatador. >>

 

— Beth… —Sarah la miraba de hito en hito—.  ¿Estás bien?

— Sí, sí… claro —volvió al presente de forma brusca—.  ¿Por qué lo preguntas?

— Parece que tienes fiebre nena… —la lentitud con que se estaba vistiendo no era normal en su compañera de cuarto.

— Oh… —Beth pasó una mano por su frente, estaba realmente caliente, pero no a causa de la fiebre— es que hace calor…

— ¿Estás lista para bajar a desayunar?

— Sí, un segundo —se puso las chanclas y cogió el tabaco—. Cuando quieras.

Sarah parloteaba de manera automática ignorando que su compañera no le estaba prestando ni la más mínima atención. Sabía que era más que suficiente con que dijera los “Ahá” y los “Mmm” en el momento adecuado sonriendo débilmente para que la parlanchina chica no notara su desinterés. De camino al comedor volvió a bucear en sus recuerdos…

 

<< Los labios, la lengua y sobre todo los dientes de Daniel habían dejado roja toda la zona de su pecho sobre la que los había puesto. El agarre de sus manos tampoco ayudó a que ésto no se diera, pero a Beth no le importó en absoluto. No le dolía ni le irritaban sus caricias o la casi inexistente e impúber barba. Es más, le encantaría que le hubiera dejado marca en la piel y no ese hormigueo que sentía por todo el cuerpo y que le torturaba de manera obscena y despiadada.

¿Lista para la siguiente prenda?

¡¡NO!! —Beth le miró despavorida. Si había estado a punto de alcanzar el orgasmo sólo haciendo eso con sus senos, ¿qué no haría con su…?— No, no estoy… aún no…  —el corazón le martilleó el pecho—  Oh, joder…

Daniel sonrió satisfecho notando los golpeteos que su corazón daba contra la piel que recorría, pero en vez de descender comenzó a subir por su cuello de camino a su boca, tomando posesión de cuanto encontraba a su paso. Se hundió en ella, volviendo a presionarla bajo su peso, introduciendo la lengua con voracidad entre sus labios y calmando la ansiedad que sabía que la embargaba.

Tranquila…  —dejó libre su boca dejando que cogiera aire—. No tienes que resistirte Beth… —fue en busca de su mejilla, de su mandíbula, de su lóbulo, rozándola con su nariz, atrapando su aroma—. Si te resistes aún será mucho más torturador…  —susurró lascivo en su oído mientras ondulaba sus caderas haciéndola notar su erección— A no ser que sea eso lo que quieres…  más tortura…

Ahhh… —otro ramalazo de placer le anegó. No pudo evitar clavarle las uñas en la espalda, a la que se aferraba como a un salvavidas para no volatilizarse— Daniel… por favor…  por favor… —suplicó a punto ya de gritar de desesperación.

Shhhh… prometo que no te dolerá —volvió a retirar sus caderas, notándola cerca del límite— y prometo también ser…

¿Bueno conmigo? —sabía que no iba a serlo.

Rápido… —sonrió ferozmente— Cuando tenga que serlo, claro.

¡Maldito! —Siseó rendida sabiendo no tener alternativa— Dios… no sé si…

¿Lista? —no prestó atención a su respuesta, comenzó a descender de nuevo.

¡¡NO!! —pero enredó los dedos en su pelo acompañando su descenso.

Eso vamos a comprobarlo ahora mismo…

Y ya no hubo manera de detenerlo. Volvió a notar su ávida lengua recorriendo su pecho, dejando una última atención en forma de húmeda caricia en sus rosados pezones. Pero no se detuvo, siguió en caída libre saboreando su duro estómago, besando su cálido vientre, notando bajo las yemas de sus dedos los huesos de sus caderas.

Desplazó la atención hasta una de ellas, la derecha. Y tal y como tenía planeado y ella esperaba atrapó de nuevo con los dientes la tira elástica que la cruzaba y la desplazó hacia su pierna, sólo un poco. Elevó la mirada y vio que ella no le quitaba ojo de encima y observaba con lujuriosa avaricia todos y cada uno de sus movimientos. Sonrió satisfecho y siguió a lo suyo, yendo sin titubeos hasta la otra cadera, atrapando la tira de la misma forma y haciéndola descender de igual manera, pero llevándola mucho más abajo.

Cuando la prenda dejó de cubrirla y sintió su sexo casi al aire, impulsivamente cerró las piernas. Más para poder frotarse y aliviar lastimeramente su deseo que por vergüenza, pues con él estaba segura de que no tenía ninguna.  Daniel se desplazó al nacimiento de la pierna derecha y atrapó la tira de nuevo mientras la obligaba a rotarlas y levantarlas hacia el techo, a la vez que él se incorporaba para seguir deslizando la prenda y quedando con las rodillas pegadas a sus nalgas.

Cuando llegó con la prenda a sus tobillos le mantuvo las piernas juntas y elevadas, mientras terminaba de quitársela con las manos y la tiraba sobre su hombro con una sonrisa de suficiencia. Acarició con las manos toda la longitud de sus fibrosas extremidades, besó los gemelos que quedaban a la altura de su boca e irguiéndose y ejerciendo la fuerza necesaria… le separó las piernas por completo, mirando cautivado hacia abajo, a la deseada hendidura que las unía.

Beth casi no tuvo tiempo de registrar la imagen de él en su mente. Poderoso y dominante, decidido y excitado, separando sus piernas y mirando con descaro su sexo abierto. Sus piernas aún agarradas con firmeza por sus manos eran el marco perfecto de su masculino cuerpo, y aún estaba deleitándose con esa imagen cuando él descendió inexorablemente y le cubrió con desesperación el sexo con la boca.

Aaaahhhhhhhh —Beth explotó. Sólo un par de lengüetazos le bastaron para subirla como en un devastador misil Sputnik hasta el cielo— ¡¡AAAHHHHHHH…!! ¡¡Daaaaanieeeeeeeel…!!>>

 

Y la realidad volvió de golpe…

— Buenos días —su profunda voz la sacó violentamente de su recuerdo.

— Ahh… —el corazón se le paró en el acto. Su sonrisa le saludaba más que sus palabras— Buenos días —apartó la mirada totalmente turbada.

— Sólo me he acercado para decirte que no iremos hoy a la piscina —parpadeó varias veces asombrado de la expresión que encontró en su cara—. Te espero a las diez en la consulta, ¿de acuerdo?

— Claro, Daniel —se obligó a poner el corazón en marcha con un carraspeo—, allí estaré.

— Bien, ahora nos vemos entonces —lanzó una desinteresada mirada a Sarah—. Buen provecho.

— Gracias —sonrió la chica fascinada por la repentina amabilidad el terapeuta.

Flor de agua
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