Necesito desahogarme

 

 

 

Daniel agradeció tener un rato para hablar con su compañero y amigo antes de que se marchara de nuevo de viaje. Miraba con asombro la ristra de chorizos que se balanceaba en su mano delante de su cara.

— Son para tí… —sonrió con picardía— últimamente se te ve muy flaco.

— No tenías que haberte molestado —los metió de nuevo en la bolsa y los apartó a un lado—. Gracias por acordarte de mí.

— Dale las gracias a Roger… —suspiró.

— ¿Quién es Roger? —preguntó con curiosidad.

— No creo que quieras saberlo…

— Realmente no —concedió—. De todas formas, gracias.

— De nada —le escrutó con detenimiento.

— ¿Y Sandy? —preguntó sabiéndose observado.

— Terminando el equipaje, salimos para el aeropuerto en una hora.

— Ahá… —dijo distraído.

— Daniel…

— ¿Mmm? —levantó la mirada de su taza.

— Tienes mala cara, ¿ocurre algo?

— Nada que deba preocuparte —esbozó una desganada sonrisa. Kellan frunció el ceño—. Es sólo que no duermo bien últimamente.

— Deberías tomarte unas vacaciones, no sé… —movió nervioso las manos— salir de aquí, desconectar. Deja al doctor metido en el armario por unos días y sal a divertirte.

— Ojalá pudiera —y realmente le encantaría hacerlo, en todos los sentidos—, no sabes lo que daría en este momento por poder hacerlo.

— ¿Qué te lo impide? Estamos en verano, hace calor… Vacaciones tío, en vacaciones no hay obligaciones. Deja el trabajo a un lado y disfruta de la vida.

— No se puede dejar de ser uno mismo sólo por estar de vacaciones —sonó cansado.

— A ver, Daniel. No se trata de dejar de ser uno mismo, si no de colgar la bata blanca y desconectar.

— No todo es tan sencillo como lo pintas.

— No veo qué tiene de complicado —alzó las cejas. Daniel suspiró.

— Bah, tranquilo. Hoy no estoy fino —intentó zanjar el tema—. Me echaré una buena siesta a ver si recupero un poco de cordura.

— ¿Cuánto hace que no echas un polvo? —preguntó a bocajarro.

— ¿Disculpa? —le había pillado desprevenido.

— Vamos Daniel, disimula si quieres pero me apuesto lo que quieras a que tu “problema” lleva falda y se pinta los labios —supo que había acertado cuando Daniel apartó la mirada—. Sigues siendo el mismo Daniel de la facultad —sonrió con suficiencia— más cabrón, eso sí, pero en cuestión de tías eres el mismo al fin y al cabo —se acercó en tono confidencial—  ¿Cómo se llama? ¿La conozco?

— No digas estupideces —se pasó nervioso una mano por el pelo— No es por… no tiene que ver con…

— Vale, la conozco —sentenció seguro. Daniel se tensó—  ¿Qué ha pasado? ¿Te ha rechazado hiriendo tu orgullo de macho? ¿Te lo está poniendo difícil?

— Joder Kellan —bufó sintiéndose presionado, no quería más culpables en esta historia de los que ya había— No ha pasado nada, ¿vale?. Es sólo que… —pero necesitaba hablar con alguien—  ¡¡joder!!

— Eh, tranquilo —puso una mano en su derrotado hombro—. Sabes que puedes confiar en mí. Somos amigos Daniel, ahora no somos compañeros, ni jefe-empleado y sabes que nada de lo que me cuentes saldrá jamás de mi boca, lo sabes —Daniel le miró con atención— ¿Estamos de vacaciones recuerdas? Así que venga —golpeó sin fuerza su hombro—, desahógate colega.

— No puedo —se corrigió en el acto—, simplemente no hay nada que contar, en serio —ni él mismo se lo creía, pero siguió explicándose—. Soy yo, que estoy que no estoy… tengo la cabeza donde no la tengo que tener y me distraigo… me da por pensar cosas y…  —volvió a bufar censurándose—  ¡¡Joder!! Que no, que no pasa nada.

Kellan escuchó atentamente el torrente de palabras, expresiones y gestos que veía en su compañero. No es que fuera tan experto en leer entre líneas como lo era Daniel, pero tampoco hacía falta tener un Máster en eso para saber, que estaba  luchando consigo mismo para no revelar lo que le pasaba. Porque sabía que algo le pasaba y que estaba relacionado con una mujer. La expresión que adquirían unos ojos cuando dejaban entrever un deseo frustrado era inconfundible. Y él la captó. Y no supo por qué pero un nombre le vino a la mente y en ese mismo instante tomó conciencia del problema de su amigo.

Y Daniel supo, también en ese instante, que había sido descubierto.

— ¿Te has enamorado? —no hubo juicio en su tono, pero le miró directo a los ojos.

— No —devolvió la mirada. Estaba siendo sincero.

— ¿Y ella? —entornó los ojos al preguntarlo.

— No —lo pensó mejor—. No lo sé.

— Entonces doy por sentado que es simple atracción física… —escrutó su rostro.

— ¿¡Simple atracción física!? ¡Ja! —Era mucho más que eso—. Demonios, será simple para ti. Para mí es el maldito infierno.

— Sabes si ella también se siente… ya sabes…

— Rotundamente, sí.

Claro que sí, lo supo desde el minuto uno. Lo supo desde que sus ojos la traicionaron en esa primera charla que tuvieron jugando a un juego aparentemente inocente. Lo supo cuando la descubrió mirando su trasero en el pasillo, cuando la descubrió espiándole tras unos corchos, cuando se abalanzó sobre él en la clase de boxeo, cuando la sacó de la piscina… Cuando ella le besó en la boca la primera vez, cuando él la besó a ella la segunda y cuando se besaron ambos la tercera.

— ¿Os habéis acostado?

— ¡Joder, claro que no! —Le miró medio ofendido—  ¿Crees que estoy loco?

— Calma, tío. Tenía que preguntarlo.

— Sé lo que me juego, no soy gilipollas —se puso a la defensiva—. No voy a echar mi carrera por el retrete por tener fantasías con una paciente.

— Daniel…

— Soy muy consciente de que todo esto es una jodida locura y te aseguro que haré lo que tenga que hacer para sacármela de la cabeza.

— Daniel…

— Me centraré en ayudarla con su problema y evitaré que se cree falsas esperanzas con respecto a lo que podría haber entre nosotros.

— Daniel…

— Soy su terapeuta y ella es mi paciente. Punto. No habrá nada más. Ahí se acabó todo.

— Daniel…

— ¡Mierda, mierda, mierda! —Exclamó completamente abatido enterrando los dedos en su pelo—. Se me está yendo de las manos, estoy jodido.

Kellan esperó con una mano en el hombro de su amigo a que se recompusiera y relajara el estado de tensión que le agarrotaba. Conocía el debate moral que tenía en su interior en ese instante. Jamás había incurrido en algo similar en toda su carrera, era maniático como pocos en lo relativo a no mezclar vida personal y laboral, pero siempre había una primera vez para todo en esta vida y la de Daniel Smith, ya tenía nombre y apellidos.

— ¿Puedo hablar con sinceridad? —preguntó cuando le vio más entero.

— Por supuesto. No soy tu jefe ahora —sonrió sin ganas—, estás de vacaciones, ¿recuerdas?

— Vale, pues prométeme que lo tendrás bien presente cuando oigas lo que voy a decirte.

— Dispara cobarde —ya le daba lo mismo escuchar más locuras.

— Creo que en esta ocasión… deberías ser tú el que se tirara a la piscina.

— ¿¡Co… cómo!? —No podía creer lo que estaba oyendo—  ¿Qué coño estás…?

— Calma, ¿vale?. Piensa en esto —adoptó el tono de confidencia—  ¿Con cuántas tías te has acostado, en un inevitable arranque de torturadora lujuria, que luego han acabado siendo una soberana decepción?

— ¿Quieres la cifra exacta? —Ironizó, pero algo se le movió en el estómago— no llevo la maldita cuenta.

— Lo que estoy diciéndote es que hace apenas unas semanas ni sabias que existía  —señaló la puerta como si ella estuviera allí—  y dentro de otras tantas se marchará de aquí siendo una mujer nueva y libre — a Daniel le calaron esas palabras—  y ni le quedarán ganas ni querrá acordarse de todo por lo que tuvo que pasar para conseguirlo.

— Joder… —le calaron hondo.

— Mira tío —resopló con hastío—, eres mayorcito y nadie va a venir a decir lo que tienes que hacer, pero seguro como que me llamo Kellan que si no le pones remedio pronto esto va a ponerse muy feo, para ambos.

— ¿Y tu solución es que me la tire?, muy profesional, sí señor.

— Aparca toda esa mierda de la profesionalidad, Daniel —sudaba convicción—. Es una mujer sexualmente activa, ¿has pensado cuánto tiempo hace que ella no tiene una relación completa y satisfactoria?

— Mierda… —evidentemente eso no lo había pensado.

— Exacto. Está loca por echar un polvo en condiciones y el objetivo eres tú, porque eres el que le pilla más a mano.

Joder, seguro como del aire que respiraba que ella estaría al borde mismo del límite sano de aguante para una persona. Por eso le había parado en la sala de audiovisuales, por eso le había dicho que no empezara nada que no tuviera intención de terminar. ¿Cómo podía haber sido tan rematadamente egoísta?

Desde que Beth había llegado al centro, él había tenido por lo menos tres citas con otras mujeres, mientras que ella sólo había tenido una y en la que estaba seguro de que el tal Mark, no había sido todo lo altruista que cabría esperar. Y estaba torturándose porque, a pesar de follar todo lo que quería y más, se le había puesto dura pensando en ella y ni siquiera había sido capaz de reprimir la necesidad de masturbarse, mientras que Beth tenía que estar subiéndose por las paredes cada día, completamente frustrada y vete tú a saber cómo se las apañaba para soportarlo.

Cuando Kellan vio la magnitud de la expresión de su cara, concluyó.

— Hablad de ello e intentad llegar a un acuerdo. Cuando lo alcancéis sácala de aquí, llévatela lejos, saciar vuestra puta ansiedad y después volved con el cuerpo tranquilo y la mente clara.

— Creo que voy a hacerte caso… —pero no de la manera que él esperaba.

— ¿En serio? —Daniel no se dejaba convencer tan fácilmente. Peligro.

— No voy a tener en cuenta nada de lo que has dicho porque estás de vacaciones y yo soy un bocazas —le miró con advertencia—, pero vuelve a sugerir algo parecido y te patearé el culo hasta que sólo puedas sentarte sobre un flotador.

— Eh, eh… que yo sólo intentaba aportar una posible solución —levantó las manos fingiendo susto—. Tranquilo, compañero. No pasa nada…

— Quítate de la cabeza que algo así vaya a pasar, porque afortunadamente la cordura aún no me ha abandonado del todo.

— Que sí, que sí… que tienes toda la razón y que hay mil soluciones mejores que la mía —sonrió con maliciosa ironía mientras se levantaba de la silla—, y estoy seguro de que el doctor Smith las encuentra todas y cada una de ellas… él es muy profesional…

— Vete a la mierda… —pretendió hacerse el ofendido, pero se le escapó la sonrisa.

— No, a la mierda no. Me voy a las Seychelles —exageró la sonrisa mostrando sus blancos dientes— y tú y tu profesionalidad os quedáis aquí…  matándoos a pajas…

— Serás cabrón… —le insultó antes de que saliera por la puerta—  ¡¡Yo no hago esas cosas!!

— Seguro que no…  —se despidió entre carcajadas desde el pasillo— ¡Os mandaremos una bonita postal!

Flor de agua
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