21
Manual de Justin para la artista
Para ser fuerte debes permitirte ser vulnerable
Cuando entraron en el salón se había hecho la oscuridad. Seis pares de ojos se posaron sobre ellos. En sus caras todavía se veían los vestigios del dolor y la mayoría tenían los ojos rojos.
—¿Te encuentras mejor, cielo? —preguntó Rose.
Para su mortificación, las mejillas de Stormy se tiñeron de rubor. Asintió.
—Me alegro mucho —respondió Rose sonriendo a Hunter.
Stormy sintió que ya no quedaban secretos entre ellos. Miró a su alrededor y no encontró indicios de culpa o de condena en la expresión de ninguno.
—Tenemos novedades —informó Reggie.
Hunter se la quedó mirando y Stormy notó el cambio en su postura. El guerrero volvía a estar de servicio.
—¿Qué ha pasado?
—El Consejo ha nombrado a Lucas miembro especial del Consejo —informó Reggie sacudiendo la cabeza—. Lo han trasladado a la sede del Consejo y le han otorgado todos los derechos y privilegios de Primer Consejero.
Hunter entornó los ojos.
—¿Cómo puede ser? Es la Magia la que designa a los miembros del Consejo.
—Hemos recibido una nota esta tarde. Al parecer, Lucas ha informado al Consejo de nuestro ataque en su casa y les ha convencido de que le hemos atacado porque ha expuesto nuestros retorcidos planes.
—Que queremos hacernos con el Consejo y gobernar tanto el mundo arcanae como el mundo terrenal —explicó Kristin soltando un breve resoplido de disgusto—. Les ha convencido de que nos hemos hecho con un ejército de terrenales con armas mágicas.
—¿Qué pruebas tiene? —preguntó Hunter con una mirada intensa.
En la expresión de Tennyson brotó una furia silenciosa.
—Sabe que tenemos a Zack. Lucas ha llevado a la guardia a casa de Zack y han encontrado pruebas de magia. Lo que no me sorprende, ya que Callie vive allí. Es un hada.
Kristin agarró a Tennyson de la mano.
—Callie ha escondido a Zack y a Jake. Estarán a salvo con las hadas.
Los ojos de Reggie también brillaban de indignación.
—Los guardias también han ido a la pastelería. Han intentado intimidar a Tommy y a Joy.
—Pero no por mucho tiempo. —Jonathan sonrió, alegre por la desgracia de los guardias—. Alfred se ha ocupado de ellos. Nunca cabrees a un gnomo.
Stormy miró a Hunter. No sabía cómo le sentaría oír que habían fastidiado a los guardias, pero no tenía de qué preocuparse. El muchacho estaba como pez en el agua.
—Parece que están subiendo las apuestas —dijo Hunter mirando a su alrededor.
—A Ian le han dado un puesto como ayudante de Lucas —añadió Reggie.
—No me sorprende —admitió Hunter.
—¿Qué hay de mi familia? —preguntó Stormy.
—Hemos llamado y están bien —le tranquilizó Lily—. Han dicho que no nos preocupemos, que aunque hay guardias por allí todos los vecinos se están protegiendo unos a otros. Les hemos dado nuestro Twitter para que nos contacten. Nos avisarán si pasa cualquier cosa. Creo que Justin ha dicho algo sobre llevar demasiado tiempo expuesto como para volver a esconderse ahora.
Stormy sonrió. Reconocía perfectamente a su padre en esas palabras.
Hunter se volvió hacia Tennyson.
—Profesor, ¿cómo va ese código?
Tennyson sonrió.
—Me estoy acercando.
—Bien. Sigue trabajando en ello. ¿Cuánto tiempo nos queda hasta que descubran dónde estamos? —preguntó Hunter a los demás.
—No mucho, seguramente —respondió Kristin—. Sobre todo ahora que conocen el nombre de Zack.
—Entonces necesitamos encontrar otro sitio donde quedarnos —les apremió Hunter.
Los demás no es que se relajaran, pero Stormy notó que sí que referían instintivamente la toma de decisiones al único hombre que estaba entrenado en el arte de la batalla y de la estrategia. No es que los demás fueran unos incompetentes, pero ninguno tenía el historial de Hunter.
—Tengo algunas ideas. Me voy a poner a ello —dijo Jonathan.
—De acuerdo —concedió Hunter, y tomó a Stormy de la mano—. Stormy, tú vienes conmigo.
—¿Dónde vais? —preguntó Reggie.
—Tengo una idea y necesito su ayuda.
—¿Cómo os informaremos de dónde estamos? —preguntó Rose.
—¿Por qué no recurrimos a la misma idea que utilizan los guardias? —propuso Hunter.
—¿De qué se trata? —preguntó Stormy.
—Nuestra insignia. La rozamos con nuestra varita y nos ponemos en contacto con nuestro equipo. Así podemos transportarnos a su localización.
—¡Brillante! —exclamó Lily—. Solo necesitamos un objeto —dijo, y barrió el lugar con la mirada.
—¿Qué os parece esto? —Rose ondeó su varita y aparecieron cinco colgantes idénticos con cadenas doradas. Cada uno de ellos tenía grabada una violeta.
Stormy sonrió.
—Perfecto.
Las hadas madrinas se colocaron al lado de los colgantes y los rozaron con sus varitas.
—¡Semper in amicitia! —exclamó Lily.
Stormy se colocó el suyo en el cuello y las demás hicieron lo mismo. Siempre amigas. Sonaba estupendamente.
—De acuerdo, entonces haced las maletas, tomad todo lo que sea necesario y después marchaos tan pronto como podáis. No os entretengáis. Tienen a muchos más hombres buscándoos que los que nosotros tenemos ayudándonos a escapar —les informó Hunter, y después se volvió hacia Stormy—. ¿Estás lista?
No tenía ni idea de a dónde la llevaba, pero confiaba en él.
—Sí, claro. Vámonos.
Se transportaron fuera de la casa y un instante después aparecieron frente a un pulcro bloque de apartamentos. El complejo no era lujoso, pero parecía que contaba con un buen mantenimiento. Las luces del piso que tenían delante estaban encendidas.
—¿Dónde estamos? —preguntó Stormy.
—En casa de Tank —dijo, y dudó—. Cree que he muerto.
—¿Perdón?
—¿Recuerdas la lista de nombres del vestíbulo del Consejo? En cuanto rompí el juramento de lealtad mi nombre desapareció del pergamino. Eso normalmente ocurre cuando muere un guardia.
—Pero tú no has muerto.
—No, pero nadie ha conseguido sobrevivir nunca tras romper el juramento. Técnicamente, el nombre de un guardia desaparece si se retira, si muere o si rompe el juramento, lo que significa que ha muerto. Y yo lo he roto.
—Entonces Tank cree que estás muerto —dijo Stormy comprendiendo, y miró hacia las luces del apartamento.
—Es mi mejor amigo y probablemente esté pasándolo mal ahora mismo; el juramento estará haciéndole daño, por sentirse mal debido a mi muerte. O al menos espero que de verdad se sienta mal… Nunca hemos hablado mucho de sentimientos —reflexionó, y se pasó los dedos por el pelo—. Mientras puedas sostenerle, bueno, más bien atarle, no nos denunciará y estará a salvo del juramento.
—¿Yo? —exclamó Stormy. La palabra «asombro» no podía describir lo que aquel plan le hacía sentir— ¿Con mi magia descontrolada? ¿Quieres que lo sujete?
Hunter sonrió.
—Yo no puedo hacerlo. Conoce todos los trucos de los guardias. Pero tú tienes magia de hada madrina. ¿Recuerdas el hechizo con el que me desnudaste y el que me impedía tocarte?
Claro que se acordaba.
—Pero no lo hice a propósito.
—Exacto. Salió de ti, no de la magia común. Son cosas que otros no saben hacer. Bueno, pues ahora tienes que hacerlo a propósito.
Le atacó la duda.
—¿Y si no puedo?
—Sí podrás —afirmó Hunter, y la besó—. Tengo plena fe en ti.
El corazón le latía con fuerza.
—Estaré a tu lado.
Bueno, aquello estaba bien, pero no garantizaba que pudiera llevar a cabo la magia que él quería.
—Simplemente muéstrate sincera.
No le estaba ayudando. Mientras invocaba su varita le lanzó una mirada torva y después se acercó a la puerta. Le tembló la mano cuando llamó al timbre.
—Ya va… Ya va… —se oyó dentro. Por su tono de voz, Tank parecía aturdido.
Stormy se volvió para mirar a Hunter, que simplemente le hizo un gesto con la mano. Su fe en ella debería de haberle dado confianza, pero no había sido así.
Tank abrió la puerta y se apoyó en el marco. Por un momento se quedó mirando a la joven y después abrió los ojos como platos.
—¡Tú!
Tanteó su bolsillo y logró sacar su varita.
Stormy actuó sin pensar. Le apuntó con la varita.
—¡No te muevas! —dijo sintiéndose estúpida. Aquello parecía sacado de una película barata.
Tank no se movió. Se quedó congelado. Ni siquiera movía los ojos. Y entonces empezó a inclinarse poco a poco hacia atrás.
—¡Oh, no! —Stormy volvió a ondear la varita—. ¡Muévete! Bueno… ¡Agárrate! ¡Mierda! —cuando Tank se desplomó el suelo, la joven se tapó los ojos con las manos.
Corrió hacia él.
—¡Lo siento mucho! Esto no tenía que pasar —le rozó con la varita.
Tank tomó una bocanada de aire e hizo una mueca de dolor.
—Eres un peligro —afirmó Tank. Alargó el brazo, falló, volvió a intentarlo y consiguió agarrarla de la muñeca.
—Suéltala, Tank —ordenó Hunter tras aparecer en la puerta con la varita en alto—. Quítale la varita, Stormy.
Stormy hizo lo que le había pedido. Tank no opuso resistencia. De hecho, volvía a estar paralizado. Pero no tenía sentido. Ella no había hecho nada.
—Pero si estás muerto… —musitó Tank, sin apartar la mirada de Hunter.
Hunter negó con la cabeza.
—Todavía no.
—No, eso… eso es imposible —balbuceó Tank, cuya expresión reflejaba su total incredulidad—. Estás muerto.
—Y tú borracho —añadió Hunter. Se agachó y ayudó a Tank a levantarse.
—Bueno, caray, sí. Mi mejor amigo ha muerto hoy. Solo que ahora estás vivo.
—Y tú sigues borracho. —Hunter lo acompañó al sofá.
—Tengo que llamar a la guardia —dijo Tank buscando su varita en el bolsillo.
—No está ahí. La tenemos nosotros —le informó Hunter.
Stormy le mostró la varita.
—Da igual. De todos modos estoy fuera de servicio.
—No, no da igual —le dijo Hunter enfáticamente, sosteniéndole la cabeza—. Escúchame bien. Te tenemos prisionero y no puedes llamar a la guardia.
De repente, el rostro de Tank se relajó.
—Gracias, colega. Estaba empezando a doler. Todavía molesta un poco, pero supongo que es porque me alegro de que no estés muerto. Aunque has traicionado al Consejo, compañero. ¿Cómo has podido? —le preguntó Tank contrayendo el rostro, hasta que su nariz estuvo más arrugada que la de un perro chino de raza shar pei.
—No lo he hecho, aunque el Consejo crea que ha sido así —le informó Hunter mirando a Stormy, y después se encogió de hombros. Al parecer él tampoco esperaba encontrar a Tank borracho.
—¿Estás con… ella? —preguntó Tank señalando a Stormy.
Que te señalaran era incómodo. Resultaba un poco alarmante que sus padres tuvieran tanta razón sobre aquello. Señalar era de mala educación.
—Ella es el enemigo —espetó Tank. Volvió a buscar su varita, olvidando que ya no la tenía.
—No lo es, pero necesitamos que estés sobrio antes de poder hablar sobre ello. Necesitas café.
—Yo lo prepararé —se ofreció Stormy. Corrió hacia la cocina y encontró la cafetera. Tras una búsqueda rápida localizó el café. Midió lo suficiente como para preparar una cafetera extra fuerte y pulsó el botón. Oyó ruidos amortiguados provenientes del salón y frunció el ceño. Hunter estaba intentando que Tank hiciera ejercicio. ¿Estaba haciendo flexiones?
Unos minutos más tarde, Stormy llevó la cafetera en una bandeja con tazas, azúcar y leche que había encontrado tras una exploración en los armarios de la cocina y en el frigorífico.
Tank volvía a estar sentado en el sofá y el sudor empapaba su rostro.
—Eres cruel. Te prefería muerto.
—Bébete esto —le ordenó Hunter colocando una taza de café solo en la mano de su compañero—. Te estamos apuntando con las varitas. No intentes nada raro, como por ejemplo tirarnos el café encima.
—Estoy demasiado borracho como para conseguirlo —les informó Tank bebiéndose la taza de café casi de un trago. La extendió pidiendo más.
La entereza de Tank sorprendió a Stormy. Probablemente por eso le habían elegido para el puesto de guardia. Aunque estaba borracho podía entender el enrevesado intento de Hunter por evitar que su amigo violara el juramento.
Una hora después y tras varias idas y venidas al baño, Tank ya no balbuceaba y había perdido aquella cualidad jovial que el alcohol le había otorgado. Ahora su mirada era avispada y en sus ojos se podía intuir el dolor.
—¿Quieres contarme de qué va todo esto? —dijo Tank mirando inquisitivamene a Hunter—. Deberías estar muerto.
—Y casi me muero —Hunter negó con la cabeza—. Es una historia muy larga.
Tank siseó, como si sintiera dolor.
—Es el juramento —informó Hunter a Stormy—. Apúntale con la varita y amenázalo.
—No puedo…
—Tienes que hacerlo. Como si lo sintieras de verdad.
Stormy lo entendió bien. Solo que no era fácil. Apuntó a Tank con la varita.
—Tank, ¿si pudieras nos entregarías?
El guardia asintió.
—No lo dudaría un segundo.
Stormy sintió una oleada de desesperación y de ira.
—¿Cómo? Eso no es lo correcto —dijo, y su varita se agitó como si tuviera voluntad propia—. Vas a escuchar a Hunter y no te vas a mover de ahí hasta que haya terminado.
Tank frunció el ceño, se contoneó ligeramente y después luchó por levantarse. No podía.
—No puedes hacer esto.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Stormy.
—Enfadado. Decepcionado. ¿Cómo has podido volverte en contra del Consejo, Hunt?
—En realidad lo que estoy intentando es salvar al Consejo —le informó Hunter, y se lanzó a explicarle con detalle la historia sobre Lucas y lo que le habían contado las hadas madrinas, veteranas y nuevas, además de lo que le había transmitido el mismísimo Lucas. Tank escuchaba sin interrupciones. De hecho no podía interrumpirle. En el momento en el que Hunter había empezado a hablar la voz de Tank se había desvanecido. Intentó hablar una vez sin ningún éxito.
Hunter llegó al final de la historia.
—Ahora necesito pedirte algo —dio mirando a Stormy.
La muchacha se encogió de hombros y miró a Tank.
—¿Puedes hablar ya?
—No lo sé. De acuerdo, sí que puedo —afirmó Tank, y se levantó—. Debería denunciaros ahora mismo.
—No puedes hacerlo. Todavía tenemos tu varita —respondió Hunter—. Una pregunta y habremos acabado. Te dejaremos en paz. ¿Has oído lo que ha pasado hoy, que el Consejo ha aceptado a Lucas y le ha dado un puesto? Pero eso es información, no mi pregunta.
Tank asintió.
—Yo estaba allí. Estábamos todos.
—¿Te has fijado en si alguno de los miembros del Consejo estaba poco conforme con el nombramiento?
Tank pensó durante un momento y después asintió.
—Tengo que hablar con ellos, con los que no están conformes con Lucas —dijo Hunter, y tomó la varita de Tank de la mano de Stormy—. Escúchame con atención. Esos miembros del Consejo necesitan tu protección. Soy yo quien quiere protegerles.
—Protegerla —le corrigió Tank—. Solo es una mujer.
—Pues a ella. Pero para protegerla de Lucas y salvar al Consejo no puedes denunciarme. ¿Entiendes lo que te estoy pidiendo?
Tank asintió. Hunter le devolvió su varita. Stormy contuvo la respiración.
Tank no rozó la insignia de su camiseta. Esperó, respiró profundamente y sonrió.
—Eres un capullo, ¿lo sabes?
Hunter se relajó.
—¿Estás bien?
—Sí —dijo Tank, aunque sacudió la cabeza—. No me puedo creer que hayas encontrado la manera de escapar del juramento.
—No he sido yo y le ha costado la vida a otra persona. Ahora estoy intentando que nadie más pague el precio —dijo Hunter conmovido, y se frotó el rostro con las manos—. Ha muerto demasiada gente y morirán muchos más si dejamos que Lucas tome el control.
—No creo que el miembro del Consejo quiera vernos esta noche. Ni siquiera sé si estará en casa —le advirtió Tank.
—Esperaremos.
Stormy no esperaba que la mismísima Sophronia Petros fuera la que abriera la puerta de su casa, pero sus incesantes llamadas la habían hecho acudir en persona. No parecía muy contenta. Inspeccionó al trío que había aparecido en su porche.
—¿Por qué no estás muerto? —dijo, y después se volvió hacia Tank—. Los has atrapado. Felicidades. Pero no veo por qué tenías que traerlos aquí.
—¿Dónde está tu guardia? —preguntó Tank.
—Lo he despedido —contestó Sophronia encogiéndose de hombros—. ¿No os habéis enterado? Ahora tenemos una nueva orden. Estaremos a salvo.
La mujer se mostraba demasiado tranquila, demasiado indiferente. No tenía miedo. Como mucho, Stormy creyó que Sophronia parecía apesadumbrada.
—Creo que esperabas que uno de nosotros te hiciera una visita —dijo Stormy—. Y nos lo has puesto fácil.
—¿Por qué iba a querer veros? —preguntó Sophronia.
—No lo sé, pero llevamos aquí varios minutos y todavía no has dado la voz de alarma —indicó Stormy observando a la mujer.
Tras unos instantes debatiéndose consigo misma, Sophronia abrió la puerta del todo.
—Entonces pasad. Quizá deba escuchar lo que tenéis que decir.
—¿No tienes miedo? —preguntó Stormy.
—No. Después de ver lo que yo he visto entiendes que los monstruos no son necesariamente los feos.
¿Se suponía que era un insulto? Y entonces se dio cuenta. Tank no había sido el único que había bebido aquella noche.
Sophronia les mostró el camino hasta el suntuoso salón. La decoración estaba dominada principalmente por los tonos blancos y dorados. Estaba claro que la mujer no tenía niños pequeños.
—Supongo que querréis sentaros.
Tomaron asiento y durante unos segundos nadie rompió el silencio. Finalmente Sophronia suspiró.
—Vamos al grano. Seguro que no habéis venido hasta aquí solo con la intención de socializar.
Stormy se tragó los nervios.
—Necesitamos saber qué piensas de Lucas. Bueno, de Luc LeRoy.
Sophronia arqueó una de sus cejas perfectamente depiladas.
—¿Te refieres al nuevo querido del Consejo?
Stormy miró a la mujer.
—No confías en él mucho más que nosotros.
—¿Y qué? Solo soy un miembro del Consejo —afirmó la mujer. Tomó un vaso que había en la mesilla al lado del sofá y bebió un trago de su líquido marrón claro. No les ofreció a ninguno de los tres.
Stormy posó una mano en la muñeca de Sophronia para impedirle que siguiera bebiendo. La mujer le lanzó una mirada letal que Stormy ignoró.
—Reggie me ha contado lo que pasó. Te sientes culpable porque no la creíste cuando te advirtió. Pero ahora si la crees.
Sophronia dejó el vaso en la mesilla y se pasó una mano por la rubia melena, enmarañándola.
—No soy de las que se sienten culpables.
—Aun así, sabes que tenía razón. —Stormy esperó algún tipo de respuesta y al final la detectó cuando las mejillas de la mujer se elevaron. Estaba apretando la mandíbula.
—No sé qué esperáis que haga. El Consejo ya ha tomado su decisión —dijo Sophronia, y volvió a agarrar el vaso.
Esta vez fue Hunter quien le impidió que bebiera.
—No tienes que hacer nada. Bastará con que seas un miembro del Consejo.