25
Inmediatamente Mele estuvo junto a su silla. Jase sintió que las manos de la muchacha se apoyaban en sus hombros. Pero seguía riendo.
—¡Este hombre tiene que descansar! —dijo ella furiosa a cuantos le rodeaban.
—No. —Jase agitó la cabeza, ya recuperado el control—. Lo que pasa es que aún no estoy acostumbrado a estar de pie, eso es todo. Me sentiré mejor si no me muevo de la silla —sonrió cansadamente—. ¿Por qué no se sientan todos?
Swanson acercó una silla próxima que estaba vacía y se sentó. El resto continuó de pie.
—Muy bien —dijo Swanson—. Tal vez me lo haya dicho en otras ocasiones y nunca quise escucharle. Ahora sí escucharé todo cuanto tenga que decir. Todo.
Jase asintió.
—Es una cuestión de los instintos básicos, tanto en nosotros como en los ruml —dijo—. Debe comprender esto para llegar a saber cómo tratar con ellos. Como le decía a Mele.
—¿Lo que dijo en la habitación del hospital, justo antes de que le trajéramos aquí? —preguntó Swanson—. Eso ya lo tenemos. —Jase le miró, sin comprender—. Estábamos escuchando su conversación Cuando llamamos para dar la orden de que los trajeran, el monitor a cargo de la cinta me leyó todo cuanto grabara el micrófono. —Miró a la nave espacial ruml—. Vamos. No pierda el tiempo. Continúe en el mismo punto en que estaba habiéndole.
—La investigación básica —insistió Jase—. Si hubiéramos llevado adelante un programa decente de investigación básica durante los últimos cien años, habríamos estado preparados para captar las diferencias en el carácter ruml, las diferencias con respecto a nosotros, en el momento de encontrarnos con ellos.
—¿Cómo era posible saber nada antes de encontrarnos con ellos? —preguntó Swanson—. ¿Cómo comprender nada antes de saber cómo eran?
—Usted no entiende la labor de la investigación básica —dijo Jase—. Es una investigación de los conocimientos por el puro hecho de saber. Se habían realizado trabajos aquí en la tierra que nos hubieran podido prevenir sobre el tipo de psicología y el carácter ruml. En realidad, sí los hubo; yo lo encontré. Buscaba un puente, algún conocimiento común entre su modo de ser y el nuestro. Y lo encontré en un artículo escrito por un zoólogo finlandés allá en mil novecientos sesenta.
—¿En mil novecientos sesenta? —La voz de Swanson temblaba al borde de la incredulidad.
—En una revista llamada «Historia Natural» —explicó Jase—, y creo que en el ejemplar de enero. Se llama Clave del porqué de la ferocidad de los osos, y fue escrito por un hombre llamado Peter Krott. En él refería que él mismo, su esposa y sus hijos criaron a dos cachorros de oso en condiciones de libertad durante un año en los Alpes italianos. Y ofrecía ciertas conclusiones a las que había llegado como resultado de su observación de los osos.
—¿Es que acaso los ruml son como osos?
—No —empezó Jase agitando la cabeza cuando uno de los hombres de uniforme le interrumpió.
—¡Algunos extraterrestres vuelven a entrar a la nave!
—Está bien —dijo Jase—. Sólo van a buscar al Hombre–Clave. Éste no saldría sin una escolta en una situación así. Bien, ¿dónde estaba?
—Decía que los ruml no son como osos —apuntó Swanson.
—Es cierto. Sólo que, en cierto aspecto mínimo, sí son similares. Pero, lo mismo que los osos no son como los humanos, eso nos indica que los ruml no son como nosotros —se detuvo, vencido por el agotamiento.
—Adelante —insistió Swanson.
—Lo que descubrió Krott —continuó Jase— fue que, después de cierto período de crecimiento, los cachorros de oso que él cuidaba empezaban a desarrollar un esquema de alimentación… —Miró en torno a aquel círculo de rostros—. ¿Alguno de ustedes ha oído hablar de los esquemas de alimentación, como los de los tiburones, por ejemplo? ¿Saben qué es un esquema de alimentación?
»Cuando un tiburón prueba la sangre en el agua, el instinto le hace enloquecer en la búsqueda de alimento. En la acción refleja de esa locura se ve obligado a morderlo todo, ya sea la hoja de una hélice propulsora o sus propias entrañas en el punto en que otro tiburón le ha herido. Y seguirá intentando comer aun cuando esté muriendo. Esa reacción es parte de su esquema de alimentación. Está por debajo del nivel del control consciente.
—Pero los ruml…
—Un minuto —dijo Jase—. Los humanos, aunque hoy en día los tengan bien enterrados por falta de uso, también poseen reflejos por debajo del nivel del control consciente. Reflejos de supervivencia. Un niño pequeño, hasta cierta edad, se verá obligado por los reflejos a refugiarse en los brazos del adulto más próximo ante un peligro real o imaginario. Eso es parte del esquema de supervivencia.
Miró a Mele.
—Intelectualmente, Mele opinaba que yo no debía haber hecho lo que hice cuando añadí aquella información a la grabadora de Kator —dijo—. Pero repito: intelectualmente. A nivel instintivo obedeció a los reflejos que le impulsaban a protegerme porque me amaba.
Miró a Mele y ella le devolvió la mirada con ojos firmes.
—Los osos, según descubrió Krott —continuó—, han desarrollado un reflejo que les lleva a atacar cualquier fuente de comida que se mueva. Aunque los cachorros se mostraban afectuosos y amables con todos los miembros de la familia, un día atacaron a la señora Krott y le desgarraron la chaqueta para coger unos tubos de prueba llenos de alcohol que llevaba en el bolsillo. El ataque no tenía nada que ver con lo que los osos sentían hacia la señora Krott.
—Pero los ruml… —volvió a interrumpirle Swanson con impaciencia.
—Eso es —dijo Jase—. Los ruml son llevados durante tres años en el interior del cuerpo de su madre, y durante unos seis años más en una especie de bolsa de marsupial, digamos como los canguros, período en el cual viven semiinconscientes. Luego empiezan a crecer de pronto, salen de la bolsa y, en una semana, ya son independientes. Se alejan de la madre y aprenden el lenguaje y las costumbres a lo largo de unas cuantas semanas de un aprendizaje extraordinariamente rápido, del tipo que llamamos «intensivo» aquí en la Tierra, cuando lo observamos en los bebés y animales. Al cabo de pocas semanas ya son pequeños adultos, individualmente independientes y responsables.
—Comprendo… —dijo Swanson lentamente—. Operan mediante reflejos, mientras que nosotros pensamos, ¿no es cierto?
—Y nosotros operamos mediante reflejos en las áreas en las que ellos piensan —dijo Jase—. Por ejemplo, el cachorro de un perro aquí en la tierra pasa por cuatro etapas de un desarrollo muy importante; neonatal, o sea la etapa de nutrición; transitorio, cuando empieza a imitar los métodos adultos de locomoción y alimentación; socialización, en el que aprende a jugar y a responder al estímulo de sus compañeros; y juvenil, una etapa final de la independencia ya lograda. Por contraste, la golondrina tiene seis etapas. Los ruml no tienen ninguna… que pueda compararse con éstas. Cuando el niño humano está aprendiendo y respondiendo a los estímulos de la estructura social y afectuosa de la familia humana, el pequeño ruml aún vive inconsciente en la bolsa de su madre. Emerge de esta bolsa esencialmente adulto e independiente. Apenas recuerda a su madre, y mucho menos siente afecto por ella, ni el menor reflejo impreso de afecto. Siendo así, el ruml no puede desarrollar una sociedad sobre la misma base que la nuestra.
—Bien, ¿y cuál es su base? —preguntó Swanson.
—¿Está usted seguro de saber cuál es la nuestra? —preguntó Jase a su vez—. ¡Oh, sí, claro, ya me dijo que había oído cuanto yo le dijera hace poco a Mele en el hospital! Bien, se lo repetiré de nuevo para asegurarme. Nuestro instinto como humanos consiste en proteger la raza de modo individual. El ruml, que carece de los primeros años formativos del desarrollo humano, tiene en cambio el impulso de proteger la raza como una idea, un sistema de Honor que tiende a asegurar la supervivencia de la misma. —Miró directamente a Swanson—. Se trata de hallar el modo de convencerles de que pueden vivir pacíficamente junto con los humanos. Pero de un modo que pudiera expresarse en términos de Honor tal como ellos lo entienden, no en términos de nuestros sentimientos y derechos humanos, incomprensibles para los ruml. Literalmente no existen para ellos. Para nosotros, por ejemplo, sería inmortal enviar injustamente a nuestro mejor amigo a la muerte sólo para impresionar a otras personas. Para alguien como Kator no había relación alguna entre la moral y esa acción. Lo que para él era moral, era el hecho de triunfar en la Fundación de su Reino. Todo lo que le ayudara a lograr ese fin era moral porque iba encaminado a la mejora de la raza ruml al justificar la supervivencia y extensión de sus genes particulares y superiores como Jefe de una Familia con un número ilimitado de hijos, mientras que, a causa de las limitaciones de espacio en los mundos ya colonizados, la mayoría de los ruml se ven restringidos a tener un solo hijo.
Hizo una pausa y cerró los ojos por un momento para descansar. Oyó que los otros se agitaban impacientes y abrió los ojos.
—¿Qué es inmoral entonces? —preguntó Swanson, pero más como si deseara que Jase continuara con su disertación que por hallarse realmente interesado en la respuesta.
Jase se rió débilmente.
—Me alegro de que me lo pregunte —dijo—. Bien. Es inmoral el fracaso. Eso es lo inmoral ante los ruml. Toda la raza ruml es como un reino de súbditos dispuestos y esperando ser dirigidos por alguien con la audacia necesaria para ceñirse la corona y llevarles a un futuro brillante. Pero si se ciñe la corona ha de ofrecerles un éxito inmutable Por eso sólo un ruml entre millones lo intenta. Cualquier fracaso, por ligero que sea, supone su condena. Por eso añadí aquella sección a la grabación de Kator.
—¿Qué quiere decir? —preguntó Swanson.
—Lo que pretendo decir…
—Un minuto —interrumpió uno de los hombres uniformados junto a la ventana y mirando a la nave espacial—. Allí ocurre algo. Ahora salen muchos más. Hay uno en el centro con una especie de cinturón metálico…
—El Hombre–Clave —Jase intentó levantarse—. Ése será el Hombre–Clave. Alguien debería ir a recibirle…
—Siéntese —la mano de Swanson le retuvo en la silla—. Díganos por qué hizo aquello con la grabación de Kator.
Jason sonrió tristemente.
—Para demostrar que había fracasado —explicó—. El hecho de que nosotros hubiéramos sabido constantemente todos sus movimientos, y mi afirmación demostraba que le habíamos estado utilizando, hacían de él un fracaso. Con lo cual todo lo que él había realizado ya no era moral, sino inmoral. Había sido un falso líder. Debía haber dirigido la nave de la Expedición hacia el sol más próximo o cortarse el cuello.
—Y ¿por qué no lo hizo? ¿Sabía usted que no lo haría? —exigió Swanson.
—Lo sabía —asintió Jase—. Llevaba muchas semanas viviendo dentro de su mente y de su cuerpo. Era un hombre demasiado grande, un ruml demasiado grande, si lo prefiere, para seguir el camino más fácil. En vez de matarse y poner fin con ello a su vergüenza, y es una vergüenza que los seres humanos no pueden siquiera imaginar la de matar a un ruml que de otro modo podía haber engendrado hijos que serían auténticos líderes, decidió vivir con ello. Decidió volver y confesárselo a los Jefes de Familia en su Mundo. Decidió pedirles, y usted vio cómo se lo pedía, que le dejaran vivir el tiempo suficiente para que sus conocimientos sobre los humanos resultaran útiles a los ruml en su ataque contra nosotros. Y ya vio lo que sucedió.
—Le mataron —dijo Swanson. Tenía muy hundidos los ojos por la falta de sueño y la tensión—. Pero es que no sabían…
—Sí lo sabían. Le habían prometido meditarlo por un día antes de actuar, ¿recuerda? —dijo Jase—. Pero cuando llegó el momento, cuando se vieron enfrentados al hecho de que habían fracasado, actuaron en vez de pensar. Como nos ocurre a nosotros los humanos. Y como le ocurrió también a Mele, aunque de un modo distinto, cuando se vio enfrentada con una decisión entre su sentido intelectual de la justicia y su ansia instintiva de protegerme en cualquier circunstancia. Su reacción instintiva venció los centros intelectuales.
—Pero ahora ellos han venido —dijo Swanson.
—Han tenido mucho tiempo para pensarlo —dijo Jase—. Son inteligentes y civilizados. Han comprendido que debían haber permitido que Kator soportara su vergüenza moral de continuar vivo y ayudarles. Y creen que tenemos una ventaja positiva sobre ellos, ya que nosotros les conocemos y ellos no nos conocen.
Swanson miró a Jase durante un largo instante.
—¡Usted sabía que le matarían! —explotó—. ¡Usted sabía que matarían a Kator cuando añadió aquella sección a la grabación!
Jase sintió el dolor del recuerdo como una punzada en el cuerpo.
—Sí —confesó—, como también sabía que Kator era lo bastante grande como para volver en vez de tomar el camino más fácil del suicidio. Era el único modo de convencer a los ruml de que nosotros teníamos una ventaja sobre ellos.
—Pero… —Swanson le miraba intensamente—, ¿por qué ponerlo todo en peligro para conseguir una ventaja? ¿No habría sido mejor tratar con ellos a través de Kator?
Jase agitó la cabeza.
—Kator sólo deseaba su Reino. Cualquier cosa inferior a eso habría supuesto el fracaso para él y le habría hecho la vida insoportable de todos modos, una vez consagrado a la tarea de ganar un Reino. Usted piensa ahora como humano. No hay término medio para un ruml, porque lo importante no es su propia vida sino la mejora de su raza, representada en el concepto y el sistema de lo que él llama Honor.
Apoyó las manos en los brazos de la silla y se incorporó.
—Teníamos que detener a Kator. Pero, al detenerle, dimos lugar a una cuestión de Honor; la duda de si, al acabar con Kator, no estábamos nosotros mismos organizándonos tras algún individuo que deseara Fundar un Reino en los Mundos Ruml. Esa cuestión había de resolverse con Honor. No suponía diferencia alguna el que los civilizados y actuales Jefes de Familia ruml, en cuanto meditaron en ello, llegaran a pensar en el concepto de una asociación pacífica entre nuestras dos razas. El instinto les decía que, al detener a Kator como tuvimos que hacer por fuerza, ya que la alternativa era convertirnos en sus criaturas, nosotros presentábamos una amenaza al futuro de su raza. Por su Honor habían de actuar contra nosotros, a no ser por una cosa.
—¿Cuál cosa? —preguntó Swanson. Todos miraban ahora a Jase, incluso Thornybright.
—El reflejo control. El que gobierna. Usted oyó lo que le dije a Mele en el hospital —señaló Jase—. Ese reflejo que impide que casi todos los individuos ruml intenten jamás la Fundación de un Reino. El ruml sólo sabe triunfar en todo…, o no intentarlo en absoluto. Su cultura se basa en el descubrimiento del talento puro. Se trata del éxito o el fracaso… No hay término medio.
Les miró a todos, pero comprobó que aún no le entendían.
—Como dije a Mele —continuó—, el temor al fracaso es intenso. Sólo en última instancia, como una medida desesperada, y acorralados, el carácter ruml se decidirá por una acción cuando el fracaso parece probable, posible incluso. Por eso los juegos deportivos son desconocidos entre ellos, y los duelos son automáticamente a muerte. Si usted les demuestra una sola ventaja, como hice yo con la sección que añadí a la grabación de Kator, el impulso instintivo del ruml será evitar la prueba.
—Pero usted dijo… —Swanson vaciló—, dijo que intelectualmente eran capaces de ver a través de sus impulsos instintivos una vez tuvieran tiempo para pensar, como después que mataran a Kator.
—Es cierto —dijo Jase—. Y por eso han venido ahora. Si la raza humana hace algo por desafiar su sentido de supervivencia racial, lucharán aquí y ahora mismo. Pero si un desafío semejante pudiera evitarse, pudiera ser evitado por nosotros… —y sonrió tensamente—, los centros intelectuales de su mente tendrán la oportunidad de un cauteloso acercamiento y de acariciar la idea de la coexistencia en la misma área del espacio interestelar con unos monstruos como nosotros.
—¿Monstruos? —dijo Thornybright, hablando ahora por primera vez desde que entrara Jase—. ¿Realmente nos creen monstruos, Jase?
—¿Por qué no? —replicó éste con toda seriedad—. ¿No los juzgamos así nosotros? Después de todo, ellos carecen del sentimiento de la amabilidad humana. Y nosotros, a sus ojos, carecemos del sentido del Honor.
Swanson asintió, se enderezó y miró a Jase.
—Al fin lo he comprendido —dijo—. Sí, creo que, si está dispuesto, será mejor que venga con nosotros a recibirles. No nos gustaría empezar con mal pie.
Se inclinó y tomó a Jase del brazo. Éste se levantó vacilante y luego se afirmó sobre sus piernas. Ahora que todo estaba terminado sentía como si una fuerza oculta resurgiera en él.
Con Swanson a su derecha y uno de los hombres vestidos con ropas civiles sosteniéndole por el otro lado, bajaron por el ascensor y salieron al área de aterrizaje. Una furgoneta de equipajes, con una plataforma baja, les aguardaba. Subieron a la plataforma y seguidamente la furgoneta se dirigió a la nave, ante la cual las filas de los ruml, con su pelaje oscuro, se apiñaban en formación; el Hombre–Clave, con su cinturón metálico, estaba ante ellos.
La furgoneta se detuvo. Todos bajaron. Jase, siempre acompañado de Swanson y el otro, dio un par de pasos hacia el Hombre–Clave. Éste le miró:
—Usted —las palabras humanas salían casi irreconocibles al ser pronunciadas por la mandíbula estrecha y boca de labios casi inexistentes en aquel rostro cubierto de piel oscura—, usted es el pescador.
—Sí —dijo Jase. Asintió con la inclinación de cabeza que era el gesto ruml de una respuesta respetuosa.
El Hombre–Clave dejó de mirarle. Se irguió todavía más. Era un ruml ya viejo, que llevaba un arnés cargado de Honores, y, en la parte superior del cuerpo, el pelo era casi uniformemente gris.
—Confío en que estoy entre amigos —dijo oficialmente y con precisión en lengua ruml.
—Sí, Hombre–Clave —respondió Jase en ruml—. Aquí está entre amigos.
FIN