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Kator subió inmediatamente a la Nave de la Expedición. La disposición de la misma se basaba en todas las experiencias acumuladas a lo largo de los años en el Centro de Examen, y el propósito era tenerla totalmente dispuesta para despegar en el momento en que hubiese terminado la investigación del artefacto. La selección de Kator como Hombre–Clave había tenido lugar la misma mañana en que concluyera el examen del artefacto. Y el Capitán y la tripulación de la nave quedaron listos en muy pocos días.

Jase, en el cuerpo de Kator, se halló presente en la elección de estos últimos. Teóricamente podía vetar a cualquier candidato. En la práctica, los Consejos de Selección conocían bien su trabajo y no habría sido político por su parte el interferir. Así que se sentó silencioso en el consejo viendo cómo se elegía a su tripulación. En realidad, según dedujo Jase de los pensamientos de Kator y de acuerdo con los propósitos particulares de éste, pero importaba mucho quiénes resultaran elegidos para ir en la nave. Pues Kator tenía sus propios planes en qué pensar.

Y Jase también. Ya que, viviendo en el cuerpo de Kator, se dejaba arrastrar por sus sentimientos e imaginación. En su propio cuerpo, y vigilado ahora no sólo por los ojos de la Junta, sino por los de Swanson, Coth, el hombre de las Naciones Unidas y sus ayudantes, intentaba olvidarse de todo lo demás que no fuera la grabación de cuanto experimentaba como Kator y su investigación personal sobre el significado que todo aquello ocultaba.

Aunque todos lo ignoraban, había perdido parte de su antigua confianza. Ésta fue una de las razones que le hicieran perder el control al hallar cerrada la puerta de su habitación y, más tarde, al descubrir que Swanson y los demás trataban de apoderarse del mando. Swanson y el resto manifestaban claramente con su actitud la creencia de que Jase estaba cayendo —si no había caído ya— bajo el dominio de la personalidad extraterrestre de Kator. El hecho de que lo implicaran sin decirlo enfurecía a Jase. Porque tal dominio sería no sólo fantástico, sino supersticioso.

Pero ya no estaba seguro de que fuera imposible.

Esto se lo guardaba en secreto. Desde el principio había habido un aspecto de Kator que él fue incapaz de expresar a los miembros de la Junta o a cualquier otro observador terrestre. Se refería a toda el área de los sentimientos de Kator como ruml. Había empezado con el exagerado orgullo que Kator experimentaba por ser miembro de la raza ruml, un orgullo comparable a la sensación de superioridad —inconsciente y jamás expresada— de un ser humano al pensar en sí mismo en comparación con un animal. Pero en el caso de Kator había algo más, mucho más. Toda un área de la personalidad racial ruml para la que no había equivalente humano. Y era completamente inconsciente. Los ruml no lo expresaban con palabras, ni siquiera entre ellos mismos. ¿Por qué habían de hacerlo? Era parte del conocimiento inconsciente de todos ellos.

Como raza, asumían ciertas cosas. Daban por sentado ciertas cosas, cosas que ningún humano podría imaginar y mucho menos dar por ciertas.

Cuando la mente y la personalidad humana se duplicaban con la mente y la personalidad ruml, no había peligro de que Jase pudiera sentirse turbado por el contacto. Pero en esta otra área, en esta área realmente extraña, Jase había empezado a sentir los primeros síntomas de temor. Por primera vez se admitía abiertamente el hecho de que Kator, sin saber siguiera que Jase estaba allí, y por el simple hecho de existir, tal vez fuera capaz de atacar y destruir ciertos elementos humanos en Jase. Era posible que la personalidad de Kator contagiara y conquistara la personalidad de Jase inconscientemente.

El duelo había sido lo que finalmente llevara a Jase a esta conclusión. Hasta entonces se había ido acercando a la verdad sin verla, como el que asciende por una montaña sin comprender que ya se halla en la ladera. La diferencia esencial entre el humano y el ruml era algo que Jase había apreciado desde el principio como nadie más podría hacerlo. Pero incluso él —se decía ahora— podía haberse dejado arrastrar a un error terrible. Había comprendido, sí, cuan distintos eran los ruml…, pero también él había visto esa diferencia como la que pudiera haber, digamos, entre un hombre y un oso negro inteligente.

Había olvidado que donde había inteligencia, tenía que haber historia y cultura, e incluso un alma.

Tanto él como el ruml tenían un modo de ser que les llevaría a luchar y morir por ciertos conceptos. ¿Y si esos conceptos no eran mutuamente comprensibles?

¿Y si eran diametralmente opuestos?

El hombre y el ruml podían lanzarse entonces uno contra otro buscando la destrucción mutua. Ambos totalmente convencidos de sus derechos, ambos entregados a una lucha a muerte y sin la admisión de compromisos, por una diferencia de opinión inconsciente que no podían expresarse a sí mismos, y mucho menos ante el otro.

Y sólo había una persona a ambos lados capaz de hacer algo para impedir ese Armagedon de dos razas. Jase. Sólo con que, en alguna parte, en los libros y revistas técnicas y profesionales que registraba constantemente, llegara a descubrir algún concepto mutuamente comprensible en aquella área inconsciente. Algo ni humano ni ruml, pero reconocible por ambos. Algo, en biología o zoología, que ambas razas pudieran comprender.

Mientras tanto, y desde el duelo, el temor insidioso al contagio de la personalidad de Kator permanecía siempre latente en el fondo de su mente. No había modo de resolverlo en términos concretos, como tampoco parecía haber un medio de librarse de él. En otro tiempo hubiese podido utilizar a Mele como refugio. Pero ahora se había alzado un muro entre ellos. Desde aquel día en la biblioteca, con Swanson y los demás, ella vivía casi temerosa de él, convencida de lo irrazonable de la actitud de Jase. Éste se decía amargamente que Mele estaba por lo visto convencida de que su conducta arbitraria se debía a una pura ansia de poder.

Gracias a Dios, ella no compartía la impresión de que Kator podía estar contagiándole. A pesar de eso, el temor dominaba a Jase. Era su temor y su secreto. En el duelo, y por primera vez, se había hallado compartiendo el punto de vista de Kator, cuando ese punto de vista era totalmente opuesto al suyo.

Kator no tenía razones para odiar a Horaag Hijoadoptivo. Pero gozosamente, orgullosamente, alegremente casi, le había matado, cuando podía haberse limitado a derrotarle dejándole vivir. Al hacerlo, Kator se había sentido noble a sus propios ojos, triunfante y admirable. Y, por un momento, Jason lo había sentido también.

Y la huella de esa actitud extraña a él había formado parte de su actuación en la biblioteca, cuando se enfrentara con Swanson y el resto después de romper la puerta y subir furioso al otro piso. No había sido la suya una actuación normal en Jason Barchar…, no, ahora ya no lo creía.

Pero sí habría sido éste el modo en que hubiera actuado Kator Primosegundo de haberse despertado encerrado contra su voluntad en una habitación. ¿Se estaría convirtiendo Jase en extraterrestre por su modo de pensar?

Mientras registraba los depósitos de libros del edificio de la Fundación a altas horas de la noche, a la luz vacilante de la bombilla de sesenta watios bajo su pantalla que parecía un plato invertido, Jase se hacía esta pregunta al ver reflejado su rostro en las ventanas ennegrecidas por la noche entre los estantes.

Y su imagen no podía darle una respuesta.