CAPÍTULO 4

No puedo decir que haya muy buen ambiente —dijo Raf Othrem, tomando un trago de su yurp rylothano y pasando una mirada de sus ojos verdes por las paredes de metal, casi desnudas, de aquel lugar que quería pasar por un tapcafé.

—¿Qué esperabas? ¿Un casino de la dorsal de la franja Galsol? —repuso Jaina Solo—. Ayer, esto no era más que un pedazo de basura galáctica que los yuuzhan vong no habían pulverizado todavía.

—¡Y ya no lo harán, gracias a nosotros! —dijo Raf, levantando su copa—. Por el Escuadrón Soles Gemelos, y por nuestra líder ilustre, Jaina Solo.

Jaina asintió cansadamente con la cabeza mientras los demás alzaban sus copas. Raf tenía todo el entusiasmo del que había pilotado sólo una misión y había tenido éxito. No sólo habían vencido en la batalla, sino que su escuadrón no había perdido ni a un solo piloto.

Raf ya perdería aquella exuberancia juvenil con el tiempo. Jaina recapacitó y casi sonrió al recordar que, en realidad, Raf tenía un año de edad más que ella.

«Será mejor que no nos tomemos demasiado en serio nuestra gran edad y experiencia», pensó Jaina.

Levantó su copa también.

—Por el buen combate —brindó; y esta vez sí sonrió al oír las aclamaciones de sus compañeros de vuelo.

Adoptar un exterior de alegría era bueno para el equipo.

—Un combate brillante —dijo Jag—. Tenemos a la mejor comandante de vuelo de la galaxia.

Jaina llegó a sentir que se iba a sonrojar; no por aquellas palabras, sino por la profundidad de la mirada de los ojos azules de Jag.

—Eso no se discute —dijo Raf—. Pero diría que se impone un brindis más.

—¿Sólo uno? —dijo Mynor Dae—. No me imagino verte callado durante el resto de la noche.

—Sin duda —coincidió escuetamente Alema Rar. Raf dirigió en broma a la twi’leko una falsa mirada de enfado, y alzó después su copa.

—Por el general Wedge Antilles, y por el plan que nos permitió recuperar a Fondor.

—Bebo por eso —dijo Jaina.

Pero antes de que se hubiera llevado la copa a los labios, cayó algo en la mesa. Una insignia del Escuadrón Pícaro. Levantó la vista y vio la mirada de ojos redondos de un joven duro. De un duro que parecía muy descontento.

—¿Lensi?

—Coronel —dijo él como saludo, con voz lacónica e inexpresiva.

—Ven a celebrar con nosotros, Lensi —dijo Raf—. No es que tengamos costumbre de mezclarnos con los Picaros, con la mala fama que tienen; pero…

—Yo no tengo nada que celebrar —dijo Lensi, con la mirada todavía puesta en Jaina—. Y ya no volaré con el Escuadrón Pícaro. Mi pueblo ha sido traicionado hoy. Traicionado por el general Antilles. Traicionado por Jaina Solo.

Jag se puso de pie al oír esto, seguido al instante por el gigante Lowbacca, que soltó un gruñido. Jag miró fijamente a Lensi, con una calma mortal. Si a Lensi le imponían Jag o el wookiee, no dio muestras de ello.

—Siéntate, Lowbacca. Jag, por favor, déjale hablar.

El wookiee obedeció a disgusto, pero Jag se quedó varios largos segundos plantado ante el duro.

—Cuidado con lo que dices, duro —dijo por fin—. En mi pueblo, las calumnias se castigan.

—¿Qué tienes en la cabeza, Lensi? —preguntó Jaina.

—Muchos de los míos murieron en el ataque a Duro.

—No tenían por qué —dijo Jaina—. El ataque a Duro era fingido, pensado para apartar refuerzos enemigos de aquí. El comandante duro de la misión rompió el plan. Puso en peligro las dos misiones.

—No se le dijo que el ataque era fingido —dijo Lensi.

—¡No se le dijo a nadie! —estalló Raf—. Todos estábamos a oscuras.

—Si dio resultado, fue gracias a eso, Lensi —dijo Jaina—. Los yuuzhan vong tienen buenos servicios de información. Wedge tuvo que hacer como que los preparativos iban dirigidos contra Duro, y tenía que hacer que el ataque pareciera convincente.

—Las fuerzas de ocupación de Duro eran ligeras —dijo Lensi—. Podríamos haber reconquistado Duro. Se nos prometió. Nos han manejado —concluyendo, contrayendo el rostro hasta convertirlo una máscara más plana todavía.

—La guerra es así —dijo Jag—. Se consideró que Fondor era un objetivo más estratégico. La liberación de Duro puede ser la siguiente, o puede no serlo. Muchos de los pilotos presentes han perdido su mundo de origen en manos de los vong —añadió, señalándolos con un gesto general de la cabeza—. ¿Te crees que eres el único? ¿No crees que cualquiera de ellos pondría la liberación de su mundo de origen por delante de cualquier otra, si pudiera elegir? La guerra no se hace a base de sentimientos y deseos. Las batallas deben ir dirigidas a objetivos tácticos.

—Vuestros «objetivos tácticos» han costado la vida hoy a muchos de los míos.

—Porque desobedecieron órdenes —exclamó Jag—. Se alistaron para militar a las órdenes del general Antilles. Si le hubieran prestado atención, la mayoría de ellos, o todos, seguirían vivos. Si quieres saber quién ha traicionado a los tuyos, costándoles la vida, busca al comandante que rompió la formación.

—No somos niños —insistió Lensi—. Deberían habérnoslo dicho.

Jag se dispuso a hablar de nuevo, pero Jaina intervino antes.

—Puede ser —dijo—. Volviendo la vista atrás, puede ser. O puede que, de haberlo hecho, todos estuviésemos muertos ahora mismo. Fuiste un buen compañero de vuelo en Sernpidal —añadió con voz más suave—. Sé que has luchado bien en el Escuadrón Pícaro desde que me fui. Vamos a ganar esta guerra. Vamos a recuperar Duro. Pero sólo si seguimos luchando los suficientes. —Tomó la insignia de la mesa y se la arrojó. Él la atrapó al vuelo con un movimiento reflejo—. Tendrás que hacer lo que te marque tu conciencia.

Lensi titubeó mientras miraba la insignia.

—Coronel Solo —dijo—, yo estaba delante cuando, después de la batalla de Sernpidal, diste de bofetadas a Kyp Durron por habernos mentido. Ya sabes lo que se siente al ser traicionados, al luchar sin saber por lo que estás luchando en realidad.

Jaina alzó los ojos y le miró con firmeza.

—Sé lo que se siente con eso y con otras muchas cosas —dijo—. Y ¿sabes? Sigo luchando. Voy a seguir luchando hasta que no quede una sola amenaza en esta galaxia. ¿Es que crees que eres el único que ha perdido algo en esta guerra? No seas crío, Lensi.

El duro se la quedó mirando durante otro largo momento.

—¿Lo sabías tú? —le preguntó por fin.

—No —dijo ella—. Pero si lo hubiera sabido, no se lo habría dicho a nadie. El general Antilles hizo lo que debía.

Lensi hizo una reverencia escueta, se volvió y se marchó. Se llevaba la insignia.

* * *

—¿General Antilles?

Wedge dejó de tamborilear con los dedos sobre la mesa de juntas de madera de Kashyyyk e hizo un gesto de atención al sullustano de fuerte mandíbula.

—¿Sí, almirante Sovv? —dijo.

—¿Cuál es tu opinión sobre el asunto?

—Deberíamos habérselo dicho a Col —dijo Wedge sin rodeos—. Yo debería haber desobedecido las órdenes y habérselo dicho yo mismo. Tenía derecho a saber exactamente en lo que estaba metiendo a su gente.

—En circunstancias ideales, sí —dijo el almirante Kre’fey—. Pero las circunstancias estaban lejos de ser ideales. Los servicios de información bothanos tenían (tienen) información de que los yuuzhan vong tienen un espía situado a alto nivel de la estructura de manto del gobierno de Duro en el exilio. De hecho, fue por medio de esta filtración como «descubrieron» los yuuzhan vong nuestros planes de invadir el Sistema Duro… tal como habíamos planeado.

—Se podría haber confiado en Col —respondió Wedge—. Era impulsivo, pero se le podía confiar un secreto.

—Puede que sí —replicó el bothano, que estaba cubierto de pelo blanco—. Puede que no. El caso fue que se cumplió nuestro plan.

—Con más pérdidas de las necesarias.

—Pero menos de las esperadas —dijo el general Garm Bel Iblis desde el otro lado de la mesa—. La batalla de Fondor fue una victoria absoluta. Les hemos hecho mucho daño, y ahora tenemos una posición segura desde la que podremos atacar Coruscant.

—Caballeros, doy por zanjada la cuestión desde el punto de vista militar —dijo Sien Sovv—. No cabe ninguna duda de que el general Antilles está libre de toda culpa. Se limitó a cumplir las órdenes que le había dado este consejo. Me niego a destinar ningún recurso para una investigación interna, y mucho menos en esta coyuntura de nuestra guerra contra los yuuzhan vong.

—Con eso se cierra la cuestión de la protesta de los duro —dijo Kre’fey—. Es hora de pasar a estudiar nuestro paso siguiente.

El almirante Sovv asintió con la cabeza.

—General Bel Iblis —dijo—, ¿cuánto tiempo tardarán en volver a estar productivos los astilleros de Fondor?

—Eso tardará algún tiempo —reconoció el anciano general—. De dos a tres meses hasta que empiecen a funcionar algunos de los servicios. Naves… dentro de seis meses, quizá. No creo que antes de ese plazo. Pero cuando se emprenda la producción, se alcanzará bastante productividad. Nos pondrán en buena situación para el avance hacia el Núcleo.

—Bien —dijo Sien Sovv—. Mientras tanto, debemos proseguir el proceso de aislar a Coruscant del resto del territorio yuuzhan vong. Con lo que paso a lo siguiente.

Dio un golpecito en la mesa y apareció un holograma de la galaxia.

—Yag’Dhul y Thyferra están seguros por fin, y Fondor es nuestro.

Tres estrellas próximas al centro denso y brillante de la galaxia se pusieron a parpadear en color verde, indicando las situaciones de los sistemas que había nombrado.

—Pero Coruscant sigue bien provisto.

Coruscant (o como lo hubieran llamado los yuuzhan vong) se encendió, al otro lado del Núcleo respecto de los otros tres.

—Ha llegado el momento de amenazarlo.

Se encendió una última estrella.

—Bilbringi —dijo Wedge.

—Sí. Existen algunas indicaciones de que los astilleros de allí están parcialmente intactos. Además, nos serviría de base para hostigar tanto la Vía Hydiana como la ruta comercial Perlemiana.

—Está demasiado próximo a Coruscant —dijo Bel Iblis—. Y demasiado lejos de nuestra propia zona segura. No podríamos conservarlo de ningún modo. No queremos que se repita lo de Borleias —comentó, sacudiendo la cabeza—. Sin ánimo de ofender, general Antilles.

—No me ofendo. Nuestras acciones en Borleias cumplieron el fin que nos proponíamos. No habíamos pensado nunca en conservarlo —se volvió hacia Sien Sovv—. Pero, tiene razón; los yuuzhan vong no podrán pasar por alto una amenaza tan próxima a Coruscant. No creo que dispongamos de naves suficientes para capturarlo si están sobre aviso. Y si no lo están, dudo que podamos conservarlo mucho tiempo, manteniendo al mismo tiempo la seguridad de nuestros propios sistemas.

—Ellos tienen el mismo problema —observó el general sullustano—. Tal como ya les hemos demostrado, tienen en sus manos más sistemas de los que pueden defender. En el Sistema Bilbringi no hay gran cosa, pero no hay planetas habitables. En cualquier caso, tengo un motivo táctico para elegir a Bilbringi como objetivo.

Wedge enarcó una ceja y esperó, mientras se iluminaba otro sector de la galaxia, esta vez próximo al Borde.

—El Remanente Imperial —murmuró.

—En efecto —dijo Sovv—. El almirante Pellaeon ha accedido a prestarnos su apoyo en esta empresa, y Bilbringi está a una distancia cómoda para atacarlo desde el Imperio. Entre ellos y nosotros podemos abrir un pasillo a través del Borde y acabar por aislar por completo a Coruscant.

Wedge contuvo una protesta. Había dedicado casi toda su vida a luchar contra el Imperio, y el concepto que tenía de Pellaeon era dudoso, a pesar de la alianza reciente. Pero decidió escuchar lo que tenía que decir Sovv.

—Es verdad que Pellaeon puede llegar a Bilbringi sin pasar por territorio yuuzhan vong —dijo Kre’fey—. Nosotros no podemos hacer tal cosa.

—No. Tenemos que abrirnos paso a la fuerza a través de varios saltos de hiperespacio. He aquí lo que propongo.

Empezaron a trazarse líneas a través de la galaxia.

—Nuestra flota principal saldrá de Mon Calamari, bajo el mando del almirante Kre’fey —dijo—. Una parte de la flota que está en Fondor saldrá a reunirse con ellos, bajo el mando del general Antilles. Cuando se reúnan, se sumará a ellos un destacamento de la flota imperial.

—Los vong sospecharán una trampa, después de lo que les hicimos en Fondor —dijo Bel Iblis.

—Exactamente —dijo Sovv—. Pero esta vez no habrá más trampa que el empleo de una fuerza abrumadora. Espero que dejarán refuerzos próximos, temiendo que se trate de un nuevo ataque fingido, pensado quizás para hacerles apartar fuerzas defensivas del propio Coruscant.

—Interesante —reconoció Wedge—. Aunque la coordinación será complicada. Las rutas del hiperespacio son inciertas en estos tiempos. Si una de nuestras flotas llega demasiado pronto, o demasiado tarde…

—La HoloRed está funcionando con gran eficiencia en esas regiones. Seremos capaces de coordinarnos al segundo.

—¿Qué gana con esto el Imperio? —preguntó Bel Iblis.

—Yo me estaba preguntando exactamente lo mismo —repuso Wedge.

Sovv se encogió de hombros.

—Hace mucho que nos esforzamos por convencer a Pellaeon de que debemos trabajar juntos para liberar a la galaxia de la amenaza yuuzhan vong. Nuestros esfuerzos han dado su fruto, para nuestro bien de momento.

—Soy consciente de los esfuerzos diplomáticos —dijo Bel Iblis—. Así como de la ayuda que nos ha prestado el Imperio recientemente… a cambio de la que les hemos prestado nosotros, debo añadir. También soy consciente de que querrán algunos planetas nuestros a cambio.

La frente de Sovv se ensombreció.

—Ya no son «planetas nuestros», general Bel Iblis. Los planetas en cuestión pertenecen ahora a los yuuzhan vong. En la mayoría ni siquiera se puede reconocer a los mundos que eran hace unos cuantos años. Estoy convencido de que necesitamos de la ayuda del Imperio para ganar esta guerra. Si para ello debemos mostrarles un poco de buena voluntad más tarde, no veo qué mal puede hacemos. En cualquier caso, de momento no están exigiendo nada concreto. Esto no es más que un intento de establecer sus buenas intenciones, nada más.

«Unas buenas intenciones que pondrán al menos a algunos de ellos como fuerza de ocupación a tiro de piedra de Coruscant», pensó Wedge.

Por desgracia, y a pesar de ello, estaba de acuerdo con Sovv.

—Podemos atacar ahora —dijo Wedge—; aprovechar nuestra ventaja mientras la tenemos; o bien, podemos esperar a que los vong cultiven más naves, a que críen más guerreros, a que inventen nuevas armas biológicas. Ahora mismo han abarcado en esta galaxia un poco más de lo que pueden sujetar fácilmente, como les hemos mostrado en los últimos meses. Tenemos que seguir así.

Miró a unos y otros. Todos asentían, salvo Sovv.

—Existe otra solución —dijo el comandante.

—¿Te refieres al Alfa Rojo, el agente biológico que desarrollaron los chiss? —dijo Wedge—. No, en lo que a mí respecta. El genocidio era lo que practicaba el Emperador. Es lo que practican los yuuzhan vong. No es lo que practicamos nosotros. Si lo es, me he equivocado de causa.

—¿Aunque sea nuestra única posibilidad de supervivencia? —preguntó Sovv.

—No lo es —respondió Wedge tajantemente.

—Los yuuzhan vong no se detendrán tras una derrota, ni tras diez, ni tras cien. Lucharán hasta que haya muerto su último guerrero. Aunque venzan, el coste será tremendo para los nuestros…

—La cuestión es puramente académica en estos momentos —intervino Kre’fey—, y debatirla parece un derroche de nuestro tiempo valioso.

—Muy bien. Confió en que no habrá más objeciones a proseguir la ofensiva actual contra los yuuzhan vong ¿no es así? —dijo el comandante.

No las había.

—Entonces, vamos a debatir los detalles.