Capítulo 15
Fowler lo tenía claro. Su propia teoría le convencía más y más, cada día que pasaba. El informe que acababa de recibir, debidamente escondido y disimulado entre otros, así se lo había confirmado.
El informe, fechado el 23 de abril de 2001, era parte de un expediente que se había visto eliminado del dossier de la investigación oficial del caso del muchacho encontrado en la cueva, después de que Patrick Hastings indicase con toda exactitud, el lugar en donde le tenían que buscar.
Dicho informe estaba firmado por un tal Frankie Hamilton, subinspector de la policía local de la localidad en la que había sido hallado el muchacho. El contenido del mismo ponía en tela de juicio las conclusiones reflejadas como definitivas en el informe oficial.
Hamilton sostenía la teoría de que el chico había sido objeto de un secuestro perpetrado por un hombre y una mujer. Los delincuentes habrían intentado chantajear a los padres del muchacho amenazando con matarle si no colaboraban y cumplían con todas sus pretensiones. El muchacho habría sido depositado en un lugar del que no podía salir por sí solo y además habría estado vigilado todo el tiempo por la mujer. Cuando los padres pagaron y cumplieron con lo que se les había pedido y ante el desconcierto y despiste general demostrado por la policía en el caso, Hastings se ofreció para ayudar y les desveló el lugar donde lo tenía escondido. El hecho de que no respondiera a ninguna llamada hasta que oyó y reconoció la voz de Hastings que le pronunciaba la clave convenida, era el punto determinante del informe.
El muchacho no había dado señales de vida hasta entonces y después cuando los miembros de la brigada de rescate le sacaron de la cueva, los médicos le dieron el alta sin hospitalización.
Después, cuando todo terminó, el secuestrador volvió a la cueva para sacar a su cómplice de ella. El informe se paraba en este punto. La conclusión final establecía que el único que podía saber el lugar exacto donde estaba el muchacho, era el propio secuestrador.
Fowler estaba convencido de que esta conclusión era la correcta y también estaba seguro de conocer la identidad del cómplice femenino. Esos dos, eran los mismos que habían asesinado y hecho desaparecer a cinco miembros de una expedición científica de la que casualmente la mujer implicada formaba parte.
Eso demostraba que la «NWC» no era trigo limpio y él estaba también seguro de que alguien había estado manipulando esa investigación científica hasta unos límites que se les habían escapado de las manos al no tenerlos previstos en un principio. Era asimismo muy probable que las muertes de Dorothy, Mullhouse, Williamson, Robertson y el chino Law, fueran la consecuencia de la misma cadena. Algo muy importante se debía estar cociendo allí para que se produjeran tantas y tantas muertes. El chantaje también estaba cantado.
Fowler miró el reloj de su muñeca. Eran las diez y veinte minutos. Había concertado una cita a las trece horas con alguien que había seleccionado con todo cuidado entre los miembros del Consejo de la «NWC».
El inspector Fowler esperaba obtener de ese encuentro la clave de la información que le permitiera cerrar el círculo de su teoría y poder por fin arrestar a Patrick Hastings y a su cómplice Gina Hartford. Y si no era ella, ¿por qué la había tenido escondida? La respuesta era obvia. Para que nadie pudiera reconocerla. Y si no era ella, ¿por qué habían llegado a simular su asesinato? ¿De quién había sido la idea? ¿Hasta dónde estaban implicados el resto de miembros del equipo del todopoderoso «FBI»?
Miró de nuevo su reloj. Faltaban veintiún minutos para llegar a las once. El tiempo pasaba muy lento y él estaba ávido por obtener respuestas. Decidió que después de su cita intentaría localizar a Hamilton.
Hastings entró en el despacho de Glenn. Acababan de dar las doce del mediodía. Glenn alzó la vista y le miró con cara afable.
—¿Cómo lo llevas, amigo?
—Creo que bien. Tú eres el único que sabe que estoy luchando en dos frentes al mismo tiempo.
—Ese ha sido el verdadero objeto de mi pregunta —respondió Elmore, levantándose y abriendo la nevera para coger un par de cervezas sin alcohol—. ¿Te apetece una?
—Sí, empieza a hacer un calor de mil demonios y tengo la garganta reseca.
—Estamos en la segunda semana del mes de mayo. El verano ya se acerca. Cuéntame cómo va la partida, Patrick.
—Está en punto muerto. No va a ser una partida larga con muchos movimientos. Al contrario, yo tengo la impresión de que todas las piezas están colocadas en su posición final. Nos toca mover a nosotros y no me puedo equivocar al elegir mi jugada. No creo que tenga otra oportunidad.
—¿Qué quieres hacer? ¿En qué puedo ayudarte? —volvió a ofrecer Elmore con las palmas de las manos totalmente abiertas y extendidas.
—Mañana me voy a ausentar por espacio de más o menos una semana. Quiero hacer unas comprobaciones. Pero antes quisiera que nos reuniesemos todos juntos en la cueva. Quiero hablaros del último anillo circular y de sus signos. Por lo menos de los que ya he descifrado. El séptimo signo continúa resistiéndoseme.
—Dijiste que no querías que nos reuniesemos más de tres miembros del equipo. ¿No va eso en contra de las precauciones que nos dictaste?
—En la cueva no hay peligro. Allí podemos estar todos juntos. Iremos por separado. Yo me llevaré a Carl. Tú vendrás con Diana. A las nueve en punto, ¿vale?
—Caramba, va ser emocionante. Algo así como la Última Cena. Con todos los apóstoles alrededor del Maestro.
—Buena comparación —asintió Hastings levantando la botella de cerveza.
—Espero que no te traicione nadie y que después no vengan a prenderte.
—No, no. Todavía no.
MerakB estaba nervioso. No lograba contactar con UtlerZ. Lo había intentado de todas formas. Incluso le había llamado por teléfono al móvil particular del doctor Robert Sommersen, el cuerpo que actuaba como su envoltorio actual. Nada, no había obtenido respuesta por ningún medio de los que había utilizado.
Se encontraba sólo en el peor de los momentos. Sus otros tres compañeros tampoco daban señales de vida. UtlerZ le había dicho que recibiría las órdenes oportunas en el momento justo y ahora él estaba solo y no sabía lo que tenía que hacer.
Tendría que actuar por sí mismo según sus propias decisiones. Acababa de tener un encuentro con ese policía de Seattle. Ese era un hombre ambicioso y resentido. Fowler estaba dispuesto a involucrar a esa doctora al precio que fuese y él había sabido aprovecharse de ello. Al final de la conversación, le había dado parte de la información que le había estado pidiendo con insistencia. El resto tendría que confirmarla el propio inspector por sí mismo.
MerakB por su parte, tenía que lograr contactar de nuevo con UtlerZ, de forma urgente.
A las cinco de la tarde, Fowler recibió la noticia. No se podía contactar con el subinspector Frankie Hamilton porque este llevaba cinco años muerto. Había fallecido en un accidente de caza en extrañas circunstancias mientras participaba en una cacería con un grupo de amigos. Un desgraciado accidente.
—Tiene que haber sido él. Otra vez él —refunfuñó entre sus dientes amarillentos, que eran el resultado de su elevado consumo de nicotina.
Se acercó al armario de puertas correderas que tenía justo detrás de su silla y deslizó la puerta de la izquierda. Apartó unas carpetas y encontró lo que buscaba. El trago de bourbon le sentó de maravilla. El contacto que le había indicado John Terry era de delicado acceso. Tenía que dormir y madurar en sueños la forma de llevarlo a cabo. Él confiaba en sus sueños. Siempre lo había hecho.
Cuando Patrick llegó con Carl, Gina estaba con los ojos enrojecidos. Había estado todo el día con la vista fijada en el último de los anillos. Ella se había sorprendido al ver llegar a Carl pero no había dicho nada.
—Glenn y Diana deben estar a punto de llegar.
—¿Qué sucede? —preguntó ella imaginando que alguna razón especial tenía que existir para que se reunieran todos juntos.
—Tengo que ausentarme durante más o menos una semana. Quiero dejaros a todos con las tareas bien definidas.
—¿Cómo nos hacían en la escuela?
—Algo así —contestó Hastings al tiempo que el detector señalaba la presencia de dos invasores del territorio. El análisis determinó su identidad. Todo estaba en orden. Eran Glenn Elmore y Diana Farrell.
—Todavía van a tardar unos quince minutos —dijo Gina.
—Espero que Glenn haya pensado en traer algo para la cena. Tengo las tripas jugando al Tetris —dijo Northon.
Hastings comenzó a preparar la mesa de discusión. Gina se le acercó. Cuando Patrick estuvo seguro de que Carl no podía oírle, le dijo a Gina.
—Lo de ausentarme durante una semana es sólo para ellos. La realidad es que vendré aquí contigo pero no quiero que lo sepa nadie. ¿Me has entendido?
—Sí —contestó Gina asintiendo con la cabeza y con la sonrisa implantada en su rostro de una forma automática por lo que acababa de oír.
—No te separes de Carl —le dijo él—. Enséñale el laboratorio mientras llegan los dos que faltan.
Gina le hizo caso. Hastings se quedó solo y aprovechó el momento para introducir unos nuevos datos en el ordenador que analizaba la respiración de los posibles invasores. Cuando llegaron Glenn y Diana, llamó a Gina para que ella y Carl subieran a la sala principal.
Glenn había sido previsor. Cerveza y bocadillos de salami para todos. Se lo comieron todo en menos de diez minutos. Un termo de café y una botella de bourbon completaron la cena. Hastings tomó la palabra.
—Supongo que todos más o menos habréis identificado algunos de los signos del último anillo del grafismo. ¿Cierto?
Todos asintieron con la cabeza. Sin embargo, nadie se atrevió a ir más allá. Nadie abrió la boca.
—De los siete signos, seis son símbolos religiosos. Son los símbolos que corresponden e identifican a las seis principales religiones actuales. Estos seis signos sólo tienen en común la espiritualidad que representan y el hecho de que ahora convivan todas juntas.
—¿Por qué crees que el cristianismo está representado por el pez y no por la cruz? —preguntó Diana para dar argumentos a que Patrick se pudiera extender más en sus explicaciones.
—Cruces hay de muchos tipos —comenzó explicando Patrick Hastings—. El cristianismo las engloba a todas pero no sería justo elegir a una de ellas como representativa de todas las demás. La elección del Pez, con el Crismón en su interior, nos remite a la figura central del cristianismo. En el idioma griego, el Pez recibe el nombre de Ichthys y sus letras son el acróstico de las iniciales de las cinco palabras que definen a Jesucristo.
Iesous Christos Theou Yios Soter
Lo que para la cristiandad actual equivale a decir, «Jesús», «Cristo», «Dios», «Hijo» y «Salvador».
—Si quisiéramos buscarle más profundidad al símbolo del Pez, podríamos establecer el paralelismo de que tanto el pez como el cristiano nacen en el agua. El pez por razones obvias y el cristiano porque recibe la vida espiritual con el agua del bautismo —dijo Gina.
—El Crismón del interior del pez incide de nuevo en la figura de Cristo. Las letras «X» y «P» superpuestas también forman la palabra de Cristo. El emperador Constantino, en el siglo IV, fue el primero en utilizarlo en sus estandartes —acabó explicando Hastings.
—Antes de que continúes con el siguiente de los símbolos, voy a hacer más café —dijo Gina.
—Yo te ayudo —se ofreció Carl.
La espera proporcionó a Patrick la oportunidad de intercambiar opiniones con Glenn y Diana.
—¿Qué os parece todo este lío de religiones?
—Tengo que confesarte que yo no estoy muy puesto en ello. Por mi trabajo, conozco mucho más de falsas sectas que de religiones verdaderas.
—A mí, además del signo que todavía no hemos descifrado, me inquieta mucho esa especie de margarita con varios niveles de hojas. ¿Qué es? —preguntó Diana.
—Si quieres, ese será el próximo símbolo en el que centraremos nuestra atención —respondió Patrick para ganar tiempo y poder esperar a que Gina y Carl regresaran con el café recién hecho.
—Listo —anunció Carl
—Fantástico —confirmó Elmore entusiasmado ante la perspectiva inminente de poder beber una taza de café caliente de verdad.
—Recién hecho y listo para degustar —dijo Gina al sentarse.
—A petición de Diana voy a continuar con el símbolo que define a la religión más antigua del mundo que ha logrado sobrevivir hasta nuestros días. Me estoy refiriendo al hinduismo y al signo que aquí lo representa, el Mandala.
Mandala en el idioma sánscrito significa círculo. Pero no lo tenemos que entender con el significado que para nosotros seria más normal. Ese círculo debe entenderse como una totalidad, es decir, como una sucesión de hechos que enlazan el final con el origen. Más allá de este significado, el Mandala se utiliza desde los tiempos más remotos como un ejercicio de equilibrio que ayuda a transformar la mente y el espíritu. Es en sí mismo la representación de la reencarnación de la religión hinduista y está formado por figuras geométricas concéntricas.
—¿Significa esto que la respuesta de todo este grafismo la tenemos que buscar a través de la espiritualidad? A mí particularmente me va resultar muy difícil. Yo no creo en todas esas cosas —dijo Diana—. Para mí la única doctrina que existe es la ciencia. Con ella se explican la mayoría de cosas que suceden y han sucedido en nuestro universo. Y las que todavía no tienen una explicación satisfactoria, el tiempo se encargará de dársela. La ciencia avanza cada día para lograrlo.
—No me parece muy acertada la reflexión que acabas de hacer, Diana —dijo Gina—. Yo también me considero una científica pero no por ello me siento inmune a la espiritualidad de las cosas. Es un grave error confiar todas las respuestas a la ciencia. Creo que lo que estás haciendo es cargarla con un exceso de responsabilidad que no le corresponde en absoluto.
—Será mejor que concentremos todos nuestros esfuerzos en intentar encontrar una explicación a todo esto más que a confrontar nuestras creencias religiosas —intervino Elmore para cortar la discusión—. Oigamos a Patrick hasta que él haya terminado su exposición por completo. Os lo ruego.
Esto no se trata de una competición entre nosotros sino más bien de un trabajo en equipo para intentar alcanzar una meta juntos, que al parecer, ninguno de nosotros ha logrado por sí solo.
—Glenn tiene razón —dijo Hastings—. Mis explicaciones o las de cualquier otro de nosotros que también sea capaz de aportar algo más al tema, no pretenden ser una lección para nadie. El único objeto de la reunión de hoy es hablar en voz alta sobre lo que ya sabemos y conocemos para que cualquiera de nosotros pueda interpretar o extraer sus propias conclusiones.
Estamos tratando de encontrar algo nuevo que, aunque pueda parecer obvio, no lo hayamos visto o entendido hasta ahora. Buscamos un nuevo enfoque que nos ofrezca más luz o que nos muestre el camino para poder interpretar la solución a todo lo que nos ocupa.
—Está claro. Continúa Patrick —dijo Carl.
—El siguiente signo, el que está entre el mandala y el pez, es la Esvástica. Este es uno de los signos que identifican a la religión budista. Fijaos que sus brazos apuntan en la dirección contraria a las agujas del reloj para que su giro sea hacia la derecha. No confundirla con otra Esvástica que tomó un triste protagonismo a mediados del siglo XX y que tenía los brazos apuntando en el sentido horario correcto para girar hacia la izquierda.
El silencio había vuelto a ser poco más que sepulcral. La mayoría de las miradas se clavaban en el suelo de la cueva.
—La Esvástica se llama Wan en idioma mandarín. No es un signo exclusivo de la religión budista ya que muchas otras lo han utilizado, pero es un signo que podemos encontrar tatuado en el pecho de casi todas las estatuas de Buda, incluida la de la isla de Lantau en Hong Kong, una de las mayores del mundo.
El Wan es signo que auspicia la fortuna y la buena suerte en la cultura china. El nombre que ha llegado hasta nosotros, Esvástica, también proviene del sánscrito y tiene el sentido de «ser afortunado».
—Eso es precisamente lo que vamos a necesitar. Una buena dosis de fortuna —dijo Elmore para romper el estado un tanto melodramático en el que había caído la reunión—. Yo estoy más despistado que un pulpo en un garaje. Necesito más café. ¿Alguien más quiere?
—Yo —contestó Gina—. Creo que hay suficiente para los dos en la jarra. Tiene que haberse mantenido caliente porque he dejado la base conectada.
Carl levantó el brazo.
—¿Tú también quieres café? —le preguntó Gina—. En ese caso voy a tener que hacer más.
—No, no quiero más café. Yo sólo quería aportar que una vez leí que los cuatro brazos de la Esvástica representaban a las cuatro estaciones y a la sucesión ininterrumpida de estas en un «ciclo sinfín». No creo que tenga mucho valor pero queda dicho.
—Gracias Carl —dijo Hastings—. Ese debe ser el camino. La participación de todos es vital. No es preciso conocer el tema en profundidad. Cualquier reflexión tanto directa como indirecta al mismo puede resultar capital para que descubramos algo más.
Elmore se sentó de nuevo. Hastings reemprendió la charla.
—Imagino que los tres signos que faltan por explicar son muy conocidos. Continuaré no obstante, por el que está representado a continuación del pez, por el Yin-Yang, el signo que representa al taoísmo. El Yin-Yang representa la unión de los opuestos y la fusión de la dualidad en Dios. La doctrina de Lao Tse defiende que todo en la creación es interdependiente y que todas las cosas giran en un cambio perpetuo. El nacimiento, el crecimiento, el envejecimiento y la muerte son parte inevitable de ese ciclo cósmico. Sólo Tao permanece inmutable.
—El Yin-Yang es un símbolo que indica dinamismo —comenzó diciendo Diana—. Representa también la interacción entre los dos polos energéticos opuestos. Los pequeños círculos que hay dentro de cada media sección que tienen el color opuesto a la mitad que los contiene, indican la semilla del opuesto en la que se convertirá cada mitad en otro repetitivo «ciclo sinfín».
Elmore estaba encantado con la reciente intervención de su compañera. Su cambio de comportamiento en la reunión había sido total. Había pasado de la discusión tonta con Gina a aportar una visión que por lo menos, ofrecía por primera vez un punto de unión entre dos de los signos ya comentados.
—Seguro que ya os habréis dado cuenta pero quiero recalcar por si no ha sido así, que el «ciclo sinfín» ha aparecido en los dos últimos signos, en la Esvástica y en el Yin-Yang —dijo Elmore muy ufano de sí mismo.
—Gracias Glenn.
—Espera un momento —interrumpió Carl—. Como científico me gustaría añadir que de la doctrina taoísta emanan tanto los conceptos de la alquimia como los tántricos. Son muchos los tratados en la tradición esotérica taoísta que describen procesos para obtener la piedra filosofal y el elixir de inmortalidad. Puedes continuar Patrick. Me ha parecido importante el resaltarlo ya que la inmortalidad es otra manera de describir una vida sin fin.
—Ha sido un comentario interesante y enriquecedor —dijo Gina sorbiendo el poco café que le quedaba en el vaso—. Muy interesante —repitió.
—Ahora le toca el turno al Hexagrama, también conocido por la Estrella de David o por el Sello de Salomón. Representa al judaísmo y es uno de los signos con más significados e interpretaciones que conozco y estoy seguro de que alguno de vosotros aportaréis alguno nuevo que yo desconozco.
»El Hexagrama está formado en realidad por dos triángulos equiláteros que se entrelazan. Estos dos triángulos son la base de todas las interpretaciones y leyendas. La más antigua, la que procede de la «Cábala» o magia judía, lo describe como un símbolo eficaz para ahuyentar a demonios y espíritus malignos. Otras lo interpretan como el pilar fundacional sionista con sus dos tríadas estrechamente relacionadas entre sí. Algunos han llegado a ver la interrelación de los dos reinos pretendidos por el hombre, el terrenal y el celestial —terminó diciendo Patrick.
—Yo voy a aportar la interpretación que de este signo hacen los antropólogos —dijo Gina—. El triángulo que señala hacia abajo es considerado como la representación de la sexualidad femenina y el que mira hacia arriba de la masculina. La unión de ambos simboliza la unión y la estabilidad.
—Yo voy a continuar haciendo uso de la vena científica de la alquimia —dijo Carl—. Los dos triángulos representan al agua y al fuego significando la conciliación de los opuestos. Aunque si he de ser sincero esta interpretación también llevó al Hexagrama a ser considerado como un simbolismo mucho más vulgar. Concretamente y muy ocasionalmente se le utilizó como signo que identificaba a las tiendas de licores.
Las risas se generalizaron. Carl había estado genial. Un poco de humor no sobraba.
—El agua de fuego —exclamó Glenn—. No había pensado en ello. Es la definición perfecta del bourbon. Por cierto, ¿no habrá por casualidad, entre las numerosas comodidades de esta cueva, otra botella escondida por algún rincón? La que he traído yo, ya ha pasado a mejor vida.
—Lo siento Glenn. No has tenido suerte —le contestó Gina mientras observaba sorprendida como Patrick se dirigía muy decidido hacia el fondo de la cueva. Allí colocó la mano en una grieta y la sacó con un recipiente extraño. Se dirigió hacia Glenn ante la mirada expectante de todos.
—Prueba esto —le dijo cuando estuvo a su altura.
—¿Qué es?
—Agua de fuego —le contestó Hastings con una sonrisa.
Glenn se sirvió un poco en el vaso que antes había contenido bourbon. Sorbió con mucho cuidado.
Paladeó con entera convicción y finalmente exclamó.
—Excelente. ¿De dónde has sacado esto?
—Secreto profesional —respondió quitándole el recipiente de las manos—. Con eso tienes suficiente. Me temo que vas a tener que conducir tú a la vuelta —dijo mirando a Diana.
—En ese caso no lo voy a probar —respondió ella.
—Mejor que no —afirmó Hastings.
—¿Tienes más secretos en esta cueva? —preguntó Glenn.
—Sigamos —contestó Patrick una vez que hubo dejado de nuevo a buen recaudo el licor que él mismo había fabricado según una receta ancestral maya—. Ahora es el turno del sexto signo. El Hilal que se representa por una Luna Creciente con una estrella de cinco puntas y que identifica de manera inequívoca al islamismo. Varias son también las interpretaciones del origen de la palabra «Islam» que van desde el significado de «paz» al de «sometimiento». Lo verdaderamente cierto es que el islamismo, es una creencia que ha sabido englobar los movimientos de carácter político e ideológico, con los religiosos.
La astronomía en general y principalmente la luna son los ejes centrales que ordenan la vida de los seguidores del «Corán». Las conjunciones de los planetas Urano y Neptuno en los primeros grados de Virgo, son considerados como anuncios de hitos o de importantes cambios ya que reproducen de nuevo la misma posición que tenían estos planetas, cuando nació Mahoma.
—Todavía nos falta el séptimo signo —dijo Gina—. Esas cuatro «w» seguidas.
—Si fueran sólo tres, estaría muy claro —dijo Diana en una clara referencia a la red de Internet.
—No te lo creas, Diana. El significado de world wide web quizás sería muy fácil de adivinar, pero también es justo reconocer que nos iba a resultar muy difícil de interpretar. No sabemos hacia dónde se nos quiere dirigir y la red tiene una amplitud y una profundidad sin límites —apuntó Carl de forma convincente.
—Entonces abandonemos las «w» y busquemos por el otro lado, por la cifra del «4». ¿Quién puede aportar algo acerca del significado del número cuatro? —preguntó Gina.
Carl Northon tomó la palabra.
—El «4» es el signo de la potencia por excelencia. También se le asocia con lo material y lo terrenal. Sólo cabe recordar a los cuatro puntos cardinales, a las cuatro fases de la luna, a los cuatro elementos considerados esenciales que son el fuego, la tierra, el aire y el agua. Y creo que os podría poner muchos más ejemplos.
—Matemáticamente hablando, se le considera como el retorno a la unidad fundamental —comenzó a decir Hastings, pero al ver la cara de sorpresa de todos sus compañeros, se detuvo y recomenzó de nuevo—. Me explicaré, si sumamos el «1» más el «2» más el «3» obtenemos el «6» que es un número que tiene sus propios defensores y también unos detractores acérrimos. En cambio si también le sumamos el «4» el nuevo resultado obtenido es el «10» y si sumamos sus dos cifras, «1» más «0», volvemos a obtener el «1». Lo que equivale a decir, que hemos regresado de nuevo a la unidad fundamental.
—¡Qué difícil es todo esto para mí! —exteriorizó Elmore con un movimiento de cabeza.
—Me he quedado con un comentario que has realizado muy de pasada y sin profundizar mucho en él, Patrick —dijo Gina, mientras se levantaba de su asiento y se dirigía a preparar un poco más de café—. Has dicho que el «6» tiene sus detractores y eso ya lo sabemos todos con el famoso tema ese de la imperfección por no llegar a siete. Sin embargo, recuerdo que también has dicho que tiene sus propios defensores. ¿Podrías ampliar más ese comentario?
—Pitágoras lo consideraba el número perfecto. Él basaba su afirmación en que el «6» es el único número en el que la suma de los números que lo forman es igual a su producto. Quiero decir que «1» más «2» más «3» da el mismo resultado que «1» por «2» por «3». En ambos casos el número obtenido es «6».
—Eso no nos aclara mucho —dijo Carl—. Creo que esta reunión ha llegado a su techo. No vamos a sacar mucho más en claro aquí todos juntos. Yo propondría que cada uno de nosotros por separado, pensara sobre todo lo que se ha dicho aquí esta noche. Podríamos reunirnos de nuevo cuando Patrick haya regresado para volver a compartir nuestras impresiones, nuestras sensaciones y todo lo que se nos haya podido ocurrir en estos días.
—Estoy de acuerdo con Carl —dijo Elmore que tenía un baile en la cabeza que no sabía si se debía a los números o al licor que se había tomado.
—Si todos estamos de acuerdo con Carl y con Glenn, damos por finalizada la reunión. Ahora debemos regresar por parejas igual que hemos venido. No sé si estaré fuera unos cinco o más días. Llamaré a Glenn cuando regrese. La sugerencia de Carl es muy buena. Pensad en ello. Me atrevo a aconsejaros que toméis nota por escrito de todos los pensamientos que encontréis interesantes para discutirlo a mi vuelta. Si me necesitáis, contactad con Glenn. Él sabe cómo localizarme.