Capítulo 7
La reunión que mantuvieron los tres miembros del equipo federal con Northon resultó ser de lo más especial y peculiar. Hastings les sorprendió a todos al entregarles una hoja manuscrita a cada uno de ellos guardándose otra para sí mismo. No se trataba de un original y tres fotocopias. Eran cuatro originales. La nota, que contenía exactamente lo mismo en los cuatro ejemplares decía lo siguiente.
Leed con atención y sobre todo no pronunciéis palabra alguna. El enemigo al que nos enfrentamos tiene ojos y oídos en todas partes. Colocaros de espaldas a una pared. No es aconsejable tener nunca ningún mueble a nuestras espaldas. Por eso esta habitación no tiene ninguno. La única luz es la del techo. Serviros de ella pero evitad la iluminación directa de esa luz sobre el papel que estáis leyendo. Sin pronunciar palabra nos vamos a trasladar a otra habitación con luz natural que sólo tiene una pequeña mesa redonda y cuatro sillas metálicas. Alrededor de esa mesa nos sentaremos y escribiremos todo lo que nos tengamos que decir. Procurad ser concisos. Dejaros de retórica y vayamos directos al meollo de la cuestión. Hemos de lograr establecer una comunicación rápida y fluida entre nosotros. Cada papel que escribamos será destruido y sus trozos reducidos a cenizas. No podemos usar ningún ordenador porque siempre existe una forma de recuperar lo que ha formado parte de la «RAM» o de la «ROM» del mismo. El ordenador no sería un método cien por cien seguro, ni aun quemándolo al finalizar esta sesión. Ya sabéis que ahora los discos duros se fabrican con mucha resistencia a la acción del fuego. Cuando hayáis leído esto y estéis dispuestos a aceptar mis condiciones, levantad el dedo pulgar de la mano derecha hacia arriba. Eso significará que a partir de ese momento, todos vais a estar totalmente de acuerdo en aceptar que yo voy a dirigir extraoficialmente la investigación. Pero nadie debe enterarse de ello. Estoy a la espera de vuestra señal’
Diana pasó de la excitación inicial al rechazo escéptico de la antepenúltima frase. ¿Cómo y por qué se atrevía Hastings a pasar por encima de Glenn? Esperaba y deseaba que Elmore no cediera ante ese burdo chantaje que suponía la combinación de falsos silencios con enemigos invisibles.
Sin embargo, cuando ella levantó la vista se quedó petrificada al observar que tanto Northon como Elmore tenían y mantenían el pulgar levantado en señal de aceptación. Se dio cuenta de que los tres la miraban a ella y también levantó de una forma instintiva y refleja su dedo pulgar hacia arriba. No supo explicarse si debía atribuir su gesto a una aceptación expresa, a una claudicación temporal o a una rendición total y sin paliativos. Lo cierto es que cuando ella hizo la señal, Hastings también levantó su dedo y les recogió las notas para destruirlas y quemarlas. Después de eso cruzó el dedo índice de su mano izquierda sobre los labios de su boca y con la mano derecha les indicó la dirección hacia donde debían dirigirse.
Cuando se reinició la reunión, Hastings fue bombardeado a preguntas. Él, sin embargo, mantuvo la compostura y siguió pidiendo calma. Les indicó en una especie de sinopsis que dibujó rápidamente que tenía tres temas por tratar. Escribió los nombres de sus tres compañeros de mesa y luego los rodeó con un círculo. A continuación trazó una flecha y relacionó globalmente los tres temas con los tres nombres y volvió a pedir paciencia con las manos. Los tres interlocutores aceptaron de nuevo. Entonces Hastings, subrayó el primero de los temas y le puso nombre y título en letras mayúsculas. «NUESTROS ENEMIGOS». Acto seguido y sin entrar en la profundidad que había empleado con Elmore, centró la definición de los mismos en una sola frase que escribió con parsimonia.
Ellos poseen cualidades y facultades que les hacen muy poderosos’.
—¿Son peligrosos? —escribió Diana en el papel.
—Lo pueden ser si ellos quieren. O también, si es que creen que deben serlo. Sólo tenéis que ver lo sucedido con Dorothy Shealton.
—¿Son ellos también los responsables de la desaparición de mis colegas? —apuntó Carl en una esquina del papel.
—Sin duda son los responsables de cuatro desapariciones y de un asesinato.—volvió a contestar Hastings por escrito.
Los ojos de Carl Northon hicieron que no fuera necesaria que este escribiera la pregunta. Patrick Hastings tampoco se explayó en su respuesta.
—Cuando descubrimos el cuerpo de Ben Carraguer, decidimos no hacer público su hallazgo. Habían pasado dos días desde su desaparición y fue encontrado muy lejos del campamento base.
—Esos enemigos, ¿son humanos? —escribió Diana.
—No —contestó Hastings con la cabeza.
—¿Qué es lo que son entonces? ¿De dónde proceden? ¿Cómo es que tú lo sabes? —siguió Diana.
—Son una especie diferente con un sistema vital distinto del nuestro. Hace mucho que están entre nosotros. ¡Qué importa ya de dónde proceden!
—¿Cómo es que tú lo sabes todo de ellos?
—Lo sé.
—¡No serás uno de ellos!
Hastings volvió a pedir un poco de tranquilidad una vez más a todos y comenzó a escribir de nuevo.
—Amigos, tenemos que ser muy precavidos. Esos seres pueden abducir cuerpos para hacerlos suyos y poder vivir dentro de ellos. Diana, ¿en quién descubriste los síntomas que te expliqué?
—En Amos Williamson —escribió Diana para seguir haciendo uso del turno de la palabra escrita y preguntar—. ¿Esos seres pueden entrar y salir de cualquier cuerpo a su completo antojo?
—Antes no podían hacerlo pero ahora me temo que sí pueden. Aunque espero que continúen existiendo algunos condicionantes para ello.
—¿Cómo cuáles? —escribió Elmore que hasta aquel momento había permanecido muy callado y también muy atento a las reacciones de su compañera.
—La melanina, por ejemplo. Ellos necesitan cuerpos con una calidad y una concentración especial de esa sustancia. La melanina nos protege a nosotros de los rayos ultraviolados y ellos en cambio los necesitan para su particular simbiosis. Eso significa que la raza negra es poco propicia para sus intereses porque la calidad y la cantidad de melanina de su piel son muy altas. Casi lo mismo sucede con la raza hispana, sobre todo cuanto más aborigen es. Como veis, lo primero descarta a Glenn y lo segundo a Diana. El caso de Carl es distinto. A él le necesitan tal como es. No pueden ni pensar en abducir su cuerpo porque eso resetearía su mente y se perderían tanto sus conocimientos como todos sus recuerdos. Si lo hicieran perderían el único eslabón que les queda para localizar a Gina Hartford. No intentarán nada contra Carl mientras ella siga viva.
—Entonces, ¿puedo considerarme seguro? —escribió Carl totalmente convencido por la explicación de Hastings.
—No eches todavía las campanas al vuelo. Espera a que termine la exposición del tercero de los temas.
La cara de Carl mostró de nuevo una mueca de preocupación pero se mantuvo en silencio mientras Hastings subrayaba el segundo de los temas y escribía también en mayúsculas. «GRAFISMO DE LA CASA DE WOODBURN», para sacar acto seguido una magnifica reproducción a todo color de dicho dibujo.
—¿Qué es eso? —escribió Carl Northon.
—Ahora no puedo explicaros paso por paso todo su significado. Por el momento quiero que sepáis que el medallón central identifica a una constelación llamada Ofiuco. Supongo que nunca antes habréis oído hablar de ella. Da lo mismo, ahora no importa. Siguiendo con el dibujo del centro hacia el exterior, nos encontramos con el primero de los anillos circulares.
Hastings paró un momento de escribir y señaló los dos signos que ese anillo contenía con el dedo índice de su mano izquierda.
—El primero de ellos —siguió escribiendo Hastings—, es la representación de un busto femenino que identifica a la reina egipcia, Nefertiti. El segundo, como podéis apreciar, es un círculo del que emanan rayos que van a parar a unas manos abiertas. Este signo representa a Aton, el dios sol de los egipcios.
Las caras de los tres presentes denotaban una tensión especial. Hastings se felicitó por ello.
—Los otros tres anillos circulares y los signos que contienen, también tienen su significado definido pero por ahora no estoy del todo seguro de lo que quieren significar. Por eso no voy a hablar de ellos —escribió Hastings faltando intencionadamente a la verdad.
—¿Nefertiti? —apuntó Carl, trazando varios círculos alrededor del nombre que había escrito—. Eso significa que estás hablando de algo que sucedió más de mil años antes del nacimiento de Cristo, ¿no es así?
—OK —respondió Hastings levantando el pulgar de su mano derecha.
—¿Estamos nosotros involucrados en algo que ya dura más de tres mil años? —volvió a insistir Northon.
—Efectivamente —confirmó Hastings.
—¿Cómo pretendes que nos creamos todo esto? —escribió Diana, acompañando sus palabras con una clara gesticulación de rechazo a lo que se estaba debatiendo.
Hastings esperó a que todo se calmara. Cuando lo hubo logrado y con mucha seriedad en su rostro, escribió.
—Antes habéis aceptado las reglas de este juego. Ahora no tenéis ya otro remedio que creer todo lo que os diga. No perdamos más tiempo y pasemos al tercer tema.
Sin embargo, antes de que Hastings pudiera empezar con el tercero y último de los temas, Glenn Elmore extendió sus dos manos sobre la mesa recabando toda la atención. Cuando estuvo seguro de haberla obtenido, escribió.
—No voy a permitir ninguna alusión más a Hastings. Vamos a leer lo que tenga que decirnos. Yo confío plenamente en él.
Diana acusó el golpe e hizo un ademán de separarse de la mesa pero se abstuvo de hacerlo al ver la mirada que Elmore le dirigía a ella directamente.
—Sigue Patrick —escribió Glenn Elmore.
Hastings subrayó el último de los temas y a continuación cogió un papel que estaba totalmente en blanco y sobre él escribió dos palabras. «GINA HARTFORD».
Las miradas de todos se cruzaron y Hastings continuó.
—No quiero saber dónde está la doctora, pero sin embargo, quiero que mañana salga una noticia anunciando su muerte. Sacad un cadáver de donde os plazca con la cara desfigurada. Nadie la conoce pero nadie tiene que poder reconocerla. Vended un asesinato sádico y cruel. Cuando ella lea la noticia lo comprenderá y continuará escondida. Hemos de ganar tiempo y conocer la reacción de nuestros enemigos ante la noticia. Hemos de procurar crearles algunas dudas y si es posible algo de desconcierto. Mientras tengan dudas, Carl estará seguro. Cuando descubran nuestro engaño, irán a por él. No lo abducirán pero intentarán decididamente sacarle la información que necesitan sobre el paradero de Gina Hartford. Ella, aún no sé muy bien por qué, es quien más les preocupa.
—¿Puedo preguntar algo más sobre los dos signos de ese primer anillo circular? —escribió Diana.
—Tú pregunta, yo si puedo te responderé.
—¿Qué hecho relaciona a esos dos signos? ¿Qué tienen que ver entre sí?
—Nefertiti fue la auténtica sacerdotisa de Aton. Ella reinó en Egipto cuando se casó con Amenofis IV. Este faraón cambió su nombre por el de Akhenaton y mandó construir una nueva ciudad para sustituir a Tebas como capital del reino. Nefertiti y Akhenaton intentaron muchos cambios en la sociedad egipcia. El primero y más importante fue sustituir el politeísmo por el culto a un solo dios, a Aton, el rey sol. Eso trajo consigo muchas tensiones en las áreas de poder cercanas al faraón. Los sacerdotes amonistas perdieron poder y también lo perdieron los mandos del ejército. Pero sobre todo, lo que más les perjudicó fue que el visir vio disminuidos sus privilegios. Akhenaton y Nefertiti habían tenido seis hijas pero ningún varón. Eso hizo que el faraón tuviese un hijo con una esclava elegida por Nefertiti. La sirvienta elegida fue Kiya que casualmente murió poco después del parto. Los hechos a partir de entonces, se produjeron en cascada comenzando por la muerte del faraón en extrañas circunstancias. El hijastro de Nefertiti, Tutankaton, accedió al trono siendo un niño y su madre actúo de regente. Era la primera vez que una mujer ostentaba las funciones y atribuciones de un faraón. La historia y la tradición conservadora de los egipcios intentaron enmascarar este hecho y esta época figura como regentada por el nombre de Semenejkara. Fuera como fuere, ese periodo concedió tiempo al visir Ay y al comandante del ejército Horemheb a tramar un plan para devolver a Egipto a sus tradiciones más ancestrales, entre ellas el politeísmo. Tutankaton, el hijastro de Nefertiti, se casó con una de sus hermanastras. En el cuarto año de su reinado restituyó el culto a los dioses tradicionales, devolvió la capitalidad a Tebas y cambió su nombre por el de Tutankamon. Nefertiti fue deportada y encerrada en el palacio de la nueva ciudad construida por su esposo hasta el día de su muerte. Si estáis interesados en conocer algo más de todo esto, revisad y releed la historia que de ellos ha llegado a nuestros días. He de reconocer que es bastante fiel en casi todo.
—¿En casi todo? ¿Qué más sabes tú?
—Tenemos que dejarlo aquí, amigos. Ya conocéis lo que os he pedido con respecto al tercer tema. Gina Hartford tiene que ser portada en todos los medios de comunicación. La noticia debe ser esparcida a los cuatro vientos.
—De acuerdo —confirmó Glenn Elmore.
—Quiero que mañana cada uno ejerza de lo que es. Elmore de policía, Diana de forense que certifica una muerte atroz con claros signos de ensañamiento. Y por último Carl. A ti te toca el papel de compañero desconsolado que además reconocerá que entre ellos había algo más que una simple relación profesional —ordenó finalmente Patrick Hastings.
—Por suerte no tengo ni esposa ni novia —admitió Carl en la última hoja en blanco que quedaba.
Luego se levantó y ayudó a Hastings a destruir y quemar todos los papeles que habían utilizado.