Esta libertad sólo nos conceden
los dioses: someternos
por nuestra voluntad a su dominio.
Más vale obrar así,
pues sólo en la ilusión de libertad
la libertad existe.
Los dioses de otro modo, sobre quien
pesa el eterno hado,
nos usan para su calmo y poseído
convencimiento antiguo
de que su vida es libre y es divina.
Imitando a los dioses,
poco libres, como ellos en su Olimpo,
como aquel que en la arena
alza castillos por llenar los ojos,
alcemos nuestra vida
y los dioses sabrán agradecernos
el ser tan como ellos.