Maestro, son plácidas
todas las horas
que malgastamos,
si al malgastarlas,
cual en un jarro,
ponemos flores.
Que no hay tristezas
ni hay alegrías
en nuestra vida.
Así, sepamos,
sabios incautos,
vivirla no,
sino pasarla
tranquilos, plácidos
siendo los niños
nuestros maestros;
Naturaleza llene los ojos…
Al pie del río,
junto al camino,
según el caso,
siempre en el mismo
descanso leve
de estar viviendo.
El tiempo pasa,
nada nos dice.
Envejecemos.
Sepamos, con
malicia casi,
sentimos ir.
De nada vale
hacer un gesto.
No se resiste
al dios atroz
dios que sus hijos
siempre devora.
Cojamos flores.
Mojemos leves
nuestras dos manos
en calmos ríos
para aprender
también la calma.
Frente al sol, siempre,
cual girasoles,
no de la vida
sintamos, yéndonos,
remordimientos
de haber vivido.