Santiago de Chile

50

El pastor Hernán Mardones, rector del Seminario Teológico Bautista de Santiago de Chile, abandonó la oficina de la rectoría de su escuela y avanzó tres o cuatro pasos por el corredor que daba a las escaleras principales del establecimiento educacional y religioso. Volteó hacia atrás y por un segundo tuvo la idea de regresar y escuchar qué era eso tan privado que se estaba conversando en lo que se suponía era su despacho, mal que mal se entendía que no debía de haber secretos entre los hombres de Dios, más aún cuando no solo compartían credo, sino también funciones evangelizadoras para los Gedeones Internacionales. Eran todos parte de un fin y una misión, pero Mardones no había llegado y mantenido su puesto como educador cuestionador. Todo lo contrario, la rectoría del Seminario la consiguió siendo dócil y teniendo muy claro que él no estaba en la misma línea que otros hermanos suyos, como ocurría ahora con Kincaid, Chapeltown y el doctor Sagredo.

La Biblia decía que todos los hombres, en cuanto siervos de Cristo, eran iguales, pero la Biblia estaba llena de verdades a medias. El educador entendía que Sagredo, a pesar de no ser pastor y carecer de estudios formales de teología, en el organigrama eclesiástico pesaba mucho más que él. De hecho pesaba más que todos los ministros evangélicos misioneros y pentecostales de Chile. El doctor era un conocido cirujano, socio fundador de una de las clínicas más exclusivas del barrio alto de Santiago de Chile y participante de suficientes directorios empresariales como para apuntarlo, desde una perspectiva económica y de influencia, como un hombre poderoso. Y esa era la diferencia. Sagredo dominaba el arte de mover hilos y gestionar contactos, y así se las había arreglado para conseguir que en los últimos diez años prácticamente toda la comunidad evangélica chilena dependiera de él. Era el verdadero poder en las sombras y tanto Mardones como el resto de sus colegas pastores lo sabían, por lo mismo, entendían que respecto de sus acciones lo mejor era guardar silencio. Por lo demás, existía un segundo mandamiento implícito en el organigrama religioso: no levantar la voz contra quien firma los cheques de la obra de Dios.

El rector del Seminario Teológico Bautista avanzó por el pasillo y prefirió no seguir pensando en lo que sucedía en su oficina. No era su arena, mejor así. Ni siquiera tenía idea de quién era el individuo de acento español que acompañaba al médico y sabía que lo más sano era ni siquiera preguntar su nombre. Sabía, además, que Sagredo no se lo iba a revelar; a lo más diría «un socio» o «un amigo». Levantó la mano, llamó a uno de sus alumnos y le pidió que lo ayudara a llevar las maletas y el equipaje a la habitación de alojados en la casa pastoral.

El doctor Sagredo acababa de cumplir sesenta y seis años; los cuarenta primeros de su vida los pasó siguiendo la fe del Vaticano. Al cumplir los cuarenta y dos se convirtió al evangelismo, aceptando a Jesucristo como legítimo salvador una tarde de domingo de julio en el templo Cordillera de la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera, ubicado en avenida Las Condes, a la altura del nueve mil, justo sobre la intersección con la autopista Kennedy en el sector de Estoril. Desde entonces se había hecho a sí mismo (y a su familia: devota esposa, tres hijos: dos arquitectos y uno abogado, y una hija recién casada) un activo e influyente cristiano, además de muy adinerado. Lo suficiente como para transformarse en uno de los pocos hermanos no nacidos en Estados Unidos que había sido llamado para integrar el grupo paraeclesiástico más importante al interior de la organización, que reunía a todas las congregaciones e iglesias surgidas a partir del protestantismo estadounidense. Además de los Gedeones Internacionales, tanto Sagredo como Chapeltown y Kincaid eran integrantes del National Committee for Christian Leadership, mejor conocido como La Hermandad o La Familia.

Sagredo conocía toda la historia de La Hermandad. Además de ser un apasionado por la misión, poseía una memoria prodigiosa. Leía cuanto documento cifrado le enviaban por correo electrónico, además de las biografías y ensayos que al menos cuatro veces al año le remitían sus compañeros de fe, sus hermanos en la promesa. Las memorias del exsenador republicano y actual pastor Chapeltown eran unas de las más completas, también las de Leverance, sobre todo lo que estás últimas subrayaban respecto de los estamentos políticos y educacionales de la organización. El doctor chileno sabía que La Hermandad había sido fundada en Cedars Manor —un barroco palacio en Arlington, Virginia, que aún era su principal sede— en 1935 por el reverendo Abraham Vereide. El comité podía explicarse como una logia que funcionaba al interior y por sobre la estructura eclesiástica de las iglesias evangélicas norteamericanas, reuniendo a sus fieles más influyentes y con mayor peso tanto social, como político y económico. Oficialmente, su propósito era formar cristianamente a profesionales y futuros tomadores de decisiones a través de la educación, por lo que fomentaban cursos bíblicos y reuniones de oración en escuelas y universidades tanto públicas como privadas. A través de los años se habían mostrado como un grupo abierto que daba cabida a debates de todo tipo, por lo cual supieron con inteligencia mantenerse fuera de asuntos triviales como la oposición al matrimonio homosexual, criticando de manera abierta el conservadurismo de las iglesias del dogma pentecostal del evangelismo. Distinto había sido con el tema del creacionismo, dogma básico en su posición tanto ética como educacional y teológica. No solo lograron imponerlo en la educación primaria estadounidense, gracias a una efectiva campaña de manipulación moral y monetaria al interior del Congreso, sino también hicieron que fuera tema en los medios de comunicación, primer eslabón para exportar su estudio fuera de los Estados Unidos, especialmente a países del Tercer Mundo que mantuvieran tratados de libre comercio con el gobierno de Washington. «Dólares por ciencia bíblica», ha sido su lema de acción.

Por supuesto en la esfera privada, el origen y la existencia de La Hermandad se sostenía en otro propósito: ser la respuesta cristiana a las logias masónicas surgidas al interior de Yale y Harvard, y contrarrestar la cada vez más fuerte entrada de la iglesia católica en los Estados Unidos a partir de la década de 1930, para de esta manera garantizar que todas las esferas de poder dentro del organigrama político, judicial y social de Washington D. C. quedaran bajo el amparo de la religión evangélica, garantizando que el origen de los Estados Unidos como nación consagrada a la sangre de Jesucristo se mantuviera pura a pesar de las arremetidas del ateísmo secular, el judaísmo y, sobre todo, del Vaticano, a quienes consideraban la enfermedad del Viejo Mundo y básicamente la extensión decadente del Imperio Romano hasta nuestros días, la gran ramera de la cual hablaba el Apocalipsis.

Cada vez que un hermano era llamado a integrar las filas de La Hermandad, era iniciado en un ritual cerrado basado en el episodio del Antiguo Testamento en el que Abraham era convocado por Dios a sacrificar a su hijo Isaac. Si el sacrificio era simbólico o real eso es parte de alguno de los mitos que siempre han circulado alrededor de esta agrupación. Aunque su funcionamiento es secreto, se sabe que anualmente sus doce miembros más importantes, conocidos como «los doce apóstoles», acuden a un evento público llamado Desayuno Nacional de la Oración que se celebra en Washington D. C. y en el cual han participado todos los presidentes estadounidenses desde Dwight D. Eisenhower en 1953 hasta el actual mandatario, con la excepción de John F. Kennedy que se excusó por ser católico.

En 2002, el periodista y escritor Jeff Sharlet se infiltró al interior de La Hermandad para hacer públicos sus secretos. Su investigación, difundida por televisión a través de NBC, comparó el actuar y funcionamiento del grupo con el de Hitler, Lenin y Mao. Sharlet sostuvo que la cabeza de esta cofradía estaba formada por un triunvirato que justificaba su actuar en gobernar de la misma manera como la tríada Hitler, Himmler y Goebbels hicieron en el III Reich, es decir, coordinando como un solo poder central las esferas políticas, sociales y religiosas a través de un todo que apuntaba a la manipulación efectiva del lado espiritual tanto de los miembros activos de La Hermandad como del pueblo de los Estados Unidos. El trabajo de Sharlet hacía referencia a textos en los que los mensajes y enseñanzas de Jesús eran redactados a la manera de un manual de instrucciones, que recordaba mucho los textos de formación que se le entregaron a la Guardia Roja durante la Revolución China en 1949. El periodista y escritor no tuvo reparos en comparar el funcionamiento interno de La Hermandad con regímenes autoritarios basados en el carisma de sus líderes, como la era de Stalin en la Unión Soviética, Fidel Castro en Cuba o los Ayatolah en Irán, espejos bastante fuertes, pero que se justificaban en la andanada de datos con los que Sharlet compuso su trabajo. Finalmente, aunque el reportaje fue emitido por NBC, días después, el directorio de la cadena estadounidense debió pedir disculpas por calumnias e inexactitudes que entre otras cosas le costaron el puesto a Sharlet, quien sin embargo supo continuar su carrera en el periodismo de investigación en medios como Harper’s Bazar y Rolling Stone, además de publicar libros de no ficción relacionados con la política interna de los Estados Unidos, el más famoso de todos es precisamente The Family: The Secret Fundamentalism at the Heart of American Power, publicado por HarperCollins en 2008, en el que extiende lo desarrollado para NBC, concluyendo que aparte de las políticas de control teológico del gobierno de Washington, en los últimos años La Hermandad se ha volcado hacia un fin aún mayor, lo que él define como una guerra santa por hacer que el evangelismo estadounidense tome autoridad sobre toda religión cristiana, lo que comienza y termina por desprestigiar y acabar con el Vaticano, destruyendo sus dogmas más preciados como la comunión por los santos, la figura del Papa y, sobre todo, la devoción por la Virgen María, que ellos definen como el mayor fraude de toda la historia cristiana y la prueba definitiva de la idolatría de Roma. Por supuesto ni el Vaticano ni la directiva de La Hermandad respondieron a las acusaciones del periodista y escritor. No era necesario, las sombras que les han servido por más de setenta años para proteger sus acciones seguían allí y eran más útiles que largos juicios que solo darían más atención a un libro que en rigor no iba a leer nadie.

En el despacho principal de la rectoría del Seminario de la Iglesia Bautista de Santiago de Chile, el doctor Agustín Sagredo, diácono mayor del templo Cordillera de la Alianza Cristiana y Misionera, y miembro de Gedeones Internacionales y de La Hermandad, miró a sus tres interlocutores y les dijo:

—Entonces —hizo un alto y respiró corto—, ¿les parece que comencemos con nuestros temas? El Hermano Anciano ha insistido en que debemos optimizar nuestro tiempo y hay mucho que pensar antes de actuar. Me gustaría iniciar la conversación con lo de José Miguel Carrera.

El reverendo y excongresista Andrew Chapeltown de Austin, Texas, asintió.

Logia
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
datos.xhtml
importante.xhtml
epigrafes.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml