47

Lo primero que hice al escuchar el ruido del motor de los autos que se estacionaron fuera de la Inmaculada Concepción de Tigre fue esconder el tubo de pasta dental dentro de un bolsillo interno de mi chaqueta; luego volví a asomarme al jardín interior de la iglesia y aguardé. En los dos minutos siguientes vi que tanto el Padre Barón como las monjas corrían hacia la puerta principal del templo y escuché cómo voces en español e inglés se mezclaban a distintos volúmenes, junto con pasos rápidos que resonaban por los corredores del templo, uno de ellos con el ritmo reconocible y sordo de tacos muy altos y afilados. Entonces levanté la cabeza y sonreí al descubrir, de pie y mirándome en la puerta de vidrio que comunicaba la nave de la iglesia con el patio interior, al Padre Barón junto a la agente del FBI, Ginebra Leverance. El cura estaba nervioso, ella, imposible de leer, con la mirada oculta bajo un par de enormes lentes oscuros con marco de aviador de la Fuerza Naval de los Estados Unidos, los labios pintados de un rojo furioso, el porte y el traje perfecto, el tic molesto en el lado derecho del rostro. Y la impresión fue la misma de la primera vez que la vi: una mezcla entre ganas de llevármela a la cama y pegarle un tiro entre los ojos de tener un arma a mano. Recordé que Princess había robado una semiautomática en el avión que nos había traído desde España, recordé también que, en rigor, no vi que la robara, solo era su versión de los hechos.

—Señor Miele —saludó en inglés, la agente federal. A su espalda surgió una oficial de la policía argentina de unos veinte años, muy bonita, con esa mirada almendrada y azul propia de la belleza argentina de origen judío, porque con esa nariz y ese color de ojos, por lugar común que se lea, la muchacha de seguro pertenecía a la colonia. Lo sé, las reconozco bien.

—Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma —respondí.

—Si Mahoma quiere que la montaña vaya a Mahoma, se conecta desde una línea a internet no encriptada y sin protección —me contestó Ginebra.

—Elías, esta señora… —interrumpió el cura.

—Descuide, Padre Barón, nos conocemos, voy con ella —miré a Ginebra y cambié al inglés—, porque supongo que he de regresar con usted a Buenos Aires.

—Por favor —contestó la mujer del FBI.

Me levanté, me acomodé la chaqueta y fui tras ella. La policía que la acompañaba se ubicó a mi espalda.

—La asistente Cohen —presentó Ginebra—; no trate de pasarse de listo, señor Miele. Ella es joven, pero muy despierta.

—Lo imagino. —La miré saludándola con la mirada. La joven ni siquiera se dio por aludida—. ¿No me va a esposar?

—¿Por qué habría de hacerlo, señor Miele? Hasta ahora usted no ha hecho nada.

—Salvo no obedecerle y moverme como un proscrito por España y Argentina.

—¿Prefiere esposas?

—Es lo más obvio, ¿no? Si la idea es disimular una agenda secreta.

—No hay agenda secreta, Miele, tampoco esposas. Solo acompáñenos y no haga tonterías.

Me despedí del Padre Barón y le di las gracias por acogerme en su hogar. Me preguntó en voz baja si era necesario llamar a Andrés y le dije al oído que lo hiciera, para tenerlo al tanto, que le indicara además que apenas pudiera lo iba a llamar.

Tanto Ginebra como la ayudante Cohen también se despidieron del sacerdote. En el pasillo las monjas miraron asustadas, como pensando que habían compartido la noche con un terrorista o algo peor, con ese miedo inexplicable y casi infantil que asalta a la gente cuando algo interrumpe y desordena la continuidad de sus cosas.

—En la esquina. —Me apuntó la policía porteña, mostrándome un Ford Focus II civil estacionado junto a un par de vehículos idénticos, pero con los colores, balizas y sirenas de la Policía Federal de Buenos Aires. Un helicóptero de la Fuerza Aérea sobrevoló El Tigre, giró a unos cincuenta metros sobre la torre de la Inmaculada Concepción y luego partió de regreso hacia el suroriente, en dirección al centro de la capital rioplatense.

Apunté al helicóptero y comenté:

—¿No será demasiado? Bueno, en realidad hace ocho días desvió un vuelo comercial por mi culpa de Newark a JFK —recordé, con el tono más sarcástico que pude.

Ginebra Leverance volvió a sonreír.

—Recursos, señor Miele, solo hacemos uso de los recursos. —Luego le indicó a Fabiola Cohen, ese era su nombre completo, que subiera delante, junto al conductor. Apenas partimos, las escoltas policiales nos flanquearon en silencio, sin necesidad de balizas ni sirenas.

—Debe ser complicado —sondeé a Ginebra, sentado a su lado en el asiento trasero del sedán.

—¿Qué es lo tan complicado, señor Miele?

—Entrar a un templo católico y rendirle respeto a un cura, tomando en cuenta lo que opina su padre de la iglesia de Roma —presioné.

—Lo que diga o haga mi padre es su negocio, yo estoy en otro.

—Eso veo, averiguar qué hay de verdad en el supuesto asesinato de Bane Barrow.

—¿Supuesto? Cuando lo conocí usted prácticamente lo confirmó.

—Pero usted me lo aclaró: no había pruebas. ¿En serio le da lo mismo entrar a una iglesia católica?

—¿Qué trata de hacer, señor Miele?

—Conversar, gastar el tiempo. El trayecto es largo de aquí a Buenos Aires. Si quiere puedo cambiar de tema.

—¿Y de qué quiere hablar?

—No lo sé, cuénteme usted. ¿Hace cuánto y cómo fue que conoció a Juliana de Pascuali y Princess Valiant? Pero dígame la verdad, no invente, estamos entre gente adulta.

Logia
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
datos.xhtml
importante.xhtml
epigrafes.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml