Capítulo XVII

A las tres semanas de la partida de los peregrinos recibí la siguiente carta de mi hermano:

«Bien, ya estamos en Roma alojados en el Hotel Élite et des Étrangers. Aquí la primavera se ha adelantado y el clima ya es bastante caluroso».

«Nuestro viaje a Ostia en el Moravia acabó sin demasiados incidentes y a mí me resultó muy placentero. Hacía años que no me emborrachaba tanto, aunque creo que un inglés con quien trabé amistad fue mucho más allá. Se cayó y se rompió una pierna. Collopy, que nunca mostró síntomas de estar mareado, también bebió mucho pero se pasaba la mayor parte del tiempo en la cama. (Gracias a Dios que nos tocaron camas decentes y no esas espantosas literas). Lograr vestirle en aquel suelo inclinado entre el Padre Fahrt, un mayordomo y yo nos llevaba por lo menos una hora. Una vez vestido, el movimiento del barco se le hacía cuesta arriba. Tenía que darle a otro mayordomo ya no propinas sino un salario completo para que le echase una mano, pero las pasarelas y los escalones eran casi insuperables. Por lo general traía gente al camarote para que charlasen y bebiesen con él. Su situación no le deprimía en lo más mínimo, y ciertamente el aire del mar le hizo bien. El Padre Fahrt nos tuvo abandonados casi por completo. A bordo se encontró con cuatro miembros de su propia Orden y se reunía con ellos durante todo el día. Venía a ver a Collopy sólo por las noches, y por alguna razón rechazaba las bebidas que se le ofrecían. Ahora se encuentra en plena forma y de muy buen humor, y se aloja en una residencia jesuita cerca de aquí. Todas las mañanas aparece en el hotel a las once en punto.

«Collopy resulta mucho más manejable y fácil de vestir en tierra firme —puede vestirse sin ayuda cuando se pone aquella ropa harapienta que suele llevar en Dublín— y por regla general pasamos todas las mañanas conversando al sol. Por supuesto, aquí es imposible conseguir whisky irlandés, por lo que Collopy se dedica a la absenta. Yo bebo tanto brandy que a veces temo un ataque al corazón. Por las tardes solemos alquilar un carricoche y salir de excursión para visitar sitios como el Coliseo o el Foro y hemos estado dos veces en la piazza de San Pedro. Por las noches me cercioro de que Collopy esté acostado y desaparezco hasta las primeras horas de la madrugada. He descubierto que la Ciudad Eterna está llena de burdeles pero me mantengo alejado de ellos. Hay algunos cabarets excelentes, y por lo que me han dicho, la mayoría de ellos son ilegales».

«Y ahora hablemos de nuestra estratagema. Sé que podemos contar con el Padre Fahrt para concebir el plan sin siquiera tener que pedírselo. Ayer por la mañana vino acompañado de monseñor Cahill, un personaje notable que además proviene de Cork. Es una especie de funcionario del Vaticano y trata personalmente con el Santo Padre. No sólo es un intérprete con excelente conocimiento de ocho idiomas (es lo que él dice) sino que también apunta taquigráficamente todos los comentarios y observaciones del Santo Padre durante el transcurso de una audiencia. Traduce oralmente las súplicas de los peregrinos pero sólo toma nota de las respuestas. Es una persona muy amigable que realmente se alegra de ver a cualquiera que venga de Irlanda, y no hace falta decirle lo que hay que hacer ante un buen vaso de vino. Le ha cogido un gran cariño a Collopy, quien, para mi sorpresa, conoce la ciudad de Cork al dedillo».

«Nos prometió hacer todo lo posible para concertar una audiencia privada pero el Padre Fahrt guarda en la manga una carta mucho más poderosa. Conoce, o al menos hizo las gestiones necesarias para conocerle, a un cierto cardenal Baldini. Este hombre es lo que llaman un prelado doméstico y trabaja todos los días en la suite papal. El Padre Fahrt es muy cauteloso y a Collopy sólo le ha dicho que el Pontífice está muy ocupado y que hay que tener paciencia. Personalmente no tengo ninguna duda de que nuestra audiencia se llevará a cabo. Tengo tanta confianza en ello que hasta ya le he comprado a Collopy el traje de etiqueta. El cardenal Baldini es franciscano y vive en el monasterio franciscano situado en la Via Merulana, en donde también se encuentra la magnífica iglesia de Santo Antonio di Padua. (Estoy mejorando mi italiano con bastante rapidez). Eso es todo por ahora. Dentro de unos días volveré a escribirte. M.»

«P.D. Vigila a Annie. Espero que se hayan acabado sus disparatadas visitas al canal».