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EL SEGUNDO AÑO DE ESRADIO, BURUAGA, PEDRO J. Y LAS TENTACIONES DE BARRIOCANAL

El lunes 19 de abril de 2010, al empezar la tertulia, Luis Herrero me dijo que tenía que hablar conmigo de un asunto a solas.

—¿Qué pasa? Hoy a las diez tengo un cuarto de hora.

—Este fin de semana me he visto con Barriocanal.

—¡No fastidies! ¿Llamada tuya o suya?

—Absolutamente suya.

—¿En plan árnica o negocios?

—Negocios.

—¿No será el negocio del árnica?

—Algo de eso hay, pero luego te cuento.

Y efectivamente, cuando terminó el Grupo Risa, nos metimos en una salita para invitados al lado del estudio, como furtivos en nuestra empresa.

—Efecto sorpresa conseguido, Luis. ¿Qué quiere Barriocanal?

—Que volvamos a la COPE.

—No puede ser.

—No sé si podrá ser o no, pero me llamó el sábado, nos vimos y me lo planteó con bastante claridad.

—¿Qué te planteó exactamente?

—Que querría que yo volviera a hacer La linterna el año que viene.

—Es normal, después de la ruina del EGM. Pero ¿también quiere que yo vuelva a La mañana? Va a matar del disgusto al padre Bru.

—Enorme pérdida. Pero tengo la impresión de que está dispuesto a afrontarla.

—O sea, que Barriocanal te llama, quedáis y te plantea lo de La linterna.

—No he ido a negociar, que conste. He ido a enterarme.

¿Y crees que va en serio? ¿O sólo quiere ganar tiempo hasta mayo?

—Creo que las dos cosas. Necesita ganar tiempo pero, sí, va en serio.

—¿Está muerto Coronel?

—Hasta donde puede saberse con los obispos, parece que sí.

—¿Y le dan a Fernando el juguete que hasta ahora le han negado?

—Date cuenta de que la COPE, ahora, es un juguete roto.

—Cierto. Es más barato regalarlo. Pero ¿qué te planteó exactamente?

—Que hiciera La linterna. Yo le dije que antes tenía que saber qué pensaba para La mañana, porque cambiar un programa y no el otro era absurdo. Y él me dijo que te iba a llamar esta misma semana para hablar.

—Vamos, como si no hubiera pasado nada.

—Me dijo que entendía que tu situación es más compleja, por estar ya en marcha esRadio, pero que, de todas formas, teníais que hablar.

—¿Y tú cómo lo ves?

—Yo no me he comprometido absolutamente a nada. Pero ya sabes mi teoría de que hablar, incluso con los malos, siempre es bueno.

—Bueno, entonces, espero la llamada.

—Hoy lunes, como mucho mañana, martes, te llama. Y me lo cuentas.

—Qué cosas. Bueno, me voy, que empieza «¿Qué me pasa, doctor?».

—Buena forma de preparar la conversación. Llámame cuando llame.

—Te llamo.

Pero Barriocanal no llamó. El lunes siguiente, me pregunta Luis:

—Oye, que dijiste que me ibas a llamar con lo de la COPE, pero no me has llamado. ¿Te has visto ya con Barriocanal?

—No, porque nunca me llamó. Ni un recado con la secretaria. Nada.

—¿Ni siquiera una llamada para decir que no podía quedar?

—Ni una palabra. Reconoce que era muy raro, incluso para la COPE.

—No, no, no. Yo hablé con él porque él me dijo que te iba a llamar. A ver si va a parecer que el que llamó fui yo. Le llamo al salir, a ver qué pasa.

Y lo que pasó es que llamó.

—¡Hombre, Federico, qué tal!

—Muy bien. Me dijo Luis que ibas a llamar, pero imagino que andas muy liado.

—No te puedes imaginar. Pero ¿cuándo quieres que quedemos?

—El lunes es mal día para mí. ¿Qué tal mañana?

—Perfecto. ¿A segunda hora de la tarde, no?

—Entre siete y ocho. Entre mandar la columna y cenar, ya sabes.

—De acuerdo. ¿Dónde quedamos?

—En el VIPS de enfrente de la COPE y así ceno algo. Pero tal vez no sea muy discreto.

—No, no, me parece muy bien. A las siete y media. Si hay algún cambio de última hora, que lo arreglen las secretarias.

—Bueno, Fernando, pues hasta mañana.

—Hasta mañana, Federico. Hasta mañana.

Una larga y sinuosa entrevista con Barriocanal

Si me había sorprendido la demora, aún me chocó más la rapidez en quedar al día siguiente, tras perder tontamente una semana. No alcanzaba a entender qué quería Barriocanal. O, para ser sincero, no me creía lo que le había dicho a Luis, aunque, por supuesto, creía lo que Luis me había dicho. Que la situación en la COPE era gravísima, ya nos lo venían contando desde dentro. Pero hacía poco tiempo que Coronel había arremetido contra esRadio, respaldando la sucia campaña de González Ferrari contra las «radios piratas» (eran sólo las que daban nuestra programación, no Onda Cero o Punto Radio) por no citar el «irríntzi» del padre Bru contra los oyentes. Pero Coronel seguía siendo el mandamás de la COPE, no Barriocanal… ¿O no? Así que, tras los saludos de rigor, le pregunté por él:

—Supongo que si estamos aquí es porque te han nombrado sucesor.

—Creo que sí. Vamos, eso me han dicho. Pero ya sabes cómo son.

—¿Pero han echado o no han echado a Coronel?

—Quieren que termine la temporada, aunque no renovará.

—Y eso, ¿cuándo sería? Bueno, si es que son capaces de concretar.

—A efectos de la próxima temporada, ya. No tiene ningún poder.

—¿Y tú qué quieres para septiembre? Porque Luis me ha dicho…

—¿Y Luis? ¿Tú sabes qué quiere Luis Herrero?

—Hombre, pues, en primer lugar, supongo que saber lo que quieres tú.

—¿Pero qué quiere él? Porque yo no lo sé.

—Bueno, creo que tampoco soy yo el más adecuado para contestar.

—¿Pero a ti qué te ha dicho?

—Que le pediste que hiciera La linterna. Que escuchó, te preguntó qué planes tenías para mí y le dijiste que íbamos a hablar. Y aquí estamos.

—Yo le dije que tienes que volver a la COPE. Pero que es aún prematuro.

—Oye, yo no he dicho que tenga prisa por volver. Ni tampoco ganas.

—Y tienes razones de sobra. Creo que eso se acabará produciendo, pero supongo que ahora hay un compromiso moral con la gente de esRadio que es muy difícil romper.

—Con siete meses de vida, más que aborto sería infanticidio.

—Lo entiendo. Lo entiendo perfectamente.

—También recordarás que en esa mesa del rincón te reiteré la oferta de unir nuestra frecuencia de Madrid a las de la COPE. Hubiéramos ahorrado tiempo y mucho dinero, al menos desde el punto de vista de la COPE.

—Recordarás también que hice todo lo posible para que os quedarais.

—Y recordarás que yo te dije que sí. Y acepté para César y para mí lo que al día siguiente rechazó Coronel. Pocas veces me he sentido tan idiota.

—Pero en lo de Coronel no tengo culpa. También yo me quedé fatal.

—Desde luego, es una pena terminar tan mal unos años tan buenos.

—Pero que muy buenos.

—Nunca una radio hizo el papel de la COPE en estos años.

—Algo de heroico tuvo también Rouco para aguantar lo que aguantó.

—Pero él tiene la recompensa apalabrada en el Paraíso. Nosotros, no.

—¡A saber! Luis está totalmente convencido de que volverás a la fe.

—Si te soy sincero, me parece más fácil que volver a la COPE. Pero si tú mismo ves prematuro que yo vuelva, ¿para qué querías que habláramos?

—Hombre, porque tú y yo siempre nos hemos llevado bien. Y porque, en todo caso, yo quiero que nos llevemos bien y acabemos con esta guerra.

—Díselo al soldado Villa. O al Coronel que Palma. Qué éxito el suyo.

—No seas malo. En el pecado llevan la penitencia.

—Eso, el año que viene. Este año la penitencia ha sido sólo nuestra.

—Me parece que vosotros estáis menos preocupados que nosotros.

—Tenemos menos que perder. Todo, pero como es tan poco, menos.

—Sí, claro, claro. Entonces, ¿tú qué crees que hará Luis Herrero?

—Lo que quiera, faltaría más. Se vino conmigo cuando peor pintaba la cosa y si ahora acepta tu oferta yo seguiré agradeciéndole su participación en el nacimiento de esRadio. Además de seguir amigos, por supuesto.

—Ya sé que vosotros siempre acabáis bien. Pero, como amigo, ¿qué crees que va a hacer?

—Hombre, yo no voy a hacer de agente de Luis para que se lo fiches a esRadio. Lo único que te puedo decir es que estando tú y no el de ahora, las relaciones no tienen por qué ser malas. Y que si le concretas una buena oferta a Luis y sus obligaciones familiares se lo imponen, dirá que sí. O no.

—Ya. O sea, que tú no te opones.

—Fernando, que quede claro que yo no quiero que Luis se vaya. Si se va, lo entenderé, porque no puedo superar lo que le ofrezcas tú. Pero una cosa es ser pobre; otra, desagradecido; y otra, peor, desnaturalizado. Oye, y a cambio de esta información privilegiada, ¿por qué no me dices quién va a ser mi sucesor en la COPE? No digo de Nacho Villa porque eso no ha sido sucesión sino un breve interregno precedido de alta traición.

—Nacho no es malo. En el fondo, él ha hecho lo que se le ha pedido.

—¿Y le habíais pedido ponerme verde para demostrar que la COPE ya no es lo que era? Para eso bastaba medir la audiencia. El resto, sobraba.

—Yo no le he dicho que se meta contigo. Otros, puede, pero yo no.

—Bueno, dejémoslo. ¿Y a quién vas a fichar? ¿A Carlos Herrera?

—Lo he intentado, claro, como es mi obligación. Pero no se deja.

—Bueno, al menos le habrás encarecido la ficha a Ferrari. ¿Y Urdaci, Buruaga y demás candidatos de los confidenciales?

—Tampoco hacen falta confidenciales. En el fondo, sois muy pocos. En la radio se tarda mucho en crear una figura, y en la mañana, aún más. Qué te voy a contar. Estáis casi los mismos desde hace bastantes años.

—En el caso de Luis del Olmo, bastantes más. Claro que en La linterna yo también empecé a final del siglo pasado. Tempus fugit!

—¡Y tanto!

—Oye, y después de este año de crisis, con el ERE en puertas, ¿te queda dinero para contratar a alguien? ¿Es verdad lo de Buruaga?

—Si lo de Buruaga lo sabes tú mejor que yo. El lío es que lo quiere Pedro J. para Veo7 y él tiene contrato con Telemadrid hasta fin de año.

—¿Pero él estaría dispuesto a ponerse a madrugar? Vive muy bien.

—Estaría. Pero tiene que arreglarse con Telemadrid y con Pedro J.

—Entonces, es que tienes dinero. Mucho, para competir con Pedro.

—Mira, yo guardé nueve millones de reserva, por si este año salía mal. Y con eso puedo aguantar perfectamente el año que viene. Luego, ya no sé.

—O sea, que tengo que esperar al año que viene, si todo va mal, para cuando no tengas dinero. Reconoce que como oferta no es muy tentadora.

—No lo parece, lo reconozco. Pero ya sabes que esto da tantas vueltas que nunca se sabe. Lo que importa es que empecemos a llevarnos bien.

—Faltaría más. Pero después de esta macedonia y el poleo, tengo que irme a la cama. No sé si lo sabes, pero ahora tengo un programa de radio.

—Lo oigo, lo oigo. Se te ve muy relajado. Más que en la COPE.

—La empresa, que es menos exigente. ¿La familia, bien?

—Muy bien. ¿La tuya, bien?

—Muy bien.

—Hasta pronto, Federico.

—Hasta pronto, Fernando.

Abellán tienta al Grupo Risa

Contra lo que pudiera parecer, después de esa plácida noche se desencadenó una tormenta tras otra, siempre con la COPE como epicentro y con esRadio afectada por todos sus chaparrones. Barriocanal le concretó la oferta a Luis Herrero: 200 000 euros. Y Luis dijo que no. Al final del verano, dobló la oferta: 400 000 euros. Y Luis siguió diciendo que no. El suceso desagradable lo protagonizó José Antonio Abellán, que se veía a sí mismo confirmado en El tirachinas y en los deportes, e incluso como hombre fuerte de la cadena y consejero áulico de Barriocanal. Su punto flaco era la audiencia y trató de remediarlo de una forma poco airosa: quitándonos al Grupo Risa, que la COPE había dejado ir, que tanto nos había costado contratar y que se habían convertido en pieza esencial de esRadio. Dos veces les invitó a comer. Y su oferta no era lo que se dice rácana: 800 000 euros. Como ellos estaban a gusto con nosotros aunque cobraran mucho menos, extremó la tentación en lo material y en lo moral: si Echeverría y Miner, los imitadores, se iban solos, sin Whopper, en vez de repartir los 800 000 entre tres, lo harían entre dos, porque él les buscaría otro técnico por cuenta de la casa. Diríase que el limite para tentar a los profesionales de esRadio estaba en 400 000 euros por cabeza. Pero ni Luis Herrero ni Miner ni Echeverría aceptaron la oferta. Ni siquiera llegaron a negociar.

El verano se echaba encima sin que la COPE tuviera director para La mañana. Y como ese año no pude ir a Miami, me tocó vivir en silla de pista el verano más disparatado de la radio española, el fabuloso espectáculo de la transubstanciación de la COPE. Y de Pedro J. Y de Intereconomía. Vamos, que yo mismo no me transubstancié de milagro.

Pedro J. se buruaguiza del todo y yo me intereconomizo un poco

Hasta que Recarte se fue de veraneo, nos reuníamos en el despacho de Antonio Fernández Galiano los cuatro: Alberto, Antonio, Pedro y yo. Eran necesarias esas reuniones porque teníamos pendiente la renovación a partir del 1 de agosto de la emisión de la señal de esRadio por TDT para toda España, que nos había costado en nuestro primer año 60 000 euros, exactamente lo mismo que Unedisa pagaba a esRadio por emitir mi tertulia de ocho a diez de la mañana en Veo7: nadie cobraba pero nadie pagaba. Sin embargo, aunque Antonio y Pedro nos daban todo tipo de seguridades verbales de que la señal de TDT la seguirían emitiendo en septiembre, ni firmábamos la renovación del acuerdo ni Recarte las tenía todas consigo. Para él, como buen empresario, lo que no está bajo contrato, no existe. Y evidentemente, el contrato seguía caducando el 30 de agosto.

Curiosamente, el obstáculo para renovar era la continuidad de mi tertulia en Veo7. Aunque los confidenciales digitales no suelen ser de fiar, en asuntos periodísticos la condición chismosa y rencorosa del gremio suministra pistas verosímiles. Y un titular se repitió todo el mes de julio: «Pedro J. traiciona a Jiménez Losantos». La fechoría, que hacía felices a nuestros comunes enemigos, consistiría en volver a la COPE con Buruaga, si finalmente dirigía La mañana, y en no dar mi tertulia por Veo7. Pedro J. no había querido unirse a las tertulias de esRadio cuando empezamos, y volver a La mañana de COPE sin mí no dejaba de ser un desaire personal que los digitales rencorosos celebraban con fruición. Pero incluso para traicionarme con Buruaga, lo primero que hacía falta era Buruaga. Y tampoco acababa de firmar con la COPE. Entre julio y agosto, con Recarte y sin Recarte, me reuní varias veces con Antonio y Pedro, que ante todo querían evitar que acabásemos a bofetadas Unedisa y esRadio.

Como yo creo —fe basada en la experiencia— que reñir y hacer las paces con Pedro es un destino, fatal o venturoso pero inexorable, no quería exagerar el aguafuerte de una traición que tampoco era la primera. En De la noche a la mañana he contado cómo vivimos la creación por Pedro J. y García, con el patrocinio ilimitado de Telefónica, del autodenominado Dream team de la radio española (Luis del Olmo, Carlos Herrera, Victoria Prego y José María García). Pedro J. y García nos dejaron solos a Luis y a mí en una COPE por la que nadie daba dos reales, pero que, sin dinero ni apoyos mediáticos, sobrevivió. A los dos años, el difunto era el Dream team. Luis Herrero, que vivió aquel episodio en La mañana y lo padeció más que yo, porque en las mañanas de la radio —como comprobé después— los problemas se viven con muchísima más intensidad que en cualquier otro horario, incluidos los deportes, no me dejaba olvidarlo.

También he contado en el libro sobre «el milagro de la COPE» cómo al hacerme cargo de La mañana sustituyendo a Luis, una de las primeras cosas que hice fue pactar con Pedro J. la vuelta a las tertulias. Y como no puede dejar de liar a la gente, el acuerdo desembocó en una colaboración durante la primera legislatura de ZP que resultó fructífera para la COPE y para El Mundo. Es cierto que al final, en el linchamiento que padecí en los últimos años coperos, las coces propiamente mías eran sólo un tercio de las que recibía: los otros dos tercios eran para los obispos y Pedro J. Pero si haces el paseíllo en Las Ventas, no puedes quejarte de las cornadas.

Sin embargo, los vaivenes de Pedro cavaron un foso de desconfianza en los que habían logrado el milagro del nacimiento de esRadio en siete semanas. Unos le daban más importancia que otros a la nula colaboración de Pedro J. en la creación de esRadio (y eso que no sabían la mitad de la mitad); pero lo de volver a la COPE con Buruaga y, eventualmente, dejar de emitir mi tertulia en Veo7 lo vivieron como un agravio intolerable. No exagero si digo que en esRadio el único que, como Aníbal a Roma pero al revés, no había jurado odio eterno a Pedro J. era yo. Así que tenía que negociar solo.

El gran obstáculo para que se aclarasen las cosas en un sentido u otro era el contrato de Buruaga con Telemadrid a través de su productora New Atlantis, que llegaba hasta diciembre. Ese contrato, del que se decía que podría suponer la pérdida de hasta un millón de euros para la productora de Buruaga y Sánchez Gallo, chocaba con otro contrato: el que la propia New Atlantis había firmado con Veo7 para dirigir la programación de la cadena tras la salida de Melchor Miralles. Y mientras Telemadrid no rescindiera el contrato de Buruaga, este no podía firmar con la COPE y salir en una televisión que no fuera Telemadrid. Sólo tras aclarar el lío de esos tres contratos podría Unedisa abordar los otros dos pendientes con esRadio: la emisión de nuestra señal por TDT y la emisión de mi tertulia en Veo7.

Pero María Luisa Linares, jefa de Telemadrid, no estaba por aliviar el verano de los directivos de Unedisa. Pasaban los días y no resolvía el contrato. España ganó el Mundial de Fútbol pero semejante hazaña resultó más fácil que la suelta de Buruaga por la cadena pública madrileña. Y como yo no me movía de Madrid, el impasse desembocó en una reunión absolutamente surrealista de Fernández Galiano, Pedro y yo con el propio Ernesto Sáenz de Buruaga y su segundo, encargado de la gestión de Veo7 hasta que se aclarase el destino de su primero, que a su vez nublaba el mío.

Mi primer encuentro con Buruaga, mi segundo sucesor

Aunque parezca extraño, después de todo el tiempo que ambos llevábamos en periodismo, yo no conocía a Buruaga personalmente, salvo de lejos y en Nepal, así que el encuentro en el despacho de Fernández Galiano fue la primera ocasión de saludarnos. La situación era tan rara que había que echarle humor:

—¡Hombre, por fin conozco a mi sucesor en La mañana de la COPE!

—No, no, no. De Nacho Villa, sí. Pero tuyo no, que conste.

—Hombre, desde el punto de vista de la audiencia yo te lo habría dejado mejor. Pero reconoce que tienes mucho más fácil mejorar a Nacho.

—Se supone, pero me pilla un poco desentrenado.

—Oye, ¿y es verdad que vas a empezar a las seis de la mañana?

—Creo que sí, pero ya te habrán dicho que la cosa aún no está hecha.

—Bueno, pero si tú quieres ir a la COPE y la COPE quiere que vayas, irás.

—Se supone, pero aún tenemos mucho lío.

—Oye, Federico —terció Pedro J.

—Dime, Pedro.

—El momento es entrañable, pero no estamos para hablar de la COPE, sino de Veo7.

—Pues tú dirás.

—Queremos que hagas una noche semanal en el prime time.

—Hombre, si no la hago para Libertad Digital Televisión, no voy a hacerla para Veo7. Eso, Pedro, tienes que entenderlo.

—Pero es que puede ser una excelente plataforma para tu televisión. Y también económicamente te compensaría el esfuerzo. Porque lo es, claro.

—Bueno, eso tengo que hablarlo con ellos. Pero ¿en qué día pensáis?

—El martes o el miércoles. Ernesto haría el lunes, yo el jueves con Carlos Cuesta, OlgaViza y tú, martes o miércoles y el viernes, Fermín Bocos, un programa tipo La clave.

—Parece raro que cada día haga el programa un presentador distinto.

—Sí, pero es innovador y da tiempo a la incorporación de Ernesto.

—El problema es que martes y miércoles hay Champions, o sea, Copa de Europa, y es muy difícil competir. Sería esforzarse mucho para nada.

—Hombre, es un esfuerzo para todos. Para Ernesto el primero.

—Bueno, por lo menos ahora sé lo que queréis, aunque no hayamos despejado las incógnitas. Si os parece, nos llamamos mañana o pasado mañana después de que yo hable con Recarte y con Dieter, que es el que lleva la televisión.

—Bueno, pues quedamos así. Tú nos llamas.

—Os llamo. Y encantado de conocerte, Ernesto, aunque sea así.

—Podría haber sido peor. Y lo mismo digo: encantado. Y llama.

Por supuesto, llamé. A Recarte en primer lugar, claro:

—Oye, Alberto, esto es un caos. Con muchas tentaciones, pero un lío. Me ofrecen un día a la semana por la noche en Veo7.

—Pero de la tertulia, nada de nada. Y de la señal, tampoco.

—Nada pero tampoco nada decidido. Creo que no quieren romper con nosotros, pero tampoco saben cómo rehacer profesionalmente la relación.

—¿Estás seguro de eso, de que quieren mantener la alianza?

—Sí. Pero ni siquiera saben si Buruaga estará en septiembre con la COPE y con ellos. Pedro me ha dicho que, hasta enero, quizás no pueda.

—¡Y falta un mes! Supongo que no tienes ganas de hacer el programa.

—Hombre, si fuera esencial para nuestra televisión, lo intentaría, pero es que no lo veo claro. Estamos bloqueados porque ellos también lo están.

—¿Y entonces qué hacemos?

—Creo que tenemos que empezar a buscar otras salidas. Por si acaso.

—Sí, pero ¿cuáles?

—Si no tienes nada en contra, creo que deberíamos hablar con Ariza.

—¿Y crees que eso es factible?

—Desde que Dávila se incorporó a mi tertulia la cosa va mucho mejor.

—¿Y qué querrías negociar con él?

—Las dos cosas que seguramente vamos a perder con Pedro J.: la señal de TDT y la tertulia televisada. Tal vez en las mismas condiciones.

—Bueno, inténtalo. Se supone que en Intereconomía se dan milagros.

—Chico, por intentarlo que no quede.

—Lástima que sea agosto y tengas que hacerlo todo solo. Llámame.

A los dos días, lo llamé.

—¿Señor presidente?

—¿Hay novedades?

—Muchas novedades. Casi demasiadas. Ariza nos regala la señal de TDT y está dispuesto a emitir mi tertulia en Intereconomía si dejo Veo7.

—¿De verdad? ¿Dónde os visteis?

—Estuvimos cenando anoche Ariza, Dávila y yo en el Pedro Larumbe del antiguo ABC. Solos. Entre agosto y la crisis, ya nadie cena en Madrid.

—¿Y no hubo resistencias, rencores, las pejigueras habituales?

—No. Como no estabas tú, te echó la culpa de nuestro desencuentro y yo no quise llevarle la contraria.

—Me parece muy bien. ¿Y cómo se lo planteaste?

—Pues con la verdad por delante. Para qué mentir. Además tiene muy buena información de dentro. Sabe de Veo7 lo mismo que yo. Bueno, más. Yo creo que se vigilan unos a otros al milímetro. Pero que sabe más Ariza.

—Y le planteaste el cambio, tal cual.

—Tal cual. Pero lo de darnos la señal gratis partió de él. Yo no sabía que la radio ocupa muy poco ancho de banda en la TDT y no es problema.

—Si podemos ahorrarnos 60 000 euros, ¿cuándo nos cambiamos?

—Para la primera semana de septiembre.

—¿Y la tertulia? ¿También quiere emitirla en la próxima temporada?

—Dice que tiene que hablar con su gente pero que seguro que sale, sí.

—¿Y tú lo crees?

—Hombre, para él no es mal negocio. Y su gran enemigo es Veo7.

—Pero ahora tienes que decírselo a Pedro. Un lío con lo del periódico.

—No, no, algo voy aprendiendo. Cuando hayamos firmado con julio, se lo diré. O mejor, tú a Antonio. Lo primero, firmar. Dile a Luis Rodríguez que prepare los papeles. Que me llame cuando estén y te vuelvo a llamar.

Pero pasaban los días y no acabábamos de firmar nunca. En esas estábamos cuando un viernes por la noche, Pedro me llamó para ver si podíamos comer el sábado. Quedamos en el Jai Alai y allí nos encontramos tres: el iPad de Pedro, su dueño —no estaba claro quién lo era de quién— y yo. Me encanta ese sitio: menestra y sesos rebozados, que ya no hacen casi en ningún sitio y que a mi madre le gustaban tanto. Pedro J. tiene la temible virtud del entusiasmo y el peligro letal de contagiarlo, pero estaba totalmente abducido por Apple, así que entre minuciosas explicaciones sobre el funcionamiento de Orbyt y el iPad, me fue explicando la situación de Veo7, que variaba su curso, ensanchaba meandros… y no desembocaba.

Lo de Buruaga en la COPE —me dijo— ya estaba hecho; pero su relación con Veo7 seguía atascada por el contrato con Telemadrid. Y eso hacía más perentoria mi colaboración con su televisión, porque pese a lo que muchos creyeran y en el caso de que él finalmente fuera a la tertulia de la COPE (si tenía alguna duda, desde ese momento ya no albergué ninguna), quería dejar claro que nuestra relación se mantenía e iba para largo, porque ese partido iba a durar más de una temporada. Por primera vez entreví que Pedro no quería a Buruaga fuera de Veo7 más de una temporada, y que eso era incompatible con su continuidad en la COPE. Ah, y que también estaba al tanto del rumor que se había extendido en el gremio audiovisual, justo cuando Buruaga anunció formalmente que se incorporaba a mi antigua casa: que sólo era cuestión de tiempo que yo volviera a la COPE.

Yo le dejé bastante claro a Pedro J. en la comida —aunque es de los que nunca aceptan un no por respuesta— que no haría el programa en Veo7, aunque me parecería bien que alguien del grupo nuestro, fuera Luis, Dieter o alguno de los comunicadores de esRadio y Libertad Digital lo hiciera. Pedro aún lo intentó a la mañana siguiente por el móvil, mientras yo subía al coche con María camino del balneario de Solán de Cabras:

—Oye, creo que he dado con una buena solución. En vez de hacer el programa, que es verdad que es un esfuerzo muy grande, podemos hacer algo que para ti no tiene problemas: que vengas los jueves a mi programa.

—Vale, pero con una condición.

—Tú dirás.

—Que vengas tú también una semana a mi tertulia.

—Hombre, eso no puede ser.

—Me lo temía.

—Bueno, tú dale una vuelta. Y recuerda que este partido es muy largo.

Y que las metáforas las carga el diablo. Esa misma tarde se supo que la COPE había fichado a todo el equipo de deportes de la cadena SER.

Los golpistas mediáticos del 11-M se apuntan al Cepillo que insultaban

El fichaje del equipo completo de Carrusel deportivo, líderes de audiencia y facturación publicitaria en los fines de semana de la SER, no fue, contra lo publicado luego, una iniciativa financieramente arriesgada pero diplomáticamente afortunada de la COPE. En realidad, según me han contado quienes lo negociaron, los que decidieron irse de la SER y ponerse en el mercado fueron Paco González y Pepe Domingo Castaño, porque su relación con el jefe de informativos Daniel Anido y el director de El larguero José Ramón de la Morena, era muy mala. Y se hizo pésima tras una pelea a voces en el despacho de Anido, que ordenó a Paco González dirigir y presentar un programa especial sobre el Mundial de Suráfrica.

Este se negó, ambos se insultaron y González, siempre junto al fiel Castaño, hizo saber a las empresas del sector que estaban dispuestos a dejar la SER y admitían ofertas. Las cadenas candidatas eran tres: Onda Cero, Punto Radio y COPE. El problema era quién pagaba lo que pedían, que era una barbaridad en contratos, sueldos e indemnizaciones e incluía la llegada posterior de Manolo Lama y el otro Manolo cuando legalmente pudieran romper con la SER. La subasta duró un mes y pese a que tras conocerse la pelea en el despacho de Anido algunos confidenciales publicaron que ya estaban negociando, aunque sin cifras y dando palos de ciego, pocos creían que la condición política ferozmente sectaria, propia de la SER, de Paco González y su equipo les permitiera fichar por la cadena «del Cepillo», a la que despreciaban usando esa fórmula creada por García, cuando al irse de Antena 3 Radio eligió «El Cepillo» de los curas y no el «Cupón» de la ONCE, creadora de Onda Cero. Pero entonces la razón no fue económica —Onda Cero mejoraba la oferta de COPE— sino política: la ONCE aceptaba el veto del gobierno del PSOE a Antonio Herrero y la COPE de Galdón estaba dispuesta a acoger a todos los náufragos del «antenicidio». Los de la SER, siempre éticos a fuer de izquierdistas, lo hicieron únicamente por dinero.

En principio, la favorita para la mano que meció la cuna del 13-M (cuando Paco González, con Rubalcaba en Ferraz, alentó el cerco a más de cien sedes del PP en toda España y favoreció el vuelco electoral del 14-M) era Onda Cero, que tras nuestra salida de la COPE había recuperado el segundo puesto de las cadenas nacionales, con visos de continuidad. Pero precisamente esa cómoda situación hizo que González Ferrari no quisiera contratar a todo el equipo de la SER, sino sólo a las «estrellas». Creo que es una de las mayores equivocaciones de la historia de la radio española, sólo superada por el caro y efímero Dream team y por el rechazo de Rouco a la propuesta que le hicimos César y yo de fichar a Carlos Herrera cobrando lo que pidiera, incluso más que nosotros dos, para las tardes de COPE.

Lo he contado en De la noche a la mañana, pero vale la pena resumirlo: César y yo íbamos a renovar no ya con el apoyo sino con el aplauso de la Conferencia Episcopal. Había motivos: la audiencia y la facturación de COPE habían subido espectacularmente en tres años; Carlos dudaba entonces entre la política (alcaldía de Sevilla), los negocios y la radio; no había celos entre las estrellas, porque él y yo siempre nos hemos llevado estupendamente; y a Cristina López Schlichting —previsible preocupación del cardenal— se le podía buscar acomodo en la parrilla. A cambio, Onda Cero perdía su pieza esencial y la COPE se blindaba como alternativa a la SER para una década.

Pero la COPE hizo entonces el mismo análisis de Onda Cero aquel verano: estábamos bien y ganábamos dinero después del susto mortal de tres años antes, cuando empecé La mañana: ¿para qué, entonces, meterse en aventuras? Hasta cierto punto, era lógico que Rouco no actuase como empresario, sino como cardenal y que el cura don Bernardo lo acatase, pero era menos lógico que hiciera lo mismo Ferrari, al que se supone empresario y profesional de la radio. Es verdad que Onda Cero podía seguir igual, pero hubiera evitado que COPE encontrara oxígeno comercial en una temporada que hubiera sido funeral. Sinceramente, creo que esRadio tenía y tiene la mejor programación de la radio en el ámbito liberal conservador, pero con sólo un año de vida, sin dinero para invertir, con una cobertura creciente pero ferozmente perseguida por la casta política y sin programas deportivos convencionales, no resultábamos rivales. Como los deportes de la SER, éramos el complemento ideal para una Punto Radio ampliada.

Esto lo vieron también en Vocento, o sea, Punto Radio, y estuvieron dispuestos a pagar lo que pagara la COPE, que era, sencillamente, lo que pidieran los Paco González y demás. Como era una migración completa pero por etapas, habría, lógicamente, una serie de contratos escalonados según se produjeran las distintas incorporaciones. Forzosamente fue así, pero las cifras y la letra pequeña de esos contratos los tienen los firmantes y no sé si se harán públicos. Supongo que se olvidará el episodio y todos harán como si el paisaje de la radio en España hubiera sido siempre el mismo.

El momento clave de esa operación se produce tras la victoria contra Alemania de la selección española en el Mundial de Fútbol, que por fin jugó realmente bien. Eso nos metía en la final contra Holanda y con posibilidades de ganarla. Pero Barriocanal y Pérez del Puerto jugaban su propia eliminatoria: todo lo que pedían los deportivos chicos de la SER y la COPE estaba dispuesta a dar lo igualaba Punto Radio. La decisión era a cara o cruz (nunca mejor dicho). En favor de Punto Radio jugaba que los de la SER harían lo que quisieran en la cadena, ya que Luis del Olmo estaba de retirada y su condición de accionista evitaría cualquier celotipia. En favor de la COPE, que tenía más postes que Punto Radio y ello les permitía fastidiar a la SER desde el primer día. Pero suele decirse que nadie soporta un disparo de un millón de dólares —o de euros— y Punto Radio no podía añadir suntuosas propinas a las ya carísimas estrellas de la SER, así que Barriocanal envió a Pérez del Puerto a Johannesburgo con un solo objetivo: firmar. Y el sábado 10 de julio, a pocas horas de la final, lo consiguió.

El acuerdo firmado —como contrato de intenciones, precontrato u otra de tantas fórmulas que atan sin dejar marcas en las muñecas empresariales— se ocultó el tiempo necesario para entrar en el estiaje deportivo, que tras la victoria de España se convirtió en monumental resaca. Pero mientras toda España besaba a Sara Carbonero con Iker o a Iker con Sara, los que tenían motivos para sentirse en el séptimo cielo y hasta en el octavo eran los jefes de la COPE. El problema era cuándo podían contarlo los de la SER para lograr sus fines de migración masiva y cómo lo contaban los de la COPE tras un ERE apenas disimulado por el estado de extrema necesidad de la empresa, que, evidentemente, no sería tan extrema si era capaz de emprender el primer «fichaje de masas» de la historia de la radio española. Porque fueron primero doce, luego veinte, después treinta y finalmente cincuenta y cuatro redactores y técnicos de la SER los fichados por la COPE, algunos hasta triplicando su sueldo.

Por fin, tras los dos días de inenarrable júbilo nacional por la victoria de España en el Mundial, y, seguramente, después de perfilar ya en Madrid los detalles de la firma surafricana de González, Castaño y compañía, la COPE anunció el fichaje del equipo deportivo de la SER. Era uno de esos secretos a voces que nadie se acaba de creer, pero hasta los más incrédulos tuvieron que rendirse a la evidencia. La nota oficial de la cadena, pedregosa y burocrática, rezaba así:

La cadena COPE incorpora a su programación para la próxima temporada a estos dos importantes periodistas deportivos. Paco González, una vez terminado el Mundial de Fútbol y finalizado su compromiso con Telecinco, ha decidido aceptar la oferta realizada por la cadena COPE para formar parte de la parrilla de su programación.

También ha decidido sumarse a este nuevo proyecto Pepe Domingo Castaño, su pareja radiofónica durante los últimos años.

Paco González abandonó la cadena SER el pasado mes de mayo, después de haber dirigido el programa Carrusel deportivo durante los últimos dieciocho años, a cuya dirección llegó con tan sólo veinticinco años. Durante este tiempo mantuvo el liderazgo de los programas radiofónicos deportivos del fin de semana y de los programas semanales especiales que se emiten con las jornadas de la Champions o de la Liga española de Fútbol.

En esta tarea, Paco González ha estado acompañado siempre por Pepe Domingo Castaño. El veterano periodista gallego vuelve a unirse a Paco González para iniciar una nueva aventura radiofónica. Pepe Domingo Castaño lo ha sido todo en la radio española. Ganador de varios premios Ondas, presentó El gran musical, Viva la radio o Sintonía sobre ruedas, para consagrarse como el gran animador del Carrusel deportivo.

Paco González me ataca para hacerse perdonar el fichaje

Pero un personaje tan ostentosa, sectaria y profesionalmente «rojo» como Paco González tenía que justificar ante la tribu progre su marcha a «la cadena de los obispos». Primero, para aparentar cierta integridad; después, para convencer a los que vacilaban en seguirle a ese sitio al que durante tantos años había execrado. Lo hizo así en Facebook:

Hola a todos.

Soy Paco González. El que se marchó a Sudáfrica y vuelve como periodista de un país CAMPEÓN DEL MUNDO. Vuelvo siendo el mismo sólo que sin móviles (me los robaron el día antes de la final). Bueno, el mismo el mismo, lo que se dice el mismo, tampoco. He vivido tantas cosas en el último mes y medio que me da para mil batallitas cuando tenga nietos… Me ha tocado vivir nuestro primer Mundial y he tenido la suerte de vivirlo muy de cerca con algunos jugadores… pero no sólo eso… he vivido el acoso mediático a Sara, el fichaje de Amor por el Barsa, mis propias negociaciones, la convivencia y el curro de un grupo de 50 personas… y a todo esto descubrir lo que se puede en tan poco tiempo de un país del que lo que sabes seguro que no olvidaras, son las imágenes de los inmensos townships (barriadas, guetos sería mejor decir) en las que el apartheid hacinó a la población negra.

Y ya estoy aquí. Para deciros como prometí, que seríais los primeros en saber mi futuro cuando ya estuviera cerrado.

No por mantener la intriga, sino por terminar de contaros cómo llego, antes de nada os quería decir que me ha fastidiado mucho, muchísimo (se podría decir que me ha jodido vaya), el no haber podido entrar en la página ni un solo día. Al intentarlo desde un ordenador distinto, o desde un país distinto, Facebook me pedía para entrar con mi clave que reconociera las fotos de algunos amigos agregados… y como agregué a mil sin conocerles de cara, fallaba una vez tras otra. Me desesperaba. Y al llegar a España pensaba que ya podría acceder sin trabas, pero lo mismo (no sé si por intentar acceder tantas veces desde allí abajo). Total que le he tenido que pedir a Santi como creador del grupo que me publique esta carta. Pero al margen de contaros cosas, lo que más echaba de menos era leeros. Os juro por lo que queráis que hubiera dado cualquier cosa por seguiros durante el Mundial. Ya os dije que aunque me pusierais a parir por mi curro en Telecinco, aunque os parezcan un asco mis narraciones, etc., etc., yo os debo una para siempre. Y una muy muy muy especial. Así que me hubiera devorado vuestras opiniones, vuestras críticas, vuestros cachondeos… ¡CÓMO OS HE ECHADO DE MENOS! En fin… Vamos al lío. Nos vamos a la COPE. El plural no es mayestático. Pero comprenderéis que no sea yo el que desvele el futuro de nadie salvo el mío. A la COPE, sí.

Me gustaría dar las gracias a todos las personas de los distintos grupos de comunicación con los que me he reunido en las últimas semanas. A algunos ya les conocía y les tengo un verdadero aprecio personal (me gustaría decir nombres pero no debo, porque en lugar de dejarles bien, parecería que explico cómo les he rechazado, y no es eso; es todo lo contrario, agradecimiento de verdad). Todos han mostrado interés, y lo más importante: ilusión, por nuestra forma de hacer radio. Pero tras millones de vueltas a la cabeza, hemos decidido la COPE pensando que sería lo mejor para todos. Os aseguro que la pasta no tiene nada que ver, nada.

Estoy seguro de que entre vosotros habrá quien vea una tendencia política en la COPE que no case en absoluto con sus ideas. Para mí no es nuevo. Muchas veces me encontré con oyentes que me decían «de la SER sólo escucho los deportes porque la información está volcada con el PSOE». Y supongo que ahora puede pasar algo parecido. Bien, a todos ellos les tengo que decir que no hay ningún matiz político en el fichaje. Sin ir más lejos Pepe y yo pensamos cosas muy distintas sobre un montón de temas, y no puedo quererle más, ni él a mí demostrarme mayor cariño.

Y cada uno seguirá siendo como es y pensando como piensa. Nadie nos ha dicho nada ni antes ni ahora (…). Empezaremos con la próxima liga. Es decir que ahora toca currar para diseñar todo bien y empezar como Dios manda (ja, ja, ja, como Dios Manda… me ha salido tal cual, ¿eh?). Intentando que queden satisfechos oyentes que la COPE tenía en deportes y los que decidáis uniros a la aventura. Sobre el equipo, los programas, los fichajes, etc., etc., ya iremos hablando. Pero quería compartir ya con vosotros la noticia y el momento de ilusión en el que nos embarcamos. Si decidís veniros, un millón de gracias. Y si no, también… a mí ya me habéis demostrado mucho más de lo que merecía, mucho más de lo que esperaba. Espero no haberos decepcionado mucho en el Mundial, ni hacerlo en el futuro.

Nada más… a ver si Facebook me deja entrar en la página un año de estos para responder a todas las preguntas que pueda.

Un millón de besosssssssssssss.

Paco González

Lo que cuenta de Facebook es poco verosímil y no dice una palabra de sus negociaciones reales con Onda Cero, Punto Radio y COPE. Pero yo no le reprocharía a nadie que callara lo que no le conviene contar, ni siquiera al que dice que entrega su corazón a la humanidad gratis total. Lo que me recordó los peores días del linchamiento gallardonita y desveló la catadura chequista de Paco González es que, tras proclamar la armónica pluralidad política de su programa —ya lo había demostrado en el golpe político-mediático contra las sedes del PP el 13-M de 2004— y después de insistir en el mantra de «lo que une el fútbol», pasó al tradicional acto de repudio nazi o castrista contra mí, que había dejado la COPE hacía un año. Nótese la coherencia moral, gemela de la sintáctica y gramatical, del sujeto:

(…). Hay un buen ejemplo de convivencia en lo que acabamos de ver con la selección. El fútbol une. El deporte sirve para unir. Y nosotros queremos hacer simplemente eso… deporte en la radio. Bastantes enfrentamientos hay ya. Carrusel (estamos pensando el nuevo nombre, se admiten sugerencias por favor) era un ejemplo de eso, de alegría y de mezcla de pensamientos y opiniones. Nosotros no creemos que nos dan un micrófono para quedarnos a gusto y decir lo que nos salga de las narices. No somos predicadores. Creemos que nos dan un micrófono para que quien se encuentre feliz sea el oyente. Por eso hemos tratado de respetar siempre a todos sea cual sea su ideología, y así será. La COPE no nos ha dicho que hay que ir a misa todos los días, como la SER no nos decía que había que aplaudir a Zapatero cada vez que hablaba. No estamos en ese mundo que algunos imaginan. Esto es España (campeona del mundo), siglo XXI.

Hombre, lo que sí que os puedo decir es que personalmente no hubiera ido nunca a una emisora en la que estuviera Jiménez Losantos. Y no creo que haga falta explicar por qué (…).

Pues sí, hombre. No habría estado mal explicar por qué alguien que no es «predicador» predica el odio, alguien que dice que no es sectario exalta el sectarismo y el día que llega a la COPE empieza condenando al ostracismo social y laboral, al modo habanero, al que durante tantos años había sido el puntal de la cadena. De hecho, si a los sectarios futboleros de la SER los fichaban en bloque era para tapar el hueco dejado por nuestra salida, que en sólo una temporada se había convertido en mortal boquete. Si presenta su forma de hacer los deportes en la radio como bálsamo contra el sectarismo, ¿qué le costaba callarse?

Tal vez Paco González observó que Coronel, Villa, Cristina, Bru, Restán y demás Santa Compaña venían demostrando su limpieza de sangre política atacando a los que habían sido sus compañeros, amigos y protectores durante tantos años. Y pensó que era una especie de rito de paso, como la delación contra sus padres del que quería entrar en el Partido Comunista o el sacrificio del chivo expiatorio judío para saludar a la romana. En todo caso, nada retrata más al torero malo, tramposo, perfilero y ventajista que hacer contorsiones sin toro.

Yo le contesté en la radio que, efectivamente, conmigo en la COPE no hubiera entrado, pero no porque yo hiciera, como él, listas negras de periodistas a liquidar, repugnante costumbre prisaica, sino porque conmigo la COPE ganó mucho dinero y no tuvo que endeudarse contratando a quien tanto la insultaba. Y publiqué esta columna en El Mundo:

El rojo contra La Roja

He visto pocos casos de desvergüenza como el del presidente del Gobierno, ministro de Deportes y verdugo de la selección nacional de fútbol, también conocida entre las izquierdas y la gente menuda como «La Roja», al recibir en Moncloa y celebrar como propio el éxito de la difunta. Nadie dice que juega La Roja contra La Naranja, sino España contra Holanda o Spain vs Nederland a.k.a. Pays Bas. Por eso llevo días invitando al flamante fichaje de la COPE, Paco González, al que tanto debe ZP por la colaboración de Carrusel deportivo al cerco de las sedes del PP el 13-M, a no repetir eso de «¡lo que une el fútbol!», refiriéndose a la Selección. Que no, Paco, que lo que une es España. Lo que no ha dejado dormir estos días a los madrileños no ha sido «¡Viva el tiqui-taca!», sino «¡Yo soy español, español, español!». El fútbol nos gusta a muchos, pero sólo gracias a esas empresas particulares que son los clubes de fútbol se ha globalizado ese gusto entre mundial y mundial. En cuanto a lo nacional, Holanda no lo han celebrado mucho; ni Argentina; ni Brasil, tan futboleras. España, sí.

Así que tras felicitarme de que en la COPE aún quede algo de lo que dejamos para que gente tan valiosa nos suceda y mejore, me permito recordarle a Paco González una cosa y pedirle otra. Para adecuarse al Ideario, el Van Bommel de allí, le recuerdo que, según la Conferencia Episcopal, «la unidad de España es un bien moral». Y a título personal, le pido que levante el cerco a la sede simbólica de la nación, que es la Constitución. España ha ganado su primer y último mundial si se cumple el Estatuto. Los del Barca que juegan en la selección han sido determinantes en su éxito, cierto, pero el Barca es hoy una máquina de desunir España, como prueba el uso del Nou Camp dedicado a la propaganda separatista desde la «Crida» de 1981 hasta la reivindicación de los llamados «Països Catalans», con el mapa del «Nou Imperi» en el centro del césped, hace sólo un año. Es verdad que en los juegos del 92, quinto centenario del descubrimiento de América por España, en ese campo se gritó muchísimo «¡España!, ¡España!». Lo mismo que gritan espontáneamente en Barcelona tras el Mundial. Por eso no les dejan chistar y les multan si rotulan su tienda en español. El rojo ZP, verdugo de La Roja, sólo hace caso de los progres, así que, Paco, a ver si consigues que la indulte. Y a ver si los que lo trajisteis, lo sacáis. Sin muertos, claro.

Al final, Pedro J. y Buruaga se van con los de la SER

¿Por qué publiqué esto precisamente en El Mundo, aunque en la prosa se nota que estoy incómodo? Pues porque el anunciado acuerdo de Buruaga con la COPE y Veo7, así como la vuelta de Pedro J. a la radio en la que habíamos combatido juntos la manipulación y el silenciamiento del 11-M por la SER, quedaba en entredicho con los nuevos fichajes. Y aunque El Mundo templaría gaitas conmigo y con esRadio, seguro que iba a apostar por los sectarios de la SER para reforzar la COPE y hacer que el «arrastre» de audiencia del deporte nocturno mejorase sustancialmente la audiencia de Buruaga, cuya estrella invitada iba a ser Pedro J.

Algunos estamos casi acostumbrados a que nos eche de los medios la tribu de los González, chequistas políticos y periodísticos, previo linchamiento personal y profesional. Pero hay que dejar señal de la pedrada y marca de la traición por si la hay, que siempre la hay. En el arranque de la temporada, 28 de agosto, El Mundo entrevistaba al Paco González que con Buruaga se había convertido en símbolo de la nueva COPE. Y el titular no podía ser más respetuoso, con el nuevo amigo de Pedro J., no conmigo, claro está. Me enteré por la prensa:

«Me encanta que Jiménez Losantos se meta conmigo»

Paco González asegura en una entrevista en El Mundo que le encanta que Jiménez Losantos se meta con él. «Cuando un extremista se mete contigo es una buena noticia», llega a decir. En cuanto a la guerra con la SER, asegura: «No me he ido, me han echado».

Crucificado por la SER y asomándose a la orilla de la COPE, tal y como dice el diario, el locutor deportivo dice irónicamente que hace mucho que no se confiesa. «Rezo, eso sí, y soy muy simple porque siempre lo hago para lo mismo, para dar gracias por la salud de mi familia».

El periodista Pedro Simón le recuerda que en su momento dijo que «tendrían que pagarme cinco veces lo que cobro en la SER para que me fuera a otro medio». Pero González replica: «De hecho no me he ido. Me han echado. Y ya te digo yo que no me pagan cinco veces más. Ni cuatro, ni tres, ni dos…».

Dice que lo suyo no fue un «váyase Sr. González», sino una llamada: «Te hemos abierto un expediente. La directora de personal te lo dará. Pero no puedes venir hoy». Dice González que «fue una frase histórica. Me echaron porque me pasé en el enfrentamiento verbal que tuve el último día. Se dijeron tacos como en una conversación normal sobre trabajo. No dije ni me cago en tal, ni eres un no sé qué, ni eres un no sé cuántos. Lo que pasó es que cuando me dijeron que tenía que hacer un programa por cojones, al oír algo tan español, pues reaccioné y dije: “Pues el programa lo va a hacer tu prima la coja”».

Además tiene palabras para Federico Jiménez Losantos, contra el que arremetió tras ser fichado en la COPE diciendo que nunca iría a una emisora donde estuviera él. «Cuando un extremista se mete contigo es una buena noticia. Porque te está llamando moderado». De modo que dice que le «encanta que Jiménez Losantos se meta conmigo».

Retrataba muy bien los nuevos tiempos que en el diario donde yo escribía y en el grupo que seguía empeñado en ficharme para su televisión se publicase esta entrevista que constaba de dos mentiras y una deserción. La primera mentira era que fuera yo el que «me metiera» con González, cuando —como he demostrado antes y podía haber comprobado el preguntante— lo único que había hecho era contestar a un «acto de repudio» típicamente castrista de un sujeto que había sido denunciado en el propio periódico por su comportamiento el 13-M. Tiritando en el polvo, como el arpa de Bécquer, quedaba la gran pieza de Cayetana Álvarez de Toledo «Los tres días del agit-prop (del 11-M al 14-M)», que demuestran la desvergonzada manipulación de la masacre desde la SER, pieza clave en el cerco a las sedes del PP. Vamos, que la cadena de Paco González fue toda ella «Comando Rubalcaba».

La segunda mentira, trufada de indignidad, era llamar agresión «extremista» a un «moderado» el mero hecho de resistir a los que expenden credenciales políticas y permiso de trabajo periodístico. Y la deserción era la del periódico ante una agresión miserable a un columnista suyo y que, además, suponía una humillación para quienes, como Raúl Rivero, habían sido linchados como «extremistas» por el «moderado» Fidel Castro. Que un sujeto con la ejecutoria de González, al menos para los que en El Mundo, la COPE y Libertad Digital defendíamos la necesidad de investigar el 11-M, mantuviera el estilo matonesco típico de la SER para proseguir mi linchamiento personal y profesional, y que El Mundo, en vez de ponerlo verde, le riera la gracia era un dato harto elocuente sobre la nueva alianza mediática de Pedro J. en aquel verano cálido, tirando a bochornoso.

Porque durante el mes de agosto y los primeros días de septiembre se habían mantenido, al menos en lo esencial, los interrogantes acerca del futuro de la COPE, que muchos daban por colonizada por Pedro J. y Buruaga. Dos veces comimos Pedro y yo a solas para hablar del futuro no inmediato, es decir, de la temporada siguiente a la que iba a empezar. Es difícil saber si Pedro J. quería limitar el efecto de lo que se consideraba una de sus «traiciones» o simplemente no se sentía seguro en su paso con armas y bagajes a Buruaga y a nuestra antigua cadena y quería mantener puentes de diálogo y reencuentro, por si acaso.

Desde luego, lo que no encajaba en su plan de desembarco en la COPE era el desembarco paralelo y masivo del equipo de deportes de la SER, que se configuraba como el verdadero poder fáctico dentro de la parrilla, a expensas de que Buruaga se beneficiara del arrastre de los deportes. Pero el «factor González» devaluaba el plan de fondo de Pedro J. para la COPE, que consistía en crear en 2012 un holding radiofónico formado por COPE, esRadio y Radio Marca. El encaje era sencillo y concordaba con los planes de Unedisa para Buruaga: yo volvía a la COPE, esRadio se asociaba a una cadena con graves problemas de audiencia e influencia y los deportes se convertían en una cadena paralela, Marca mediante.

Lo malo es que los de la SER habían entrado marcando territorio y no sólo político. Además de atacarme a mí, echaron a José Antonio Abellán, que veinte días antes del fichaje surafricano había renovado con la COPE. Y con Abellán se fue al paro la práctica totalidad de la redacción de deportes. Ni que decir tiene que Abellán se puso como una pantera. A lo ridículo se añadía lo humillante de haberse creído la mano derecha de Barriocanal y terminar como la mano izquierda de Cervantes después de Lepanto y, encima, sin escribir El Quijote. El contrato de la COPE y los de la SER era tan férreo que lo que Barriocanal le ofreció a Abellán fue continuar en la COPE como directivo y con el mismo sueldo, pero sin programa. Abellán no aceptó y se organizó una gresca tremenda, que fatalmente desembocó en los tribunales.

El director de El tirachinas había anunciado que acudiría al juez con su flamante contrato en mano para denunciar a la empresa; y entonces los abogados de la COPE tuvieron la ocurrencia de denunciar a Abellán mediante una carta —que se hizo pública— por deslealtad a la empresa y tratos con otras cadenas de radio. El tono de la carta era insultante, pero además lo que parecía una estrategia de defensa en los tribunales de una posición difícilmente defendible tropezaba con dos problemas: en las relaciones con otras cadenas Abellán había ido siempre con los máximos directivos de la COPE y, de no haber sido así, nada impedía a COPE dar por terminado el contrato de Abellán. Sin embargo, deslealtad tan antigua no había impedido su renovación por varios años. En rigor, la carta dejaba en peor lugar al denunciante que al denunciado, que pidió 16 millones de indemnización a la COPE. Al final, se llevó 2,5 millones, que no estaba nada, nada mal.

Entre tanto, las cosas empeoraban para esRadio. Mientras los acuerdos de Unedisa con Buruaga y la COPE fraguaban como hormigón, Julio Ariza se desdecía de una de sus promesas de quince días antes: no iba a emitir en Intereconomía TV mi tertulia porque «en la casa» no le dejaban. Las razones que adujo en una cena poco agradable, otra vez en Larumbe y con Dávila de testigo, fueron dos: una, que Xavier Horcajo no aceptaba su desplazamiento y Ariza tenía una deuda moral con él; otra, la fundamental, que eso supondría que una empresa rival de Intereconomía como Libertad Digital TV podía aprovecharse de su plataforma nacional y generar un problema de marcas que los publicitarios de Ariza veían letal.

Es difícil sostener que una cadena con señal nacional en TDT como Intereconomía pueda verse amenazada por una cadena como LDTV que sólo tiene señal regional; y hacerlo hasta el punto de sacrificar las sinergias entre sus programas y de perder la oportunidad de plantar cara a su rival, Veo7, en la que yo tenía un nivel de audiencia superior a la media de la cadena. Pero la decisión de Ariza estaba tomada. Y a cambio de la señal gratis para esRadio en TDT, yo debía ir alguna vez a El gato al agua.

Porque, al fin, con un retraso de dos semanas, Ariza cumplió su promesa, Veo7 dijo que no seguiría dándonos su imagen y yo aparecí en El gato con el morbo de pelear contra nuestro «verdugo» Pedro J. Tras cambiar de socio, y en peores condiciones que en 2009, empezamos la nueva temporada, y con un horario más inhóspito, el seis a las seis, que estaba pensado para otro escenario que incluía la señal nacional de televisión para nuestra tertulia. El panorama se había complicado mucho, pero, como era de prever dados nuestros antecedentes, en los meses siguientes se complicó mucho más. Menos mal que a finales de octubre, esRadio ganó su primer galardón: por votación directa de los oyentes, la Academia de la Radio premió a Es la mañana como el mejor magacín de la radio española. Pese a todos los problemas pasados y presentes, vadeando penurias y juzgados, estaba clarísimo que esRadio había llegado para quedarse.