Prólogo

 

Zoë

 

Sigo a mi hocico y olisqueo todas las esquinas y los cubos de basura, pero nada huele como en casa. Y esto me inquieta. En mi casa hay un montón de olores y debería detectar alguno de ellos en algún lugar, pero nada me resulta familiar en esta calle. Ni en la siguiente. Me detengo, jadeo y me pregunto dónde estoy.

Esté donde esté, no estoy en casa.

Durante un dichoso momento, me distraigo persiguiendo a un petirrojo por la acera. Corro levantando las patas en el aire, supercontenta al sentir el viento en la cara. La felicidad inunda todos los rincones de mi cuerpo y llega hasta las puntas de mis pelos. Paso a toda velocidad junto a personas, puertas y coches, y soy tan rápida que mi figura se ve borrosa. ¡Nada puede detenerme! ¡Nada! Hasta que el petirrojo desaparece y vuelvo a concentrarme en la calle.

Entonces me acuerdo de que estoy en un lugar extraño.

Y ahora tengo sed.

El viento sigue agitando mi pelo, pero ya no me produce placer. Veo a un hombre que transporta dos cajas grandes y corro en la dirección opuesta. No sé por qué lo hago, porque, normalmente, me gusta la gente, pero una cosa es que me gusten los desconocidos cuando las cosas van como tienen que ir, cuando estoy en casa y me siento segura, pero aquí, en estas calles ventosas, me siento demasiado nerviosa para confiar en nadie. Un golpe de viento agita una bolsa de plástico y doy un brinco.

Miro alrededor y veo que estoy en una plaza grande, cuadrada y pavimentada en la que solo hay tres árboles. Olisqueo los tres troncos en busca de olores y meo en el más popular. ¡Bien! Ahora, gracias a mi olor, mis dueños me encontrarán. Esto es bueno, porque creo que me he perdido. Mi cola cae entre mis patas traseras.

Entonces veo a un perro que está sentado en medio de la plaza. Está totalmente inmóvil. Me acerco, pero enseguida me detengo. Hay algo raro en él. No percibo su olor y no se mueve. ¿Es posible que no me vea? Me acerco un poco más y olisqueo, pero, nada. ¿Qué tipo de perro no huele a nada?

Él sigue sin moverse. Me armo de valor y me acerco más. Incluso podría pegar mi hocico a él. Tiene una caseta y un bol con agua, así que bebo un buen trago.

Después me siento y pienso en casa.