14. Los castigos de Mourinho

Lo importante, decía Mourinho, era el grupo, la empatía. Había que construir un grupo sólido antes de impartir las lecciones técnicas y tácticas. «Tampoco era algo que tuviese que trabajarse mucho aquí porque en el Madrid, al llevarse todos muy bien, era tarea fácil. En un club así tampoco hace falta trabajar mucho el tema de la motivación porque estás acostumbrado a tener que ganar siempre. Hablaba con nosotros, pero tampoco tanto, tampoco como se puede llegar a hacer en un club pequeño donde se juega solo los domingos y tienes una semana entera para entrenar y dedicarle más tiempo a los movimientos y estrategias. Mourinho básicamente hablaba los días de partido», confiesa un jugador que estuvo a las órdenes del técnico portugués en el Madrid. Y que dice que Mourinho imponía mucho. «Era su forma de hacerse respetar». El grupo era el camino a la victoria. A los triunfos. Y el grupo defendía sus consignas. Tenía que defenderlas. El día que Casillas, Cristiano y Sergio Ramos no lo hicieron, fueron castigados. Era un todos a una. Si Mourinho, después de la tángana de la Supercopa en el Camp Nou, decía que todos para dentro, pues todos para dentro. Nadie salió del vestuario esa noche para asistir a la entrega del trofeo al rival. Florentino Pérez fue el único que se quedó en el campo. La excusa fue que se había generado demasiada tensión y que era mejor quedarse a cubierto. Nadie hizo siquiera amago de quedarse en la entrega del trofeo al Barça en esa Supercopa (agosto de 2011). «Nadie se atreve a llevarle la contraria a Mourinho. Se ha creado un clima de miedo y nadie dice nada por miedo. También por miedo a ser despedido. Los jugadores están abducidos», me contaba un empleado del club en aquella época.

Mourinho llevaba algo más de un año en el banquillo del Madrid. Todos hacían lo que mandaba, el que se salía del guión era castigado. Le pasó a Cristiano Ronaldo, a Sergio Ramos y a Casillas. Discrepar de las declaraciones del jefe suponía quedarse fuera de la convocatoria el siguiente partido. Era impresionante observar cómo las declaraciones de los jugadores en las zonas mixtas eran, en muchas ocasiones, idénticas a las que Mourinho hacía en sala de prensa. Y eso que él decía que no aleccionaba a sus jugadores. Si el jefe se quejaba de los árbitros, pues a quejarse de los árbitros. Si el jefe decía que los jugadores del Barcelona hacían teatro, pues a decir que los azulgrana habían aprendido a tirarse. Si el jefe decía que a Adán se le había faltado el respeto, pues Adán salía a decir que mucha gente había opinado sin saber. Si el jefe decía que era imposible ganarle al Barça, pues a poner el título de Misión Imposible 4 al partido, como si de una película se tratara. Si el jefe decía que el Madrid siempre jugaba en inferioridad numérica contra los chicos de Guardiola, pues a decir que no se entendía cómo siempre pasaba eso. Si el jefe se preguntaba cómo era eso de que el Barcelona hablaba de árbitros, pues a preguntarse lo mismo en algún que otro acto. Como hizo José Callejón un enero de 2012. El Barça estaba a siete puntos del Madrid en Liga; Rosell había dicho que con los árbitros ese año la cosa no pintaba bien y Messi se había quejado en El Madrigal —«no me gusta hablar de los árbitros pero a veces son soberbios y te amenazan con tarjetas»— y Callejón que andaba por ahí terminando la primera reunión del Comité Técnico de los Premios Fútbol Draft 2012 soltó: «¿Qué pasa, que en Barcelona se quejan de los árbitros? Pensaba yo que allí no se hablaba del árbitro, supongo que algo habrá cambiado para que pase esto». Si el jefe decía que no había pasado nada nuevo en el Camp Nou, pues a decir que habían pasado «las cosas de siempre». Si el jefe decía que no había acudido a la gala del Balón de Oro porque tenía que preparar el partido de Copa contra el Celta, pues todos a decir que el míster era muy escrupuloso. Si el jefe decía que el entrenador del Castilla dificultaba la formación de los jugadores y su llegada al primer equipo, pues un canterano como Arbeloa decía que no todos los de La Fábrica valen para el primer equipo.

En abril de 2011, después del clásico de Champions en el Bernabéu (0-2 para el Barcelona) Mourinho se quejó en sala de prensa de una conjura internacional, se preguntó por qué siempre que jugaba contra el Barcelona tenía que hacerlo con diez y cuando le preguntaron por el planteamiento del partido (renunció al balón y jugó a defender el 0-0) dijo que tenía un plan pero que el árbitro le había impedido llevarlo a cabo. «El planteamiento es un planteamiento que tiene diferentes momentos del partido, diferentes momentos de organización, diferentes fases, que pasa por no sufrir goles, por frustrar al adversario, por jugar compacto y bajo (sic) como hemos jugados los otros dos clásicos. Y en un determinado momento cambiar de organización con la entrada de un nueve fijo y en un momento más adelantado todavía, hacer otro cambio que es jugar con un diez puro detrás de los tres atacantes. Íbamos a cambiar a Lass por Kaká. Este es el planteamiento. Es un planteamiento de un partido que está 0-0, que parece que va a terminar 0-0 y que después, en un momento de frustración del adversario, arriesgas para intentar ganar. Puedes perder, puedes terminar 0-0, que es lo más normal, pero tienes un planteamiento que el árbitro no te ha dejado hacer», explicó en la sala de prensa. En la zona mixta, hasta un jugador tan ofensivo como Cristiano defendió el 0-0. Defendió la consignas del jefe. «No entiendo», empezó el jugador portugués. Utilizó la misma expresión que Mourinho había repetido varias veces en esa rueda de prensa. «Yo no entiendo por qué. No sé si es por el poder del señor Villar en la UEFA, no sé si es que son muy simpáticos. No sé y no entiendo ¿Por qué? Yo no entiendo por qué. ¿Por qué expulsan a Pepe? ¿Por qué expulsan a Tiago Motta? ¿Por qué expulsan a Van Persie? Los otros no tienen ninguna posibilidad. Con el Chelsea, Drogba sancionado, Bosingwa sancionado, no sé quién más sancionado. Con el Inter Motta no jugó la final, con el Arsenal, Wenger sancionado, Nasri sancionado; hoy yo sancionado. No entiendo por qué», tronaba Mourinho. «No entiendo por qué en todas las eliminatorias de Champions el equipo que el míster entrena juega con diez. Arsenal (Mou no entrenó al Arsenal, se refería a un choque Arsenal-Barça y Cristiano lo repitió), Chelsea… todos los años es lo mismo. No entiendo. No es una excusa pero vamos a ver, jugar contra diez es diferente a jugar contra once. El Barcelona ha marcado dos goles hoy cuando nosotros estábamos con diez. Es así. Es muy difícil. ¿0-0 es mal resultado? No, no lo es. (“¿Sin jugar al fútbol?”, le preguntan). No pasa nada, era buen resultado, teníamos una estrategia, en los últimos veinte minutos Kaká estaba calentando para entrar e íbamos a atacar. El fútbol es así, estrategia, no jugamos bien pero era buen resultado el 0-0», dijo Cristiano en la zona mixta.

En el partido de vuelta en el Camp Nou Mourinho no compareció en sala de prensa porque estaba sancionado. Se encargó de dejar claro su mensaje la misma noche del partido de ida. Como si tuviera una bola de cristal. Ya veía lo que iba a ocurrir. Y por eso daba la eliminatoria por perdida. «El partido de vuelta en Barcelona… obviamente si deportivamente estamos hablando ya de una misión difícil, hoy se ha visto que no es difícil sino imposible. Es misión imposible. Ellos tienen que llegar a la final y llegarán a la final. Y punto», dijo. «¿Está eliminado el Madrid de la final de la Champions?». «Sí. Iremos ahí con todo el orgullo y el respeto por el mundo del fútbol en el que a veces me da asco vivir. Iremos con un resultado prácticamente imposible de remontar y si por un casual marcamos un gol allí y abrimos la eliminatoria, nos matan otra vez. ¡Nos matan otra vez! Hoy se ha demostrado que no tenemos ninguna posibilidad», prosiguió. Cristiano siguió el guión de su entrenador en el Camp Nou después de la eliminatoria que dejó fuera a los blancos de la final. «El nombre del partido hoy es Misión Imposible 4. Ya lo sabíamos, no ha sido una cosa nueva para nosotros. Sabíamos que un gol nuestro lo cambiaría todo. Marca el Pipa, un gol legal; Piqué me empujó, me caí por encima de Mascherano que ahora ha aprendido a hacer las trampas del Barcelona de tirarse al suelo. Cuando jugaba en el Liverpool no se tiraba nunca, ahora ha aprendido. Ya sabíamos que iba a pasar algo así, que era una misión difícil después de lo que pasó en el Bernabéu. Esto ya no es solo fútbol, hay cosas detrás… es difícil tener motivación, es difícil seguir trabajando. Sabíamos que algo iba a pasar de nuevo y mira ¡gol de Higuaín e ilegal! Algo pasa. No quiero pensar en una mano negra, pero hay muchas cosas juntas: hoy, el partido de ida, hay que pensar. Tienen un gran equipo pero le ayudan mucho… ¡Joder, dos partidos! Jugamos contra diez en casa y aquí marcamos el primer gol y lo anulan. Es muy difícil. Era gol legal, un gol que abría el partido. Pero otra vez nos mataron», soltó Cristiano. Otra vez nos mataron. Las mismas e idénticas palabras del jefe.

Meses después, en agosto, hubo otro doble clásico. El que terminó con la Supercopa ganada por el Barcelona. El partido terminó con victoria azulgrana (3-2), con la expulsión de Marcelo por una durísima entrada a Cesc y una trifulca tremenda que se desató después de que el árbitro sacara la tarjeta roja al lateral brasileño. Recuerdo la imagen de Kaká y Cristiano apartados, mirándolo todo desde lejos, a Iniesta decirle a Cristiano: «Es que no puede ser». Mourinho ese día en sala de prensa dijo que Marcelo había hecho un gran partido y el Barça se había comportado como un equipo pequeño. «Hemos hecho un gran partido, hemos venido aquí para jugar. A partir del primer minuto de la segunda parte, y no es una crítica por mucho que haya gente que lo critique, simplemente es una constatación de un hecho, pues a partir del primer minuto de la segunda parte no había balones, no había recogepelotas, como hacen los equipos pequeñitos cuando tienen dificultades. Lo que ha pasado al final, ha pasado porque alguien ha hecho que pasara así y seguramente no han sido mis jugadores. Pepe y Marcelo han hecho un gran partido, uno noventa minutos y el otro cuarenta y cinco». Fue la rueda de prensa en la que llamó «Pito» a Tito. En el minuto 93 Marcelo, sobrepasado de adrenalina igual que Pepe en los últimos clásicos disputados, derribó a Cesc en el centro del campo. Una entrada muy dura. Por detrás. Roja. Y follón. Pepe intenta levantar a Cesc y Keita le empuja. Villa empuja a Özil, Özil le quiere devolver el empujón y le empujan otra vez. El Pipa se va a por el Guaje, quiere agarrarlo del cuello y Valdés y Abidal intentan apartarlo. El árbitro, que todavía no había pitado el final, expulsa a Özil y a Villa. Higuaín agarra del cuello a Pinto entre empujones de todos contra todos. Y en medio del tumulto a pie de campo, Mourinho se acerca a Tito y le mete un dedo en el ojo. Vilanova le da una colleja y Mou le pone los morritos. Un espectáculo vergonzoso. Parecía una pelea de niños de diez años. Nadie más que el técnico portugués habló esa noche en el Camp Nou. Su discurso de que era imposible ganarle al Barcelona, de que en el Camp Nou les estafaban había hecho tanta mella que ni siquiera Iker Casillas conseguía pararse a pensar y analizar la dura y fea entrada de Marcelo. Cuando lo hizo, llamó a Xavi para pedirle disculpas. «Suele pasar en un partido así con muchas cosas en juego. Siempre hay conflicto. Supongo que será por la entrada a un jugador rival, se ha tirado y lo de siempre. Hay que aguantar. Todo está dicho desde hace tiempo. No tengo que rellenar nada», dijo el capitán cuando le preguntaron por qué se había generado tanta tensión. Marcelo derribó a Cesc con una entrada feísima, pero como el jefe había dicho que en Barcelona se tiran, pues Cesc se había tirado. Casillas no tuvo más remedio que apoyar la teoría de su jefe. Una de dos, o estaba de verdad muy convencido de que las cosas realmente eran como decía Mourinho o nadie se atrevía a llevarle la contraria. Al menos en ese primer año. Más tarde las cosas empezaron a cambiar.

Parecía que nadie conseguía ver más allá de la tensión que Mourinho había generado. Era un partido de fútbol, era fútbol y, sin embargo, la intensidad había alcanzado límites innecesarios. El árbitro no podía tener fallos. Si los tenía, siempre eran a favor del Barcelona. Era ya una batalla personal: Mourinho contra la hegemonía del Barcelona. A veces, cuando vuelvo a ver las ruedas de prensa y los resúmenes de los clásicos de aquel primer año me sorprende el nivel de tensión que se respiraba. Había jugadores, como Pepe, Arbeloa, Marcelo, incluso Sergio Ramos (en un clásico le dio un manotazo en toda la cara a Puyol) sobreexcitados. Cuando el Madrid volvió a caer contra el Barça en Copa, en enero de 2012, la noche en la que Mourinho esperó al colegiado en el parking del Camp Nou y dijo que había pasado lo de siempre, Sergio Ramos, que había sido expulsado, siguió su discurso. «Superorgulloso de mi equipo. Hay cosas con las que no se puede luchar. Hoy el fútbol lo ha puesto el Real Madrid. Muy superiores», escribió en su cuenta de Twitter.

No solo había que apoyar las teorías de la conspiración. Era entregarse al jefe dijera lo que dijera. Incluso si eras canterano, como Arbeloa, te había costado llegar al primer equipo y sabías que habías tenido que irte al extranjero para ver reconocido tu trabajo. Arbeloa, crecido en La Fábrica y obligado a emigrar primero al Deportivo y luego a Inglaterra, llegó a decir que no todos los canteranos valían para el primer equipo. Como el jefe había emprendido su campaña contra Alberto Toril, el técnico del filial, acusándole de no facilitar la integración de los chicos del Castilla, pues había que defender al jefe. Aunque supusiera pasar por alto el camino recorrido años atrás antes de volver a casa. En octubre de 2012, con Marcelo, Coentrao y Arbeloa lesionados, a Mourinho se le preguntó por qué no jugaba Nacho (defensa polivalente que puede cubrir los cuatro puestos de atrás) ahora que faltaban tres laterales izquierdos. Él insistía con Essien. La culpa era de Toril, el técnico del filial. «Nacho es un problema. En el Castilla es central y en el primer equipo lateral izquierdo. Y es un problema. La formación de los jugadores no debería tener contradicciones y en estos momentos hay una contradicción. Si la educación tiene contradicciones todo es más complicado», contestó.

Tres días después, en víspera de un partido de Copa contra el Alcoyano, un periodista le preguntó por la política de fichajes seguida en el verano. «El otro día dijo que la posición de Nacho en el filial suponía un problema: si querían que Nacho jugase de lateral en el filial, ¿por qué se fichó a Fabinho?». «¿Perdón?», preguntó a su vez Mourinho. «¿Por qué se fichó a Fabinho (que comparte representante con el técnico), que es otro lateral?». Y resulta que el problema era, otra vez, de Toril. Culpable de mirar sus intereses, frenar la progresión de los chavales y jugar con chicos de veinticuatro, veinticinco y veintiséis años. «Mira, Fabinho es un jugador de la edad que los jugadores del Castilla deberían tener. Si un jugador con veintitrés, veinticuatro, veinticinco años no ha llegado al nivel suficiente como para ser jugador de la primera plantilla, no va a jugar con veintiséis, veintisiete, veintiocho. Cuando los jugadores están ahí, tienen potencial y tienen dieciocho, diecinueve, veinte años, tú, como entrenador del primer equipo, tienes la expectativa de que sigan su proceso de formación y de que algunos lleguen al primer equipo. Fabinho está en ese plazo. Alberto Toril tiene que decidir qué es más importante, si terminar cuarto o quinto o noveno en Segunda, o ayudar a la progresión de un jugador. José Rodríguez, un futbolista que os gusta tanto a vosotros, tiene diecisiete años y no juega en el Castilla porque juegan jugadores con veinticuatro-veinticinco años. Y nada más. Para mí es más importante que juegue José Rodríguez a que el Castilla termine quinto, sexto o séptimo la Liga», contestó. Eso sí, Mourinho se encargó de matizar que no había ningún problema y que él respetaba la autonomía de Alberto Toril, al que le había prohibido incluso acudir a los entrenamientos del primer equipo. «Y me parece bien que tenga autonomía. Pero nosotros jugamos con un sistema diferente al de ellos y ellos al nuestro, hay jugadores que juegan en el Castilla en posiciones que no existen en el primer equipo, no existe la posición del nueve y medio donde juega Jesé. No jugamos con el 4-4-2. Nuestros jugadores de banda juegan alto, los jugadores de banda del Castilla juegan bajo. Hay pocos puntos de contacto y en ese sentido los chicos salen un poco perjudicados. Pero la relación es normal y respeto su autonomía». La polémica duró una semana. Mourinho decía que quería zanjar el tema y lo zanjaba con otro dardo.

El técnico del filial, que lleva haciendo un trabajo extraordinario desde que se puso al frente del Castilla en enero de 2011, era la única persona a la que Mourinho todavía no había declarado la guerra. En ese otoño (2012) de tensiones que acabaría con el plebiscito y su plante al presidente Florentino Pérez el día de la inauguración de la cantera, Arbeloa acudió al rescate. Un canterano, un chico de la casa. No había que utilizar a los canteranos para atacar al entrenador, dijo. «Creo que los aficionados del Real Madrid quieren que su equipo pelee por títulos y no que jueguen diez canteranos y acaben terceros. Los que suben al primer equipo tienen que tener nivel y ser iguales o mejores que Pepe u Özil. Por eso hay que tener paciencia con los chavales y que no se les utilice para atacar al entrenador. En el Madrid están los mejores del mundo y no todo el mundo vale», declaró al final de un partido. Todos con Mourinho, aunque significara tirar piedras a su propio tejado. O enfrentarse a un compañero de equipo, como Iker Casillas. Después de la suplencia del capitán en La Rosaleda en diciembre de 2012, Arbeloa fue uno de los jugadores que apareció en la sala de prensa de Valdebebas.

—¿Se ha comentado en el vestuario la suplencia de Iker? —le preguntaron.

—No, porque tendríamos que hablar todas las semanas de las suplencias de quince jugadores y de la titularidad de once. El vestuario lo está tomando con mucha normalidad, el míster toma las decisiones y cada día hay más suplentes que titulares cada semana. Es una decisión más. Todos hemos pasado alguna vez por el banquillo, lo ha hecho Cristiano (el único partido que se perdió no estando lesionado fue por castigo del técnico), lo ha hecho Sergio Ramos (lo mismo), lo ha hecho Pepe, lo ha hecho Xabi. Al hecho de que le pase ahora a Iker creo que se le está dando demasiada importancia. Evidentemente, por todo lo que ha sido en el Real Madrid, pero eso no quita que sea una decisión técnica más.

—¿Quién jugará contra la Real Sociedad, Casillas o Adán?

—No tengo ni idea. No sé ni si voy a jugar yo… como he dicho antes, para el aficionado madridista no tiene que ser importante quién juegue sino que su equipo gane. Estoy encantado con que la gente esté apoyando a Iker, pero eso no significa que porque apoyen a Iker no apoyen a Adán, que porque apoyen a Iker no apoyen al entrenador. Esto es deporte.

—¿No consideras que es un lujo haber dejado a Casillas en el banquillo en un partido tan importante como el del Málaga?

—No, porque tenemos un grandísimo portero como Antonio Adán, el mismo respeto que le tenemos a Iker se lo debemos a Antonio. Vuelvo a decir lo mismo: se está exagerando un poco con todo el tema de Iker, evidentemente por todo lo que es. Le doy la enhorabuena desde aquí por el premio al mejor portero. Pero como si un día se queda Cristiano en el banquillo, no pasa nada, sale otro compañero y lo va a hacer lo mejor posible. En el Madrid hay veinticinco jugadores capacitados para jugar. Quién juega el domingo no es lo importante.

—¿Os inquieta cómo pueda reaccionar el Bernabéu si Iker es suplente otra vez?

—El Bernabéu, la única forma que tiene que reaccionar jugando o no Iker, es apoyando a su equipo. Ellos son aficionados del Real Madrid no aficionados de Iker Casillas. Es de admirar que en un momento de delicadeza le estén apoyando; juegue o no, lo importante es que la afición esté con el equipo.

Casillas no era uno más, era el capitán, pero para Arbeloa el capitán general era Mourinho. También lo era para Xabi Alonso, que en la primavera de 2013 organizó una comida en el Julián de Tolosa —uno de sus restaurantes favoritos, en el barrio de La Latina— con algunos de los representantes del mourinhismo twittero. Invitaron también a algunos periodistas; algunos fueron; otros declinaron la invitación por el tono demasiado conspirativo que intuían estaba tomando esa cita. A esa cita se sumó también Arbeloa. Y en esa cita ambos criticaron a Iker Casillas, su falta de liderazgo y su poca implicación. Una cosa era hacerlo en casa con amigos, otra en una comida con los que montaban campañas en las redes sociales.

Ya en el último partido de Liga, Arbeloa irrumpió en zona mixta diciendo que Mourinho se había partido la cara por el club y que no todos en el Madrid podían decir lo mismo. «Mou siempre ha puesto por encima de todo al Real Madrid. Se ha partido la cara por este club y se la han partido por este club. Ha sido un entrenador que ha pensado antes en el Real Madrid que en él mismo y muchas veces eso ha perjudicado a su imagen. No sé si alguien en este club, incluyendo a los jugadores, podemos decir lo mismo». Lo repitió pocos días después en una entrevista en La Sexta. «Pocos pueden decir lo mismo, porque el Madrid es un club donde los jugadores, primero miramos para nosotros y luego por lo demás. El míster te exigía, no dejaba que te relajaras. Aunque haya gente a la que no le guste, para mí es primordial», dijo, dando a entender que algunos habían estado rascándose la barriga. «¡Muy pocos entrenadores te permiten relajarte! Ahora mismo como te relajes, con partidos tan competitivos, te gana cualquiera. Todos los entrenadores intentan imprimir eso, al menos todos los que yo he tenido», confiesa un jugador que estuvo a las órdenes de Mourinho. La fractura entre Casillas y Arbeloa, desde hace años también compañeros en la Selección, se fue ampliando tanto que algunos miembros del cuerpo técnico de España se lo comentaron a un empleado del Madrid durante la Copa Confederaciones. «No se hablan. Iker y Sergio nunca están con Arbeloa. Se ha quedado solo. La distancia que se ha creado entre ellos es muy grande».

Cuando, en enero de 2013, Mourinho dijo en rueda de prensa que los medios de comunicación le habían faltado el respeto a Adán, Adán se hizo eco de su discurso en zona mixta. Nunca había levantado la voz el canterano. Esa noche en la que fue expulsado contra la Real Sociedad sí lo hizo. Todavía no sabía que Mourinho le había utilizado para su guerra. «Han sido dos semanas donde se han dicho muchas cosas. Yo he estado el margen de todo eso. El trabajo es lo que me ha llevado hasta aquí. Mis compañeros y el míster me han apoyado y el resto no me importa. Ha habido opiniones en las que se me ha faltado al respeto. Soy un componente más de la plantilla y puedo jugar. Llevo dieciséis años aquí, algunos no saben de mi trayectoria y opinan», lamentó.

La plantilla defendió a Mourinho en los meses más complicados. Cuando parte del Bernabéu empezó a hartarse y a pitarle. Pitaban, básicamente, a los Ultras Sur que coreaban su nombre. Y sin embargo Mourinho había castigado a algunos de sus jugadores por no seguir su discurso oficial o por discrepar de él. «Hace un par de meses, cuando fuimos campeones de Liga los pitos eran aplausos. En el fútbol no hay memoria. Hubo un equipo campeón de Liga con récord de puntos y récord de goles. En el vestuario hay un cien por cien de confianza en Mourinho, cogió a un equipo muy joven mientras el Barcelona venía de conseguir títulos y con el paso de las temporadas los conseguimos igualar. Se puede estar siendo injustos con Mourinho, gran parte del éxito ha sido culpa suya», dijo Casillas en noviembre de 2012. Xabi Alonso estaba en la misma línea. «Al ser el mejor entrenador del mundo se le exige demasiado, quizás ese es el problema que tiene. El club está con el míster, el vestuario y el madridismo también, yo creo que es el mejor entrenador que podemos tener y yo quiero que sea el entrenador que nos entrene ahora mismo», dijo. A Mourinho le preguntaron por esas palabras de apoyo en un momento delicado por la marcha del equipo y contestó que le daba igual. «Me da igual, me importa que dentro del campo den lo máximo, que dentro del campo mueran para ganar y que dentro del campo tengan la misma mentalidad que tengo yo, que es jugar y darlo todo hasta el último minuto. Me quedó más con lo que hacemos cuando trabajamos que con las palabras».

Cuando dejó plantado al club en la gala del Balón de Oro, en enero de 2013, también salieron a defenderle los pesos pesados del vestuario. Mourinho dijo que no viajó con el presidente y los jugadores candidatos porque tenía que preparar el partido de Copa. En realidad no viajó porque no era el ganador. Las cámaras del As le pillaron ese mismo día, a la misma hora de la retransmisión de la gala, en el campo del Canillas viendo el entrenamiento de su hijo. «El míster toma sus decisiones, dijo que estaba trabajando, yo hablé con él y me dijo que por la tarde estuvo trabajando en el partido de mañana (Copa contra el Celta), que para todos es importante. Los que pudimos ir lo disfrutamos. Nosotros respetamos y respaldamos las decisiones técnicas del entrenador. Conociéndole sé que es muy meticuloso, muy profesional y de cara al partido de mañana vamos a estar preparados e informados como siempre estamos», le defendió Xabi Alonso. «Ya lo dijo el míster. Se quedó preparando el partido contra el Celta porque sabía que era difícil. Y así se demostró», abundó también Casillas.

El guardameta fue castigado año y medio antes por llamar a Xavi y a Puyol. Lo hizo después de las broncas de los clásicos de la Supercopa de agosto de 2011, después de que el Comité de Competición abriera expediente para investigar lo que había ocurrido, después de que el club apoyara la teoría de Mourinho de que el Madrid había sido provocado, después del enésimo cruce de declaraciones. El capitán llamó al centrocampista con el que compartió vestuarios en todas las categorías inferiores de la Selección —y con el que había mantenido una acalorada discusión el día del clásico en el Camp Nou— y también habló con Puyol. Había que cuidar las relaciones y mantener el buen ambiente en la Selección en vista de la Eurocopa de 2012. «Casillas puede hablar con quien quiera», espetó Mourinho pocos días después en una rueda de prensa cuando le preguntaron qué le había parecido. Podía hablar con quien quisiera pero le sentó en el banquillo en el siguiente partido, que era el Trofeo Bernabéu, el clásico amistoso-homenaje de verano. Hubo tantos cambios entre la primera y la segunda parte que jugaron todos —como siempre se suele hacer en el Trofeo Bernabéu—; todos menos Casillas. «Adán tiene que jugar porque necesita minutos para evolucionar. Hoy era un partido perfecto para él». Así justificó Mourinho la suplencia de Casillas.

A Cristiano también le dejó fuera de una convocatoria. Fue el único partido que se perdió por decisión técnica. Él, que nunca quería descansar, ni siquiera en Copa y ni siquiera cuando sumaba el triple de los minutos que los demás, se quedó en su palco privado del Bernabéu el día del partido contra el Zaragoza. El que se disputó entre los dos clásicos de Champions de 2011. El portugués pasó por la zona mixta defendiendo las teorías conspirativas de su jefe. Pero después de repetir un par de veces que el 0-0 no era mal resultado, un periodista le preguntó: «¿Pero a un jugador ofensivo como tú le gusta jugar así?». «No me gusta, pero tengo que adaptarme a lo que me pide el equipo», contestó. Acabose. Recuperó la titularidad un par de días después en el Camp Nou en la vuelta de las semifinales de Champions. Confirmó, a su manera, que había sido castigado. Y culpó a los medios de malinterpretar sus palabras. Lo dijo después de hablar de la Misión Imposible 4. «Disteis un mensaje que no era el que yo quería decir. A mí siempre me gusta jugar, independientemente de dónde me pongan, claro que prefiero un sitio a otro… pero hicisteis llegar lo que no era». Y lo que «era», era exactamente lo que él dijo: «No me gusta jugar así, pero tengo que adaptarme a lo que me pide el equipo». Nadie le preguntó por el sitio que ocupaba en el campo sino si le gustaba jugar así (defendiendo el 0-0) siendo él un jugador tan ofensivo.

Sergio Ramos fue otro de los que sufrió los castigos del técnico. Y los sufrió hasta en dos ocasiones. No era de los que se callaba dentro del vestuario. Si había que defender a un compañero siempre lo hacía, y si había que enfrentarse a Mourinho para hacerlo, no pasaba nada. Como el día que se puso la camiseta de Özil debajo de la suya. Era octubre de 2012, el alemán había sido sustituido en el descanso y dejado en evidencia por Mourinho en el vestuario. El defensa se enfundó su camiseta y jugó con ella debajo de la suya. La imagen, captada por un fotógrafo del Marca, fue portada y tema de debate durante días. Hasta tuvo que intervenir el presidente. Florentino Pérez llamó a Sergio Ramos, le invitó a la cordura y el defensa aclaró que todos estaban con el míster, que simplemente le había prometido a Özil que el primer gol de la temporada se lo dedicaría a él…

En septiembre de 2011, cuando el Madrid perdió en el campo del Levante, Sergio Ramos exculpó a sus compañeros del batacazo y no buscó excusas en el arbitraje. Mourinho había dicho en sala de prensa que la culpa de la derrota había sido de Khedira y que el colegiado había influenciado el resultado. «Hubo un penalti clarísimo, que además suponía la segunda amarilla a Iborra, y eso tuvo una influencia clarísima en el resultado. Si marcamos la pena máxima y nos ponemos diez contra diez, la historia habría sido diferente. Pero no hay que quitar mérito al Levante, al que en su casa dejan hacer y ellos lo saben bien. Tengo que felicitarles por listos. Saben provocar, simular, ganar tiempo, no dar el balón. Todo esto también es fútbol y nuestros jugadores no se sienten a gusto en este hábitat. Nadie lo hace mejor que ellos en esta Liga. Hay jugadores del Madrid que no se adaptan a la parte sucia del fútbol, que no están cómodos en ella. Khedira tuvo culpa porque sabía lo que iba a pasar (tenía amarilla y en una de las trifulcas que se montó después de un encontronazo entre Di María e Iborra, empujó a Ballesteros). Ha caído en la trampa. Le responsabilizo, en parte, de la derrota, pero el árbitro también tiene culpa. No pitar un penalti ni decidir una expulsión es mucho», fueron las palabras de Mourinho en la sala de prensa. El Madrid había jugado bastante mal en el campo del Levante. Ramos en zona mixta pasó de las teorías de las conspiraciones. «Está claro que cuando te quedas con uno menos, en inferioridad, es importante a la hora de crear ocasiones. Somos todos culpables de la derrota de hoy. Tampoco hay que valorar la actitud de los jugadores del Levante. Nos miramos en nosotros, que ya tenemos bastante». En el siguiente partido, contra el Racing, Ramos se quedó fuera de la convocatoria.

Lo mismo pasó después de las declaraciones en el Sánchez Pizjuán en septiembre de 2012 (segunda derrota del Madrid en Liga en cuatro partidos). ¿Qué le ha pasado al equipo que se le ha visto mal en la primera parte?, le preguntaron a Mourinho en sala de prensa. «¿Solo en la primera? Yo le he visto mal desde el primero hasta el último minuto. Primer tiempo mal, segundo tiempo mal. Victoria merecidísima del Sevilla y derrota aún más merecida nuestra. Han hecho todo para ganar. Y nosotros hemos tenido el premio merecido para el partido pésimo que hemos jugado», contestó. ¿La razón? «Tiene que ver con el espíritu colectivo y con unas cabezas que no están pensando como el colectivo. Son pocas cabezas las comprometidas, concentradas, para las que el fútbol sea prioritario en su vida. Hay pocas cabezas comprometidas y cuando pasa eso es complicado. Pero, el entrenador soy yo y si hay cabezas que no están comprometidas es mi culpa. Y punto». Se refería, entre otros, a Sergio Ramos, al que culpó por el gol de Trochowski a la salida de un córner. ¿Cuál es la solución? «He cambiado a dos jugadores en el descanso y quería cambiar a siete. En el fútbol debería pasar lo mismo que en otros deportes, que te permiten hacer más cambios. La imagen del equipo es el primer minuto (el del gol). No podemos trabajar más y mejor las jugadas a balón parado. Cada jugador sabe su misión, su posición, sabe quién es su oponente (al que tiene que marcar), saben las zonas que tienen que ocupar, tenemos gráficos, también en el vestuario. Y primer minuto del partido y gol. Para mí es la imagen de mi equipo en ese momento: sin concentración, sin disponibilidad mental para sufrir. Cuando tú comparas el Sevilla con el Madrid es fácil de entenderlo. Para sus jugadores, cada balón es como si fuera el último, van con todo, quieren jugar rápido, pensar rápido. Mi equipo lo ha hecho contra el Barcelona y no lo ha hecho más». ¿Le preocupa la distancia con el Barcelona? «Me preocupa mi equipo. Me preocupa que desde que empezamos la temporada, jugamos la Supercopa y nada más. Jugamos un poquito contra el Valencia, nada contra el Getafe, nada hoy y poquísimo contra el Granada. Lo que me preocupa, más que los puntos, es que en este momento no tengo equipo».

Directo, contundente, a la yugular del vestuario y del grupo. No lo aceptó Sergio Ramos. «Él es quien mejor ve el fútbol. Lo que está claro es que nos está costando ganar, llega el momento de plantearnos y sentarnos. Evidentemente, y me incluyo yo el primero, podemos dar más y quizás nos ha faltado la actitud que hemos tenido en otros encuentros, pero no hay que quitarle mérito a los equipos que nos han plantado cara. Aquí somos culpables todos, desde el primero hasta el último. Al igual que cuando ganamos, ganamos todos, cuando se pierde igual», dijo al salir de la zona mixta. No fue convocado para el siguiente partido, de Champions además, contra el Manchester City. Había llegado el enésimo castigo. Responsable, decía Mourinho, también lo era él. Pero no aceptaba que lo dijera nadie más allá de él. Y menos utilizando la palabra culpable.