6. ¿Te quieres venir en mi avión privado?

Cuando no estaba en Valdebebas, Mourinho estaba en las instalaciones del Canillas viendo entrenar a su hijo. Los chavales llegaron a organizarle una fiesta sorpresa para su cumpleaños. Él dio 18.000 euros que se utilizaron para pagar las cuotas de los chicos cuyas familias tenían problemas económicos. Pagó el viaje de unos cuarenta chicos que fueron a jugar la fase final de un torneo a Vila-Real de San Antonio en la Semana Santa de 2012. «Tiene una gran sensibilidad con los problemas sociales. Vi que le llegaban cartas de Portugal, de personas que, afectadas por la crisis económica, le escribían pidiéndole ayuda. Albañiles. Trabajadores que se habían quedado en el paro y que le contaban que no tenían con qué pagar el alquiler. Les ayudaba económicamente», cuenta un empleado del club que vivió el día a día con él en Valdebebas. «Siempre acababas enterándote de que un amigo o un conocido había recibido ayuda de Mourinho. Sobre todo gente de Setúbal, donde él se crió. Es una región industrial que ha sufrido mucho el paro en los últimos veinte años. Sé que ha apoyado a las personas en crisis, ayudas puntuales con dinero, comida. Es una cosa que no ha salido en los medios ni de la que se habla porque, igual que pasa con Cristiano, no lo quieren decir, ni que se haga público», cuenta un periodista portugués.

Tampoco en el Canillas quería Mourinho que se supiese nada. No quería ni que lo supiesen, según cuenta el presidente, los padres de los niños que jugaban allí. «Un día su hijo llegó a casa y le dijo que había visto a un niño llorando, que le había contado que sus padres dormían en una furgoneta porque no tenían dinero y no podría seguir jugando al fútbol. No podía pagarse la cuota. Mourinho llegó aquí y me dijo que quería ayudar. Nos pidió que no dijéramos nada. El primer año nos dio 8.000 euros; el segundo 10.000. Decidimos invertir ese dinero en becas para pagar las cuotas de aquellos chicos que tenían problemas económicos. Me consta que los padres le escribieron una carta de agradecimiento», cuenta Manuel Álvarez, presidente del Canillas. Fuera de su despacho, justo en el bar que se asoma a los campos de entrenamiento, en medio del bullicio de una tarde de junio, hay un chaval en silla de ruedas. Es el hermano de un jugador del alevín. «Se vuelve loco cuando ve a Mourinho», cuenta Álvarez que se acerca y le pregunta: «¿Dónde está tu amigo?». «Amigo Mou, amigo Mou, amigo Mou», repite el chico. «Hace no mucho Mourinho se enteró de que le habían hospitalizado y me preguntó en qué hospital estaba, que se iba corriendo para allá. Y para allá que se iba si no llego a decirle que le iban a dar el alta. Tiene una sensibilidad especial para ciertos temas», añade el dueño del club.

Mourinho no se limitó a ingresar dinero para becas y cuotas. También quiso pagar el viaje de los alevines y benjamines (unos cuarenta niños) que en la primavera de 2012 se marcharon a disputar un torneo a Vila-Real de San Antonio, al lado de Ayamonte. «Nos quedamos nueve días allí, el alojamiento lo pagaba la organización, pero el viaje en AVE hasta Sevilla, los autobuses y los demás gastos que fueron surgiendo para ir a ver algún que otro espectáculo y demás los quiso pagar él. Recuerdo que eran unos 400 o 500 euros por cada familia. Colgué una lista aquí en el club para que los chicos se apuntaran. Mourinho me cogió y me dijo: “No le cobres a nadie, yo me encargo”», desvela el presidente del Canillas. A ese viaje, al que pudo escaparse un día, se llevó a Moisés Rodríguez, el entrenador del equipo de su hijo, que no podía ausentarse tanto tiempo por cuestiones de trabajo. «Cuando se enteró le dijo: voy en el día con mi avión privado, si quieres te llevo. ¿Te vienes?», cuenta el presidente del Canillas. Y allá que fue. A la vuelta, Mourinho le llevó en coche hasta su casa de Arganda. «Se enteró de que no podía ir por cosas de trabajo y me invitó a irme con él en el día. Fuimos él y yo solos. Es un tipo amable, simpático, bastante introvertido. Una persona normal, lejos de los excesos y lejos de esa imagen arrolladora que se ve en la tele. Al campo de entrenamiento sé que iba a menudo, yo ni me daba cuenta, pero al menos un par de veces a la semana. Estaba siempre muy pendiente de que su hijo estuviera a gusto», cuenta Rodríguez.

Siempre muy pendiente de que todos los suyos estén a gusto. Los suyos, según contaba el propio Mourinho, eran los amigos de la infancia que igual no le veían durante tres años pero que cuando se juntaba con ellos era como si no hubiese pasado el tiempo. Los suyos son su familia, la gente que trabaja con él. «Te ven por la calle, por la tele, en el banquillo, que es el momento de máxima expresión emocional, y la gente piensa que te conoce. Pero quien me conoce son los míos, mi familia, mis amigos, la gente que trabaja conmigo. Y yo quiero tener este derecho de no darme a conocer en profundidad a los demás. Soy así», contaba Mourinho en una entrevista. Con los suyos tiene detalles. Como los que cuenta Gianluca Miraglia, su profesor de italiano durante tres meses. «Al poco tiempo de fichar por el Inter vino al Instituto Italiano de Cultura para agradecerle a la directora y a mí el trabajo que habíamos hecho. Quiso conocer a las personas que habían organizado el curso de italiano. Fue justo antes de que se marchara de vacaciones con la familia. Recuerdo que estuvimos hablando un rato de la derrota de Italia contra España en los penaltis (Eurocopa 2008) de lo que significaba perder así. Pero que España había merecido ganar. Durante su periodo en Italia nos hemos seguido hablando, vía SMS. Me envió dos entradas para la final de Champions de 2010 en el Bernabéu (Inter-Bayern), para mí y para mi hijo, que quería conocerle. Y lo consiguió, ese mismo día pude presentárselo. El día de una final importante. Cuando fichó por el Madrid y se fue a España nos hemos seguido escribiendo, hablábamos para desearnos felices fiestas. No se olvidaba nunca. No tuve tiempo de organizar un viaje para ir a verle a Madrid», cuenta Miraglia. Tampoco se olvidó Mourinho, por ejemplo, de Paolo Viganò el director de comunicación del Inter que este verano se ha incorporado al Como —equipo de regional— como directivo. Le envió un fax, en italiano, desde Londres y con el membrete del Chelsea, en el que escribía: Un grande in bocca al lupo per la nuova stagione. Un abbraccio a tutti voi (Mucha suerte para la nueva temporada. Un abrazo a todos). Así como tampoco se olvidó de llamar a Javier Zanetti cuando se rompió el tendón de Aquiles o a Tito Vilanova cuando se supo lo del cáncer.

El presidente del Canillas también recuerda los detalles que Mourinho tuvo con los chavales. «Un año para su cumpleaños quisieron organizarle una fiesta sorpresa. Le hacía mucha ilusión a los niños. Sabíamos que iba a venir a buscar a su hijo y le hicimos encontrar una tarta. Tenía fiesta en casa con su familia, pero aun así se quedó aquí con ellos un rato a soplar las velas. En la tarta le habían dibujado un escudo del Canillas y otro del Madrid y se cogió un trozo de ambos», cuenta Álvarez, que asegura que un día Mourinho llegó a decirle que tenía que explotarle más. «Este club se ha hecho muy grande con él, por mediático y por lo que sea. Y eso que una vez me dijo que le explotaba poco. “¡Me tienes que utilizar más”, me soltó un día que le comenté que el ayuntamiento no nos daba subvenciones. Le contesté: “¡Joder!, es que a veces eres tan serio que no me atrevo a pedirte nada”. Y me dijo: “¿Serio? pero si es todo de fachada”».

Ni siquiera Álvarez sabe contestar por qué. Pero allí le tuvo otra vez en la primavera de 2013 cuando le invitó a dar una charla sobre sus métodos de entrenamiento y de trabajo. «Llevamos seis o siete años haciendo estas jornadas, con árbitros, entrenadores. Este año la quisimos hacer con Mourinho. Había unas setenta y cinco personas entre gente del Canillas y de fuera. Él trajo el ordenador, todo el material y explicó en qué consistía su trabajo, cómo preparaba los entrenamientos y los partidos. Fue cuando nos enteramos de por qué se marcha un minuto antes del descanso a los vestuarios. Cuando quiere hacer los cambios en los primeros minutos de la segunda parte se va antes para que le dé tiempo a dibujarlos en la pizarra. Fueron dos horas y pico de charla en la que contó que puede haber diferencias con los jugadores, pero que él es el que manda. Puso como ejemplo de profesionalidad, de jugador que se entrena igual vaya o no convocado a Arbeloa». Fue también el día en que confesó que el año siguiente ya no estaría en el Madrid. «Si yo entreno en Madrid el año que viene, entrenaré al Canillas, no al Real Madrid», fue la frase que escucharon los que estuvieron en la charla.