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Ese fin de semana Guti le devolvió la visita
a Goikolea. Éste le llevó a cenar a un conocido restaurante del
puerto viejo de Algorta. Era sábado y había bastante animación. Se
cenaron un besugo al horno, y después la emprendieron con una
botella de orujo de café por cuenta de la casa.
Con dos pequeños vasos de chupito, y la
botella entre los dos hombres, comenzaron los brindis que, trago a
trago, dieron con la botella.
—¡Por Mario!
Mario había sido el responsable del CNI que
organizó el atentado que costó la vida a Ana Lafuente Santander.
Había muerto de un disparo en la cabeza el mismo día que Ana a
manos de Guti.
—¡Por Antonio Velasco!
Aquel hombre cumplía condena por un delito
de corrupción. Había sido quien había servido de enlace entre el
ministerio y el CNI y había dado órdenes directas a Mario para
organizar el atentado.
—¡Por los dos guardias civiles que se
pudrirán en la cárcel!
Estos dos agentes, los que habían asesinado
al abogado Kortajarena, habían disparado contra la agente Marta
Lasierra y secuestrado al empresario Miguel Garaikoetxea, en su día
habían facilitado los datos de Ana a la banda terrorista, la que a
la postre asesino a la agente del CNI.
—¡Por Txala!
El etarra era el responsable del aparato
político de la organización, y fue uno de los que prepararon el
atentado contra Ana. Había muerto a manos de otro etarra, Korta,
tras traicionarle y venderle a la policía francesa.
—¡Por Korta!
Ocupaba el puesto de responsable del brazo
armado de la banda terrorista y fue el responsable directo, junto
con otros dos jóvenes terroristas, del atentado que acabó con la
vida de su amiga. Consiguió escapar de la policía francesa cuando
detuvo a sus dos compañeros, que ahora cumplían condena en Francia
a la espera de ser extraditados a España, pero traicionado por otra
compañera, murió en un enfrentamiento con la gendarmería
francesa.
—¡Por Itxaso!
Una de las responsables políticas de
organización, parlamentaria en el gobierno vasco, que huyó a
Caracas cuando se descubrió su relación con el atentado. En la
capital venezolana fue asesinada por sus compañeros como represalia
por la muerte de Korta, a quien había delatado a la gendarmería
francesa.
—¡Y por Ana!
—Sí, por Ana.
El último trago de la botella fue amargo,
por el recuerdo de su amiga, la última víctima del terrorismo
etarra. Guti, que había trabajado a las órdenes de aquella mujer,
cambió rápidamente de tema.
—Me contó Martín que te habías liado con la
agente herida.
—Sí, cometí un error. Pero ya está
superado.
—Ahora es una heroína, me han dicho que la
van a condecorar.
—Sí. Cuando me dejó a mí, se juntó con un
alto cargo del cuerpo. La condecorará y la promocionará. Y ella
sabrá cómo entenderse con él.
—¿Dolido?
—Sí, pero no por ella, sino por lo que
hice.
—¿Y ahora?
—Pues me imagino que volveré a la rutina de
mi pequeña comisaría de provincias. Aquí no es normal que tengamos
casos tan complejos como éste. Pero me encantaría un poco de
acción.
—¿Por qué no te vienes a Madrid?
—Porque en Madrid, cuando ganáis la liga, no
sacáis la gabarra. Entiéndeme, el Bernabéu no es San Mamés.
Guti rió de la ocurrencia de su amigo.
Aquella iba a ser una noche larga, pero que se haría corta. Tenían
mucho de lo que hablar.