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Dakar

Estaba ya amaneciendo cuando llegaron a Dakar. Desde el aire, Puchi quedó perpleja con la multitud de edificios, personas y vehículos que se aglomeraban de forma caótica, no en armonía como en el Mundo Esmeralda. La niña creyó que todo ese cemento «apisonaba» debajo la vegetación que les había acompañado hasta esos momentos.

Descendieron cuidadosamente hasta la superficie sin ser vistas, haciendo desaparecer la burbuja, emprendiendo el camino a pie ataviadas con unas ropas que las hacían pasar desapercibidas para el resto de la población.

La basura y los desperdicios se agolpaban por todas partes. Un fuerte hedor las acompañaba de vez en cuando en su caminar.

Shankal le hizo saber a la niña que, por regla general, cuanto más avanzada es una población más importancia se le da al medio ambiente, a mantener limpio y bello su entorno natural.

Puchi no estaba acostumbrada a algo así; no obstante, sus ganas de descubrir este mundo la hacían mantenerse expectante ante cualquier nuevo estímulo.

—En la Tierra —le explicó su maestra—, las ciudades se construyen en base al beneficio económico de quienes tienen el poder de construirlas, con criterios egoístas, no buscando la felicidad de sus habitantes.

Tras una larga caminata divisaron un gigantesco monumento en el que unas figuras humanas portaban a un niño en lo alto de los brazos. La colosal estatua representaba la libertad de los pueblos de África ante la opresión a la que habían sido sometidos en el pasado.

Dejando el monumento atrás, Puchi observaba curiosa cómo las personas con las que se encontraba por la calle, la mayoría de piel oscura, parecían estar alegres a pesar de encontrarse en un entorno tan alejado del Amor. Las frutas tropicales de los puestos callejeros era lo único que le hacía recordar a la niña un brote bello de naturaleza pura.

—¿Por qué no habrán integrado esta ciudad en su entorno natural? —preguntó la niña, recordando su bello y armonioso mundo.

—Aún habiendo tenido los conocimientos técnicos para ello, les faltó el deseo puro de servir a sus habitantes. Además, como no conocen nada mejor, piensan que esta es la forma óptima de convivencia.

—¡Sus mentes están tan acostumbradas a la fealdad que ven normal habitar un entorno así! —intervino la niña.

—Así es… No les vendría mal darse un viajecito por los otros mundos… —le susurró Shankal.

Adentrándose por estrechas calles fueron a parar a una playa repleta de gente. Multitud de jóvenes de raza negra se bañaban en el mar formando un gran alborozo. Otros comían y reían en la orilla bailando un ritmo que no cesaba. Barcazas de alegres colores los iban transportando hasta una isla cercana, portando todos sus pasajeros salvavidas de color naranja, lo que aumentaba el festival de color. Parecía una gran fiesta…

­­—Para estos seres de recursos tan humildes, el poder estar aquí es un verdadero motivo de celebración —le dijo la Maestra a Puchi—. En esta zona del planeta tienen tan asumido que vivirán el resto de sus vidas con lo justo que no hay una codicia desmedida, tal y como sucede en otras partes más desarrolladas. Aquí se disfruta del presente; no se preocupan tanto por las necesidades del futuro. Además, la escasez de bienes materiales hace que estén más acostumbrados a compartir, lo que todavía les hace más felices, porque «compartir» es una virtud del Amor, y el Amor es la verdadera fuente de la Felicidad.

La niña se acercó a la orilla, comprobando cómo una gama de elementos flotantes, sobre todo plásticos, formaban parte de aquél mar, también usado como un inmenso basurero. Aún así, muchos jóvenes chapoteaban y nadaban contentos en él.

Shankal le explicó que en estas condiciones de vida incluso un agua infectada de basura podía llegar a constituir el mayor de los placeres. La mayor parte de los niños de África ni tan siquiera se bañarán, por lo que se consideran afortunados quienes sí pueden hacerlo.

—«Si estos jóvenes disfrutan tanto aquí, ¡cuánto más lo harían en el mundo Esmeralda!» —pensó nuestra pequeña amiga.

—Desde que nacen están acostumbrados a la pobreza. Es algo cotidiano en sus vidas. No tienen más de lo que pueden conseguir durante el día a día. Paradójicamente, este continente guarda grandes recursos naturales en sus tierras, tales como oro, piedras preciosas, e innumerables yacimientos con todo tipo de riquezas, pero sus beneficios no son para mejorar las vidas de sus humildes ciudadanos, sino que quedan entre los dedos de unos pocos gobernantes corruptos en connivencia con las grandes empresas multinacionales sin escrúpulos.

Mirando a la derecha de la playa, Puchi se fijó en un pequeño tramo que había a su final. Era de arena blanca, decorado con lindas palmeras, muy limpio y bonito, a diferencia del resto. A pesar de estar dispuesto para su uso y disfrute con confortables hamacas, se veía vacío.

—¿Por qué no van ahí? —preguntó.

—Porque esa parte de playa es propiedad de un hotel —dijo Shankal, señalando un imponente edificio de verdes praderas y cuidada vegetación—. A ese tramo de arena tan solo pueden acceder sus clientes, los que han pagado por sus instalaciones.

—¡Pero si está vacía! —protestó la pequeña, observando sólo a dos o tres guardias con uniforme que la vigilaban apaciblemente sentados.

­­—Esto es parte de la mentalidad de los habitantes de la Tierra, estructurada en torno a la propiedad privada y al dinero. Como todavía se rigen por los «papeles» en lugar de por el Amor, se pueden producir situaciones tan peculiares y extrañas…

»¡Cuán bello sería este entorno diseñado con planos hechos de Luz, belleza y bondad! —exclamó Shankal, imaginando la escena.

—¿Y por qué no se hace así? —preguntó la niña.

—Porque, incluso sabiéndose que la elevación de las conciencias en el Amor podría beneficiar a todos, existen fuerzas que se oponen a ello. La resistencia a perder los privilegios en contra del gran interés de la mayoría es una de estas fuerzas en contraposición. Cuando se celebró la «Gran Reunión», en el mundo Esmeralda se optó por renunciar a los privilegios de unos pocos en beneficio de la generalidad de sus habitantes; así es como se permitió fluir el natural avance del Amor. ¿Sabes cuál es el motivo por el que tantas barcas van y vienen de visitar esa isla? —le preguntó Shankal a la niña, señalándolas con el dedo.

—No… —respondió Puchi.

—No hace mucho tiempo atrás, ahí eran llevados hombres, mujeres y niños que fueron convertidos en esclavos como mano de obra servil y gratuita para la raza blanca. Desde aquí partían apiñados en barcos hacia un continente llamado América para trabajar en sus plantaciones.

—¿Esclavos? —preguntó sin tener conocimiento de qué significaba esa palabra.

—Su libertad les fue arrebatada por la fuerza.

—¿¡La libertad!? ¿Lo más sagrado que la Luz nos ha dado junto con la vida? —dijo sin poder creérselo.

—Así es…

—¿Y porqué no intervino Dios para evitarlo?

—Porque sobre todo Él respeta el libre albedrío que rige en sus Creaciones. De no ser así, no podría haber verdadero crecimiento espiritual.

—Y ahora, ¿ya no hay esclavitud?

—En cierta forma la sigue habiendo… En aquél tiempo en que partían los barcos, grandes terratenientes poseían plantaciones de algodón en el «nuevo» continente y gracias a esta mano de obra se hicieron inmensamente ricos. No obstante, otra gran parte de la población, dándose cuenta de lo inhumando de la esclavitud, clamaron por la libertad. Como los esclavistas no querían perder sus privilegios se produjo una gran guerra, que finalmente fue ganada por aquellos que les hicieron libres…

»A día de hoy la situación viene a ser un tanto similar: unos pocos están tomando a escondidas grandes decisiones mundiales en su propio beneficio, esclavizando a la población mundial mediante el uso del dinero. Vivir en un sistema social que obliga a ocupar la mayor parte de sus vidas en tener que trabajar para conseguirlo les hace esclavos, sin saberlo, de quienes lo producen y lo controlan. La inmensa mayoría de la población mundial vive para tener que ganarlo, mientras que una minoría privilegiada vive para gastarlo. Estos últimos son los que hacen que el sistema siga así…

—¿Y por qué la mayoría no lo cambia? —preguntó la niña.

—Porque no lo saben. Les hacen creer que así se vive bien y que es algo que no se puede cambiar. No se les muestra como se podría vivir en un mundo más evolucionado en el que reinase el Amor como forma de vida y organización social.

»No obstante cada vez son más los que, dándose cuenta del engaño, se implican en la mejora del mundo, pero no les resulta fácil teniendo como prioridad su propio sustento material y el de sus familias. El cambio se aceleraría si fuera promovido desde los organismos de poder, pero si le siguen dando la espalda a sus ciudadanos, se necesitará tiempo para que desde una población despierta se transmita el conocimiento necesario que les haga ser más conscientes de la realidad del Amor. Por cierto, ¿lo estás sintiendo ahora? —le preguntó Shankal a Puchi con una sonrisa en sus labios y sus ojos llenos de luz.

Ante tanto alboroto alrededor y la explicaciones de su maestra, la niña había olvidado momentáneamente la sensación amorosa. Al recordarlo, volvió a fijar su atención en la energía del Corazón, elevándose…

En tan solo unos segundos había recuperado ya tan divino sentimiento, reconectándose de nuevo conscientemente a la Fuente de la Vida.

—¡La maravilla de la vida se encuentra en el Corazón! —dijo emocionada la pequeña— ¡Qué lindo es ahora sentir de nuevo el Amor!

—¡Todos en este planeta podrían vivir aquí así, transformado su sistema social conforme a los principios que emanan de tan Sublime Energía! —Añadió Shankal.

Nuestras dos amigas se alejaron de la playa, adentrándose de nuevo en la ciudad. A su paso, varias ancianas extendían su mano hacia ellas. La niña preguntó el porqué…

—Solicitan nuestro dinero —respondió Shankal.

—¿Para qué?

—Para vivir…

—¿Para vivir?

—Sí, como no tienen el suficiente han de acudir a la caridad, al Amor de los demás.

»Cuando los habitantes de este mundo son menores —prosiguió explicando— sustentan generalmente sus necesidades gracias al Amor de sus padres, pero al llegar a adultos han conseguir dinero para poder sobrevivir ellos y sus familias, y el no disponer del suficiente es un hecho muy traumático: genera miedo, pánico, haciendo que no fluya la Energía del Amor de forma natural, tal y como lo haría en los mundos en el que ya no lo necesitan.

Puchi comenzó a comprender la noción del dinero: algo así como si el oxígeno que se necesita para respirar, en vez de acceder a él libremente, lo administrasen y restringiesen a su antojo quienes gobiernan el mundo, obligando a sus ciudadanos a dedicar sus vidas a conseguirlo, haciéndoles además creer que éste es el objetivo de la vida: «¡El poder respirar!».

—Y muchos mueren asfixiados —le dijo Shankal, visualizando sus pensamientos—. Estas ancianas no tienen ya la fuerza para trabajar, ni cuentan con el amparo de los suyos. Si quieren alimentarse dependen de la caridad de las personas, de su buen corazón… Y es que, donde hay Amor hay vida.

La pequeña se estaba imaginando a sí misma como una de estas ancianas, con curiosidad por saber cómo se sentirían, cuando Shankal hizo aparecer unos cuantos billetes y se los entregó a las mujeres.

—¿Es esto el dinero? —preguntó la niña que no lo había visto antes.

—Esto es… —respondió su guía.

—¿¡Trozos de papel!? ¿Para conseguir «esto» es por lo que viven los habitantes de este mundo? —volvió a protestar Puchi un tanto decepcionada.

—En realidad, están viviendo para disfrutar de la Energía Amorosa Universal que alegremente brota en todos y cada uno de los Corazones, pero la mayoría aún no lo sabe. Para eso hemos venido hasta aquí…

Nuestras dos amigas prosiguieron su paseo por la ciudad, llegando hasta un mercado al aire libre repleto de todo tipo de puestos y de mercancías. El calor comenzaba a apretar pero no querían perderse ningún detalle de aquél caótico lugar.

La niña andaba descuidada cuando un ruidoso vehículo de gasolina pasó tan cerca de ella que se tuvo que tapar la boca para no inhalar el humo negro que despedía.

—¿Por qué se desplazan así? —preguntó incrédula.

—Esta es otra de las consecuencias del uso irracional de la energía del dinero: «las energías contaminantes». Aun sabiéndose que están destruyendo al planeta llenan los bolsillos de quienes las producen y comercializan. Tal y como te hizo saber el Maestro Sheram, están tan ciegos espiritualmente que por unos cuantos números más en sus cuentas corrientes hasta son capaces de acabar con este bello mundo.

—¿Es que lo están matando?

—Así es, pequeña mía, están matando a este ser vivo que desde el espacio se contempla tan bello. ¿Sabes que hay personas que les fascina tanto el dinero que llegan a matar por él? ¡Hacen falta seres más despiertos que tomen conciencia del cambio, no se puede perder más tiempo! Seres honestos, de gran Corazón, que sean capaces de cargar en sus espaldas el peso de la transición, de ahí la necesidad de iluminarlos con lo que nosotras ya sabemos: «¡Que la Luz del Amor se extienda y haga brillar los Corazones que traerán una nueva Humanidad!».

—¡Yo quiero participar en ello! —exclamó la niña.

—Y estás participando —le dijo su amiga, mirándola con cariño—, sin que tú lo sepas, muchos son los que están poniendo ahora mismo sus ojos sobre nosotras…

Puchi asintió tímidamente con su cabeza sin comprender sus palabras. De pronto, una algarabía comenzó a formarse en uno de los puestos…

—¿Por qué discuten? —preguntó.

—Posiblemente, por algún desencuentro económico a la hora de negociar los productos. El dinero muchas veces fomenta conductas egoístas: «todo para mí y los míos, poco o nada para los demás». Esta es la educación que se les da desde niños, preparándoles para competir entre ellos. Un sistema de convivencia así es causa de la infelicidad en este mundo, de que todo esté repartido tan desproporcionadamente, por esto se hace necesaria y urgente la búsqueda de sistemas alternativos al dinero.

—¿Sistemas alternativos al dinero?

—Sí, y cuando los busquen llegarán a la sabia conclusión de que la única alternativa posible es el Amor. En nuestro amado Mundo Esmeralda los bienes comunes están a disposición de todos, y cada cual los usa atendiendo a sus necesidades, sin codicia, con la nobleza de su corazón, lo que hace que no se produzcan abusos ni situaciones desproporcionadas alejadas de una racional distribución de los medios naturales con los que cuenta el planeta.

»Hay de todo y para todos; todo se comparte con Amor. Ahí en donde reina el Amor ya no es necesario el dinero, nadie carece de lo más básico y elemental.

»Si en este planeta quieren ser más felices habrán de elevar su vibración, tal y como hice yo contigo, y para cuando vivan en el Amor se darán cuenta de que ya lo tienen todo. Cuando puedan acceder a todo, en sus mentes dejará de tener sentido la noción de «poseer», aunque todavía se precisa de cierta elevación espiritual que garantice que nadie va a hacer un uso indebido de lo común.

»La población desea un cambio, pero necesitan que se les indique el camino, y la pequeñísima minoría que tiene el poder de hacerlo no lo hace. Como el dinero está tan directamente relacionado con el ego, los más ricos se sienten muy importantes, orgullosos de ser valorados debido a su inmenso poder económico, pudiendo permitirse ciertas exquisiteces que la mayoría no puede, lo que les hace sentirse superiores. Curiosamente, esta necesidad de presumir es un comportamiento prehistórico: los primeros pobladores de la Tierra se reunían en tribus no sólo para protegerse mutuamente de los peligros y para procurarse el alimento, sino también para poder aparentar, mostrando sus riquezas ante los demás. A día de hoy se siguen comportando como hombres primitivos, sin darse cuenta de que por ello mueren millones de personas de hambre y miseria.

—¿Y por qué no hacen nuevas leyes para que todo se reparta más equitativamente? —preguntó la niña.

—Porque aquellos que tienen el poder de hacerlas son precisamente los más ricos, y no quieren renunciar a sus riquezas en beneficio de los demás. No obstante, en caso de que un día renunciaran a ellas, el dinero todavía sería necesario mientras el nivel de egoísmo siguiera superando al nivel del Amor.

—¿Ah sí? —Dijo Puchi como esperando una explicación.

—Si a día de hoy se repartieran equitativamente todos los bienes del planeta podría producirse una situación caótica, y es que, al tener todo lo necesario para vivir, aquellos que trabajaran sólo por dinero no lo harían. En consecuencia, no funcionarían los servicios mínimos que garantizan el buen funcionamiento de una sociedad: no se venderían alimentos, no habría transporte público, ni puede que se garantizara la seguridad… Por esto, además de repartirse equitativamente la riqueza también ha de elevarse la conciencia, de tal forma que el impulso para servir a los demás nazca del Corazón, no de la necesidad económica.

»La elevación de la conciencia, las ganas de servir a los demás y el redistribuirse los bienes de forma igualitaria podría ser el comienzo de un precioso y nuevo mundo de Amor y Paz en el planeta Tierra…