
Los amigos
de los animales
El sol de la mañana se introdujo a través de la ventana y Puchi entreabrió sus ojitos al nuevo día. Sin duda, había sido una noche cargada de fantásticos sueños. De un brinco saltó de la cama y corrió a contárselos a sus papás.
Ante un magnífico desayuno escucharon sus relatos con cariño y atención, interesándose mucho en ellos, puesto que la pequeña estaba adquiriendo más conocimiento de la Vida.
Sus sueños le habían servido para comprender mejor a los animales al haberse sentido como uno de ellos. Por esto, le solicitó a sus padres ir a visitar a «los amigos de los animales», deseando saber qué hacían por nuestros pequeños hermanos.
Juntos fueron hasta esa parte de la jungla en donde viven los jóvenes voluntarios, y nada más llegar, el apuesto Ram salió a recibirles, haciéndose cargo de la niña.
A solas con ella le fue mostrando el poblado en donde vivían, así como sus alrededores, tratando de dar explicación a las mil y una preguntas que iban saliendo de sus labios.
En las copas de los árboles más altos se distinguían algunas casetas de madera, y al verlas, Puchi ascendió rápidamente hasta una por una escalera de palos. Una vez arriba quedó boquiabierta por las impresionantes vistas de la jungla. Un simpático mono se le subió en el hombro, y tras juguetear un poco con su oreja le tiró de la mano para que le acompañase hasta una despensa de plátanos.
—¿Puedo darle uno? —le preguntó la niña a Ram.
—Si eso te hace feliz, ¡por supuesto que sí!
Tras disfrutar de aquellos momentos, Ram quiso que le acompañara a un lugar muy especial. Descendiendo de los árboles, se encaminaron hacia el centro del poblado.
Según se cruzaban con los otros jóvenes eran saludados con alegría, prueba del buen ambiente que ahí reinaba. Todos estaban contentos de llevar a cabo tan buena labor.
Llegaron hasta una choza, entrando en ella.
El techo de paja apenas dejaba pasar la claridad del día. En la oscuridad destacaba un intenso aroma a flores.
—Este es el centro energético del poblado —le explicó Ram a la niña—. Por la bonita labor que estamos realizando aquí se acumula una gran cantidad de energía positiva, la cual utilizamos con fines determinados. ¡Túmbate ahí! —le dijo, señalando unos cómodos cojines.
Siguiendo sus instrucciones, la pequeña comenzó a sentirse más relajada.
—Debido al poder de este lugar se nos permite conocer parte de las misiones que tenemos en nuestras vidas —hízole saber Ram—. En el Mundo Esmeralda, todos nacemos con la posibilidad de llevar a cabo una labor en beneficio de nuestro mundo, que a quien primero beneficia es a nosotros mismos. ¿Te gustaría saber qué es lo que hay dispuesto para ti?
—Sí —respondió Puchi.
—Pues, ¡comencemos…!
El joven prosiguió hablando con una voz cada vez más cálida, ayudándola a entrar en un estado de relajación más y más profundo, transportándola mentalmente a bellos lugares.
Cuando Ram supo que la pequeña había contactado con lo más íntimo de su Ser, le preguntó qué es lo que más desearía hacer en beneficio de su mundo, a lo que ella, con una seguridad inusual, respondió:
—Mi mundo no es tan sólo este planeta, sino toda la Creación.
»He sido elegida por los Seres que gobiernan las Leyes de la Evolución para llevar un mensaje de Amor a un planeta lejano, pero cercano a tener nuestro nivel de evolución».
—Vaya…, —murmuró el joven—, ¡qué labor tan interesante! ¿De qué planeta se trata?
—Todavía no lo sé, pero en su momento tendré conocimiento de ello —respondió la niña, consciente de sí misma—. Por ahora, me basta con saber que he de seguir aprendiendo…
Un maravilloso aroma a flores seguía inundando el lugar.
El apuesto Ram estaba gratamente sorprendido por tener junto a él a alguien con una misión tan importante: ¡un mensaje de Amor, y nada menos que para ayudar a otro mundo!
Al salir de la choza se tomó todavía con mayor interés la compañía de la niña, decidiendo mostrarle lo mejor de sus enseñanzas, pues, al fin y al cabo, éstas podrían ir a parar a un planeta lejano.
—Sabes, Puchi, amando a los animales también te estás amando a ti misma…
—¿Sí? ¿Por qué? —le preguntó cogida de su mano.
—El Sentimiento del Amor es algo maravilloso y está dentro de nosotros. La Vida cobra su encanto al descubrirlo, y una vez encontrado, al vibrar en Él.
»En un mundo como el nuestro —prosiguió Ram—, lo que nos rodea está diseñado para disfrutar internamente de tan sublime sentimiento. Cuando sientes el Amor y lo compartes con los animales, el sentimiento crece y se hace más intenso dentro de ti, disfrutas de Él, y por lo tanto, te estás amando a ti misma.
—Entonces, ¿los animales están hechos para que disfrutemos del Amor?
—Para amar y para ser amados. ¡A ellos también les encanta que les des tu Amor!
»Todo está interrelacionado, ¡todos salimos ganando!
—¿Y cómo se les ama?
—Encuentra este bonito sentimiento en ti y compártelo con ellos…
A partir de ese momento, durante toda esa tarde Puchi permaneció rodeada de animales; acariciándoles, alimentándoles, descubriendo cómo eran.
Estaba feliz, por lo que contagiaba su energía a todos cuantos venían a su lado.
Disfrutando junto a ellos de lo que sentía, recordó las palabras de sus padres de cuando los habitantes del Mundo Esmeralda empezaron a guiarse por el Amor de sus corazones.
—¿Tú sabes algo de esto? —le preguntó a Ram.
—Algo sé… —respondió éste— A lo que se referían tus papás es que antes de la Gran Reunión, cuando las personas eran inconscientes del Amor, necesitaban de leyes para ordenar todos los aspectos de sus vidas porque eran incapaces de gobernarse a sí mismos. Sin embargo, desde que lo descubrieron y decidieron guiarse por Él, el Amor lo gobierna todo. Sencillamente, lo sentimos y nos dejamos guiar por Él…
»¿A que no necesitas de ninguna ley que te ordene cómo amar a estos animales? —le preguntó Ram con una sonrisa.
La niña se encontraba en esos momentos acariciando un corderito:
—¿Ahora, le estoy amando? —le preguntó, a su vez, con dulzura.
—Estás disfrutando al darle el cariño y la ternura que nacen de lo mejor de ti: ¡le estás amando! ¡Le estás dando tu Amor! Y tal y como te he explicado, también te amas a ti misma, pues todo este cariño y ternura están dentro de ti.
Hasta el final de ese día Puchi disfrutó gratamente de la compañía y de las enseñanzas de Ram.
Volvió a subirse a las casetas de los árboles, desde las que se deleitó con la visión y los sonidos de la jungla, alimentando a los juguetones monos que vinieron a su encuentro.
Dio su Amor a los animales, y a su vez, disfrutó de Él.