CAPITULO TRECE
De pronto se escucharon ruidos de pasos que
bajaban por las escaleras, las ratas corrían por los canticos de
las celdas pasando por detrás de ellos. Eran los guardias que
estaban bajando. Pero en un horario que jamás se hubieran
imaginado, Basilio rápidamente se percató que estaba en la celda de
Abraham, así que en el momento de levantarse para cambiar de celda
el guardia allí aparecía. La antorcha husmeaba dentro de las
celdas, mientras las ratas se escabullían entre sus pies formando
círculos de un remolino infernal. El hombre que gritaba que se
quería morir, comenzó a gritar nuevamente, que se lo llevaran a la
hoguera y los empezó a escupir. Justo en el momento que estaba
llegando a la celda de Abraham, se dieron vuelta para pegarle al
prisionero desquiciado. Fue en ese instante que Basilio aprovechó
para pasarse a su celda.
- ¡Oye judío! – Le dijo el guardia cuando se acercó a su celda,
mientras escupía hacia dentro – ¡que tienes visitas! – ¡es por
aquí! – le gritó al otro guardia, para que trajera a la
persona.
Basilio observaba todo parado detrás de sus rejas. Pensaba si eso
era una buena o mala señal. Abraham había sido muy osado en hacer
lo que hizo, en desafiar las autoridades eclesiásticas y más
directamente en Roma. Realmente se había encariñado con Abraham,
era un tipo humilde y realmente estaba sorprendido con su historia,
a tal punto de cuestionarse su propia existencia.
En ese momento el reflejo de la antorcha de uno de los soldados,
comienza a dibujar la silueta de un hombre alto y flaco que venía
delante. Como la sombra de un espectro en busca de venganza.
Basilio observaba detenidamente, sus pasos eran cansinos, lentos y
cuidadosos. Abraham esperaba de pie, esa silueta le sabía
familiar.
- ¿Que tal estas muchacho? – le preguntó el hombre
Abraham se acercó para ver bien de quien se trataba, la voz no la
reconocía, pero las palabras y el tono sí. Cuando la antorcha del
guardia se acercó a ellos para preguntarle si era él. Abraham
reconoció el rostro envejecido del que fuera uno de sus mejores
amigos.
- Ayub – le dijo Abraham tímidamente mientras absorbía toda esa
fragancia que siempre acompañaba al árabe y lo remontaba a su
primera vez cuando lo había conocido – Ayub por el amor de dios,
¿qué haces aquí? ¿Cómo has sabido de mi paradero aquí?
- Mi querido muchacho – le respondió este – allá en Barcelona, es
de lo único que se habla. De las cosas que estuviste haciendo
durante todos estos años.
- ¿Pero como saben? – le preguntó Abraham sorprendido
- Tu sabes cómo son tus paisanos – le dijo riendo Ayub – los judíos
parecen siempre saberlo todo. Tienen contacto desde el cielo hasta
el fondo de los infiernos. Y por eso estoy aquí. Quise saber cuánto
era tu fianza para sacarte y me han dicho que no hay fianza para
ti. Que estas condenado a muerte. ¿Hijo mío realmente has asesinado
al Papa?
- Que no Ayub – le dijo protestando Abraham – ¿tú me crees
capaz?
- También dicen que has asesinado a un hombre en Narbona, que has
cometido adulterio y que has abandonado tu fe.
- En realidad son todas calumnias Ayub – le dijo – en Narbona el
hombre cayó fulminado absolutamente solo.
- ¿Y por qué has huido entonces?
- Porque soy judío, y un hombre que vino a matarme y que muera
dentro de mi oficina, a esas horas de la noche, cómo puedo
justificar mi inocencia. Nosotros los judíos somos siempre
culpables hasta que se demuestre lo contrario y no al revés como
decía el antiguo derecho.
- ¿Y lo del adulterio?
- Ayub, ¿es importante de lo que se me acusan? ¿Acaso alguien iba a
creer en mi inocencia? ¿Acaso sirve de algo lo que haga para
justificar mi pasado? Deja que me quemen las llamas de la hoguera
si así Dios lo quiere y cuídate cuando te vayas, para que no te
prendan a ti también.
- Hijo – le dijo pensativo Ayub – nadie que no haya matado merece
la muerte. Y te creo, y tenemos que ver la manera de sacarte de
aquí.
- Continúas usando el mismo perfume de siempre – le dijo en tono de
añoranza – es la primera vez que siento una fragancia agradable
aquí dentro.
- Pues es hora de que conozcas el secreto de esa fragancia muchacho
– le dijo Ayub en voz baja – el Almizcle es un aceite que se extrae
del Ciervo Almizclero. Es tan fuerte esa aroma y al mismo tiempo
agradable, que hace que las ciervas lo sigan para todas partes, y
los demás machos que aun no han madurado lo respeten. Por eso este
ciervo se torna el líder de la manada. Pero la desgracia de este
ciervo es que él también se enloquece con esa aroma que él mismo
emana para todas partes, y desesperadamente busca en todas las
direcciones sin darse cuenta que es él mismo. El ciervo lidera,
lleva y ostenta un poder que no le pertenece. La manada lo sigue
ciegamente embriagados por su aura sin igual. Sin embargo no es
feliz, en el fondo él también se siente embriagado por algo que no
sabe lo que es. Un aroma que lo cautiva, que lo motiva a seguir
buscando de donde proviene. Todo el mundo lo sigue, pero él no sabe
hacia dónde va. Es una tragedia que no tiene un final feliz, ya que
él nunca va a encontrar el motivo que le da un placer extremo al
mismo tiempo que una desilusión de no alcanzarlo completamente. El
placer extremo es su propia esencia. Si tú te quedas aquí, te
entregas a desconocer lo que es desafiar la vida y vivir como un
verdadero hombre. Puedes ser un ciervo o puedes ser un hombre. La
búsqueda termina con uno mismo.
En ese momento Basilio que estaba escuchando
todo, se aproximó y se presentó. Y le comentó del plan para fugarse
de allí.
- Es la única opción que tienes hijo – le dijo Ayub una vez que
escuchó el plan de Basilio - y realmente quedan muy pocos días para
la quema pública. Ahora estoy aquí porque le pague una buena
propina al guardia, pero ni siquiera las visitas tienes permitidas.
De todas maneras, vendré mañana o pasado, ya sé cuál es el precio
de entrar aquí, dime si necesitas alguna cosa que te pueda
traer.
Abraham se mantenía en silencio, realmente veía imposible el plan
de fuga de Basilio por los alcantarillados subterráneos romanos.
Fue en ese momento que vinieron los guardias insultando al árabe
mientras se lo llevaban.
- Tenemos que seguir con mi plan adelante – le dijo Basilio – para
escapar de aquí, habría que ver que se le puede pedir a ese
musulmán. Tendría que traernos un fierro y quizás una
madera.
- Esta bien, ¿te das cuenta que un musulmán intenta ayudar a un
judío y a un cristiano? – Le dijo en tono de broma Abraham – ¿qué
cristiano te ayuda a ti?
- Aquí no hay ningún verdadero cristiano, ¿o lo olvidas? Y
cuéntame, ¿Haz asesinado al Papa?
- Realmente te has vuelto loco, ¿me ves capaz de venir hasta el
papa para matarlo? Quizás lo que mató al papa fue la verdad o el no
poder hacerse cargo de ella.
Nicolás III estaba plácidamente comiendo
algunas pasas y frutos secos, mientras saboreaba su copa de vino.
Sabía que iban a ejecutar al intruso cuando amaneciera, no le iban
a dar oportunidad de escapar con vida del Vaticano. Lo miraba y
veía que realmente estaba desarmado y que era un pobre mequetrefe
sin ninguna importancia, a pesar de sus buenos conocimientos de
biblia. Por experiencia sabía que a la gente no le importa lo que
dice la biblia, sino las autoridades. La gente está acostumbrada a
acatar y a creer. Para eso viven, para cumplir la voluntad de los
poderes. La gente no quiere pensar para qué está en la vida, la
gente quiere que le digan lo que tienen que hacer para ganarse el
paraíso y allí arriba también le dirán lo que hacer para no salir
de ahí.
- La biblia es mucho más que un libro de historias. Por algo es
santa, porque no solamente cuenta lo que la gente puede leer, es
santa y divina, porque tiene mensajes que algunos otros pueden
interpretar – le dijo Abraham – si la biblia contara un hecho que
cualquiera pudiera escribir dejaría de ser santa o sagrada como lo
es para los judíos. Es sagrada porque realmente tiene trazos de
Dios allí dentro, pero justamente donde el hombre no puede
escribir.
- ¿Qué me quieres decir? – le preguntó el Papa.
- Una obligación que tenemos los hijos de Israel, es aprender la
Toráh. Pero aprender la Toráh no es solamente saberla de memoria,
sino también, aprender a encontrar la verdad. La biblia puede ser
leída por cualquiera pero para que sea sagrada tiene que tener
ciertas características, que alguna persona preparada para entender
vea que hay otras cosas. La verdad oculta.
- ¿Qué verdad oculta?
- Hay una frase que dice el Apóstol Pablo que es muy interesante,
por ejemplo él en su primer libro de Corintios capitulo diez dice
que Jesús seguía a Moisés cuando salían de Egipto. Dice que lo hizo
en forma de “Roca”. O sea que Jesús está más cerca y desde mucho
antes de lo que ustedes creen con los judíos. Sin embargo eso lo
judíos no lo cuentan, pero sí este Pablo. Que no nos olvidemos, que
era un antiguo judío que se dedicaba a seguir “cristianos” para
luego convertirse al cristianismo. Y este judío aprovechando todos
sus conocimientos secretos, relata, que Jesús venía con Moisés en
forma de Roca. Por eso la figura principal dentro del cristianismo
que era Jesús que al mismo tiempo era una Roca, nombra a su primer
seguidor o sea Simón como una Roca y lo llama Pedro que quiere
decir “Piedra”. Para que esa Piedra o Roca continúe en la tierra.
Pero quiero que entienda una cosa señor – le dijo recalcando al
Papa – también los judíos, los que conocen la verdad ubican al
“Hijo” desde los comienzos de la creación. Sin embargo ese es un
secreto y nada para ser adorado, cosa que Jesús como muchos otros
judíos de aquella época conocía.
- ¿De qué mamarracho me está hablando? – le dijo el Papa sin
entender.
- En hebreo, la Toráh comienza con la palabra BRESHIT “En el
principio” o directamente “principio”, pero esa misma palabra que
fue escrita por Moisés en su primer libro y primer palabra.
Encierra toda la creación. Ya que BRE SHIT, se puede dividir en dos
palabras exactamente iguales de cantidad de letras. Pues la primera
palabra tiene seis letras.
- ¿Por qué?
- Porque dios cuando hizo la creación la hizo en seis días, y así
tuvo que poner una letra o un número por cada día de la creación,
sin embargo él empieza con la segunda letra del alefato que es la B
y no la A
- ¿Qué extraño y por qué?
- La Beth, quiere decir dos, es un numero par, por lo tanto se
puede dividir y siempre en dos partes iguales y se divide en dos A,
que es el uno o sea Alef y Alef, no hay otra posibilidad. El Alef
es la letra de Dios, ya que representa a Elohim. Y es tan grande y
tan importante que no se le conoce el sonido, por eso es muda no se
oye en la tierra y es el UNO como dios. Sin embargo para crear se
precisa de un Par, puede ser un sujeto y un objeto, un hombre y una
mujer, un macho y una hembra, en fin. Ya que el par puede
engendrar, entre él y el vacío nació la creación, o sea que el Todo
y la Nada son exactamente iguales uno y uno, que forman
dos.
- La Beth – dijo el Papa, que estaba tratando de entender toda
aquella locura verborragia
- Así es la Beth, que en hebreo la palabra “Beth” signi fica “mujer”, la “madre”, la “hija” y “casa”. ¿No le parece mucha coincidencia? O sea todo lo que es femenino y capaz de engendrar, pues la maternidad solamente la pueden tener las hembras.
Espero que entiendas que tenemos a “Hija” que
es “Beth”, pero “Hijo” es “Ber” o sea que también, lo que deja Dios
claro desde el origen mismo de los tiempos es a su propio
hijo.
- Pues si ustedes creen en el “Hijo”, ¿por qué no son
cristianos?
- Ahí está la cuestión, si nosotros manejamos esta información y no
lo somos, la pregunta tendría que ser al revés, ¿por qué ustedes no
quieren ser judíos? – le dijo en tono irónico y continuó – Déjeme
pasar sin seguir el orden a la tercer letra de la palabra BRESHIT
es el “Alef ” su propia letra, la letra de Elohim que es “Dios”
pero también la de AB que quiere decir “Padre”. Es gracioso que
Padre sea “Ab” y que hijo sea “Ba”, como el Padre y el Hijo son la
misma cosa. ¿No le suena conocido? Nosotros entendemos que el Hijo
es el reflejo del Padre, por eso si ponemos en un espejo la palabra
“AB”, la veremos reflejada como “BA” que quiere decir
Hijo.
- Es increíble – dijo el Papa asombrado – que sabiduría en ese
juego de dos letras. Todavía me sigo preguntando, por qué no
aceptaron a Jesús.
- Y nosotros que somos dueños de este conocimiento, nos preguntamos
lo mismo, por qué lo aceptaron como tal – le dijo pensativo,
mientras le daba un sorbo al vino - Pero la letra que confirma la
unión de estas dos letras, es justamente la segunda letra que viene
a continuación en la palabra. Que es la REISH, la R, que si leemos
las dos primeras letras de la palabra BRESHIT, nos queda BR por un
lado y ESHIT por el otro, o sea que estaríamos confirmando que en
el principio se refiere a la palabra “Hijo”. De todas maneras, la
segunda letra según el orden que venimos explicando, tiene que
representar a una palabra, a una segunda palabra, que seguramente
usted la puede adivinar. La Reish significa RUAJ y
sorprendentemente RUAJ quiere decir “Espíritu Santo”. O sea que en
las tres primeras letras de nuestra Toráh tenemos al PADRE, HIJO y
EL ESPIRITU SANTO, nada más ni nada menos que la famosa trinidad.
Luego establecido este “principio” fundamental y secreto, es que
arrancó la creación. Inmediatamente de aclarar cuál es el principio
del Universo, dice que “creó Dios” y aquí la palabra de “Dios”
aparece como “ELOIM”. Le voy a aclarar un punto y un secreto de
este versículo. Cualquiera que sabe un poco de hebreo, lo básico se
puede sorprender con la terminación que tiene la palabra
“Dios”.
- Se como se dice “Dios” en hebreo – le reprochó el Papa – Pues no
se puede ser tan tonto en desconocer que “EL” es Dios, de ahí la
infinidad de nombres que lo llevan Dani-“El”, Gabri-“El”,
Natani-“El”, Emanu-“El”
- Entonces porque aquí el nombre de Dios aparece como “El”-“oim”
que significa “Dioses”, la terminación “im” es de plural, “El” es
singular, “Elohim” es plural.
- Porque ustedes son politeístas – dijo gritando
El Papa estaba atragantado comiendo los frutos secos y es justo en
ese momento que golpean la puerta. Abraham de un salto se esconde
detrás de las cortinas. Era el guardia que al abrir la puerta le
dijo que le parecía que estaba con alguien.
- Simplemente estaba rezando a Dios y le suplico que si no quiere
ir al calabozo me deje en paz – le reprochó el Papa mientras el
joven soldado pedía disculpas y se marchaba cerrando la puerta,
igual pareció no haber quedado totalmente convencido y miró en
todas las direcciones del salón para ver si veía alguna cosa
extraña, o encontraba la otra voz que suponía. En el momento que el
guardia cerró la puerta, Abraham vino tranquilamente con su copa en
la mano y se sentó en el mismo lugar.
- No fuimos, ni somos, ni seremos jamás politeístas. Aquí la
palabra “dioses” significa justamente el gran misterio que ustedes
jamás pudieron resolver. Pues significa una “divinidad plural” que
son “el padre, el hijo y el espíritu santo”.
- Espere mi querido intruso - le dijo sarcásticamente – conozco muy
bien como empieza el Génesis en hebreo, e incluso sé escribirlo.
Usted solamente me habló de la mitad de la primer palabra “BRE”
¿Qué pasa con la segunda mitad?
Abraham se rió - Es verdad, veo que está muy atento… pues la
segunda parte o mejor dicho la segunda palabra formada de la
división de la primera palabra. Es “ShIT” quiere decir cimiento o
base. Por lo tanto en esas dos primeras palabras tenemos lo
siguiente. “El hijo, el padre y el Espíritu Santo (“los dioses o
trinidad”) fueron los cimientos que crearon los cielos y la
tierra”
BRESHIT BRE ELOHIM ET ASHAMAIM VE ET AARETZ…
- Increíble – dijo el Papa.
- No solamente ese secreto tenemos en la primera palabra de la
Toráh, por ejemplo entender que cuando se fusionaron “el Padre y el
hijo a través del Espíritu Santo” comenzó todo. Otra enseñanza más
simple pero no menos importante es que BRE significa “Creó” en
hebreo y SHIT significa “seis”. Toda la creación arrancó con el
seis, seis días trabajó Dios y el séptimo descanso. Pero para que
le quede más claro este punto es que entienda por ejemplo que la
sexta letra en hebreo es la “W”. Y esta “W” es la única letra que
se puede leer como consonante y como vocal. O sea se puede leer
como “U” como se puede leer como “V” dependiendo del sentido de la
palabra. En realidad al principio eran todas vocales.
- ¿De qué mamarracho me está hablando? – dijo el Papa dejando la
copa de vino sobre la mesa y levantando las manos – ¿cómo que
solamente había vocales antiguamente?
- Por que las vocales no precisan de lengua, dientes o labios para
ser pronunciadas, y si el hombre no estaba en la tierra, ¿cómo era
posible que existan las consonantes? – le dijo irónicamente
Abraham.
- Ya veo – dijo pensativo el Papa
- Si antes no había nada creado o mejor dicho era el vacío, las
consonantes no podían existir. Por eso la “Seis” o “W” es la primer
letra que pasa de vocal “alma” a convertirse en consonante
“cuerpo”. Pero podemos seguir con esto hasta que las velas terminen
de arder, pues la misma palabra BRESHIT, se puede descomponer en
BRIT ESH, o sea las dos primeras letras con las dos últimas,
dejando las dos en el medio como están y nos queda Brit Esh que en
hebreo quiere decir “Pacto de Fuego”. Ese es el pacto de fuego que
fusiona al Padre y al Hijo a través del Espíritu Santo que era el
fuego como dice la biblia. Aquí se ve el secreto en la letra “W” o
“Seis”. Para explicárselo de alguna manera para que lo entienda,
“El Padre” es todo el Universo, “El Espíritu Santo” es la fuerza
que nos rodea y el “Hijo” es el hombre. Ya que el “Hombre” es el
“único animal” que tiene “espíritu” a diferencia de los animales,
que no tienen sentido. El espíritu Santo es el que Dios nos entregó
en el sexto día al Hombre cuando le sopló desde su boca a la boca
del hombre para que tuviera vida. Es al único animal que le hizo
eso a diferencia del resto de los seres vivos que carecen de ella.
Por decirlo de alguna manera, en nosotros vive el padre en forma de
inteligencia-corazón que es la chispa de ese espíritu
Santo.
- No lo entiendo mucho, pero lo que menos entiendo es por qué usted
está aquí – le preguntó el Papa.
- Creo que porque estaba cansado de ser “Un Judío” en un mundo
cristiano
– le dijo pensativo Abraham.
- ¿Y por eso quieres convertir a “Todo” el mundo a “Tu” religión?
¿No es más fácil que tú aceptes al mundo y lo sigas?
- Que extraño que me diga eso – le dijo irónicamente Abraham –
¿acaso se olvida que el Nazareno estaba en contra de todo el mundo?
Y ahora todo el mundo lo sigue.
- ¿Tu quieres que te siga todo el mundo?
Abraham comenzó a reír mientras les dio unos fuertes sorbos al vino
a su copa. El Papa cuando vio que se le vació la copa, se la llenó
nuevamente.
- No me has respondido – le dijo en tono burlón el Papa, como que
esperaba la peor de todas las respuestas.
- En realidad señor – le dijo dando una pausa Abraham – quiero
exactamente lo contrario. Quiero que dejen de perseguirme en todo
el mundo por ser un judío. La respuesta sorprendió al Papa. Pensó
que iba a recibir la peor de todas las respuestas, quizás se
imaginó a él mismo respondiendo aquella pregunta, y en el fondo
todo lo que había luchado para llegar a ese trono. Para que lo
sigan, para representar al Cristo, a Jesús, a Dios. Él representaba
a Dios en la tierra y éste ahora lo estaba humillando en silencio
dentro de sus pensamientos, con las mejores cachetadas de humildad
que jamás se le hubieran ocurrido. - ¿Aun no entiende por qué lo
vengo a visitar? El espíritu santo es el amor, es el fuego que
quema sin consumir. Las mismas llamas que se encontraron con Moisés
en el desierto. Aquella famosa “Zarza Ardiendo” que habla del
encuentro de Dios con Moisés.
- En ese lugar hemos construido un monasterio – le dijo el Papa –
el Monasterio de Santa Catalina.
Abraham se transportó cuando escuchaba por última vez aquel relato
en Italia, aquel relato lo había leído y escuchado mil veces en su
infancia, pero ahora se lo repetían de grande y fue en ese momento
que se dijo lo había entendido. Marcando la gran diferencia entre
“oír” y “escuchar” y entre “escuchar” y “entender”. Había sido
cerca de Roma, en Capua con el Rabí Hillel de Verona. “Moisés era
un príncipe de Egipto sin tener idea de su verdadero origen judío y
había huido al desierto, no quería saber nada de Palacios y
reinados. Por rumores creía que pertenecía a la tribu abominable de
pastores judíos que habitaban en su país. Y que por orden de un
Faraón, habían sido esclavizados exactamente igual que el resto de
los extranjeros allí. Sin embargo nunca se había sentido parte de
la corte, que supuestamente pertenecía. Había ocurrido un accidente
y en un fuerte ataque de ira había cometido un delito y huyó hacia
el desierto, que era lo que tenía más próximo. Increíblemente a
pesar de ser de la gran Corte de Egipto, salieron en su búsqueda
para capturarle. Su propia familia. Allí en el medio de la nada
sentía que no tenía padre, que no tenía madre, no tenía pasado y
ahora acababa de destruir su futuro. Estaba en el desierto huyendo
de lo que no tenía, huyendo de amores vacíos, de adioses eternos,
de envidias, celos, conspiraciones y rencores. Sin embargo encontró
una extraña paz, una paz que encuentran solamente las almas
grandes, o las miserables, pensó, mientras le venían sucesos a la
mente de su propia vida y de sus desiertos cargados. Allí en el
desierto Moisés había conocido a una chica y el padre de ella lo
adoptó, éste le enseñó a llevar las cabras a pastar. Pero un día
iba a ser el gran día, un día de viento, de frío y de soledad.
Siempre pensaba en los hermanos que no tenía, en la princesa que
nunca lo quiso. Allí estaba solo con sus cabras. De pronto entre
las montañas percibe una luz extraña, una luz que era fuego. Había
una zarza, una zarza que ardía, pero que estaba verde. De a poco se
empieza a acercar a la zarza, porque le parecía extraño ese
fenómeno y se da cuenta que la zarza que ardía, no se consumía, se
queda petrificado. Era un fuego que no quemaba, un calor que
acogía, se sintió cómodo y se acercó más. Estaba fascinado, de
pronto, como un trueno escuchó una voz que le dijo “Moisés, Moisés”
miró hacia los lados y no vio a nadie. Y nuevamente escuchó su
nombre, “Moisés” – “Heme aquí” respondió él maravillado -
Descálzate porque estas en tierra santa – le dijo Dios a Moisés –
En ese momento le vino la fuerte imagen de cuando estudiaba el
mismo relato con el Rabí Hillel y le había preguntado sobre ese
mismo punto - Aquí algo que no entiendo – le dijo Abraham al Rabí -
¿cómo es posible que Moisés estuviera en tierra santa en el medio
del desierto? ¿Realmente era el desierto o era Jerusalén?
- Muy buena pregunta – le dijo el Rabí, mientras el Papa que
escuchaba el relato hacía un gesto afirmativo con la cabeza – pero
en realidad ahora no vale la pena responder ese enigma, ya que
tenemos otro que no te has dado cuenta. Hay que destacar aquí, que
es Dios quien se presenta a Moisés, es el Padre, es Dios que sale
detrás del hombre o en busca de él. Muchas veces vemos que los
hombres atraviesan mundos enteros para encontrarse con Dios, en
busca de los santos lugares o templos más allá de las mil montañas.
Sin embargo este versículo simple nos muestra que Dios viene al
encuentro del Hombre. Exactamente como lo hizo en el paraíso y como
lo viene haciendo siempre.
- ¿Acaso te crees que Dios va a venir por nosotros aquí? – le
interrumpió el Papa el relato.
- A eso quería llegar – le dijo – Dios siempre viene por nosotros a
este mundo, lo hizo con Moisés y con el más insignificantes de los
hombres.
- ¿Que quieres decir? – le preguntó el Papa
- Que el encuentro de Dios con Moisés, es un encuentro que ocurre
permanentemente entre Dios y el hombre, entre el padre y su hijo. Y
no siempre estamos preparados para darnos cuenta de ese encuentro y
lo que es peor, para aceptar el encuentro de otro hombre con Dios.
Como quizás ocurrió con el Nazareno. El hombre siempre se comparó
con el otro. Siempre nos fijamos lo que tiene o lo que le falta al
otro. Mandamientos enteros que tenemos de los diez, se basan en
comportamientos con respecto al otro, como si no tuviéramos
suficientes con mostros mismos.
- ¿A dónde quieres llegar con tanta chácharas y vulgaridades de
discurso? – le dijo el Papa un poco fastidiado de no entender a
donde apuntaba Abraham.
- Que puede ser que Jesús haya tenido un encuentro con Dios, que
puede ser perfectamente legal para los judíos que Jesús sea el hijo
de Dios…
- ¡¡Ves!! ¡¡Lo reconoces!! – Le gritó el Papa – Tú tendrías que
haber oficiado como judío en contra del juicio de Pablo Cristiani.
A favor o en contra del Talmud y el Judaísmo en Barcelona. Hicimos
mal en poner a aquel judío de Bonastruc de Girona para que oficie
un juicio a favor de los judíos. Hasta tu mismo reconoces que Jesús
es el hijo de Dios.
- Así es – le dijo firme Abraham – “Como yo”
- ¿El qué? – Le preguntó el Papa encolerizándose – ¿qué estás
diciendo?
- Jesús es hijo de Dios, como yo y como cualquiera que cree en él -
le dijo Abraham – eso está en el Salmo Ochenta y dos, las palabras
de Jesús no fueron blasfemia para los judíos, fueron repeticiones
de las palabras de David en los salmos.
- ¿Acaso tú te crees el hijo de Dios? – Le preguntó encolerizándose
el Papa
- ¿acaso tú te crees el mesías?
¿Por qué Dios no creó el Mesías? ¿Por qué tenía que nacer de una
mujer, si el mismo ya lo había creado antes en la época de Adán? –
Eran las preguntas que siempre se hacía Abraham cuando hablaban del
Mesías.
- Solamente dije que era un Hijo de Dios, hasta quizás como usted y
como cualquiera de los hombres que respira, ya que dios es nuestro
padre.
- Sin duda mañana el humo de tus carnes darán sombra en la plaza –
le dijo enfurecido el Papa – cómo es posible que vengas a blasfemar
a mi cuarto, a la casa de Dios.
- Ahí lo tiene – le dijo riendo Abraham - si esta es la casa de
Dios, ¿qué hace usted aquí, o acaso usted es Dios? Ya que ni
siquiera es uno de sus hijos.
- ¡Basta!
- Lo que le quiero decir, es que la biblia tiene un código que todo
lo aclara. Pues cuando Dios se presenta en forma de zarza ardiente
a Moisés, se presenta en el Capitulo tres, versículo catorce del
libro Éxodo. No vamos a pensar que es una casualidad el lugar de la
cita de Dios con el hombre.
- ¿A qué se refiere?
- Digo por lo del tres catorce.
- Vaya – dijo el Papa sorprendido
- Como le decía en el capitulo tres versículo catorce del libro
Éxodo, Dios se presenta a Moisés, Dios se presenta con la frase de
“Yo soy el que yo soy” y Moisés con su nombre. Pues en hebreo el
nombre de Dios nos quedaría así “EHYH EShR EHYH” y Moisés sería
“MShH”.
- Ya lo sé – dijo el Papa – ¿y?
- Pues ahora vayamos a la numeración de las palabras, E=1 H=5 Y=10
H=5, E=1 Sh=300 R=200, E=1 H=5 Y=10 H=5, o sea que el total sería
21 + 501 + 21 = 543 el nombre de Dios y por otro a Moisés que sería
M=40 Sh=300 H=5, que sería 345. ¿No le parece fantástico? – gritó
entusiasmado.
- No eh entendido nada a dónde quiere llegar con esos números – le
dijo el Papa.
- Pues que el 543 y el 345 sean números invertidos – le dijo
contento Abraham
- Pues qué casualidad – dijo pensativo el Papa – ¿y?
- Obviamente que usted no se da cuenta, que si el hombre es imagen
y semejanza de Dios, hay que entender que la Imagen, que vemos
reflejada en un espejo por ejemplo, siempre es nuestra inversión. O
sea que si tengo un 543 escrito en mi pecho, en el espejo veré el
345. Lo que quiere decir ahí, es que el encuentro entre Dios y
Moisés, o entre Dios y el Hombre, pasa a un nivel existencial
profundo y solitario. Pasión en el fuego que ardía y vida que no se
consumía. Moisés encontró a Dios, en el momento que se descubrió a
sí mismo. Se pudo ver reflejado en un árbol, en el árbol de los
sefirot que manejamos en la cábala, en el árbol de los senderos
divinos. En el momento que Dios encuentra al hombre, lo hace en una
zarza ardiente o en un “pacto de fuego” como lo había dicho que
había ocurrido con la palabra “Brit Esh”, teniendo en cuenta que el
“fuego” también es el “espíritu santo” o el “Ruaj Elohim”. En ese
día, en ese lugar “sagrado” del “tres catorce” a Moisés se le iba a
encomendar la “misión” de volver a Egipto para sacar el pueblo de
Israel, para luego cruzar el mar rojo. En ese encuentro, él iba a
conocer su destino.
- Me parece muy interesante – le dijo el Papa – ¿pero eso que
tendría que ver con la misión de Cristo?
- Tiene mucho señor – le dijo riendo – supuestamente Jesús
representaba la unificación de dios con el hombre, era el hijo que
representaba al padre, y el padre representado por el hijo. Pero la
fusión la tenía que hacer con el espíritu santo, que había sido el
que había fecundado a su madre. Pues bien, en el nombre de Jesús
hay mucho misterio. Este nombre de Jesús viene del griego y no del
hebreo, ya que en hebreo es Yoshue que si lo traducimos al latín
nos queda Josué. Pero como Yoshue fue traducido primero al griego,
pues ese era el idioma de la primera Iglesia se traduce para Jesús,
en realidad para Ihsous. Y si vamos al griego tenemos lo siguiente
Ihsous sumando sus letras en griego nos quedaría así: I=10 H=8
S=200 O=70 U=400 S=200, o sea que nos daría 888
- Me parece absurdo que haya venido o recorrido medio mundo para
decirme esto, que todo cristiano sabe y aun no entiendo a dónde
quiere llegar.
- Cuando estuve en Grecia, un patriarca ortodoxo me enseñó que
ellos, al igual que los paulinos creen que el 888 es un número
sagrado y mágico, por varias razones. Ellos dicen que ese número es
el resultado también de la suma de los números de las letras del
alfabeto griego. O sea que cualquier palabra que se diga va a estar
representada en ese número, ya que ese número es la representación
de todas las combinaciones posibles de letras. De ahí una muy buena
interpretación de que Jesús sea el verbo, ya que en el nombre de él
tiene la representación de cualquier palabra posible.
- Increíble – exclamó el Papa maravillado
- Pero quizás le pueda explicar algo más mi querido señor – le dijo
lentamente tomando un sorbo de vino – por algo los primeros
cristianos cuando tradujeron el Nuevo Testamento del Arameo o
Hebreo, lo hicieron al griego, y luego cuando lo tradujeron a otros
idiomas, jamás transcribieron el nombre de Jesús, por el de Josué
como tendría que haber sido. Ya que el nombre de Jesús en hebreo en
la biblia aparece también en el antiguo testamento varias veces. Y
lo dejaron adrede como Josué en el Antiguo y a Jesús en el Nuevo,
como si fueran dos nombres distintos, cuando en realidad es el
mismo nombre en hebreo. Algo quisieron ocultar, que realmente no
viene al caso ahora. Sin embargo toda la Iglesia Universal, tanto
los católicos de aquí como los ortodoxos de Bizancio, tienen al
nombre de Jesús, o mejor dicho a IHSOUS o Jesús o mejor dicho al
888 como representación del Cristo. Que no es más ni menos que la
suma de aquel Dios que se presentó a Moisés y Moisés representando
al Hombre, ya que nos quedaría 543 + 345= 888. El 888 es la suma
del padre y del hijo, es el encuentro entre Dios y el
Hombre.
- Realmente no me deja de sorprender – dijo apenas tragando saliva
el Papa, sus pensamientos estaban como un río sin encontrar un
cauce. Su fe estaba siendo lapidada por un judío. Algo extraño
había en su cristianismo o algo maravilloso había en el judío que
tenía enfrente. De cualquier cosa que hablaba o preguntara, el
joven le respondía como un doctor del cielo, como un doctor de la
fe, como un doctor realmente de lo desconocido de siempre. Que
parecía ser su propio oficio, el de Papa.
Abraham permaneció en silencio, su mirada no pestañaba y en ella
acariciaba cada uno de los instantes de temblor que veía en los
ojos de aquel pobre hombre. El papa, se sentía acusado y agobiado
con tan fuerte mirada, aquel hombre no pestañaba y parecía llegar a
estrangular cada movimiento de su alma.
- ¿Le puedo hacer una pregunta? – le dijo Abraham con una fuerte y
dulce voz, su mirada parecía la de un anciano de miles de años. Esa
era la sensación que tenía Nicolás III. Éste meneo la cabeza
afirmativamente. Abraham tomó un sorbo de vino y observó el inmenso
crucifijo de oro que había sobre la estufa – Ahora que comparte
conmigo que Jesús, significaba el encuentro o la unión o la
representación del Padre y el Hijo, o la comunión de Dios con el
Hombre. Por qué ustedes representan y adoran el momento de la
separación, el momento en el que él grita “¿Por qué me has
abandonado?” en el momento que Dios no estaba con él. O sea, en el
momento en el que él era un hombre normal como usted y yo ¿Acaso
adorar una imagen, que no saben de quién es exactamente no es
idolatría y paganismo? ¿Por qué la cruz?
En ese momento el Papa, sin saber que responder tomó el sobre que
estaba lacrado que estaba encima de la mesa al lado de una de las
velas. Los garabatos escritos no eran en latín, sin embargo Abraham
reconoció dos letras en hebreo. El Papa continuaba en silencio con
el sobre en la mano. Se sentía que cada vez estaba más solo en el
mundo de la Iglesia, parecía que Dios también lo había abandonado o
que realmente había venido por él como el encuentro de la zarza
ardiente.