CAPÍTULO DOCE

El fuego ardía con inquietud, nervioso por descifrar y entender qué estaba haciendo ese loco dentro de la habitación, la habitación más segura y custodiada del mundo.
Era la alcoba principal del Vaticano, una mano cargada de rubíes, diamantes y anillos de oro macizos no había conseguido llevar la copa de plata con el mejor de los vinos a los labios.
- Su santidad, – le dijo Abraham mientras lo interrumpía - es necesario que entienda este versículo: cuando Pilatos le da a elegir al pueblo judío por Barrabás o Jesús. Dios ilumina a su pueblo para que puedan elegir el camino correcto – Abraham estaba repitiendo el mismo sermón que le decía a los gentiles, a la autoridad más temida del mundo.
- ¡¿Pero cómo te atreves a decir que el pueblo judío eligió lo que Dios quiso?! – le dijo con un tono indignado – Ustedes los judíos ni siquiera se arrepienten de semejante atrocidad. Fue por ustedes, por culpa de sus sacerdotes, que también son mercaderes y ambiciosos del poder, que entregaron y perdimos al hijo de Dios.
- Según su propia historia, por nosotros vino, fue por el pueblo judío y como judío él caminó por estas tierras. Él hacía todo lo que ustedes nos repudian. ¿No es contradictorio? Y si me permite ¿fatal? Pero no vine aquí para escucharlo – le dijo Abraham – Usted sabe muy bien que le vengo a traer un mensaje divino, por algo ha dejado la ventana abierta con este absurdo frío y a la guardia concentrada en el interior del palacio.
Al Papa Nicolás III le habían advertido que un loco venía desde el fin del mundo para entregarle un mensaje. Un mensaje demoníaco, un mensaje enviado por el anticristo, que si era recibido por el Papa, la bestia se manifestaría y cambiaría la historia de la humanidad. El Cardenal Simón de Brie estaba detrás del loco de Zaragoza, que a través de la red de espías militares de su amigo Carlos de Anjou le habían informado de los itinerarios de este. Lo había mandado interceptar y si era necesario, en nombre de Dios, quitarlo del libro de la vida. No podía llegar al Vaticano. Se decía que venía juntando adeptos por los lugares que se hospedaba, podía hablar con el más sabio del lugar que este al final le brindaba el silencio para escucharlo.
Todo había comenzado cuando el Cardenal Simón de Brie recibió una carta anónima que contaba de las insinuaciones de este Abulafia. Advirtiendo interceptar a este judío que venía blasfemando todo lo que encontraba. Se decía que estaba poseído por el demonio, se autoproclamaba mensajero del Mesías e incluso llegó a decir que era “El Mesías”. Cualquiera que lo escuchara se sometía a su hechizo, creyendo cada una de sus barbaridades.Hasta los judíos temían que los pobres de entendimiento se entregaran a sus palabras, que por cierto eran muy seductoras, como la misma serpiente del mal que tentó a la mujer en el Paraíso. Se dedicaba a realizar magia e invocar a los demonios, ocultándose detrás del nombre de Dios, blasfemando su sagrado nombre. A Nicolás III le inquietaba y le daba mucha curiosidad escuchar sobre el periplo de este loco que sin lugar a dudas se dirigía hacia Roma, a su encuentro. Por más que no lo buscaban en cualquier lugar sin resultado alguno, era vox populi que Abraham se dirigía a Roma, con las nuevas nuevas, haciendo alarde de la religión del Nazareno. El Papa día a día se enteraba de las ciudades que habían sido seducidas por este hombre.
- ¿Pero cómo es posible? Decía Nicolás a su Cardenal Simón – Que este hombre desafíe a la Iglesia tan descaradamente ¿Cómo es él? - preguntó por fin.
- Este demonio parece un hombre que pisa los 40 años y viste con las barbas del profeta. Dicen que su voz es firme y que permanentemente desafía a las autoridades, tanto de los reyes como de la Iglesia. Se planta en contra de los señores de las tierras y son los pobres de los pueblos los que en secreto le cobijan en sus casas para que no sea descubierto. Intentaron prenderlo en Barcelona, pero solamente lograron capturar a su amigo al que le dieron muerte. Dicen que fueron las mismas autoridades del Call los que quisieron apresarle. Desde Sevilla, Córdoba, Granada, Zaragoza, Barcelona, Gerona, Besalú, Narbona, Savona, Capua, Atenas y Roma lo están intentando interceptar los mismos judíos. Pero no se sabe como avanza por los caminos sin ser visto. Dicen que viaja en la noche de la mano del demonio, que vuela como un dragón y que amanece todos los días con un rostro diferente.
- No puede ser que creas esas tonterías – le dijo el Papa al Cardenal Simón de Brie – ¿Alguien sabe cuáles son sus pasos y luego te escribe esas cartas?. Seguro que lo vienen siguiendo o es alguien que viene con él.
- Su Santidad, es un problema grave, ya que hasta nuestros doctores están interesados en que venga a Roma para consultarle. Esto es vergonzoso pues hasta el mismo Alberto Magno quiere entrevistarse con él y me pidió vuestra autorización; cosa que le he negado rotundamente.
- ¿El dominico alemán Alberto Magno? – preguntó sorprendido el Papa
- ¿El teólogo, filósofo y científico?
- Así es – dijo afirmativamente - Y su discípulo Tomás de Aquino también pidió dicha autorización.
- Realmente debe ser interesante hablar con este loco entonces, ¿no? – dijo riendo el Papa.
- En Génova hay un destacamento que cree que su viaje lo está realizando por mar desde Barcelona a su segundo puerto de Génova. Se dice que el Rey Jaume I y ahora su hijo Pedro “El Grande”, por razones secretas, siempre tuvieron simpatía por los judíos o por los pueblos herejes y que lo vienen protegiendo desde siempre. Por eso se dice que está recorriendo el camino y enclaves secretos de los cátaros y los templarios. Sin duda, está oculto en la ciudad amurallada de Carcassone. Si me permite su Santidad, tendríamos que aniquilar a esta empresa de herejes como a los cátaros y a los templarios. Estos templarios que no dejan de ser judíos disfrazados, para burlarse de nosotros y robarnos nuestras riquezas que le pertenecen a la Santa Iglesia. Y ni hablar de los Cátaros, que rechazan hasta la cruz, la Iglesia, el ave María y a la Virgen.
- ¿De dónde ha sacado usted que está en Carcassone?
- Su santidad, desde la muerte de Jaume I “El conquistador”, Carcassone está realizando un complot contra el poder de la Iglesia. Ese pueblo entero es hereje, esos albigenses son Cátaros. Ya hemos realizado quemas colectivas públicas y estos hijos de Satanás no aprenden. Por eso, lo más seguro es que este demonio, que también responde al nombre de Raziel, esté apoyado por ellos, con tal de que el poder de la Iglesia se desmorone. Toda aquella zona de Francia, la conozco muy bien, incluso hay túneles secretos entre las montañas de Montsegur, la Montaña Segura.
- ¿Tú dices que Jaume I lo apoyaba? – le dijo sorprendido el Papa.
- Su Santidad, Jaume I nació en Montpellier y su padre lo entregó de niño a un maestro cátaro llamado Simón de Montfort y absolutamente toda su infancia hasta ser adolescente, la pasó en Carcassone, justamente. ¿No le parece extraño que luego apoye a los judíos con aquel último debate entre nuestro fraile converso Pablo Cristiani y el que era el líder judío, el hereje Nahmanides, para apoyar al Call judío dentro de Barcelona?
- Pensé que a ese judío lo habían capturado y quemado al terminar aquel juicio.
- Para nada. Mis informantes me dijeron que se encuentra en Palestina y que desde allí controla y mantiene correspondencia con los reyes de Cataluña y con la judería de allí. Pero lo que más nos importa es esta serpiente, que se viene contorneando entre la Santa Fe. Se dice que hasta el mismo Guillaume de Beaujeu ha encomendado cuidarlo.
- ¿No habíamos mandado capturar a este templario?
- No tuvimos pruebas suficientes y nos faltó autoridad. Es muy difícil tener la certeza de poder capturar a la persona responsable de los últimos levantamientos que hemos tenido en nuestra contra; pues para que estos herejes continúen adorando a la Virgen negra y la cabeza barbuda, como en Mallorca, Montserrat y otros lugares clandestinos, solo se explica que éste estuviera vivo. De verdad que estoy convencido de que estos que se hacen llamar los templarios, para proteger las cruzadas contra los infieles, no son más que los mismos infieles que conspiran en contra nuestra.
- ¿Pero para qué quiere hablar esta serpiente conmigo?
- Mi Santidad, es preciso que entienda del grave peligro que corre, tanto su vida como la misión de la Iglesia en la Tierra. Es el demonio encarnado en un hombre y así como Satanás tentó a Jesús en el desierto y éste estuvo a punto de caer, imagine usted si se presenta aquí el mismo demonio que casi hizo caer al hijo de Dios.
- Pues si este demonio tiene que entrevistarse conmigo y Dios así lo quiere, que venga.
- Dios no quiere que seas tentado por el mal, por eso uno de sus allegados nos avisó de su plan malévolo.
- No era difícil darse cuenta del plan, cuando los rumores de sus proezas están a menos leguas de aquí cada día.
- Tenemos hombres por todas partes para interceptarlo. Le aseguro su Santidad que no cruzará las aguas del Tíber.
- ¿Y qué pasa si las cruza?
- Estamos perdidos.
- ¿Acaso no confías en Nuestro Señor Jesucristo?
- No confío en el hombre que lo pronuncia.

***

Basilio escuchaba con atención toda la historia, pero se le notaba inquieto - ¿Cómo es posible que sepas todas estas cosas que ocurrían sin estar tu presente?
- Fue en el colegio de Franciscanos que me contaron todos los detalles, de la captura y el preámbulo de mi encuentro con el Papa.

***

- ¿Qué noticias me traes?
- Me ha llegado una carta de Barcelona. Tienes que tener en cuenta que esta amenaza de Satanás merodeando nuestras tierras, vienen desde que ese Abulafia se acerca. Hay rumores de que se encuentra en Capua, preparándose con otro líder de la Aljama de Verona.
- ¿Pues a qué esperas para apresarlo?

***

Las velas ardían y las letras de los rollos parecía bailar entre cada palabra que pronunciaban
– Sabes Abraham que tienes que entender que la Toráh es el camino y el fin de nuestras vidas. No puedes ir detrás de una ambición ajena a las enseñanzas de ellas – le dijo el Rabí Hillel.
- Pues para eso he venido a aprender con usted, maestro.
- Dicen que quieres convertir al Papa al judaísmo.
- ¡Es una barbaridad! – le dijo riendo Abraham.
- Dicen que estas aquí conmigo para aprender los secretos de la Toráh que utilizarás para hablar con el Papa.
- Si Dios hubiera querido que el Papa aprendiera la Toráh, lo hubiera hecho judío – le dijo riendo – ¿Qué cosas le podría decir a un tipo tan necio que cree en el Nazareno?
- Pues hay muchos pasajes que podrían seducir a cualquier cristiano.
- El Papa no es cualquier cristiano.
- Te aseguro que no sobrevivirá si se convierte al judaísmo. a sus manos? ¿Acaso el mismo Padre no lo abandonó, como dice él en su último hálito, exactamente igual que como ocurrió con David varios siglos antes? Lea el Salmo 22 - y le tiró una biblia sobre la mesa.
- El Papa tomó la Biblia, sabía de qué Salmo estaba hablando, besó su cruz y luego su Santa Biblia y leyó el Salmo 22.

*** El borde de la copa terminó por tocar al fin los labios, el brillo de mil colores de piedras preciosas seguían el crepitar del fuego.
- No fue Pilatos quien se lavó las manos – le dijo tranquilamente Abraham – Dios había protegido a Vuestro Señor, cuando Herodes, “El rey de los judíos”, había intentado matar a su futuro sucesor. Cuando dio la orden de matar a todos los niños. De la misma manera que lo hizo con el amado Rey David, cuando Saúl intentaba matarlo, sin embargo David era el amado por Dios y por el pueblo. Eso es para nosotros un mesías, alguien amado por Dios y por el pueblo. La pregunta que se hicieron aquellos judíos fue ¿por qué iba a colocar a su hijo en las manos de un impostor romano, un idólatra romano, para que el pueblo eligiera entre su hijo y un delincuente? Antes mandaba ángeles, lo protegían permanentemente y ahora que tocaba elegir entre él y el delincuente asesino, elijen por lo peor o lo que es lo mismo, Barrabás.
-¿Qué me quiere decir?
- Que el pueblo temía elegir entre el hijo o Barrabás, y según la Cábala secreta, la elección fue la correcta.
- ¿Cómo puedes ser tan malévolo y blasfemar de esa forma?
- Por un lado estaba Jesús como acusado y por el otro Barrabás, que si descomponemos su nombre encontramos un mensaje secreto. BAR en hebreo es hijo y ABA es padre, Jesús era un acusado más. El pueblo y Dios estuvieron de acuerdo en elegir al “Padre y al Hijo”. Ese era el mensaje secreto del evangelio. Pues ahora tenemos dos entidades diferentes y por separado, El Padre y El Hijo, y no uno que es el mismo. El mensaje era que había que unir al Padre y al Hijo dentro de nosotros mismos, ese era el Barrabás, pero ustedes los unieron a través de un misterio que el mismo Papa o padre de la Iglesia desconoce, ¿o no es así? Cuantas veces se repite ciencia infusa y ¿cuál ciencia es fusa si toda la ciencia también es de Dios y su creación? Ahora separados por un odio incomprensible, nosotros seguimos al Padre y ustedes al Hijo. ¿Acaso no es el Padre, nuestro Dios primigenio?, ¿acaso el mismo Jesús no se encomendaba “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?... Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía […] Horadaron mis manos y mis pies […] Repartieron entre sí mis vestidos. Y sobre mi ropa echaron suertes […]”
Así terminaba de leer el Salmo 22 del Antiguo Testamento, el salmo del Rey David cuando estaba en Ajelet-Sahar, a punto de ahogarse en la angustia de la desesperación, mil años antes del Nazareno.
- ¿Acaso cree que David también fue crucificado? – le interrumpió Abraham los pensamientos al Papa con ironía. - David también en el Salmo 82 dice que “somos hijos de Dios”. ¿Por qué lo íbamos a matar? Jesús repitió cada una de sus palabras, pero él quería morir, él sabía su destino. ¿Quién puede culpar a uno o varios hombres de los designios de Dios? Usted está ahí con los anillos porque Dios lo quiso o ¿acaso usted o alguno de sus amigos reyes hizo cosas que no debía para que se sentara en ese trono?
- Hay que tener en cuenta que Dios – continuó - pone siempre a prueba o les exige un gran sacrificio a cada uno de nosotros como sus hijos, donde el hijo tiene que aguantar el dolor o la frustración hasta el límite: como lo hizo con Adán cuando fue expulsado del Paraíso o Abel cuando tuvo la indiferencia de su hermano mayor que tanto quería, José cuando sus hermanos lo expulsaron y vendieron como esclavo a los egipcios, Moisés que no fue querido ni por su madre ni por su padre, David que fue amado por todos menos por sus hijos, Job que perdió absolutamente todo sin ningún motivo y Jesús que fue odiado por todo su pueblo. Todos sufrieron distintas desgracias, sin embargo todos eran hijos del Señor.
- Pero aquí hay algo que me gustaría remarcarle – le dijo señalando la Biblia que había dejado el Papa sobre la mesa – Usted acaba de leer el salmo y todo lo que dice ahí en las escrituras, exactamente, punto por punto se repite en lo que va a suceder mil años después con Jesús. Sin embargo algo ocurrió distinto. Cuando murieron los otros Hijos de Dios, no se dividió la Toráh en un Nuevo y Antiguo Testamento como ocurrió con Jesús. Jesús conocía perfectamente cada una de las palabras que ustedes repudian y que ahora los doctores cristianos desconocen. Vengo a usted para mostrarte el camino que había elegido Jesús. Ya que si él era el Hijo de Dios como ustedes dicen, ¿por qué creen que eligió nacer dentro del seno Judío y no del Islam? ¿o Persa?, ¿o Romano? Él era el Hijo de Dios y eligió su fe, la judía, la misma que sus seguidores actualmente escupen. Hace pocos días hubo una matanza de judíos en Barcelona y al mismo tiempo otra en Toulouse y en Alemania y en mil lugares más. Son mis hermanos, son mi pueblo y son el pueblo de Dios que quiero salvar. ¿Así es como le pagan al seno que amamantó a su señor? Si Dios hubiera querido exterminar a los judíos de la faz de la tierra, ¿no cree que ya lo hubiera hecho? ¿O directamente no lo hubiera creado? No se hubiera preocupado en sacarlos de Egipto, en abrir el Mar Rojo, en detener el sol en las guerras, en destruir las murallas más inaccesibles de Jericó, solamente por su voluntad. ¿Acaso no sumergió continentes enteros como la Atlántida o Imperios completos como los romanos, los egipcios, los persas, o ciudades enteras de un día al otro como dicen las escrituras en Sodoma y Gomorra? Del cielo puede hacer llover fuego o del mar tragar ciudades. Está en el Apocalipsis, así es el famoso Armagedón y entonces… ¿por qué quieren exterminar ustedes lo que Dios, su Padre, quiere conservar?

***

Basilio estaba pensativo en sus imágenes, en su pasado que transcurría vertiginosamente, como el más placentero de los presentes. Estaba reflexionando sobre las palabras y la historia que le estaba contando este judío. Su vida había parecido ser defenderse de los otros cuando no tenía idea de quién era él mismo. Su fe en el cristianismo se la estaba cuestionando, seguramente igual que el Papa. ¿Cómo era posible que mil años antes de Cristo, ya hubieran crucificado a otro exactamente igual que el Mesías? ¿Sería que había varios mesías? -se preguntó. Recordó cómo en aquella reunión de sufíes, de infieles musulmanes, llegaban a Dios a través de la danza y no de la espada. Incluso él tuvo una experiencia mística o divina con Dios, dentro de aquel grupo de herejes. ¿Cómo era posible eso? ¿qué nos quería demostrar Dios con esas muestras de divinidad en manos de herejes?, ¿y si por alguna razón, nosotros los cristianos estamos equivocados?, ¿qué es lo que pasaría?, ¿Sería que fuimos enviados a matar a los santos como los mejores hijos del demonio? Recordó cuando Nicéforo se le acercó y nuevamente comenzó a traducir las palabras que hablaba el viejo maestro allí. El clima por parte de ellos era de extrema tolerancia, no se sentían amenazados con su presencia, sin embargo ellos o por lo menos él, entre cada pensamiento pagano que se le cruzaba por la cabeza, se cuestionaba hasta qué punto no era blasfemar.
- Aprender, Basilio, no es blasfemar – le dijo Nicéforo con gracia – Nadie nace sabiendo, y lo que tú crees que sabes, fue alguien que te lo enseñó. Pero falta mucho por aprender y no le tengas miedo a aprender, que los dientes de leche tienen que caer, para dejar que vengan los que te van a servir de verdad.
El maestro hablaba de otro maestro, un viejo que supuestamente vivía muy cerca de Anatolia, le decían Mawlana. Mawlana significa “Nuestro Maestro”, pero luego Basilio aprendiendo a ser más interesado averiguó su nombre, era Yalal ud-Din Rumi, conocido como Rumi, pero que ya estaba muy viejo y que no aceptaba a más extranjeros. Lo que siempre lo visitan a él, se decía entre los comentarios, son los judíos. Al final estos parecen que sus grandes arcas de riquezas, no sea el oro, sino el conocimiento. Ese es el mejor negocio y lo que nadie puede robar jamás. Le dijo Nicéforo.
- ¿Cómo has dicho que se llamaba tu método de combinar las letras con movimientos para formar poderes? – le preguntó Basilio a Abraham
- “Tseruf ” – le respondió este
- Mira que coincidencia, pues ahora que recuerdo toda esta filosofía del Islam que aplican el movimiento a las oraciones, y especialmente la danza y la música, se llama Tasauf.
- Tasaruf, Tasauf – repitió Abraham, son parecidos tienes razón, pero como todas las cosas son parecidas pero no iguales.
Nicéforo le continuaba contando a Basilio, todo aquello que era nuevo para sus ojos y para su vida. Le contaba sobre ese sabio y viejo maestro, que había fundado una Orden dentro del Islam, llamada Mawlawiya que justamente se basaba en una base de tres patas, la música, el canto y la danza. Este maestro, explica que el “AMOR” es la llave de toda puerta espiritual.
La filosofía para este maestro del Islam, era la fiesta, la despreocupación y por sobre todas las cosas el amor. No estaba en contra ni a favor de ninguna religión. Para él todas las religiones eran caminos distintos para llegar a Dios, que es el Amor. En ese momento el viejo comenzó a recitar una poesía, que Basilio estaba horrorizado parecía ser de un nuevo aprendizaje, “la Tolerancia”. Sin embargo, sin duda es un aprendizaje que lleva muchos años aprender, pues así como lo escuché así intenté olvidar. Pero ahora que estoy aquí contigo, pareciera brotar del silencio. Las palabras eran así:

“¿Qué puedo hacer, oh musulmanes? – Así había comenzado el viejo mientras en voz baja, me traducía mi general. El viejo les hablaba a ellos, a sus discípulos y no a nosotros. Le explicó Basilio a Abraham. A nosotros parecía ignorarnos, pero sin embargo, cada una de sus palabras nos vestía de las mejores tallas.

“Pues no me reconozco a mí mismo – continuó - No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.
No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar.
No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios. No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego.
No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad. No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia. No soy del reino de Irak, ni del país de Jurasán.
No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno. No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, ni Rizwán.
Mi lugar es el sin lugar, mi señal es la sin señal.
No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado. He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno; Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.
Estoy embriagado con la copa del Amor,
Los dos mundos han desaparecido de mi vida;
No tengo otra cosa que hacer más que el jolgorio y la jarana”.

- Lo conoces – le preguntó por fin Basilio
- No para nada, pero me pareció increíble todo ese mensaje y toda esa sabiduría en tan pocos versos.
- Fue después de escuchar este poema, que entendí lo que me había ocurrido en aquella danza con aquellos derviches que giraban sin cesar. Pues los dos mundos que él contaba, también los sentí como uno solo, en el momento mismo que dejé de pensar, en el mismo momento que bajé mi guardia mental.
- Pero si escuché algo parecido a algún otro musulmán de Andalucía, un tal Ibn Arabí
- El maestro contó, que había sido el padre de Rumi, quien lo había iniciado dentro de la Orden de los Sufíes y que ya de pequeño, cuando éste iba detrás de su padre, hacían el comentario, de que “Ahí viene el océano detrás del riachuelo”
- Ese modelo de Océano detrás de un Riachuelo, es el verdadero modelo de un buen Maestro, que le entrega a su discípulo las herramientas para que este le pueda superar y de esa forma trascender.
- Cierto, pero hay padres, que no lo soportan y compiten muchas veces contra sus propios hijos, intentando ganar una guerra que no existe la cual dará fruto a una derrota anunciada. Esa es la orden de multiplicaos, que dijo Dios. Si tu eres uno, que tu hijo sea dos.
- Pero no segundo – dijo riendo Abraham, recordando sucesos particulares con su padre.
- ¿Y qué fue lo que te respondió el Papa? – preguntó Basilio volviendo sobre el tema anterior.

***

Allí estaban los dos en la habitación del Papa, Nicolás III aguardaba cada una de las palabras que decía el judío. El tenía la orden interior de rebatir todo lo que le dijera.
- Dios es amor – le interrumpió Abraham su discurso interno, al mismo tiempo que lo dejaba perplejo - y Dios es el verbo. Si es así, entonces podemos deducir que el “Verbo” al que se refiere es el verbo “Amor”, o sea que el único verbo que se puede conjugar aquí es el AMOR. Por lo tanto, cuando Juan en su primer versículo comienza hablando que el verbo vagaba sobre la faz de las aguas, significa que el amor era lo que vagaba sobre la faz de las aguas. O sea el Amor los primero. Antes que todos los dogmas, antes que el oro fuera creado antes que el hombre fuera hombre… estaba el Amor. Por lo tanto tenemos que entender, que si vamos a la biblia y leemos el antiguo testamento tal como lo entendemos ahora, quedaría de esta manera: “En el principio “el amor” creó los cielos y la tierra…”
Por lo tanto el amor como lo entendemos nosotros no es una condición humana, sino que es una condición divina, una condición que el hombre tiene que imitar a su creador. Somos imagen de dios por lo tanto tenemos que reflejar amor. La pregunta que nos hacemos es… ¿somos tan imperfectos que lo único que podemos proyectar de Dios es el odio? Porque de aquí surge otra pregunta ¿por qué nos odian? Si nosotros también somos frutos de aquel “Amor” que creo los cielos y toda la Tierra.
Jesús parecía un buen ejemplo de lo que le estoy diciendo, les había enseñado que hay que dar la otra mejilla y ustedes ni siquiera dan la primera. Si nos persiguen a nosotros, porque dicen que estamos en contra de Jesús, ¿por qué lo hacen, si ustedes ni siquiera tampoco lo siguen? ¿Realmente es la verdadera causa de su desprecio hacia nosotros? Ver en nosotros sus propios defectos y quererlos quitar de la vista. El Papa Nicolás III estaba aturdido y no se sentía muy bien, realmente tenía razón las cosas que escuchaba. La noche parecía larga e intranquila, así que por fin lo invitó a sentarse a su lado y le sirvió una copa de vino. Un vino que a Abraham le resultó lo más dulce de la tierra. Fue en ese momento que su paladar lo remontó al pasado, a las costas mediterráneas del puerto de Atenas.
Sus pensamientos en un abrir y cerrar de ojos, habían partido desde la ciudad de Narbona huyendo de un acontecimiento sin sentido hacia las costas del Egeo. Había desembarcado en el Pireo, tenía apenas veintiocho años. Durante el viaje había justificado su visita a una de las ciudades más ilustres de la historia de la humanidad. Ahora estaba obsesionado en conocer la cuna de Aristóteles, Sócrates, Platón y la filosofía pitagórica. Se había sorprendido del desarrollo del comercio en el puerto de Atenas. En el barco le habían contado mil y una historias, acerca de la Isla que inspiró a Platón para narrar la historia de la Atlántida. Era una isla que estaba bajo dominio Veneciano y su nombre era Santorini, en honor a la patrona de ese lugar la “Santa Irene de Tesalónica”. Ese iba a ser otro de los viajes dentro de su itinerario de la nueva vida que llevaría ahora. En la Isla de Santorini decían que Platón había estudiado en uno de sus templos, y que hoy se conservan allí obsesionados ahora con el estudio de la Alquimia. Sin duda que los nuevos conocimientos que podría adquirir de la Alquimia mezclados con los de la Cábala sería una mezcla perfecta para llegar a la perfección del hombre y por lo tanto, el reflejo de dios. La gran Obra.
La primera noche consiguió dormir en una de las Tabernas que oficiaba también de albergue para los marinos. Por aquellas callejuelas del Pireo conoció a Lykaios el que lo conduciría al barco que lo llevaría a Santorini. Durante el viaje muchas familias se dirigían a esa isla, para buscar nuevas fuentes de trabajo y oportunidades para hacer riqueza. Ya que ahora bajo el dominio Veneciano, la prosperidad de la Isla había crecido enormemente debido al comercio internacional aprovechando las rutas venecianas por todo el mundo.
El viaje estaba previsto para que fuera de dos días, haciendo parada y noche en una de las Islas de camino. Cuando estaba en cubierta junto a Lykaios que le había explicado que por aquella zona habían unos peces gigantes, capaces de acompañar a las embarcaciones y salvar a aquellos que eran tirados al mar. Se llamaban “Delfos”, como el gran Oráculo que tenía la Antigua Grecia. Fue en ese momento, que Abraham levanto sus pesados ojos, y se encontró a muy pocos metros de donde estaban, con una mirada que le paralizaría su corazón por segunda vez. Lykaios acostumbrado a viajar y a no prestar atención a la gente que iba en cubierta le seguía hablando sin prestar atención, sobre aquellas criaturas divinas de los mares, conocida como “Delfines”.
- Delfos, delfines y pitonisas del amor – le respondió Abraham, fue en ese momento que Lykaios se giró para mirar lo que estaba observando Abraham detenidamente.
Ella estaba sobre la baranda del mar, llevaba unas ropas livianas suaves de lino y viento, sus cabellos eran negros como el ónix más puro, su piel se sentía suave, delicada y perfumada. Su nariz y su boca, parecían cerrar un secreto y sus ojos eran una esmeralda suave o un fuerte jade de oriente. ¿Cómo Dios podría crear tanta belleza en la tierra? Abraham miró hacia el cielo.
- ¿Qué miras? – le preguntó Lykaios
- Que no la vea ningún ángel y se la lleve – le dijo preocupado, mientras Lykaios y la chica que lo había escuchado comenzaron a reír. Ella lo miró y sintió el dolor de su mirada, la mirada de Abraham siempre era firme y oscura, ella sentía como a él le latía el corazón y como ella le correspondía en ese deseo de jóvenes atrevidos. Ella buscó una posición mejor para acomodarse, se sentía muy observada e incómoda. Quería mostrar o insinuar, lo que a cualquier hombre maduro podía matar, el deseo, la pasión y el sexo.
Los hombres entregaron imperios por ellas, pensó Abraham, inclusive los ángeles del cielo, al ver las hijas de los hombres, se retobaron con Dios y bajaron a tener sexo con ellas. Miríadas de ángeles perdió el Paraíso por aquellos encuentros, del cual fueron fruto como dicen las escrituras “Los gigantes”. Si aquellos que eran Ángeles, seres perfectos y divinos cayeron bajo el influjo de esta clase de mujeres, que podía hacer un simple mortal. A partir de aquel momento, la largura del viaje, aquellos dos días y una noche, se iban a transformar en un pequeño instante. Fue en el momento que sus miradas se encontraron por fin y a él le pareció imposible, tenía un crucifijo en un rosario de perlas. Su cuerpo le gritó a mares que estaba vivo. Ella lo descubrió y se rió mientras se alejaba rumbo a su familia que había salido a la cubierta.
- Mi nombre es Guillem – le dijo él como intentando retener la conversación que nunca existió.
- ¿Conoces Santorini? – le preguntó ella cuando se iba hacia ellos.

***

Caminaron por el pueblo e inclusive fueron hasta la cima del monte donde había una parroquia de piedra. El viento soplaba con frío y fuerza, las orillas del mar parecían borrarse en las alturas detrás de nieblas salinas. Estaban en el cielo junto a todos los vientos. Abraham estaba enamorado, jamás se había percatado que estaba dentro de una parroquia cristiana, cuando perdido entre las nubes, ella le tomó la mano y el la besó con fuerza.
Allí marcaban los encuentros, a escondidas y a la vista de todos. No le dijo a nadie que era judío, sabía que si se enteraran todo se terminaría. Como siempre se había instalado una pequeña oficina muy cerquita del puerto. Allí comenzaría su carrera siempre ascendente en los negocios. Santorini realmente era un lugar ideal para hacer riquezas, ya que era un puente de unión entre dos continentes, por un lado Europa y por el otro África. Del África venían muchos barcos previamente parando en Creta provenientes de Egipto y Túnez, el otro gran centro financiero por entonces. Sin embargo no todos lo miraban con buenos ojos, especialmente los padres de Sofía. Que jamás se aparecía los domingos a misa, que no le habían visto nunca un rosario. Algunos sospechaban que era Católico Apostólico Romano y al no haber templos católicos en la isla, lo justificaban, pero ni siquiera un crucifijo tenía. También sus principales clientes como siempre eran los judíos y los musulmanes. Y ahora había incursionado en un nuevo negocio en la Isla, que era la compra y venta de Oro, ya que lo conseguía muy barato de Egipto y lo vendía a muy buen precio para Europa. Ella por su parte odiaba al padre, que la maltrataba y la había querido casar con comerciante viejo y feo, pero obviamente muy rico, que de no ser por la repentina muerte que le vino hoy no estaría disfrutando de esa libertad, su madre siempre estaba a su lado, protegiéndola y especulando de cómo salirse siempre con la suya. Sabían que Abraham venía de una tierra lejana y con mucho dinero por lo que aparentaba. Así que si ella se casaba con él, todos esos tormentos que tenían se acabarían. No tenían mucho tiempo ya que sabían que Abraham en cualquier momento continuaría con su viaje hacia el fin del mundo, donde se encontraba un río llamado Sambation como les había contado en varias oportunidades.
Los atardeceres en aquella isla parecían hechos de las cosas más bonitas que existían en la tierra, el cielo, el mar y el sol detrás del Volcán combinaban a la perfección para formar un paraíso en la tierra. Abraham caminaba junto a Sofía por la orilla, sobre aquellas arenas negras testigo de sobrevivir a la pasión de aquel volcán. Desde la montaña, siniestramente escondida entre los vientos y el frío aguardaba la madre el desenlace fatal.
Hacía calor, se besaron, el se tenía que marchar, pero ella se desnudó mostrando lo mejor que un universo podría crear. El fuego de su cuerpo, como las mil chispas de la vida comenzaron a concentrarse en su corazón y en su sexo. Era su última noche.
A la mañana siguiente, antes de que rayara el alba, un grupo de soldados estaban golpeando la puerta de la oficina del puerto. Encontraron y prendieron a Abraham.
Cerca de la parroquia de piedra, había una iglesia que oficiaba de tribunal. Allí estaba el padre, la madre y Sofía llorando. La madre la tomaba en brazos y dos por tres gritaba que su hija había sido violada por aquel muchacho.
- Adulterio – gritó
Abraham estaba perdido, sentía que estaba próximo su final, y se lo llevaban a la Curia y al calabozo de la ciudad. Lykaios que había comenzado a trabajar con él en algunos negocios, había hablado con la familia y ésta pretendía que Abraham se casara con ella. De esa manera todo quedaría resuelto. La madre sabía que de esa manera ya se aseguraban el futuro que el joven Abraham había mostrado tener.
Cuando estuvo Lykaios con Abraham en el calabozo, éste le comentó de las intenciones de la familia, y que realmente todo era un plan secreto para prenderlo y asegurarse con su dinero. Abraham estaba realmente enamorado de ella pero no se podía casar por la iglesia. Era una herejía y toda la congregación judía de allí sabían que Abraham era judío y tarde o temprano el pueblo se iba a enterar de su identidad secreta. De todas maneras no tuvo más remedio, y las bodas se realizaron en la misma parroquia de piedra, que a través de las nubes y el viento intentaba contemplar las orillas del mar.
Abraham había comprado una casa de apuro para su nueva situación, y lo había hecho muy cerca del puerto donde trabajaba. Los padres que precisaban mudar su situación también a pedido de Sofía, les arregló otra casa al lado. Realmente para Abraham era una nueva vida, nunca se había imaginado vivir en familia, estaba cómodo y su mujer siempre se paseaba por la ciudad con las mejores telas del oriente. Era todo una dama y la envidia de las otras. Sofía se pasaba internada con la madre mientras Abraham trabajaba, ya que el siguiente plan era quedar embarazada y de esa manera sellar el vinculo para la eternidad con él. Pero había algo que no cerraba ya que Dios no le traía hijos al mundo. Visitaron una de las curanderas de la montaña, para la fertilidad y nada. Un día, el patriarca de la iglesia mandó llamar a los padres de Sofía en secreto. Allí les contó que había recibido una carta, una extraña carta donde explicaban el origen de “Guillem de Girona”, que su verdadero nombre era Abraham Abulafia de origen judío y perseguido en Francia por asesinar a un hombre. Se dedica a la magia y a la brujería, aparte de practicar el judaísmo en secreto. Al padre casi le da algo, cuando había llegado a la casa, había tomado una de las cuchillas para ir a matar a Abraham, pero su esposa intentaba tranquilizarlo. Fue en el momento que llegara su hija, cuando le contaron todo lo sucedido, también explotó en un ataque de histeria y odio, comenzó a romper todo las cosas que había en la casa. La madre intentaba calmarla también, en uno de esos arrebatos que gritaba con todas sus fuerzas “ahora se reirán de mí” y nos acusarán de “judaizantes”, mientras se tomaba de los pelos e intentaba arrancárselos.
Abraham estaba en la oficina sin saber nada de lo que había ocurrido, fue cuando apareció Lykaios y le advirtió lo que había ocurrido, que el pronóstico era terrible, que se estaba armando un tribunal para acusarle, ya que lo buscaban por asesino, por judío, judaizante y todas las acusaciones posibles. No puedes volver a tu casa – le dijo Lykaios – te están tendiendo una trampa, te están esperando – le rogaba Lykaios.
- ¿Y a ti no te doy asco? – le preguntó Abraham resignado y a punto de llorar – te juro que no he matado a nadie, que no he hecho nada de lo que dicen. Pero sí, soy judío.
- No me importa la religión que tengas, sé lo que eres, eres mi amigo y cuenta con ello – le dijo Lykaios – pero no podemos estar más juntos. Te tienes que ir de aquí o nos mataran a los dos.
- Tengo que volver con Sofía – le dijo él – ella me ama y yo la amo a ella. Tengo que ir a buscarla.
- Guillem – le dijo Lykaios – no lo hagas, te mataran.
- Lo siento – le dijo Abraham – gracias por todo – fue en ese momento que Lykaios se acercó y pese a ser judío, le dio un fuerte abrazo. Los dos lloraron y se besaron en cada mejilla.

Abraham había salido corriendo rumbo a su casa antes de que fuera tarde, antes de que se enteraran supuestamente los padres de ella. En cada paso que daba, intentaba entender de qué “carta” le hablaban y si no era algún plan de alguna persona de allí, para sacarlo del medio de los negocios. Tendría que ser algún mercader que quería ocupar su lugar en los negocios del puerto. Pero sabían su nombre, era imposible. Cuando llego a su casa, en la puerta estaba la madre de Sofía, que le dijo que no se atreviera a entrar. Lo comenzó a insultar de arriba abajo. En ese momento apareció también el padre, que con la cuchilla, le dijo que se fuera ahora mismo. Abraham estaba comenzando a enfurecerse, les dijo que esa era su casa y no de ellos. Sin embargo ellos continuaban diciendo que se fuera si quería conservar su vida. Que sea ella la que decida su futuro, les dijo éste. Fue en el momento que Sofía abrió la puerta.
- No puede ser que la religión separe nuestro amor – le dijo Abraham mirándola a sus ojos convencido que ella lo iba a entender - ¿acaso dentro de mi amor o del tuyo no habita dios?
- Eres un judío, un cerdo, un abominable, me has ensuciado el alma, te odio con toda mi alma. Me has convertido de ser una dama a la más abominables de las mujeres – le grito en el momento de lanzarse hacia él para pegarle, fue en el momento que la madre la tomó del brazo y la acurrucó en su pecho.
- No toques a ese hereje – le dijo la madre
- Ahora me has deshonrado, la gente del pueblo me mira como a una ramera – gritaba llorando – quiero que te mueras, que te quemen, que te trague el infierno por el resto de los tiempos, hijo de la grandísima ramera.
Abraham no podía creer lo que estaba oyendo y por un momento pensó, que todo aquello era una actuación para justificarse frente al pueblo y especialmente a sus padres. Por eso le dijo en voz baja - Huyamos de aquí a una tierra donde el amor y tu dios sean la única religión. Vente conmigo.
- Más vale que te marches, antes de que te denuncie, te mereces el infi- erno.

***

El papa estaba sonriente y gozando del sufrimiento de su huésped, tomó un trago de vino intentando sentir la sangre de Cristo que entraba por sus venas. Sentía poder de darse cuenta que enfrente a él se encontraba un hombre derrotado por su destino. Aquel halo de magia, de mesianismo judío se había esfumado en un instante cuando comprobó que toda la historia que le habían contado era la de un simple mortal. Y que todo aquel recurso de encontrarse con él en aquella habitación era una locura de un hombre desesperado por encontrar una gota de felicidad dentro de toda la miseria humana. Venía a entrevistarse con el encomendado por Dios en la tierra, para que le resuelva sus problemas, al final de cuentas no era más que un hereje.
- ¿Por eso estás aquí? ¿Para qué tu esposa te acepte nuevamente como cristiano y seas perdonado por el mismo Papa? Sabemos todo de ti y de lo miserable que eres.
- No – dijo dolorido – no tengo esposa, ella nunca me amo, fue solamente mi dinero y su posible estatus lo que quería.
El papa llenó nuevamente la copa, estaba más tranquilo, había sentido en Abraham el dolor que sienten los más viles mortales, no era enviado de Dios, pues su corazón estaba herido en vida.
- Pero con todo respeto señor, esta no es la causa de mi presencia frente a usted.
El papa se sorprendió con la respuesta de Abraham y le agregó - Los corazones heridos nos hacen hacer locuras muchas veces.
- Quiero recordarle señor algo que todo el mundo sabe, y es que Jesús había perdido la cabeza por una mujer también. Y lo más sorprendente es que el mismo fundador de la iglesia y religión, tenía como a su supremo discípulo a una mujer. Y esa misma mujer de la cual estaba enamorado o apasionado como quiera y todavía era negra o Cusita como dice la biblia. Y sigue siendo sorprendente como ustedes niegan el sexo que con tanto amor practicaba Jesús con esta María Magdalena. Ustedes que son ahora los padres de la iglesia, supuestamente no pueden tener sexo y sin embargo todo el mundo sabe lo que ocurre entre los pasillos. Porque el sexo es una orden divina de Dios. Es más, a esta chica que era su gran discípula, la que estuvo con él realmente en todo momento, hasta en su muerte y después de ella, la acusaron de “ramera” y el evangelio que ella escribió lo excomulgaron también como hereje o apócrifo. Yo les pregunto, primero se equivoca Dios Padre en donde tiene que nacer su hijo, y luego el hijo se equivoca con la mujer que elije ¿y ustedes no se equivocan? Ustedes supuestamente vienen imitando o siguiendo todo lo que hizo Jesús, pero la pregunta real es ¿a quién están imitando o siguiendo? Porque obviamente que a Jesús no es. Dentro de estos muros muchos practican las peores obscenidades y sin embargo castigan a los que las practican fuera. ¿Acaso la Iglesia es una institución que protege lo que Jesús estaba en contra?
- No blasfeme contra la iglesia – le gritó el papa – le aseguro que tenemos una hoguera aguardando para usted, siervo miserable.
- No blasfemo contra la Iglesia, lo hago contra los hombres de ella, los hombres son los que se equivocan, no las religiones, no los dioses o dios. Por eso estar en contra de los judíos es blasfemar contra dios también. Y así como los egipcios con el gran faraón, los romanos y el César, y ahora ustedes con Vuestra Merced perecerán si no toman por otro camino, que no sea el de Dios, el Amor y la verdad.