CAPÍTULO DIEZ

Entre las piedras se podría encontrar la entrada a la montaña. Así que comenzaron a entrar en fila india, siguiendo al espía que tenían dentro de sus filas. El corredor era húmedo, angosto y bajo. Había que tener cuidado de no toparse y no tropezarse con rocas que estaban puestas a propósito. El camino parecía la entrada a una mina, que seguramente en otros tiempos lo era; pues había galerías por todas partes. Ellos solamente seguían por el camino, dejando entradas y túneles de lado. En un momento dado, al final del túnel, se sentía como una entrada de aire fresco, una brisa que llegaba cargada de aromas. Entre el grupo se comentaban las sensaciones y la posibilidad de alguna emboscada por parte de los sarracenos. Pero decidieron confiar y continuar caminando, hasta llegar por fin al final del túnel que daba a un gran estadio. Era increíble, pues era como un gran cráter donde se podían ver las estrellas y alrededor había cientos de entradas a túneles en donde se intuía que podían estar allí viviendo. En el medio del patio había una gran fogata y por todos lados había antorchas encendidas. Era como un coliseo hecho por la naturaleza.
Al final llegaron donde estaba el Maestre, totalmente rodeado de discípulos y ellos de soldados. Todos tenían los colores blancos y rojos, sentados en una extraña posición de cuclillas, mientras fumaban el narguile y hashish. Cuando el maestre vio que llegaban los extraños cruzados por los túneles, se levantó dispersando a todos sus discípulos, mientras caminaba rodeado de sus soldados al encuentro de Nicéforo y de los demás líderes de las otras órdenes.
El maestre los invitó a sentarse junto a él. Nicéforo lo hizo junto a los otros generales y Basilio permaneció con el resto de los hombres, observando todo de lejos. Fue ahí cuando escuchó cómo tenían pensado atacar e infiltrarse a través de sus disfraces en las filas enemigas: matando a los líderes, como lo venían haciendo desde tiempos inmemoriales. Ellos conseguían ocupar puestos de confianza en las filas enemigas y una vez dentro, lograban hacer el atentado contra el líder.
Allí había sido la primera vez que Basilio había escuchado hablar del Santo Grial, cuya búsqueda de los verdaderos caballeros debía ser a través de la contemplación de un corazón puro. El corazón puro que todo caballero debe consegui a través de su trabajo personal. Ese corazón puro es el que es capaz de convertir el plomo en oro y lo maldito en bendito como la piedra caída del cielo.
- ¿Qué piedra cayó del cielo? – le preguntó Abraham.
- La Piedra de Kaaba, que está en La Meca, dicen que es una montaña perfectamente tallada, de color negro y que tiene poderes sobrenaturales. Allí en ese lugar donde nació Mahoma.

***

Los Pirineos parecían un paraíso interminable, cuando uno observaba el horizonte y se encontraba rodeado de montañas que parecían distintas escaleras de ángeles que subían y bajaban. Los caballos eran fornidos y tenían un marchar sereno. El ruido de las pequeñas piedras en los caminos eran el eco de sus pensamientos. El caballo marrón de Abraham seguía fielmente los movimientos del negro caballo del templario. Prácticamente no precisaba ser conducido.
- Es una yegua – le dijo el caballero pareciéndole corregir los pensamientos.
- Y parece ser un poco desobediente – le dijo quejándose Abraham – pues no hay manera de manejarla. Ella va para donde camina su caballo y se apura para no separarse ni un paso.
- Es un poco rebelde sí, pero los caballos en una pelea terminan respetando más a las hembras que a los machos. La naturaleza es sabia – dijo riendo – Ellas siempre consiguen todo.
- Al final no me quedó muy claro qué es lo que buscan los judíos dentro de las Ordenes secretas – le interrumpió Abraham.
- De esta manera podemos circular libremente por las tierras. Las personas que no pertenecen a las órdenes, no pueden entrar y al no poder entrar, nosotros podemos realizar nuestros rituales tranquilamente.
- ¿Pero todas las órdenes están conformadas por judíos?
- No todas, y por eso hay que tener mucho cuidado de lo que se habla o lo que se dice. Tenemos códigos y preguntas que solamente un judío podría responder. Pero la Orden tiene otra función más grande, que es encontrar al Mesías o preparar todo el camino para que este venga. Todos los cabalistas están anunciando que su venida está muy próxima. Ya se levantaron varios falsos Mesías y tuvieron consecuencias desastrosas. Por eso estamos viendo cómo podemos preparar mejor el camino. Nos estamos formando cada uno de nosotros con todos los conocimientos que la Cábala nos pueda brindar, con los conocimientos de otras órdenes muy antiguas, más antiguas quizás que las mismas judías. Pero el fin de esta última cruzada es encontrar a los Jázaros.
- ¿Los qué?
- A los Jázaros – le respondió este, suspirando por el poco nivel cultural que tenía Abraham – ¿Cómo puede ser que no sepas quiénes son?
- Para nada, ¿qué son una tribu?
Los Jázaros son el único reino judío en la Tierra – le comenzó a relatar el caballero, mientras Abraham no podía disimular su desconfianza en el relato. Le costaba escuchar algo que le parecía imposible. ¿Cómo era posible que nunca le habían contado nada, ni siquiera en el Talmud o en alguna de las Yeshivot donde había estudiado?

– En realidad Abraham, hay muchas historias que se transforman en leyendas y muchas leyendas que se transforman en historia, pero esta te aseguro que es verdad. Hace muchos años, uno de los reyes de oriente llamado Bulán... – le comenzó a contar mientras la yegua de Abraham se acercaba a su amo – comenzó a extender su imperio hacia estas tierras de occidente. El imperio fue conocido con el nombre de Cuzarí o Juzarí, de ahí viene su nombre, estableciéndose en el Cáucaso a orillas de un gran río que atraviesa todo el norte de Europa, llamado Volga y a orillas del Mar Caspio, donde muere este río.
- ¿Acaso no es el territorio de los judíos Askenazis? – le preguntó Abraham.
- Pues los Askenazis tienen algunos orígenes aquí, en este lugar de Juzarí. Como cualquier reino precisaba de una religión y al establecerse entre el occidente cristiano y el oriente musulmán, no sabía que religión tomar el rey. Así que convocó a un Obispo y a un Imán para que le hablaran de sus religiones, pero no estuvo muy convencido, así que llamó a un Rabí y le preguntó a los tres: “¿Cuál de sus religiones está en el origen de todos los tiempos?” al oír las respuestas de los tres notables, se convenció que el judaísmo era el origen de las otras dos religiones, por lo tanto optó por ella y decidió convertirse judío.
- ¿Y qué es lo que ha pasado con este imperio? – preguntó Abraham.
- Hace unos pocos años un Rabí de la aljama de Córdoba le mandó una carta al Khan del imperio, para ver la posibilidad de reunir a todos los judíos dispersos por el mundo en un solo reino en el que la religión fuera la judía. Un estado judío donde podamos vivir en paz sin ser perseguidos o exterminados.
- ¿Y qué fue lo que pasó?

- Los imperios, como todos los imperios de los hombres, cuando nos preocupamos por darle de comer más a las copas de los árboles, se terminan cayendo por la pobreza y debilidad de sus raíces. Uno cree que el fruto es todo y sin embargo, detrás de ese fruto hay muchos años de afirmarse en la tierra, de buscar sostén, de engrosar un tronco, de cubrir follajes, etc. Cuando perdemos esa percepción de la naturaleza y nos olvidamos que el fruto forma parte de un todo y no es el todo, es cuando comenzamos a escribir nuestro fracaso, a sentenciar nuestro futuro. Por eso el imperio Jázaro estaba amenazado en el sur por los cristianos de un lado y por los musulmanes del otro, ya que elegir una tercera religión, también fue una estrategia para no rendirle tributos a ninguna de las dos. Y por el norte estaban los “rus”, que se decía que eran los vikingos rusificados que comenzaban a cristianizarse. Parece mentira, pero las guerras aquí en la tierra intentan ver infieles a los otros e intentan hacer un trabajo que supuestamente no sería nuestro. Porque todos nosotros venimos a honrar a Dios, no a hacer el trabajo que pensamos que tiene que hacer él. Hay veces que los hombres creen que si uno ofende a Jesús, lo están ofendiendo a él. En muchos pasajes de la biblia te encuentras que los hombres blasfemaron contra Dios y fue él mismo, el que se tragó a los hombres; ya sea en la Tierra, cuando lo hicieron en el desierto Coré, Datán y Abirán o los egipcios en el mar, cuando fueron detrás de Moisés. Hoy el mundo está divido en dos partes, los cristianos por un lado y los moros por el otro. Y lo que sorprende más es que nosotros los judíos, como un río que fluye, nos escabullimos entre los dos, para ver quién de los dos nos puede dejar en paz, para amar a Dios y seguir con nuestras creencias. De todas maneras, se dice que el imperio Jázaro está oculto entre las montañas al norte del Mar Caspio. Una de nuestras misiones es justamente encontrar ese valle o bien ir hacia las tierras de Cus, lo que actualmente es Abisinia en África, ya que ahí también había otro estado judío; el de la reina de Saba y todos sus descendientes que le nacieron del Rey Salomón.

- Parece mentira soñar con un estado judío – le dijo pensativo Abraham.
- Pues esa es la misión del Mesías, convertir el reino de Palestina en un reino judío, poder construir de una vez por todas el Tercer Templo y adorar al Señor, bendito sea. Pero para ello debemos reunificar a todos los judíos del mundo y solamente el Mesías lo puede lograr.
- ¿Y no es más fácil que el Papa se convierta al judaísmo?, De esa manera, nuestras plegarias serían escuchadas en la Tierra y no tanto en el cielo. El cielo actúa muy poco aquí en la Tierra, por lo menos desde que tengo uso de razón, no he visto ni me han contado acercamientos de Dios hacia nosotros. Es más, lo que veo, son cada vez más persecuciones, violaciones y tribulaciones. ¿Por qué no mejor explicarle al Mesías, que vaya a hablar directamente con el Papa?
- ¿Acaso me estás tomando el pelo? – Le dijo el caballero – ¿Por quién me has tomado?
- Para nada mi señor – le dijo Abraham humildemente – simplemente que veo que sería una buena estrategia de paz, sin derramamientos futuros de sangre. No veo muy claro que un mesías nos guíe hacia Jerusalén, que todo el mundo sabe dónde queda, y que sin sangre nos fuera entregada para poder construir el Templo.

Joseph Ben Moshé se quedó pensando, quizás podrían tener sentido las palabras del muchacho. Pero lo veía bastante complicado, el cómo sugerirle a un Mesías las cosas que tenía que hacer.
- ¿Acaso el Nazareno no fue a hablar con las autoridades romanas? Realmente hay cosas que no entiendo, no entiendo como los cristianos pueden creer en el Nazareno como el Mesías, cuando no logró liberar a Israel de las garras romanas, cuando ese era su verdadero fin. Sino que tampoco logró convencer en su totalidad a sus discípulos, uno lo traicionó abiertamente y otro, supuestamente el más importante, lo negó tres veces. Aquí parece que se cumplió aquello que decía, “Si no puedes con tu enemigo únete a él”. Ahora Roma quiere ser la cuna del cristianismo o por lo menos, es lo que pretenden los cristianos. Llevaron a su nazareno al mismo centro del César, al lugar que el nazareno despotricaba como “dar al César lo que es del César”. Al final ¿el nazareno era del César?
- ¿Y tú cómo es que sabes tanto? – le preguntó impresionado el caballero.
- Pues me dedico a los negocios y uno de los negocios muchas veces es escuchar los problemas de los otros – le dijo riendo – De ahí escuchando, es como uno aprende y termina comparando.

*** De pronto en el medio de la oscuridad eterna, se escuchó un golpe seco en el suelo y unas quejas y murmullos de ratas.
- Espera, espera, espera – le dijo Basilio, reincorporándose en una posición para prestar más atención a lo que estaba escuchando – Estás blasfemando y no te lo permito – le increpó.
- Te corrijo, Basilio – le reprochó Abraham – Blasfemar es estar aquí dentro por el amor a Dios, blasfemar es quitar lo que él nos da, como la libertad, como la alegría… como la vida. Ustedes pelean en nombre Dios y lo que hacen es robar en nombre de Dios. Dios nos entregó una vida a cada uno para que la cuidáramos y ustedes en el nombre de él las roban. Violando dos mandamientos: el de robar y el de matar. Blasfemar, blasfemar, que contradicción.
- Ahora entiendo lo de que el Mesías tenía que ir a hablar con el Papa – le dijo Basilio – ¿Ustedes los judíos estaban tramando convertir al Papa? Al final no me ha quedado claro, quién eres tú en realidad y qué es lo que estabas haciendo aquí. ¿Tú tienes algo que ver con ese judío que intentó convertir al Papa?

Abraham no respondió, fue en ese instante cuando como tratándose de un embudo absorbiendo el agua, sus pensamientos se remontaron nuevamente junto al caballero.
- ¿Tú crees que puedes encontrar el Reino Perdido? – le preguntó Abraham.
- En realidad, ya tenemos ubicada su capital, solamente tenemos que buscar una razón para ir hacia allá, ya que no podemos volar libremente, pues la Iglesia nos tiene puestos los ojos encima. Tenemos que buscar nuevos enemigos que justifiquen hacer expediciones hacia aquellas tierras o inventar mitos o leyendas, para que la gente nos anime a ir, en vez de sospechar el por qué vamos. La capital del Imperio como te había dicho, se encuentra muy cerquita del Mar Caspio, se llama Atil. Es una de las principales ciudades que comercializa actualmente con la seda. Y hay un grupo de judíos que viven en la ciudad de Arles, llamados los Radanitas, que conocen el camino hacia dicha capital; ya que desde Atil se dirigen hacia el fin del oriente en busca de seda y especias.
- Atil – repitió en voz baja Abraham.
- Así es, desde Arles salen hasta Atil los legendarios Radanitas, que su nombre justamente quiere decir en persa “el que conoce el camino”, hacia el antiguo imperio judío. Atil debe ser una ciudad maravillosa, imagínate entre tantas riquezas y con el buen gusto de oriente.
- Seguramente debe de haber sido aniquilada por el Imperio Khan Mongol – le dijo Abraham despectivamente. Pues según dicen, los mongoles atravesaron los montes Urales y en cualquier momento podrían estár en las puertas de Roma.
- Eso lo averiguaremos, ya que dicen que él fue el príncipe de Kiev, el que está protegiendo aquellas tierras. Primero tenemos que llegar a Perpiñán, recuerda que tú eres mi aprendiz, bajo ningún concepto conoces mi nombre verdadero y tampoco lo digas jamás. También es conveniente que lleves otro nombre, que renuncies a mostrarte como judío. Para la gente que te rodea, no es un orgullo que tú seas judío, tampoco les causa envidia ni siquiera. Nos tienen miedo, temen contagiarse con el pecado del homicidio del nazareno, que para muchos de ellos ha quedado impune. Por eso debemos pagar “for eternum” con esa acusación.
- ¿Cómo voy a renunciar al nombre con el que Dios me bautizó?
- Eso mismo – le dijo el caballero – El nombre que tú tienes es tuyo y para Dios, para nadie más, y si quieres para tus amigos de confianza.
- Me resulta muy extraño abandonar mi nombre – le dijo Abraham.
- Pues tendrás que acostumbrarte si quieres seguir con vida y cumplir el designio de Dios sobre todas las cosas, que es honrar la vida. Abraham permaneció en silencio durante varias horas a trote lento sobre su yegua. Pensando en qué nombre colocarse y la importancia del nombre. Los judíos esperan siete días para ser bautizados, para saber exactamente con qué letras vestir el alma del niño para cuando fuera pronunciada. Y ahora se encontraba que tenía que renunciar a aquella noble ceremonia que le había costado un pedazo de su sexo, el prepucio. El nombre de Abraham lo tenía cicatrizado en su cuerpo y en su llanto Dios lo había oído. ¿Cómo abandonarlo?
- Déjate de pensar tanto muchacho, que es solamente para los infieles. No es para acercarte a Dios o a tu amada. El verdadero nombre nuestro, así como el de Dios, tampoco debemos de pronunciarlo en vano, ya que también somos imagen y semejanza de él. Cuida tu nombre y tu palabra. No la gastes con la gentuza.
Esa frase, pareció tocar las fibras íntimas del joven Abraham, que en seguida comenzó a jugar con las letras y los números dentro de la cábala para ver cómo se iba a vestir nuevamente. Tendría que ser un nombre que tenga el mismo valor numérico, ya que lo que importa es lo que suma, por la fuerza del mismo. Pero su nombre daba un número bastante complicado, doscientos cuarenta y ocho. Era difícil encontrar con ese número un nombre disimulado.
- ¿Y? – le dijo después de algunas horas de silencio, entre los nuevos bosques que estaban a los pies de los Pirineos.
- Pues creo que será Guillem de Gerona – le dijo riendo.
- ¿Por? – le preguntó riendo el caballero.
- Pues en el país catalán escuché varias veces el nombre de Guillem y me gusta como suena. Ya que puede escribirse perfectamente Guishem en hebreo o sea GYShM, si divido por un lado GY y por el otro ShM, nos quedaría Shem que es nombre” y GY que es trece. Me gusta el Nombre del Trece. Ya que trece es el mismo número que EJAD, que es uno y uno o el Único es Dios; también trece puede ser AHVH que es amor, por lo tanto puede ser en Nombre del Amor. Me gusta Guillem.
- Me parece bien, lo importante es sentirse cómodo con el nombre y aprenderlo bien, para nunca olvidarlo. Incluso entre nosotros es bueno llamarnos con esos nombres, hasta que te acostumbres, para no tener problemas en público.
Tras algunas horas de camino y largas contemplaciones, Abraham se notaba inquieto.
- ¿Qué es lo que te pasa, muchacho?
- Que hay algo que no me entra sobre esos Jázaros, sobre los Radanitas y sobre el futuro reino judío.
- ¿Qué es lo que no entiendes?
- Pues si en el reino de los judíos, poniendo como ejemplo el Mesías, que tiene que venir de la rama de David, o sea de la tribu de Judah, o sea descendiente de Israel y este de Isaac y este de Abraham y este de Sem; ¿cómo es posible que puedan reclamar el patrimonio que le fue otorgado por herencia a los hijos de Israel o de Sem, con respecto a las tierras de Palestina y de Jerusalén?
- Es complicado.
- Ahora entiendo por qué algunos judíos son de ojos azules y pelos amarillos o pelirrojos con pecas. Porque deben ser oriundos de estas tierras de Jázaro. Pero no son descendientes de Sem directos, o sea, no son semitas, ¿verdad? ¿o sí?
- Es una muy buena pregunta, pero en realidad no la sé responder. Estaría bien que vinieras conmigo a Arles, y una vez que estemos con los radanitas les preguntases y que ellos te hablen de su origen. Es más, una hija de un rey juzarí se casó con Constantino V, el famoso Kopronymos, como era conocido por los católicos. Este rey Constantino V descendiente del primer Constantino de Bizancio, que se convirtió al cristianismo haciendo una mezcla de religión pagana romana más evangelios, realmente una mala mezcla. Resulta que este rey al casarse con una judía se convirtió en secreto al judaísmo, o sea, el rey de Bizancio se convirtió en secreto al judaísmo y nadie sabía nada. Pero no podía disimular su reciente casamiento por su nuevo comportamiento, pues estaba en contra absoluta de todo lo que podía ser imagen, exactamente igual que los judíos. Perseguía monjes y monjas que adoraran imágenes, realizó varias campañas contra los iconódulos y monasterios.
- ¿Ico qué?
- Iconódulos – le repitió el caballero – la adoración de imágenes, ya sea de santos pintados como de estatuas. Incluso realizó un concilio, el concilio es como nuestros Sanedrín, pero en vez de discutir sobre una ley, en los concilios dictaminan las leyes que regirán la religión. A cuestión es que en ese concilio proclamó de herejía por, la adoración de imágenes.
- Así que Kopronymos era judío, este hubiera sido también un buen nombre.
- Pues no te lo recomiendo – le dijo riendo el caballero.
- ¿Y por qué no?
- Pues Kopro es mierda en griego - le dijo dando una carcajada.
- ¿Y Nnymos qué significa?
- Nymos es nombre en griego, pues Constantino V para los cristianos era un nombre de mierda, porque lo odiaban por todas sus reformas. Para que te hagas una idea del odio que le tenían, una vez muerto hace algunos años, desenterraron sus restos y los tiraron al mar. Para que nunca tuviera descanso su alma.
- Vaya... – dijo pensativo Abraham.

***

- Pues mira por donde, venía aquel antiguo emperador – le dijo Basilio, acomodándose en el muro –Ese hijo de su madre, y que su alma permanezca en el infierno, se había intentado cambiar al cristianismo, había intentando blasfemar el santo evangelio. Siempre los judíos, como serpientes venenosas y a través de las mujeres, intentan seducir a nuestros reyes: primero fue Constantinopla y ahora al Papa aquí en Roma.
- ¿Y qué problema tienes tú con el Papa si para ti tampoco es nadie? No representa al Nazareno ni la descendencia de Pedro. Aquí los reyes se elijen por conveniencia, por trabajos servidos, ¿pero a quién? ¿para la Iglesia? ¿o para el Papa que es predecesor? ¿o para algún otro rey de algún País?. Nada de lo que hoy siguen ustedes tiene la sangre del Nazareno, Ni siquiera la famosa copa del Santo Grial que tanto adoraron. El vino representando la sangre que se bebieron en la última cena seguro que fue hasta la última gota, porque ya no queda nada de ella. A no ser que el Nazareno haya tenido descendencia, pero no, el nazareno para ustedes no tuvo descendencia violando todos nuestros mandamientos que eran los de él también. Un hombre que era mayor de treinta años y todavía no había conocido mujer. Si eso era verdad, no podía ser nunca el mesías de los judíos. Pues el mesías, no es un ser celestial, es un ser terrenal capaz de unificar con su ejemplo a un mundo. Ustedes fueron unificados, pero detrás de una venganza que jamás pudieron probar si era cierta. Ustedes hablan del castigo de Dios, y si en realidad el nazareno hubiera sido el primogénito de Dios, para marcar una diferencia con los demás hijos, que somos todos nosotros; o el hijo elegido, ¿por qué cuando fue quitado de la Tierra de la manera que fue, con tanto sufrimiento, con tanta humillación, con tanta vergüenza... cómo es posible que Dios lo haya permitido?. Dios no soporta que pronuncien su nombre y mata, pero si matan a su hijo, al Mesías, hace la vista gorda. Por favor, Basilio ¿Acaso crees que yo estoy aquí encerrado porque mis ancestros mataron al nazareno? ¿o por no aceptar la fe del nazareno? Si es así, ¿por qué estás tú? ¿no somos hombres de distinta fe? Te diré porque estoy aquí.

Basilio hizo un gran silencio, como antesala a la gran historia que le contaría Abraham.
- Fue en Narbona después de separarme de Don Ricardo de Montiel, para que cada uno continuara con su camino. Él se iría para Arles para unirse con las filas templarias que se dirigían a Tierra Santa, y él luego tomaría el camino de los judíos Radanitas hacia las orillas del Mar Caspio y el Volga, o por aquella zona donde se suponía que estaba el Imperio Judío Secreto. En Narbona fui presentado en la Yeshiva, quizás el más importante en estudio de la Cábala.
- ¿Ahí les mostrastes la carta que te había dado el Rabí cuando huíste de Besalú, diciendo que eras el elegido?
- No – dijo pensativo Abraham – Esa carta, cuando me encontré con el caballero en la plaza de Castelló d’Empúries, la perdí en el momento de subir a caballo, ya que cuando se la quise mostrar al caballero, ya no la tenía. Pero te estaba contando que allí en Narbona comencé a gestar el posible plan de conocer los misterios divinos en la Tierra, para ser utilizados para hacer el bien. Así que comencé a estudiar y a profundizar con cada uno de los maestros más importantes que había en toda la costa del Mediterráneo. En Capua conocí al Rabí Hillel, él fue mi gran maestro por excelencia, ya que él confió en mí método, que era bueno.
- ¿De qué método estás hablando?
- Es el método de la unión de las letras para formar ciertas energías o determinada potencia divina, pero acompañado de movimientos del cuerpo.
- ¿Bailar?
- Algo así. Es conseguir que con determinados movimientos y pronunciaciones de palabras claves se pueda acceder a distintos estadios de la divinidad, a grados de visiones celestiales y profecías que estaban vinculadas con los designios de Dios.
- Vaya, eso parece magia negra o brujería – le dijo Basilio – algún rito satánico invocando a los demonios.
- La cuestión es que de Capúa me fui para Atenas y de Grecia para acá nuevamente. Ese es todo mi periplo.
- Espera, me venías contando toda la historia hasta lo más mínimos detalles y de pronto, un resumen de años y aventuras que parece más que sospechoso. No me digas nada, en Narbona apareció una mujer.
- ¿Cómo lo sabes?
- La historia o quizás todas las historias están tejidas siempre por mujeres. El hombre manda, es el protagonista de las más increíbles aventuras, pero son ellas las que las escriben y dictan cómo tiene que ser hechas. Desde el primer pecado con Eva, pasando por Elena de Troya y hasta por Magdalena. En todas las demás no conocemos los nombres, pero sí sus apellidos. Abraham sintió una opresión en el pecho. Recordaba la música de los trovadores recitando por las calles, mientras algunos flautistas, como si se tratase de los mejores faunos, les hacían las reverencias a las doncellas. En la plaza central, muy cerca de la Yeshiva, estaba Guillem de Gerona con sus nuevas ropas. Había montado una pequeña oficina muy cerca del puerto para comprar y vender la misma seda que despachaba en Barcelona. También a algunos judíos del Call les compraba y vendía diamantes. Había llegado a conocer incluso a algunos radanitas, esos que aseguraban viajar más allá de Constantinopla a orillas del Mar Caspio, pero sobretodo por las orillas del Volga, el otro gran río que quería conocer. Sin embargo, Narbona tras aquella fiesta sin igual celebrando uno de los carnavales más pintorescos que hubiera visto, le marcó el inicio de lo que él iba a llamar el principio de su desgracia, la soledad. En la plaza que estaba junto al canal de la Robine, donde los malabaristas hacían piruetas para esquivar a los soldados, donde las manzanas que se vendían eran con miel, allí estaban aquellos ojos que lo habían iniciado en la tragedia.

Madeimoselle René era el nombre que le habían puesto a aquella belleza de la feria. Su piel era clara, fresca y nueva; con unas ropas que se ajustaban para marcar su busto y afirmar sus caderas; sus manos delicadas y limpias; Su boca, sus labios, su nariz pero sobretodo, sus ojos y su mirada. En el momento del encuentro entre todas las músicas, los ruidos, los gritos de los niños, de las personas, los aplausos, los caballos y los perros, los asnos, los cerdos, el herrero que martillaba como un condenado a cumplir su eterno castigo y su latido, su fuerte latido silenciaba todo lo que ocurría a su alrededor. Su boca se secó, su respiración no conseguía tomar el aire que lo rodeaba, sus miembros temblaban y un cosquilleo entre sus piernas lo fascinó. Había entrado en una nueva dimensión cabalística, parecía describir el cantar de los cantares en sus más ardientes versículos. Se encontró con la debilidad de su carne y con la fuerza de su pasión. Ella se rió, era más joven, parecía una niña. En ese instante cuando descubrió que los ojos de ella tenían la transparencia de la miel o la fina resistencia del ámbar, fue cuando se dio cuenta que no le importaba ir hacia el río Sambation. No le importaba un comino dónde estaba su Rabí, ni que todo su pueblo era perseguido para ser exterminado, que llegaría uno de los barcos de oriente para hacer su primer gran negocio en Narbona. Adivinó su aroma, era a lavanda fresca con agua de rosas. Su corazón continuaba tronando con furia dentro de la tormenta de su alma.
- ¿Qué miras idiota? – le dijo un hombre que hacía rato se había percatado de la escena que estaba dando Abraham.
Abraham parecía perdido y despistado – ¿Acaso no escuchaste? - le volvió a repetir el muchacho – ¿Tienes algo con mi hermana? – le preguntó mientras le zarandeó el hombro. En ese momento Abraham lo miró y los mil millones de ruidos que lo rodeaban volvieron a su mundo como un balde de agua fría. Miró al muchacho y le pidió disculpas.
El muchacho al darse cuenta que no hablaba francés, le habló en catalán, la segunda lengua de Narbona. Allí Abraham le comentó que se había confundido de chica con alguien que pensaba que conocía desde hacía mucho tiempo. El hermano le preguntó de dónde venía y este le contó toda la historia de Guillem de Gerona y de los nuevos negocios que tenía pensado realizar allí.

La Cita Mortal / David Berniger