Prólogo

Escribo en papel; al hacerlo sólo escucho el ruido del lápiz mientras deja su trazo. Escribir me llena de alegrías, miedos y tristezas: a medida que lo hago regreso a los momentos, a los encuentros con aquella gente en aquellos lugares en los que escucho su música, huelo sus perfumes y saboreo sus comidas. Así las páginas se llenan de esas personas que demuestran lo inmensamente buena que es la humanidad.

Fueron más de 800 familias las que nos recibieron en sus hogares y miles de miles las que nos tendieron sus manos y alentaron. Recuerdo a ese joven que en una garita de peaje nos dijo que el pago corría por cuenta suya, a esa señora que nos hizo un montón de señaladores con flores secas para que con ellos lográramos ingresos para continuar… Disculpas. Mil veces pedimos disculpas a todos aquellos que quedaron afuera, pero que están en nuestro corazón.

¡Fueron tantos los que pusieron su eslabón en esta cadena que se fue armando por los caminos de América y llegó hasta Alaska! Gracias a ellos pudimos lograr nuestro sueño, gracias a ellos hoy escribimos este nuevo libro, no para que nos recuerden, sino para que cada lector se recuerde, sienta que está vivo y sepa que también su sueño se puede realizar.