Cinco años después, en el piso acogedor había cinco niños. Uno por año y, no obstante, Inés Fonseca continuaba por las tardes despachando en la farmacia junto a su marido.
Las gentes de la ciudad, que vaticinaron un desastre para aquel matrimonio, lo ponían ahora de ejemplo a sus hijos y a sus hermanas. Y no en vano Inés y Arturo era un matrimonio modelo, padres de cinco chiquillos preciosos y deseosos de una niña, pues a Susana, abuela cariñosísima, le fastidiaba no tener una nieta.
Arturo prometió formalmente que le encargaría a París y al filo de los seis años Inés bajó una tarde a la farmacia, se acercó a su marido y le dijo algo al oído con cierta picara sonrisa. Y el farmacéutico lanzó una exclamación ahogada y dijo a la cliente, a la cual iba a cobrarle en aquel momento:
—Si es niña, prometo que le regalaré todas las aspirinas que consuma en un año.
La mujer se echó a reír y replicó:
—Tenga en cuenta, don Arturo, que sufro de los nervios y me tomo tres diarias.
—Aunque así sea. Vaya usted a la parroquia y rece porque sea una niña.
—No seas loco, cariño.
—Claro que lo haré. No faltaba más.
Y la mujer marchó sonriendo, mientras que Arturo, el mismo Arturo de siempre con su rostro enjuto, su risa irónica y su elegante porte, muy masculino, arrastró a su mujer hacia la rebotica, la apretó entre sus brazos, la dobló contra sí la besó en la boca. Y aquel beso fue como fuego en los labios, en el ser, en el corazón de la mujer. Alguien, sobre el mostrador, daba golpecitos impacientes, sin duda un cliente, pero la pareja, sorda y muda, seguía besándose, y nadie al verlos reaparecer hubiera pensado que después de seis años, aquellos dos seres seguían amándose y deseándose con la misma intensidad.
* * *
Fue una niña y se le puso de nombre Susana, y la abuela era ahora la mejor amiga del farmacéutico.
Queridas lectoras, quizá debiera ser más explícita en este nacimiento. Pero prometo que un día haré mi más apasionante novela con el título siguiente: «Los hijos de Inés». Porque Inés Fonseca siguió teniendo más hijos y el farmacéutico, cada hijo que nacía, se sentía más hombre y cuando cumplió casi cincuenta años… De esto os hablaré en mi próxima novela.
FIN