Epílogo
James tragó saliva densamente mientras miraba las palabras en la pantalla.
Mientras caminaba pude sentir sus ojos clavados en mí de la manera en que siempre pude sentirlos. Lágrimas cayeron sin vergüenza por mi rostro, pero no intenté limpiarlas. Me había ganado esas lágrimas y pensaba llevarlas como símbolo de todo lo que había pasado. Ellas representaban todo el dolor que había sufrido, el amor que sentí, y el océano de pérdida que inundaba mi alma. Finalmente había aprendido a obedecer y nunca mirar hacia atrás.
FIN
Al final Sophia había escrito una gran historia de amor trágica, pero era una historia de amor de todos modos. Había sido muy generosa con él, pintando una lejana y mejor pintura del hombre que había sido que el que sería. Había estado trabajando durante semanas, retenida en su pequeño cuarto de la planta de arriba. No le permitió estar ahí, y a pesar de que no le gustaba, respetó los deseos de Sophia. Respetó todos sus deseos esos días.
Hacía varias horas, que había volado hacia la cocina y arrojó los brazos alrededor de él.
—¿Por qué estás sonriendo, Gatita? ¿Al final terminaste? —preguntó James.
—¡Sí! Terminé —dijo ella y continuó con un pequeño baile. Inmediatamente le había arrastrado a la planta de arriba y le plantó en frente del ordenador portátil para que pudiese comenzar a leer. No había otra silla, así que ella había caído de rodillas y apoyado su cabeza en las rodillas de él.
Mientras leía, le acarició el pelo. James había estado asustado de leer todo el punto de vista de Sophia, pero estaba orgulloso de lo que había hecho y descubrió que Sophia recordaba todo. Ella le amaba, estaba seguro de ello y mientras todavía no pensaba que lo merecía, no obstante estaba feliz por ello.
Una vez más vio su forma de dormir, incapaz de resistirse a apartarle el pelo de la cara y ponerlo tras su oreja. Su boca se aflojó, y estaba seguro de que había babeado sobre él, pero no importaba. Era la cosa más hermosa que había visto. No podía evitar acariciarla. Amaba los suaves ruidos que hacía cuando lo hacía. No la merecía. Nunca lo haría.
Había estado con él durante más de un año, y en secreto siempre esperó que se cansara de él y decidiera dejarle. A menudo le decía que le amaba, y cada vez, lo reducía a su núcleo. No se merecía su amor. No podía atreverse a fingir que lo merecía.
Cuando había entendido que ella había estado escribiendo la historia de ambos, la ayudo de cualquier manera que pudiese. Fue su salida tanto como la de ella. Necesitaba verlo en blanco y negro, el dolor que la traspasó, el monstruo que había sido. Nunca quiso olvidar lo que nunca podía permitirse a sí mismo ser otra vez.
Desde la noche que Sophia se había encontrado con él en el Paseo, la noche que él había decidido dejar todo atrás e integrarse en la sociedad dominante, mucho en él había cambiado. Lejos de los horrores de su juventud, lejos de la sangre y la venganza, sólo era... James.
Al principio, no había tenido idea de qué hacer consigo mismo. Todo a su alrededor, la auténtica vida estaba sucediendo, y él era un espectador. ¿Qué sabía sobre conocer a personas en cafés? ¿Acerca de comprar comida?
Pero en la noche, en la oscuridad, cuando descubrió que no podía dormir porque el mundo de repente se sentía muy grande... ahí estaba Sophia.
Cada vez que pensaba en escapar y volver a la vida que conocía, pensaba en el día en que le había dado la nota. Ella se había echado a llorar y se alejó del café. Había pensado que llamaría al FBI y había estado preparado para ir a prisión si eran los únicos que se encontraban con él en el Paseo.
En vez de eso, ella se había reunido con él allí. Permaneció de pie, viéndose como una Diosa entre plebeyos. Su pelo caía en suaves ondas por su espalda, ocasionalmente levantado por la brisa. Llevaba un vestido negro que abrazaba sus pechos y desnudaba su espalda. También llevaba unos tacones increíblemente altos. Eran peligrosos, considerando las calles empedradas. Ella había querido que supiera que era una mujer madura que no le tenía más miedo.
Se acercó a ella a través de la calle. Estaba nervioso. Vestía pantalones vaqueros y un jersey de cachemira negro. Las mangas estaban subidas hasta sus antebrazos. Quería que supiera que era diferente. No quería herirla más.
Ella estaba de espaldas a él mientras se aproximaba, pero de repente la brisa murió y se giró cuando escuchó sus pasos acercándose.
No había habido palabras. Simplemente permaneció de pie enfrente de ella con las manos en los bolsillos. Él contuvo el aliento y, durante un momento, ella sólo le miró fijamente. Dio un paso más cerca y él casi dio un paso hacia atrás, pero no lo hizo. De repente ella estaba muy cerca y no pudo evitar inhalar su aroma y cerrar los ojos. Ella acarició su camisa y tiró de él hacia abajo. Su cabeza le daba vueltas. Entonces le besó, y era todo lo que necesitaba ser dicho.
Se trasladó a Barcelona, así ella aún podría ir a la universidad. Nunca habían hablado del pasado. Cuando las personas les preguntaban cómo se conocieron, ella se apresuraba a interceptar la pregunta y responder. Se habían conocido en el Paseo de Colón.
Cuando hacían el amor se sorprendió al descubrir que los gustos de Sophia habían evolucionado. Quería que la azotara. Quería que le atara los brazos. Primero se sintió enfermo por eso. Sus inclinaciones eran obviamente culpa suya. Aun así, sus juegos le excitaban hasta el punto del dolor físico.
Se sentía malvado, pero lo que estaba hecho estaba hecho, y ahora haría todo lo que pudiese para darle a ella lo que quisiese. Le debía mucho. Además, no siempre era brusco. A veces era vainilla... y a él también le gustaba eso.
Con cuidado, James levantó a Sophia en sus brazos y la llevó a su habitación. La tendió en la cama, sonriendo mientras se desplazaba alrededor buscando alguna forma para ponerse cómoda. Se desvistió y se metió en la cama al lado de ella. Solo tocarla le ponía duro. Le debía mucho.
De repente se abrumó, la apretó imposiblemente fuerte. Ella gimió y se quejó hasta que sus ojos se abrieron y miró fijamente arriba a la cara de él.
—Oh, Dios mío, ¿qué va mal? —preguntó y acarició su angustiada cara.
—Te amo —susurró él.
—Yo también te amo —replicó ella. Los ojos de Sophia se llenaron de lágrimas y ladeó su cara hacia la de él.
Le beso tan apasionadamente, tan dulcemente, que James pensó que si ella nunca le besaba de nuevo, ese era el beso que siempre querría recordar.
Fin.
4 de Julio, 2012
6:53 pm.