Capítulo 6

 

Matthew se esforzó por concentrarse en la pantalla del ordenador que tenía delante, pero a medida que escribía, su mente no dejaba de vagar. Olivia Ruiz estaba sin duda sufriendo el Síndrome de Estocolmo, suspirando por su amor perdido, su secuestrador y abusador. A Matthew no le importaban los abusadores, bueno, un poco. Todos eran iguales. Su madre solía tratar de disculparse por golpearlo, llevándolo al parque. Los mejores abusadores podían hacerte creer que se sentían culpables por lo que habían hecho, justo hasta que te atravesabas de nuevo en su camino.

Aun así, estaría mintiendo si no admitiera, al menos ante sí mismo, que la capacidad de Olivia de narración eran bastante... convincente. Durante cuatro horas había escuchado su conversación sobre su relación con Caleb y vio que sus mejillas y su piel enrojecían con lo que, él lo sabía, era excitación. ¿Cómo no iba a estar afectado?

Sí, se le puso enorme y dura, fue incluso doloroso, pero no le gustaba. ¿Qué clase de persona tiene una erección mientras escucha la conversación de una víctima de abuso? Le hacía sentirse enfermo. Estaba enfermo.

Y no era un problema nuevo. Tenía una larga historia de extrañas inclinaciones sexuales. Era la razón por la que tenía treinta y un años y todavía estaba soltero y sin perspectivas en el horizonte. Tenía miedo de que alguien lo viera como era. Estar solo no quería decir que se sintiera solo, la verdad. Se mantenía muy ocupado con el trabajo en el F.B.I. Sin embargo, a menudo pensaba que sería bueno tener a alguien al llegar a casa, alguien con quien hablar, que no lo hiciera sentir como un bicho raro (aunque lo fuera) y que tuvieran gustos similares. Se sentía muy atraído por las mujeres dañadas y fracturadas y ellas parecían sentirse atraídas por él. Olivia Ruiz no parecía diferente. Su atracción por él tenía alguna razón, podía intuirlo muy claramente, pero sabía que era una atracción que solo tenía una salida. Él nunca pondría en peligro una investigación, nunca tomaría ventaja de un testigo y nunca trataría de salvar a alguien que estaba tan obviamente roto. Había aprendido la lección muy bien.

 

Haría su trabajo. Es por eso que el F.B.I. lo mantenía a bordo, porque al final del día, sabían que haría lo que debía hacer. Era el que cerraba los casos. Nada lo desviaría de ese camino. Nadie se interpondría en su camino.

Volvió su atención de nuevo a la pantalla, continuó escribiendo la declaración de Olivia sobre su tiempo en cautiverio. Trató de permanecer impasible mientras  escribía, pero ciertas frases continuamente saltaban hacia él.

Me hizo rogar por comida...

Me pegó varias veces...

…me obligó a correrme.

Su informe parecía más una novela erótica que un expediente. Su mente empezaba a divagar de nuevo, esta vez en dirección a su última novia, que no podía correrse a menos que él la llamara puta. Estaba empezando a ponerse duro otra vez. ¡Basta!

Guardó el archivo y decidió tomar un descanso muy necesario, de Olivia, de sus memorias relativamente inútiles. Abrió su navegador para buscar más información sobre Muhammad Rafiq. Él era el eje central de toda la investigación.

Según la testigo, Caleb había informado que su relación con Rafiq había comenzado porque necesitaba matar a Vladek Rostrovich, A.K.A. Demitri Balk.

—¿Por qué? —susurró Matthew para sí mismo y de pronto recordó el comentario sobre la madre y la hermana de Rafiq. ¿Estarían muertas?

No importa, pensó. Lo importante era la subasta, todo lo demás era intrascendente. Así que ¿por qué no podía quitárselo de la cabeza? ¿Por qué la historia parecía relevante? Era un motivo, claro, pero ¿cómo encontraría el lugar de la subasta en Pakistán?

Matthew dejó escapar un profundo suspiro y se levantó para servirse otra taza de café. Había oído la queja de la policía local sobre el café casi a diario, pero a diferencia de ellos, él realmente disfrutaba el café de la oficina. Probablemente nunca habían limpiado las máquinas de café, pero tal vez le habían agregado algo al grano. Sonrió. De vuelta al escritorio, cogió su libreta y empezó a escarbar a través de sus notas para encontrar un punto de partida para la investigación. La estúpida historia de Olivia no proporcionó ningún punto de partida, pero se las arregló para aprender que min fadlik que significaba "por favor" en árabe. Caleb aparentemente hablaba árabe con tanta facilidad que lo usaba en privado. Se decía que la gente solía hablar su lengua materna mientras estaba sola y sin duda, también ejercitando esa actividad en particular. Dios sabía que nunca había gritado en mandarín mientras estaba en la agonía del éxtasis. Por supuesto, él no hablaba mandarín.

 

Pasó a través de más notas y encontró que Caleb también hablaba español; el inglés lo hablaba con acento extraño, descrito como "... una mezcla de inglés, árabe y persa... tal vez más persa." Matthew sacó un mapa de Pakistán y trató de reducir un área con esa mezcla. Parecía muy poco probable. Aun así, el acento significaba que Caleb nació o estuvo inmerso por un largo espacio de tiempo en un lugar donde había oído esos idiomas cotidianamente. Afganistán, India e Irán, todos alrededor de Pakistán y todos y cada uno de ellos tenían, sin duda, similitudes en las características demográficas y las convenciones sociales. Los británicos, obviamente, tenía influencia en cada país mencionado, pero sabía que su influencia era más fuerte en la India. Era obvio que Caleb no era de la India pero si hubiera crecido allí, habría aprendido el dialecto.

Tenía que reducir la lista de posibles ubicaciones para la subasta y tenía muy poca información, solamente los archivos de antiguos casos e internet. Pakistán estaba dando grandes pasos hacia la reducción y eliminación del número de delitos cometidos contra las personas dentro de sus fronteras, pero estaba muy lejos de tener el éxito necesario para afectar a su sociedad y a su política. La esclavitud era muy popular y la mayor parte de la fuerza de trabajo contratada eran mujeres y niños.

La gente se compraba, se vendía y se alquilaba de forma usual en Pakistán y era hora de que el gobierno de Estados Unidos comenzara a tomar nota y a trabajar con la ONU para hacer algo al respecto. Matthew no era ingenuo, sabía que la razón por la que los Estados Unidos habían decidido cambiar su punto de vista sobre Oriente Medio tenía más que ver con los recursos en el extranjero. Sin embargo, si eso significaba menos mujeres y niños vendidos como esclavos sexuales, o menos mano de obra en condiciones de servidumbre, entonces significaba todo para él. Petróleo y libertad para todos.

Las provincias de Sindh y Punjab eran grandes focos de tráfico de personas, pero optó por excluirlos temporalmente, siendo la zona principalmente agrícola, la esclavitud era una labor conjunta. Ciertamente no era lugar para playboys elitistas o terroristas con miras a organizar una subasta lujosa de esclavos de placer. ¡Joder! Iba a ser una noche muy larga.

 

Matthew miró su reloj y decidió pedir la cena, antes de que cerraran su restaurante chino favorito. Prácticamente se le hacía la boca agua con la idea de los fideos de ajo y las empanadillas crujientes. Hubo un tiempo en que ordenaba para dos, pero hacía casi un año que no tenía un compañero con quien compartir el tiempo de investigación. En estos días, trabajaba solo.

Daba igual, ya que no era muy bueno tratando con la gente. Era demasiado honesto y la gente no apreciaba eso.

Era bueno en su trabajo y la gente lo respetaba, pero eso no quería decir que aprovecharan una oportunidad para trabajar juntos o quisieran salir con él para tomarse unas cervezas después del trabajo. Sin embargo hacían lo que les pedía, no se podía quejar. Si le pedía a uno de los analistas que se quedara para ayudar un poco con la investigación, lo haría a regañadientes y guardaría sus comentarios despectivos para cuando se encontrara en mejor compañía.

Matthew había solicitado un Grupo de Trabajo Especial para asistirle en el caso. Había un tiempo de respuesta potencialmente corto y la posibilidad de un incidente internacional si llevaban a cabo una redada en Pakistán. Aun así, su jefe se negaba a reunir un grupo de trabajo decente a menos que Matthew tuviera pruebas concretas de que habría sospechosos de terrorismo y objetivos políticos en la subasta.

Si no lo supiera mejor, habría acusado a la Agencia de dejar caer en el olvido el caso a propósito. El rostro de Olivia Ruiz había salpicado todos los noticiarios, junto con videos borrosos de vigilancia y de cámaras de teléfonos de su enfrentamiento con la patrulla fronteriza. Algo como eso no desaparecería fácilmente.

Se desplazó por la información que tenía disponible sobre Muhammad Rafiq y sus cómplices. Era un oficial militar pakistaní y de los de alto rango. Había luchado junto a las fuerzas estadounidenses como parte de la coalición durante la Tormenta del Desierto. Estaba altamente condecorado y se rumoreaba que era muy cercano al antiguo Mayor General que apoyó el golpe de estado que derrocó al presidente pakistaní en 1999. En resumen, el hombre tenía a unos cuantas personas poderosas en su círculo.

 

Si quería a alguien muerto, no podía imaginar que fuera difícil para él llevarlo a cabo. Por supuesto, tendría que hacerlo sin avergonzarse a sí mismo o a sus superiores frente a la comunidad internacional. ¿Podría su implicación ser la razón de que el F.B.I. dudara en atacar este caso con toda su fuerza?

 

Matthew recogió su pluma y escribió una lista de cosas sobre las que necesitaba obtener información: bases militares en Pakistán cercanas a pistas de aterrizaje, o sobre ellas, aduanas y estaciones de reabastecimiento de combustible. Una cosa era cierta, Rafiq no iba a entrar o salir a través de medios comerciales, necesitaría un avión privado para no lidiar con los funcionarios de aduana. No era mucho, pero era un comienzo.

El timbre del portero lo sobresaltó. Su comida había llegado finalmente. Tomó el ascensor hasta el primer piso y se encontró con el repartidor, le dio una propina generosa y caminó de regreso arriba para disfrutar de sus grasientos y deliciosos manjares.

Varias horas más tarde, Matthew decidió dar por terminada la noche y regresar a su hotel. Planeaba levantarse temprano para visitar a Olivia en el hospital otra vez. Ella estaría esperando noticias sobre la solicitud que hizo para participar en el programa de protección de testigos y no tenía noticias nuevas que ofrecer, pero aún necesitaba el resto de su declaración.

Si la información obtenida resultaba lo que él había propuesto a sus superiores, su petición probablemente se concediera, pero no por las razones correctas. Lo que la chica necesitaba era justicia. Ella necesitaba que los hombres responsables de su secuestro, su violación y tortura pagaran por sus crímenes en un ámbito público. Ella necesitaba que aquellos hombres fueran juzgados y hallados culpables por falta de la más básica decencia humana, sólo entonces podría recoger los pedazos de su vida y seguir adelante.

 

Sin embargo, si él tenía razón, la Oficina estaría más interesada en los elementos de seguridad nacional que en la justicia de una niña de dieciocho años. No habría ninguna detención oficial ni juicios públicos, ya que la información provocaría una operación encubierta para reunir pruebas de la implicación en el tráfico de personas a líderes militares ricos y poderosos, jefes de Estado y magnates millonarios. Esto sería un activo de valor incalculable en las manos del gobierno de los EE.UU.

 

Era algo así como un enigma moral en lo que a Matthew se refería. Olivia estaba huyendo. Ella no quería enfrentarse a su mundo anterior ni a sus habitantes y era un sentimiento que Matthew comprendía bien, pero no podía aprobarlo. A la vez, era la persona menos adecuada para aconsejar sobre cómo se deberían superar los traumas personales. Él fue dañado y todavía estaba mal de la cabeza, no importaba los muchos terapeutas con los que había hablado desde su adolescencia. Sus expedientes habían sido sellados y para todos los efectos, era apto para el servicio, pero conocía su propia mente. Conocía sus propias limitaciones y sesgos. Este conocimiento le servía y le daba una perspectiva cuando se trataba de su trabajo.

Entró en su habitación del hotel y dejó su maletín sobre la mesa de siempre. Vació los bolsillos, cuidadosamente apiló según su valor todas las monedas y las colocó en una fila según su tamaño. Sus llaves, la cartera y el reloj también fueron colocados con cuidado. Se desabrochó la chaqueta y la colgó en el armario. A continuación, se sentó y se quitó los zapatos y los calcetines, después la camisa y la corbata. Por último, se quitó el cinturón, lo enrolló, y lo puso sobre la mesa con las otras cosas antes de quitarse la ropa interior. Alineó sus zapatos debajo de la cama y colocó los artículos para la limpieza en seco en la bolsa del hotel. Era su rutina nocturna, le daban consuelo las acciones repetidas. El orden era importante.

Desnudo, se puso en pie sintiendo el aire cálido y ligeramente húmedo de Texas e ignoró la sensación de hormigueo de su pene cada vez más erecto. Sabía por qué se estaba poniendo duro y deseó que no fuera así. Había sido incapaz de resistir la tentación de hojear sus notas de la entrevista, a pesar de la información prometedora que había obtenido con la investigando más a fondo de Rafiq. Esa parte de la historia de la chica estaba llena de una violencia lamentable, la violencia que resulta de una circunstancia cargada de sexo es despreciable, pero la forma en que relató la historia, con entusiasmo tortuoso, manipulación y una excitación evidente fue suficiente para llevarlo al límite. Apretaba todos sus botones y de la mano de su disgusto vino la innegable aceleración de su pulso.

Sin embargo, no lo haría. No quería fantasear. No se masturbaría. No buscaría gratificación sexual. De lo contrario, sería un paso en la dirección equivocada, sabía que esto lo llevaría a la culpa debilitante que inexorablemente venía después.

En su lugar, bajó hasta el suelo y se puso a hacer tantas flexiones como le fue posible. Estaba cansado y sus músculos protestaban. Las dos de la mañana no era la hora adecuada para eso. Sus músculos gritaban, pero era mejor que la alternativa. Se esforzó hasta que el sudor le corrió por la espalda y el estómago se estremeció, hasta que sus brazos amenazaron con rendirse... hasta que no hubo una jodida oportunidad de que algo le inspirara lujuria. Luego se dio una ducha y se metió en la cama.

Durmió tranquilamente y sin sueños.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 7

 

Caleb no podía dormir. Había hecho todo en lo que se le había ocurrido, se había dado una ducha caliente, se había masturbado, y se había sentado en la biblioteca de Rafiq y mirado sus libros. No sabía leer, pero algunos de los libros tenían fotos en ellas. Había andado alrededor de la casa y descubrió tentempiés en la cocina. Se había comido todo el gulab jamun{4} e incluso ahora, los dedos y las comisuras de su boca estaban pegajosos. Todavía no podía dormir.

¿Dónde está Rafiq?, se preguntó. Su corazón empezó a correr pensando en el hombre mayor. ¿Y si no vuelve? ¿Y si algo le había pasado? El estómago de Caleb le dolió. Nunca había estado solo antes. Siempre había alguien cerca de él, si no los otros chicos, entonces Narweh, y si él no estaba, tal vez un patrón.

Caleb se levantó y empujó su almohada y la manta al suelo, la cama era demasiado blanda. Se tumbó en la alfombra gruesa y se envolvió a sí mismo con la manta que le habían proporcionado. Fuera, el viento aullaba. ¿Por qué lo dejaría Rafiq solo? Levantó sus rodillas hasta el pecho y se meció. Deseó que RezA estuviera con él. RezA era uno de los chicos británicos que a menudo compartía su cama. Si tuviera un amigo entre todos, era probablemente RezA.

Por primera vez en una semana, dejó de pensar en alguien que no fuera él mismo. Con Narweh muerto, ¿qué había pasado con los otros, con RezA? Es cierto que a menudo peleaban y se lanzaban a veces el uno al otro en el camino de un Narweh enfadado, pero eso no significaba que no hubiera afecto allí. Cada vez que uno de ellos era maltratado por un patrón o después de una salvaje paliza en particular, a menudo se consolaban mediante la aplicación de vendajes u ofrecían unos brazos que consolaban en lugar de dañar. Caleb era más pequeño, y probablemente más joven, pero era un luchador, mientras RezA era más dócil y fácilmente manipulable.

 

¿Por qué te enfadas a cada rato, Kéleb? sabes lo que va a pasar —le había susurrado a menudo a Kéleb, aplicando la pomada oscura en su piel.

Lo odio. Le dejaré matarme antes de que me convierta en su perro faldero. Un perro podría ser, pero no el suyo.

Tú no eres un perro, Kéleb. —RezA besó mi frente—. Eres un chico estúpido.

Y tú eres un perro faldero —respondió Kéleb con una sonrisa a medias.

RezA también se rió y puso el tapón a la pomada. Se quedó en silencio y de puntillas hizo su propia cama en el suelo.

RezA —susurró Kéleb.

¿Qué?

Un  día voy a matarlo.

Después de una larga pausa: Lo sé. Buenas noches, chico estúpido.

 

Caleb había hecho exactamente lo que prometió. Había matado con eficiencia y a sangre fría a Narweh. Pero no se había tomado la molestia de buscar a RezA, ni le había dicho a todos los demás que eran libres. Nunca les dijo que huyeran. Le gustaría decir que fue porque la idea no se le había ocurrido, pero eso no era cierto. Había tenido miedo. Había tenido miedo de que se volvieran contra él, porque sin Narweh, muchos de ellos tendrían que elegir entre la pobreza o un amo nuevo y desconocido, tal vez incluso la monotonía de la servidumbre de esclavitud. También había sido el miedo de que Rafiq decidiera que todos, incluso Caleb, eran demasiada carga, y habría tenido que enfrentar el destino de los otros. Así que simplemente dejó que Rafiq se lo llevara. Se había permitido a sí mismo estar conmocionado y traumatizado por lo que había hecho. Se había permitido ser la víctima. Se merecía ser abandonado a cambio.

Un ruido lo sobresaltó de sus pensamientos autocríticos.

Era como una piedra dentro de su calma, escuchó a cualquier sonido que indicara si estaba o no solo en la casa y, además, si una presencia significaba peligro. Oyó que la puerta se cerraba suavemente y poco después, los sonidos familiares de alguien arrastrando los pies para quitarse los zapatos y colocarlos cerca de la puerta. Ruidos casuales que eran una buena señal, supuso Caleb, si alguien venía con la probable intención de causarle daño no se preocuparía lo suficiente por quitarse los zapatos.

Caleb quería salir de su habitación, quería investigar, pero el miedo que aún sentía permanecía con fuerza. Rafiq era forastero, y su estado de ánimo podría ser errático. Recordaba con claridad la forma en que había sido arrojado a la bañera y sujetado por los brazos fuertes de Rafiq. Se estremeció.

Los pasos se acercaban a la puerta y Caleb se tensó aún más, sus músculos temblaban de tenerlos tan apretados. La puerta se abrió lentamente y cerró los ojos con fuerza. Si Rafiq trataba de violarlo, él lucharía de nuevo. En algún lugar de su mente una voz le susurró que sólo debía hacer lo que se espera de él. Tenía que sobrevivir. Había querido morir, pero tendría que sobrevivir de nuevo.

¿Caleb? —susurró la voz de Rafiq en la oscuridad.

Caleb contuvo el aliento y no contestó.

¿Chico? ¿Estás durmiendo? —susurró Rafiq otra vez y parecía estar en control, no enojado o predispuesto a la violencia.

Caleb se negó a responder, sin embargo, mantuvo los ojos cerrados y trató de respirar lo más silencioso, superficial y uniformemente que pudiera hasta que finalmente, se cerró la puerta y Rafiq se había ido. Caleb al instante sintió alivio, pero también pérdida. Estaba solo de nuevo. Solo y asustado en un cuarto extraño y oscuro.

¿Qué sería de su vida ahora? Había matado a alguien. Había asesinado. No se sentía mal por haberlo hecho, lo haría de nuevo si tuviera la oportunidad, pero ¿qué iba a hacer con su vida?, ¿quién podría ser? ¿Quién era Caleb? Siempre se había dicho que un día sería libre, pero no se dio cuenta de que la libertad podía sentirse... tan vasta, demasiado expuesta e incierta. Ahora que era libre, se sentía carente de objetivos, y, sin un propósito, ¿de que serviría su vida? Tenía una deuda con Rafiq y la honraría, pero una vez que su tarea estuviera completa, se encontraría en el mismo lugar.

Caleb se tragó el miedo y echó hacia atrás las mantas, decidido a buscar respuestas de la única persona en su vida que las podía tener: Rafiq. Despacio abrió la puerta y entró de puntillas hacia la habitación de Rafiq. Vaciló en la puerta, pero luego llamó tentativamente.

No estoy ahí dentro dijo Rafiq detrás de él.

Caleb se dio la vuelta y vio la intensa mirada de Rafiq.

Yo... yo... lo...  lo siento —tartamudeó—. Estaba despierto cuando entró, pero.... —Se miró los pies descalzos—… no estaba seguro de lo que venía a buscar. —Caleb tragó.

Rafiq sonrió. —¿Y por qué te decidiste?

Caleb se encogió de hombros.

No lo sé. Pensé... en acabar con esto de una vez y simplemente preguntarle.

El suspiro alto y claro de Rafiq causó que los hombros de Caleb se tensaran, pero no se movió para alejarse del hombre mayor.

Eso es muy valiente de tu parte, muchacho, pero no tienes necesidad de tener miedo de mí, no tengo intención de dañarte.

¿Qué quiere? —Caleb se erizó por haber sido llamado muchacho.

Esperaba haberme ganado tu lealtad a estas alturas. Sólo quería ver si estabas bien. He estado fuera desde muy temprano y temía que mi ausencia fuera... estresante para ti.

Caleb se encogió de hombros con poco entusiasmo, pero en realidad, quería llorar de gratitud. Nadie en una posición de poder alguna vez se había preocupado por su bienestar. Nadie había venido nunca a ver cómo estaba. Respiró hondo y apretó sus emociones hacia abajo en su estómago. No quería parecer débil frente al hombre que le ofrecía hacerle fuerte.

Fue extraño estar solo. Antes, con Narweh, siempre había alguien, pero... fue... no sé qué decir. Me comí todo el gulab jamun —confesó tímidamente—. También estuve en la biblioteca. ¡Nunca había visto tantos libros! Usted debe saber un montón de cosas. ¡Pero no se preocupe! —Me puse repentinamente nervioso—. No puedo leer. No estaba tratando de invadir su privacidad. Sólo miraba las fotos. Lo siento.

Rafiq rió y el sonido hizo que Caleb se sintiera un poco aliviado. Se relajó aún más cuando la mano de Rafiq aterrizó en su cabeza y le revolvió el pelo largo y rubio.

Está bien, Caleb. Esta es tu casa ahora. La comida fue dejada para ti y eres bienvenido a ver los libros. Te enseñaré cómo leerlos.

Caleb cerró los ojos con fuerza para impedir que sus lágrimas emergieran. Sin previo aviso, se abalanzó hacia Rafiq y envolvió sus delgados brazos alrededor de él. Quería expresar su gratitud. Quería que Rafiq supiera cuánto Caleb se sentía en deuda con él.

Poco a poco y con las manos temblorosas, Caleb acercó la cabeza del anciano hacia él y apretó sus labios contra Rafiq. El hombre mayor se quedó quieto, pero no lo detuvo cuando su lengua se deslizó por la abertura de la boca de Rafiq. Caleb había hecho esto muchas veces, con hombres que odiaba; seguramente podría hacerlo una vez más con alguien a quien respetaba.

El joven cuerpo de Caleb respondió al beso y siguió adelante, persiguiendo la boca de Rafiq, su sabor. Rafiq se apartó. Caleb entró en pánico. Si Rafiq lo rechazaba, moriría. Moriría de vergüenza porque era un puto y no conocía otra manera.

Caleb, no.

No voy a pelear contigo. Haré lo que me pidas —susurró Caleb. Sus palabras eran inestables y llenas de miedo.

Haz lo que te digo, ahora, y detén esto. —El tono de Rafiq, no contenía el más mínimo desprecio.

Caleb se apartó y trató de correr de Rafiq, pero su camino estaba bloqueado y el pronto apretón a su brazo de Rafiq lo mantuvo firme.

¡Lo siento! No fue mi intención. No lo volveré a hacer. —Esta vez las lágrimas estuvieron presentes en su voz. No podía ocultar su vergüenza. Rafiq lo atrajo hacia su pecho y lo mantuvo apretado.

Ya no eres Kéleb. No eres un perro, ni la puta de nadie. No me debes esto. No se lo debes a nadie.

Caleb lloró y sostuvo con más fuerza a Rafiq. No podía hablar.

¿Alguna vez has estado con una mujer, Caleb? —susurró Rafiq por encima de él.

Caleb negó con la cabeza. Las había visto, por supuesto, había prostitutas femeninas que Narweh guardaba, pero estaban separadas de los niños y nunca se compartían nada con ellos. Había entrevisto sus cuerpos y se preguntó cómo sería tocarlos, pero fue un placer que nunca había experimentado.

Rafiq condujo a Caleb hacia su habitación y abrió la puerta. Poco a poco, soltó a Caleb y lo urgió a entrar. De mala gana, Caleb soltó sus brazos y caminó mansamente hacia la cama que había hecho él mismo en el suelo.

Hasta mañana, entonces —dijo Rafiq casualmente—. Mañana te voy a empezar a enseñar cómo tomar tu lugar a mi lado.  Tendrás elección en esto. —Sonrió cuando Caleb lo miró con sorpresa y luego cerró la puerta.

Caleb seguía sin poder dormir, pero ahora las razones eran diferentes. Por primera vez desde que podía recordar, Caleb estaba emocionado por lo que el mañana traería.

* * * *

Los ojos de Caleb se abrieron en la oscuridad. El sueño, y los recuerdos, se detuvieron. De pronto se sintió como un niño otra vez, con miedo a la oscuridad, miedo a lo desconocido, y solo. Es extraño cómo un sueño puede hacerse realidad. Como puede tomar el control de la mente e invocar los sentimientos, tanto así, que afectaba al cuerpo. Caleb sintió un nudo en la garganta, que no debería estar allí, estaba muy lejos del muchacho asustado que había sido y aun así, así se sentía. Su corazón latía con fuerza en el pecho y las palmas de las manos le sudaban.

Se dijo una y otra vez que había sido sólo un sueño, pero las emociones se aferraron a él como la melaza espesa. No importaba la forma en que trataba de borrarlos de sus pensamientos, se mantenían, pasando de un lado al otro de su psique, vacilando entre la alegría que había sentido con la experiencia de su primer momento de aceptación y el dolor de saber sobre el futuro.

RezA había muerto. Rafiq había quemado el cuerpo de Narweh donde Caleb lo había dejado, en el interior de la casa. No había visto a ningún sobreviviente, ni advirtió a nadie en la casa. Rafiq le había dado la información a Caleb una mañana después en el desayuno, cuando por fin había encontrado el coraje de preguntar acerca de lo que había sucedido.

Había llorado por RezA y por los otros muchachos en privado después de quemarse a sí mismo con una cuchara caliente que había estado usando para mover los frijoles. A medida que su carne se quemaba, trató de imaginar lo que RezA había sentido en los terribles últimos momentos de su vida. Caleb había matado a su único amigo y en el fondo quería que esta única cicatriz demostrara que él todavía estaba en su interior después de que su piel quemada sanara y nueva piel tomara su lugar.

Caleb quería otra ducha, una tan caliente que no era capaz de pensar en otra cosa, pero sabía que su comportamiento era estúpido y que probablemente se causaría más daño y no se podría curar a tiempo para continuar con su misión. Había pasado algún tiempo desde que Caleb tuviera muchos de episodios compulsivos. Sí, a veces es necesario el dolor, pero esas necesidades se extendían por lo general durante largos períodos de tiempo. En las últimas semanas, había luchado para no ceder a sus impulsos muchas veces. No podía continuar.

Rafiq había hecho lo que tenía que hacer. Caleb quería convertirse en el hombre que Rafiq necesitaba para él, y para convertirse en el hombre que quería ser, no podría haber testigos que lo conocieran como el perro de Narweh. Era una verdad muy dura y debilitante en su momento, pero Caleb lo entendía como hombre, de una manera que nunca podría como un niño. RezA habría hecho lo mismo.

Caleb se dio la vuelta en el suelo y se sentó a contemplar la forma del cuerpo de Gatita que dormía encima de su cama. Ella se movía mucho, sus piernas sobresalían debajo de las mantas de vez en cuando. A Caleb le parecía que quería rodar sobre su costado o boca abajo, pero incluso en sueños, el dolor la mantenía en una posición ligeramente erguida.

Sus palabras de antes volvieron a él:

Podrías no venderme... podría quedarme contigo... ¿estar contigo?

Suspiró, deseando que las cosas fueran tan sencillas. ¿Qué diría Rafiq de tal petición? ¿Tendría incluso que ser una solicitud? Caleb era un hombre después de todo, y uno muy peligroso por eso. Quizá Caleb sólo necesitaba informarle a Rafiq la forma en que iba a ser y seguir desde allí. La chica fue golpeada y amoratada, su virginidad estaba en entredicho, en cuanto a Rafiq podría concernir. ¿Qué tan difícil sería llamar a Gatita simplemente una causa perdida? Pero, sinceramente, eso no arreglaba nada. Él siempre iba a ser su captor y ella siempre iba a ser su prisionera. Tenía que dejar de ir y venir. Había tomado una decisión, se mantendría firme en ella. Fin de la historia.

Gatita se movió un poco más en la cama y sollozó durante unos segundos antes de que sus ojos finalmente se abrieran. Sus pulmones se elevaron y cayeron profundamente, con dureza. Al parecer, Caleb no era el único que sufría de pesadillas. Para su crédito, ella no había gritado ni preguntado por él. Miró alrededor de la habitación y lo vio, y luego desvió la mirada y se incorporó lentamente.

—Buenos días —dijo con ironía.

Ella asintió con la cabeza, pero por lo demás no respondió. Apartó la manta de sus piernas en un movimiento lento y fatigoso y se puso en pie con rigidez antes de caminar hacia el baño y cerrar la puerta. En cuestión de segundos, se oía el agua de la pileta en funcionamiento. Caleb se preguntó cómo tenía previsto utilizar las instalaciones porque el servicio estaba en el suelo y requería al usuario ponerse en cuclillas encima de él para hacer sus necesidades. Sería difícil para ella mantener el equilibrio dado sus heridas, pero decidió que su necesidad de privacidad era quizás mayor que su necesidad de ayuda en este momento.

Caleb se puso a arreglar la habitación, recogiendo las cosas que necesitaría para estar listo para el día siguiente. Ninguno de ellos tenía mucho para vestir, pero sólo tenían un día más de viaje, así que ese punto era irrelevante. Miró por encima los comestibles que había comprado y encontró los plátanos, así como algunos pasteles de frambuesa. Eso estaría muy bien para el desayuno. Había un montón de botellas de agua que quedaban también. Miró su reloj y observó que era sólo las cinco y media de la mañana. Cuanto antes estuvieran fuera y en camino, mejor. Podrían llegar a Tuxtepec a la hora de la cena, aunque llevaría otras doce horas llegar allí. Tendrían que hacer una parada en la ciudad antes de salir.

Caleb tomó su teléfono y marcó el número de Rafiq.

—Salaam{5}.

—¿Por qué no me has estado contestando el teléfono?

—¿Tengo que responder ante ti, entonces?

—¿Y por qué coño no? Somos socios, ¿o Jair ha usurpado mi posición en los últimos dos días?

Rafiq rió. Era el tipo de risa que Caleb había sufrido a través de los años, una risa desdeñosa, burlona, destinada a poner en su lugar a Caleb, por debajo de su amo.

—No seas infantil, Caleb. Tú eres el que hizo que nuestra última conversación fuera tan hostil. Jair está apenas en condiciones de incitar tus celos.

—No estoy celoso, estoy irritado y sólo estás empeorando las cosas. ¿Dónde estás?

—¿Dónde estás, Caleb? ¿Dónde está la chica?

Caleb respiró hondo y exhaló lejos del teléfono. Era el momento de la verdad.

—Estamos en Zacatecas. Deberíamos estar en Tuxtepec por la mañana a más tardar.

—¿Por la mañana? —reprendió Rafiq—. Estás a menos de un día de Jair y vuestros rehenes, ¿por qué no te has ido ya?

—Es la chica, sus heridas nos retrasan. Sigo teniendo que parar por ella.

—Vas a despertar sospechas por conducir por ahí con ella de esa manera. —Rafiq hizo una pausa, su respiración tan lenta como su voz. Caleb se preparó para ello—. Ella es la parte final de esto, Caleb. Debe estar lista. Debe ser perfecta. Si no puedes hacer esto, yo estaría más que dispuesto a tomar el relevo.

Caleb apretó la mandíbula con tanta fuerza que podía oírla crujir.

—Va a salir bien, Rafiq. Puedo hacerlo —dijo entre dientes—. Deja de cuestionarme. Sé lo que tengo que hacer. Eso es todo lo que pienso sobre ello.

—¿Qué pasa con los rehenes que has tomado? ¿Cuáles son tus planes para ellos?

—Venganza. Naturalmente.

Rafiq rió. —Ahí estás, Khoya{6}. Había empezado a preocuparme. Trata de mantener la cabeza esta vez, por lo que sé, ese par podría resultar útil para nosotros.

Una extraña sensación floreció en el pecho de Caleb.

— ¿Dónde estás?

—Cerca.

—Está bien. Supongo que te veré pronto. —Colgó, molesto.

Gatita salió del cuarto de baño pareciendo un poco perdida. La noche anterior les habían puesto en una posición diferente y ahora le correspondía a Caleb mantener el status quo{7} que se había creado entre ellos. Dejó el teléfono sobre la mesa y se dirigió hacia su cautiva. Ella se quedó quieta cuando se acercó, con los ojos puestos en el suelo y con las manos cruzadas delante de ella. Su nerviosismo era evidente, pero atractivo, no obstante.

Caleb le pasó la mano por la cara, con cuidado de no presionar sobre sus moretones y colocó su pelo hacia atrás por encima del hombro.

—Cada vez que entres en una habitación y el propósito no sea claro, siempre arrodíllate al lado de tu amo. —Gatita no dudó en cumplir, aunque sus movimientos eran lentos mientras se esforzaba hacia el suelo.

—Bien —susurró Caleb—. Ahora separa las rodillas y siéntate en los tobillos, con las manos sobre los muslos y la cabeza gacha. Tu amo debe ser capaz de ver cada parte de ti y saber que no te moverás hasta que te lo diga. ¿Entiendes?

—Sí —susurró Gatita con cierta vacilación—. Amo. —Lentamente, movió sus extremidades a la posición. Llevaba un camisón y su cuerpo no era visible a Caleb, pero él sabía de su cuerpo lo suficiente para saber lo que estaba oculto y su cuerpo respondió sin darse cuenta.

La demanda Leet sawm k'leet sue está en ruso. Cuando escuches la orden, te acuestas boca arriba con las rodillas separadas y las levantas hacia tu pecho. Sostén las piernas detrás de las rodillas. —Gatita tomó la posición y lo miró con una expresión suplicante.

El aliento de Caleb vaciló en sus pulmones de la emoción. Por fin, ella era obediente, estaba a sus órdenes. La sensación era embriagadora, pero le dejó un hueco porque le estaba enseñando las órdenes en ruso.

Leet sawm k'leet sue —repitió. Su expresión era dura, sus ojos serios.

La boca de la Gatita se inclinó hacia abajo en las esquinas en una mueca leve, con la barbilla temblando por el esfuerzo para no llorar, pero asintió. Dolorosamente redujo su marcha lentamente, y se puso en el suelo. Levantó la vista hacia el techo y las lágrimas que había estado conteniendo cayeron por los lados de su cara a su pelo.

Esto era difícil para ella, Caleb sabía lo que iba a ser, pero era lo más fácil de hacer para ella con respecto al viaje que tenía por delante. Había culpa por su parte, pero también deseo, un deseo intenso que vibraba en sus venas. La culpa no era nada cuando se enfrentaba a su deseo de tener a Gatita a su merced. Si esto le hacía un enfermo o un depravado, lo había aceptado hace mucho tiempo.

—Tus piernas, Gatita. Vamos a hacerlo.

Vio cómo sus rodillas comenzaron a doblarse y casi se dobló de deseo mientras sus manos tiraban del camisón, elevándolo por encima de sus rodillas y sus muslos. No había esperado que ella se desnudara para él, pero así era ella. Su polla empezó a moverse al ritmo de su corazón acelerado, llenándolo, alargándose y mendigando por mostrarse. Gatita levantó sus rodillas hacia su pecho, sus manos apretaban en puño el camisón por la cintura. Su coño era claramente visible, los labios de color rosa se dilataron y sonrojaron, su clítoris diminuto asomaba desde debajo de su cubierta. Caleb respiró fuerte y tragó saliva.

Podía quedarse mirándola para siempre, pero su deseo no era el propósito de este ejercicio. Era la manera más concisa de restablecer sus roles. No habría ningún arrebato hoy, ni discusiones durante el viaje, no habría ninguna confusión acerca de si podría o no prescindir de ella.

—Realmente eres hermosa, Gatita.

Ella gimió.

—¿Perdón? —espetó.

—Gracias, Amo —corrigió ella.

—Muy bien, Gatita.  Puedes bajar tus piernas ahora. —Sus movimientos fueron más rápidos de lo que creía posible con sus heridas, pero se negó a hacer comentarios. También ignoró sus lloriqueos—. Lye zhaash chee, significa boca abajo. ¿Entiendes la palabra?

Gatita sollozó mientras asentía. —Sí, Amo.

—Sobre tu estómago entonces.

—Va a doler —dijo.

—Inténtalo al menos. Siempre trata de obedecer. Deja que yo me preocupe por lo que puedes o no puedes soportar, vuelve a la posición de reposo, de espaldas a mí —dijo Caleb. Sus palabras se cortaron y no admitían discusión—. Lye zhaash chee.

Un sonido como un maullido salió de los labios de Gatita, pero rápidamente apretó sus labios y contuvo el aliento mientras luchaba, como una tortuga girada sobre su caparazón, para darse la vuelta. Caleb dudó acerca de ayudarla y recordó la primera vez que ella le había desobedecido y le había abofeteado sus pechos de color rosa hasta que obedeció. Parecía que habían pasado siglos.

Le tomó un par de minutos, pero al final ella estaba en la posición de reposo. Caleb admiraba la forma en que su culo se apoyaba en sus pies descalzos.

—Ahora, inclina tu cuerpo hacia adelante con el culo hacia arriba. Normalmente, ten tus brazos extendidos al frente de ti, pero por ahora, guárdalas por donde quiera que estés más cómoda.

Gatita fue estoica cuando hizo lo que le dijo. Optó por mantener los brazos cruzados sobre su pecho, dejando el lado de su cara contra el resto del suelo. El camisón obstruía la vista de Caleb. Dio un paso adelante y retiró el tejido a lo largo de las suaves mejillas de su culo.

—Oh, Gatita. Me gustas así. Mucho. —Sus palabras no tenían nada más que la verdad. No pudo resistirse a palmear ligeramente sus mejillas y abrirlas lentamente. Gatita tembló, pero aun así se mantuvo quieta bajo sus dedos inquisitivos.

—¿Puedo tocarte? —preguntó él, con un toque de desafío.

Hubo silencio por unos segundos y luego ella respondió:

—Sí, Amo. —Caleb sonrió, era exactamente la respuesta que quería y exactamente la que ella debía dar. Estaba aprendiendo.

—Eso está bien, Gatita. Estoy orgulloso de ti —dijo. Le acarició la suave piel de sus muslos internos. Gatita soltó una ráfaga de aire, Caleb lo interpretó como desesperación. Esto era mucho para que ella lo asimilara tan pronto después del trauma de los últimos días. Lo había hecho bien, y realmente se sentía orgulloso de ella. Era suficiente.

Tiró de la camisa de dormir de nuevo en su lugar y la instó a volver a su posición de reposo. Las lágrimas caían por sus mejillas y su cara estaba sin duda definitivamente maltratada, pero Caleb le besó las mejillas húmedas de todas formas, la ayudó a recuperar la calma.

Después de que le diera más medicina para el dolor, con calma le dio de comer el desayuno mientras ella se sentaba tranquilamente entre sus rodillas, aceptando todo lo que tenía para darle.