26

 

Había dejado su trabajo y se había alejado de Vega todo lo que pudo. Ella necesitaba tiempo y él se lo había dado. David habría hecho todo lo que ella le hubiese pedido.

Llevaba días dándole vueltas a qué hacer con su vida. Había pensado en cambiar de sector laboral y lanzarse al mundo empresarial, pero éste tampoco estaba exento de su parte tenebrosa llena de engaños y malas artes. Cuánto más grande era la empresa más guerras de poder internas y externas había, y debías estar todo el día aplicando la ley del más fuerte si no querías verte todos los días en medio de una lucha darwiniana. Quizás debía ser emprendedor y crear su propia empresa, pero ¿de qué?, se preguntó.

Y en relación con Vega se sentía en calma. Había hecho lo que estaba en su mano para pedirle perdón y explicarle sus sentimientos. La pelota estaba en su tejado y a él lo único que le quedaba era esperar. Se sentía optimista. La noche que bailaron al lado de la Rosa de los Vientos, a pesar de la tensión del momento, había sentido algo especial. No sabría explicar lo qué: magia, una chispa, química… pero algo en lo más profundo de su corazón le había hecho sentir que entre ellos había una conexión especial. Estaba confiado y esperanzado.

Pero esa llamada le había roto los esquemas y en cuestión de segundos sus ilusiones se habían resquebrajado por completo haciéndose añicos. ¿Qué hacía con Víctor Duarte?, ¿qué pasaría cuando Marcos fuese a hablar con ella y le dijese que la extrañaba? David no podía competir con un político arrepentido y mucho menos con el soltero de oro.

Sabía que Marcos no perdería el tiempo e iría a verla en seguida, estaba desesperado y necesitaba hablar con ella fuese como fuese. Desde que lo había dejado, Marcos se había quedado estancado en su miseria y necesitaba a Vega para poder seguir adelante. Sin quererlo, ella tenía el destino de Marcos en sus manos.

Y lo de Víctor… ¿qué hacía con él?, ¿por qué había vuelto y no le había dicho nada?, ¿por qué había reaparecido con él?, ¿estaba intentando decirle algo?, decenas de preguntas invadieron a David y ninguna de las posibles repuestas presagiaba nada bueno.

Le había mandado un mensaje después de muchos días sin hacerlo. Le dijo que sabía que estaba en Madrid y que por favor le llamara y no le había contestado. ¿Qué estaba pasando?, ¿por qué no quería saber nada de él?

Intentó mantenerse ocupado para no pensar en ella, pero le resultaba prácticamente imposible, tenía qué saber que estaba ocurriendo. Si ella no quería saber nada de él, tenía que escucharlo de su propia boca.

 

Vega y Krista habían pasado un día maravilloso, después de una intensa charla llena de confidencias que las había unido todavía más, decidieron ir a pasear por el centro de Madrid. En un principio, João quería dejarlas solas para que hablaran de cosas de chicas, pero insistieron tanto en que las acompañase que finalmente no pudo decir que no. Llevaban tanto tiempo encerradas, yendo del hotel al hospital y viceversa, que necesitaban sentir el sol y el aire en sus caras. Pasearon por el paseo del Prado y por el jardín del Retiro, con pequeñas pausas para que Krista descansara de vez en cuando, más por insistencia de Vega y João que porque se adueñara de ella el cansancio. Tenía una energía desbordante a pesar del tratamiento tan agresivo que estaba recibiendo. Era una luchadora y una gran amante de la vida. La mejor.

De vuelta al hotel, cuando se estaban arreglando para bajar a cenar algo, Vega recordó el mensaje que había recibido por la mañana y que aún no habían leído. Con tantas emociones se había olvidado totalmente de él. Sabía que era de David, sólo él y su madre tenían su número de teléfono y él era el único que le mandaba mensajes.

Le pedía que lo llamara pero no lo hizo. Tenía muchas ganas de verlo, unas ganas que se acrecentaron al ver su mensaje. Pero quería que su reencuentro fuese especial. Se ilusionó maquinando cómo hacerlo. En esa ocasión, ella sería la encargada de elaborar un plan.

¿Tienes planes para mañana? Aplázalos y espera instrucciones.

David llevaba tantas horas esperando con ansiedad que sonora el teléfono que cuando lo hizo y leyó el mensaje de Vega, se le llenaron los ojos de lágrimas y esbozó una gran sonrisa. Vega le estaba retando a jugar y él jugaría.

Esa noche no fue capaz de conciliar el sueño. Tenía que ser paciente, pero estaba deseando recibir las reglas del juego. Se pasó la mayor parte de la noche escuchando música tumbado en el sofá del salón y soñando despierto en cómo sería su reencuentro.

Vega haría aumentar su desesperación porque no fue hasta las doce la mañana cuando le envió el siguiente mensaje.

—A las cuatro te esperan en la C/ Suecia, Nº 4. Sólo tienes que decir tu nombre.

Al instante consultó en google a qué pertenecía esa dirección. ¿Un salón de tatuajes?, ¿Vega quería que se hiciera un tatuaje? Prefirió no sacar conclusiones precipitadas porque ahora Vega era una mujer nueva e imprevisible. Si antes le gustaba, ahora le gustaba aún más por ese punto de locura que había nacido en ella.

Las horas se le hicieron eternas y no veía el momento de que llegaran las cuatro de la tarde. ¿Estaría ella allí? Estaba casi seguro de que no estaría, el juego no iba a acabar tan pronto.

Al llegar al estudio de tatuajes la chica que estaba en el mostrador de la entrada en cuanto lo vio entrar le preguntó si era David Martín. Él asintió temeroso de lo que se podía encontrar y ella le dio la hoja con el consentimiento que tenía que firmar y un sobre dentro del cual había una carta, un dibujo y una foto.

El dibujo era una estrella de ocho puntas de color amarillo, de las que cuales, cuatro, las que marcaban los puntos cardinales, eran más largas. Las iniciales que indicaban los puntos cardinales no se correspondía a N (Norte), S (Sur), E (Este) y O (Oeste), sino que eran M, S, D y V y por último, había una circunferencia de color dorado que lo rodeaba todo.

David se sentó en uno de los sofás de la entrada y leyó la carta.

“Hola David,

Seguro que te preguntas, ¿un tatuaje?, ¿quiere que me haga por un tatuaje por ella? Y aunque suene petulante y egocéntrico, la respuesta es sí. La canción de Bruno Mars que tanto te gusta me dio alguna idea, pero que cogieras una granada, que te cortases la mano o que saltases delante de un tren por mí, me parecía excesivo. Además,tú tendrás más suerte que el pobre Bruno, porque su chica no hará lo mismo por él y en cambio la tuya sí, sólo tienes que comprobarlo en la foto (esa bonita espalda tatuada es la mía ).

Pero no te pido que te hagas un tatuaje al azar. Lo he diseñado yo y todo tiene su explicación.

Como sabrás es una Rosa de los Vientos, como el lugar en el que nos vimos por primera vez o por lo menos, la primera vez en la que yo te vi con los ojos con los que te veo ahora. Allí te “descubrí”.

La circunferencia exterior es para que recordemos esa Rosa de los Vientos de Sagres que a simple vista parece un gran círculo marcado en el suelo. Es dorada porque allí la arena es del color del oro, no te habías fijado ¿verdad?

Los puntos cardinales son M (Madrid), S (Sagres), D (David) y V (Vega) y creo que está claro el porqué. Y el dibujo central de la rosa son dos estrellas superpuestas de distinto tamaño que nos representan a nosotros, que separados somos pequeños y juntos nos hacemos más grandes. Con lo que respecta a mí, puedo afirmar que tu amistad me ha hecho crecer y me ha convertido en una mujer mejor y sobre todo más feliz. Espero haber causado el mismo efecto en ti.

Y es de color amarillo como en la canción de Coldplay: la he dibujado para ti y la he hecho amarilla.

El lugar lo dejo a tu elección, dónde más te guste y dónde puedas soportar mejor el dolor.

Espero que te guste la idea. Si pasas la prueba tienes premio.

Mi espalda dolorida y tatuada te manda un abrazo.

Vega.

PD: Si quieres dejaré que satisfagas los deseos ocultos de mi corazón

 

¿Cómo iba a decir que no?

Esa carta le pareció una auténtica declaración de amor, no muy usual, pero real. Le encantó que basara el diseño del tatuaje en sus canciones favoritas, en el lugar en el que habían bailado por primera vez, en ellos mismos y en esa historia que juntos estaban empezando a construir. Se emocionó con la idea de que había otra persona en el mundo a la que sus pequeños detalles le resultaban importantes. Quizás Vega aún no estaba enamorada de él, pero tenía claro que le gustaba mucho y que le importaba.

Decidió hacerse el tatuaje en el pecho, justo sobre el corazón, el lugar del que siempre iba a formar parte. No sintió dolor mientras la aguja grababa su cuerpo, sólo sintió emoción.

Cuando acabó el tatuaje y se dispuso a pagarlo, la chica de la entrada le dijo que ya estaba pagado y le entregó otro sobre.

—Me encantan estas historias que se salen de lo normal y la gente original. Se nota que esa chica te quiere mucho —le dijo risueña.

Seguramente no fuese totalmente verdad, pero a David le encantó escucharlo de boca de otra persona.

Era un billete de avión a Faro con una nota.

“Es un billete sólo de ida. Te estaré esperando.”

¿Para esa misma noche? A Vega le gustaban las emociones fuertes. ¿Ya estaría en Portugal? Esa chica no descansa, pensó. Tendría que ir corriendo a casa y preparar su equipaje a cien por hora si quería embarcar a tiempo. Sus maletas en sí eran una declaración de intenciones, decían: traigo la ropa suficiente como para que sepas que me pasaría el resto de mi vida contigo, pero no tanta como para que creas que llevo más ropa que una chica.

 

Estaba deseando verle y el nerviosismo se estaba apoderando de ella. Krista, João y ella ya habían pasado el control hacía más de veinte minutos y no había rastro de David. Vega no dejaba de mirar el reloj, como si mirándolo con más fuerza, David fuese a llegar antes. Se lamentó por no haberle dado más margen de reacción, tal vez había pecado de impulsiva y había hecho todo de un modo demasiado precipitado.

Pero finalmente, incluso antes de que abrieron la puerta de embarque, llegó. Llevaba una camiseta blanca de algodón de manga corta ligeramente por fuera del pantalón, aunque no por azar, un chaleco de vestir abierto de color gris, un pantalón vaquero negro desgastado y un gorro de lana gris oscuro que hacía destacar el tono más claro de sus ojos. Vega vio como levantaba todas las miradas a su paso y pocas mujeres podían resistirse a dejar de mirarlo. Era muy guapo y tenía mucho estilo. Sintió orgullo al saber que ese chico estaba allí por ella. No llevaba ningún equipaje de mano pero iba totalmente absorto en su teléfono, sin percatarse de la presencia de Vega. Y de pronto, el sonido de un mensaje, la despertó de su ensoñación.

Era una imagen. David acababa de enviarle una foto del tatuaje sobre su pecho. Y a continuación el texto:mi pecho tatuado y emocionado también te envía un abrazo.

Vega podía llamarlo pero no se resistió a mandarle otro mensaje:

—Si caminas hacia tu derecha, podrás darme ese abrazo en persona.

 

No podía ser. Estaba allí. A Vega le pudo la timidez y fue incapaz de moverse. Deseaba besarle y abrazarle y allí estaba, frente a ella. João y Krista se retiraron un poco para darles intimidad. David le dio un gran abrazo y escondió su cara en su cuello, cerró los ojos y empapó sus sentidos del calor y del olor de Vega. Ella le dio un ligero beso a su pecho tatuado y con delicadeza se apoyó sobre él. Fue un momento muy íntimo a pesar de estar en un lugar atestado de gente que no paraba de caminar de un lado a otro para matar el tiempo.

Estuvieron abrazados durante un buen rato y cuando anunciaron el embarque, Vega se separó de él y agarrándolo de una mano, lo llevó al lugar en donde estaban sus amigos para presentárselos. Krista con un guiño de ojos de dio su visto bueno y João que se había percatado del gesto cómplice de su atrevida amiga, sonrió con picardía.

Durante todo el vuelo Vega le habló de Krista, de João, de por qué repentinamente habían viajado a Madrid, de su relación con Víctor Duarte (de lo que se podía contar) y de la visita de Marcos. En ningún momento separaron sus manos.

Ya en Faro compartieron un taxi que los llevó a todos de vuelta a Sagres. No tuvieron momentos para las confidencias ni para la intimidad, pero aun así, Vega aprovechó para recostarse sobre el hombro de David. Era tarde y a todos comenzaba a vencerles el cansancio.

Al llegar a Sagres, João insistió en dormir en casa de Krista por si necesitaba su ayuda. Ella le dijo que no era necesario, que se encontraba bien, además le daba apuro por él y por los comentarios que podía hacer la gente si se quedaba a dormir en casa de su amiga viuda. Krista estaba por encima de las habladurías pero no quería que João lo pasase mal, ni se sintiese incómodo. Finalmente él la convenció diciéndole que lo que le importaba era ella y no lo que  pudiesen decir de él.

Cuando David y Vega llegaron a la que ella ya consideraba su casa, la agradable atmósfera que había entre ellos se volvió ligeramente más incómoda. Vega le mostró a David el dormitorio en el que podía dejar sus cosas. Quizás era demasiado atrevido decirle de buenas a primeras que quería que compartiera la habitación con ella. De todos modos, él había hecho caso de sus indicaciones sin rechistar, si le hubiese dicho que tenía que dormir sobre el suelo del salón lo habría hecho, lo único que quería era estar cerca de ella.

Vega estaba muy pensativa, pero David había achacado su abstracción y ensimismamiento al cansancio por el viaje y a que pasaba de media noche.

—¿Estás bien? —le preguntó en tono paternal—, quizás deberías irte a descansar, ya me las arreglaré.

—¿Por qué aún no me has besado? —le espetó Vega poniendo voz a sus pensamientos.

Era cierto, desde que se habían visto en el aeropuerto aún no le había dado ni un simple beso en la mejilla, pero no porque no deseara besarla. Su primer beso tenía que ser especial y el haber estado todo el rato acompañados por Krista y su amigo, no le había parecido un buen momento.

—Porque quería que nuestro primer beso fuese algo sólo tuyo y mío que pudiésemos recordar para siempre.

Vega pareció conforme con esa respuesta.

—Tengo algo para ti.

—¿Un regalo? —preguntó emocionada como una niña.

—Bueno, sí, aunque realmente es un instrumento de primera necesidad.

Vega abrió entusiasmada el papel de regalo y al ver el contenido de la pequeña caja se emocionó.

—¡Una brújula!, es preciosa.

—Detrás tiene una inscripción.

Giró la brújula y leyó en alto.

—“Allí a donde te lleve el viento, siempre estaré esperándote.”

El entusiasmo de Vega se transformó en lágrimas de emoción. El regalo de David había sido el mejor del mundo por cuanto significado guardaba encerrado, era un auténtico símbolo de amor.

—Me gustaría ver tu tatuaje —dijo David con tono cautivador.

—Ya, ya… tú lo que quieres es que me desnude para ti —dijo divertida.

—Psshhh —la silenció David, quería que ese momento fuese mágico—, por favor, enséñamelo— susurró.

La voz de David había sido tan sumamente seductora, que al sentir como sus manos intentaban levantar con delicadeza su camiseta negra, pensó que iba a derretirse allí mismo entre sus manos.

En cuanto le quitó la camiseta, la giró son extremado cuidado para poder ver su espalda, y la acarició alrededor del plástico transparente que cubría el tatuaje. Tenía una piel muy cálida y apetitosa. No se resistió y le besó el cuello. Vega comenzó a arder por dentro, así que se dio rápidamente la vuelta y fue directamente a por sus labios. Llevaba mucho tiempo deseando besarlo y no pudo esperar ni un segundo más. Su boca la atrapaba y no podía dejar de besarlo. Sentía que esos labios le pertenecían y que estaban hechos única y exclusivamente para besarla. Nadie volvería a probar esos labios porque eran suyos, solamente suyos.

Minutos después se separó ligeramente de él para pedirle también que le enseñara su tatuaje. En ese momento, David pudo fijar su mirada en el bonito cuerpo de Vega y se volvió loco. Por fin iba a ser suyo e iba a serlo para siempre.

Sobre el corazón, allí estaba, en el lugar perfecto. Se emocionó al ver que ella era parte de su corazón. Y después, tanto las manos de Vega como las de David comenzaron a moverse en un apasionado baile de caricias, caricias que al principio estaban llenas de dulzura pero que poco a poco fueron aumentando en intensidad y cargándose de intención.

David llevó a Vega a su cama. Lo único que deseaba era sentir cada milímetro de su piel pegado a su cuerpo para después hacerla suya y Vega lo deseaba tanto y tenía tantas ganas de él, que le pidió apasionadamente que la llenase con su sexo. Necesitaba formar parte de él y que juntos se convirtiesen en una única persona y David así lo hizo, porque también anhelaba hacerla suya. Y una vez que lo tuvo dentro, pensó que iba a estallar de placer y de alegría. Nunca había sido tan feliz.

Se quedaron dormidos. Había sido un día muy largo e intenso.

Vega fue la primera en levantarse. Era de esas personas que se vuelven muy activas cuando están contentas y que creen que dormir más de lo necesario es una pérdida de tiempo. Se duchó, se arregló y se fue a la cocina a preparar un gran desayuno para coger fuerzas.

David se desperezó y escuchó ruido en la cocina. En un primer momento se siento desorientado. Había tenido la sensación de que todo lo ocurrido no había sido más que un sueño. Sonrió al darse cuenta de que todo era verdad y que estaba allí, en Sagres con Vega. Cogió su lado de la almohada y se embriagó con su olor, su dulce olor. Olía a bizcocho con canela y vainilla y era totalmente adictiva o ¿era el desayuno?

Fue al baño a asearse y se puso los mismos vaqueros del día anterior pero sin cinturón. Cuando Vega lo vio aparecer sintió como un escalofrío se adueñaba de su cuerpo. No podía ser. Era perfecto y extremadamente sexy caminando con sus pies descalzos, con las manos dentro de los bolsillos del pantalón, con su torso desnudo dejando a la vista su tatuaje a medio cicatrizar, su barba de dos días y su bonita melena mojada, peinada hacia atrás con algún pequeño mechón rebelde que quería invadir su cara.

Era una imagen maravillosa y pensó que tenía que pedirle a Marie que lo retratase. Ella sabría captar su belleza y su sensualidad.

—¡Eres una caja de sorpresas! Además de guapa, sexy, inteligente y cien mil cosas más, sabes cocinar —le dijo mientras la agarraba por la cintura y le daba un beso en la mejilla.

—Y lo que te queda por descubrir… —le respondió con pícara.

—Para empezar te voy a enseñar lo bien que bailo.

David frunció la boca porque no sabía bailar y lo hacía fatal.

—Recuerdo que un día dijiste que siempre bailarías conmigo, así que no te puedes echar atrás.

—¿No podemos desayunar primero? —preguntó riéndose, intentando darle un giro a la situación.

—Noooo —le susurró— además, como sé que te gustan los ídolos de quinceañeras, he escogido una canción del ídolo por excelencia.

Vega estaba graciosilla pero David iba a seguirle el juego.

Sonó “As long as you love me” de Justin Bieber y Vega se acercó a David para bailar. No había escogido la canción para vacilar a David, aunque hubiese sido divertido, pero Vega adoraba esa canción no sólo por el erotismo que le transmitía, sino también por su significado. Eso era lo que David le hacía sentir. Mientras él la amase todo iba a ir bien y su mundo estaría en orden.

—¿Es cierto? —le preguntó David mientras sentía como el sensual movimiento de sus caderas y de su pecho le arrastraba hacía un lugar al que deseaba ir y que no tendría retorno.

—Sí —susurró a su oído sin dejar de bailar.

El desayuno podría esperar.