21
La he cagado y bien, se dijo David profundamente desolado. Creía estar haciendo lo mejor para Vega y para él y lo único que había conseguido era que ella lo odiase. En cuestión de días lo había perdido todo. Ya no tenía nadie a quién asesorar y ya no tenía a quién proteger y lo único que le importaba era que Vega dejase de odiarle. Quizás nunca llegara a entenderle, pero necesitaba su perdón.
Preparó una pequeña mochila con todo lo necesario para un par de días y se puso a conducir sin saber qué haría cuando llegase a su destino ni cómo conseguiría que Vega le liberará del peso de la culpa que llevaba a cuestas. Haría cualquier cosa para pagar por sus pecados y así ganarse su absolución. Estaba desesperado y tenía setecientos kilómetros por delante para regodearse en su desesperación.
Cuando llegó, supo que no tendría el valor de hacerle frente directamente a ella, así, sin más. No estaba preparado para enfrentarse a ella, a su mirada y a sus palabras. Pero al ver en la calle colgado un cartel anunciando un baile de máscaras, tuvo un plan. Los planes habían sido lo suyo hasta que Vega se había cruzado en su camino.
Iba a celebrarse una fiesta pirata en la Fortaleza de Sagres para recordar el legado histórico que habían dejado los piratas en esa zona, principalmente Sir Francis Drake y él no pensaba faltar. Le envió un mensaje.
—Por favor, vete al baile de máscaras y concédeme un baile. Nada más, sólo un baile.
Mentiría Vega si no dijera que esperaba una reacción por parte de David. Esperaba que tarde un temprano hiciese un intento de solucionar las cosas o por lo menos hablarlas, pero había empezado a pensar que ese momento no llegaría y lo que nunca se había imaginado era que iba a aparecer en la fiesta de disfraces.
Marie y ella se habían pasado un día entero confeccionando sus propios atuendos, con la intención de parecerse a Keira Knightley y Penélope Cruz en Piratas del Caribe, probablemente no lo habían conseguido, pero se veían muy sexis y favorecidas.
Vega no le comentó nada a Marie sobre la posible presencia de su amigo desconocido en la fiesta. Tenía miedo de lo que podía pasar. No sabía qué podía esperar de ese encuentro. Estaba inquieta y un poco preocupada porque todo lo que rodeaba a Marcos y a David había sido demasiado turbio y siniestro.
Cuando llegaron al baile se esforzó por relajarse, pero al ver que no sería capaz de reconocer a David porque todo el mundo llevaba máscara sintió claustrofobia y comenzó a hiperventilar. Estaba mareada y salió de la carpa colocada en el interior de la fortaleza, en la que se estaba celebrando la fiesta. Se detuvo a admirar la Rosa de los Vientos, situada en el centro de ese entorno privilegiado, y poco después comenzó a caminar alrededor de ella, consiguiendo que se calmara su respiración. Minutos más tarde, cuando ya había conseguido apaciguar su mente, vio a lo lejos como una persona que no estaba disfrazada se acercaba a ella. En un principio se imaginó que sería algún encargado de seguridad que vendría a avisarla de que no podía estar ahí, pero a medida que se aproximaba vio como ese hombre metía sus manos en los bolsillos del pantalón y bajaba la mirada. Tenía que ser David, pensó Vega. Pero no fue capaz de mirarle y le dio la espalda. ¿Sentiría algo al verle?, ¿sería odio? Su corazón comenzó a latir desbocado y a pesar del ruido de la fiesta pudo escuchar sus pasos detrás de ella, sintiendo con todos sus sentidos como él se situaba a su lado.
—¿A qué has venido? —preguntó con voz temblorosa.
—A bailar contigo.
—A ti no te gusta bailar.
—Sólo contigo me gustaría hacerlo.
Comenzó a sonar la misma canción que a trajo a Vega a Sagres, “Waves” de Mr Probz, pero esta vez era una versión acústica que sonaba desgarradora, romántica y mágica.
David le tendió la mano a Vega y ella, indecisa, tardó varios segundos en darle la suya. Se giraron el uno hacia el otro, pero Vega fue incapaz de levantar sus ojos del suelo.
—¿No me miras?
—Tengo miedo de hacerlo —confesó en un susurro.
—¿De qué tienes miedo?
—De ver la mentira en tus ojos.
—Nunca te he mentido.
Vega no tenía fuerzas para rebatirle. Estaba harta de cuestionarse si David estaba siendo sincero con ella. Quería creerle. Deseaba hacerlo. Bailando con él se sentía segura. Sus brazos le proporcionaban calor y protección. Era como estar en casa, en su hogar. Y David la abrazó como nunca la había abrazado nadie, como si tuviese miedo de que fuese a evaporarse entre sus brazos.
Intentó recordar su cara y verla en su mente. A pesar de haber sido la mano derecha de Marcos, no lo había visto mucho, sólo en tres o cuatro ocasiones y prácticamente no habían hablado.
Vega recordó el día que había venido Marcos a la tele con su séquito para la entrevista y la conversación que había tenido con su compañera de la sección de meteorología, Julia Martínez, en la que ella no paraba de decirle que se fijara en lo guapísimo que era el asesor de Marcos. “A mí tampoco me importaría que me asesorara” le había dicho. Era un chico resultón que llamaba la atención por su melena de color castaño claro, pero no sería capaz de dibujar su rostro. Es cierto que como todas las mujeres, Vega también tenía ojos en la cara y sabía distinguir un chico guapo de otro que no lo era, pero cuando estaba trabajando se abstraía tanto que no era capaz de ver más allá de su objeto de atención. Y cuando tenía una entrevista su nivel de concentración era mucho mayor.
Le provocaba pánico mirarle a la cara. Seguramente fuese un chico muy atractivo pero le daba pavor encontrarse frente a frente con su mirada, ser capaz de mirar a través de su alma y no ver a ese amigo en el que había empezado a confiar y al que había comenzado a querer.
—Por favor, mírame —le dijo David mientras con su dedo índice levantaba delicadamente su barbilla.
Vega opuso cierta resistencia pero al final acabó cediendo. David tenía los ojos vidriosos de un color que en la oscuridad le pareció gris escarchado. Estaba emocionado, nervioso y su respiración era entrecortada. Seguramente él tuviese miedo de su reacción. Había recorrido muchos kilómetros sólo para poder pasar un instante con ella y conseguir su perdón. Sin embargo, aunque no consiguiese su ansiada absolución, el haberla visto y el haber podido tenerla entre sus brazos, había compensado no sólo el viaje sino también los malos momentos vividos últimamente. Parecía que todo empezaba a merecer la pena.
Vega encontró en su mirada todo lo contrario a lo que esperaba ver, no había engaño ni traición, pero con lo que ella no había contado era con que el efecto que iba a producirle el significado de la profundidad de sus ojos iba a ser devastador para ella. Vio sinceridad, cariño, deseo… y su corazón ardió. Quiso salir corriendo.
—¿Por qué lo has hecho? —le recriminó.
—Yo no quería hacerte daño. Al principio sólo era trabajo, tú eras parte del plan. Pero cuando te conocí comencé a verte como la persona que eras y no como una pieza del puzle.
—¿No puedes jugar con la vida de la gente? No eres Dios —le dijo ahogando un grito.
—Lo sé. Me equivoqué y todos los días me arrepiento por ello —Se quedaron un rato en silencio—. He dejado mi trabajo porque no quiero volver a hacerlo.
Vega estaba hecha un lío, no sabía qué hacer ni que decir. Lo único en lo que los dos estaban de acuerdo tácitamente era en seguir bailando y seguir abrazados.
—¿Sabes por todo lo que he pasado estas últimas semanas?
—Sí.
—Ha sido demasiado. Ya no sé en qué o quién creer, no sé qué pensar ni qué sentir. Mi corazón y mi cabeza se están volviendo locos.
—Lo siento —le dijo mientras aumentaba la fuerza de su abrazo y después le dio un beso en la cabeza, con un gesto muy protector.
—Necesito tiempo —Vega con lágrimas en los ojos comenzó a separarse de él.
—¿Por qué lloras? No llores.
—No sé. Ya no sé qué decir. Me estaba haciendo mucho daño pensar que tú también me habías mentido —Vega comenzó a sollozar y David volvió a abrazarla.
—No voy a mentirte ni a hacerte daño.
Vega siguió sollozando sobre su pecho, no era capaz de controlarse, sólo quería llorar.
—Estoy enamorado de ti —confesó temeroso de la reacción de Vega.
Ella separó su rostro de su cuerpo, alzó la mirada y con un dedo intentó silenciar a David.
—Estoy loca y profundamente enamorado de ti —volvió a repetir David con el dedo de Vega apoyado sobre sus labios. Y el simple roce de su mano sobre su boca le pareció maravilloso.
A ella le dolió su declaración de amor porque no podía corresponderle y lo silenció con un beso, un tierno beso que David no fue capaz de devolver como le hubiese gustado porque sabía que no era el momento.
—Dame tiempo —Vega volvió a abandonar sus brazos y esta vez iba a ser la definitiva.
—Estaré esperándote —le dijo mientras la dejaba marchar.
Era duro verla partir, sobre todo porque no sabía cuándo volverían a verse. Pero de nada serviría quedarse allí. Tenía que darle tiempo y dárselo desde la distancia. Era su momento y tenía que pensar sólo en ella.
Saber que David no le había mentido le daba paz interior. Pensar que había sido sincero, saber que estaría siempre velando por ella y saber que la amaba le hacía sentir bien. Pero no sabía qué iba a hacer con relación a él, no quería pensar. Iba a dejarse llevar, antes o después sabría la respuesta. Primero tenía que decidir qué iba a hacer con su vida y de momento era muy pronto para pensar en volver. Realmente no sabía si quería hacerlo. Quizás no volvería nunca a Madrid. Ya lo diría el tiempo. Y el viento.