18
Había llegado el momento de presentar su renuncia, ahora le tocaba a él. David también necesitaba dejar atrás aquello que tanto había llegado a detestar. Concertó una reunión con aquellos que lo habían contratado, el anterior secretario general del partido socialista y el ministro de economía del último gobierno socialista. Alfonso González y Daniel García, los auténticos pesos pesados del partido que controlaban en la sombra todo lo que ocurría dentro del socialismo español. Pensaron que no era más que una reunión rutinaria para evaluar el progreso de Marcos Cano y fue una gran sorpresa para ellos, encontrarse con la carta de renuncia de David sobre la mesa.
—¿Ha ocurrido algo? —preguntó Alfonso realmente sorprendido.
—No, es una decisión personal.
—Si podemos hacer algo para que desestimes la idea de abandonar, sólo tienes que decirlo. Si es una cuestión económica podemos discutirlo aquí y ahora —habrían hecho casi cualquier cosa para intentar convencer a David de que se quedara.
—No, llevo unos meses dándole vueltas y ha llegado el momento de abandonar el mundo de la política.
Después de charlar varios minutos con él, vieron que no tenían ninguna oportunidad para hacer cambiar de opinión a su asesor. Sabían que su decisión de abandonar el cargo era meditada e irreversible.
A continuación, David fue a comunicarle su decisión a Marcos. En cierto modo no le sorprendió. Marcos creía que gestionando el tema de Vega, David había cometido algún error y pensó que era muy probable que desde las grandes esferas le hubiesen dado un toque de atención. Sin embargo, no se imaginaba que le diesen un aviso de semejantes magnitudes.
David le explicó que había abandonado por cuestiones personales, pero Marcos, que había elaborado su propia teoría, no le creyó.
—Bueno, siendo así, no puedes despedirte sin que antes nos tomemos una copa.
A David no le apetecía en absoluto tomar nada con el hombre al que consideraba un adversario, pero sintió que debía hacerlo. Llevaba tiempo trabajando estrechamente con él y no pudo decirle que no.
Quedaron en un pub cercano a la casa de David, el pub de su amigo Miguel, en el que Marcos tendría privacidad. Era miércoles y entre semana no solía ir mucha gente y mucho menos a tomar la cerveza de después del trabajo. Su horario de mayor ambiente estaba entre las once y la una de la madrugada. Allí estarían tranquilos.
Al verlo llegar, David se sintió aliviado porque ya no trabajaba con él y porque por suerte, había salido indemne de su papel de chivato contándole toda la verdad a Vega. Incluso, llegó a sentirse culpable por haberlo traicionado aunque lo hubiese hecho por una buena causa. Además, había comenzado a ver una parte más humana en Marcos que hizo que su sentimiento de culpabilidad fuese en aumento.
A Marcos pareció agradarle el lugar que David había escogido, incluso había conseguido librarse de los escoltas que lo acompañaban a todos los sitios.
—Quizás yo también debería renunciar —dijo Marcos para sorpresa de David.
—¿Cómo?
—Llevo varios días dándole vueltas a si personalmente me compensa estar metido en política.
David escuchaba incrédulo y necesitaba que su interlocutor le aclarase lo que estaba diciendo.
—Pensaba que eras una persona muy ambiciosa y que tus metas apuntaban muy alto.
—Sí, pero las razones que me movían creo que no eran las adecuadas y llegar al poder a costa de hacerle daño a la gente me ha hecho abrir los ojos.
—Perdona, creo que no te entiendo. ¿De qué razones me estás hablando?
—Si no conoces los motivos que me movían, es porque no eres tan bueno en tu trabajo como te creías.
David estaba asombrado escuchándolo y no supo qué decir. ¿Qué sorpresa le tenía preparada Marcos?
—O quizás yo soy demasiado bueno guardando secretos —se jactó Marcos.
A continuación, le contó entre copa y copa, que todo lo había hecho para demostrarle a su padre que podía llegar muy lejos, incluso más que él.
A David no pudieron extrañarle más sus palabras porque conocía personalmente a sus padres y pensaba que eran encantadores, y aunque puede que su imagen engañase, le parecían muy humildes, íntegros y honrados.
—Ahí está el secreto, Ángel no es mi padre biológico. Mi verdadero padre no sólo ha renunciado a mí como hijo, sino que ha llegado a decirme cosas como que se avergonzaba de que fuese de su sangre y que no llegaría a ser nada en la vida.
—Lo siento —fue lo único que se atrevió a decir. Era una situación demasiado complicada como para emitir un juicio de valor.
—No te preocupes. Llevo toda mi infancia y mi juventud intentando ganarme su admiración, pero he acabado por darme cuenta de que no merece la pena, no tengo que demostrarle nada a nadie, sólo a mí mismo.
—¿Y tu madre por qué no ha luchado por tus derechos?
—Primero, porque es demasiado buena y segundo, por respeto al que es mi padre adoptivo —hizo una pausa—. Ángel es un gran hombre.
David no se esperaba una revelación de ese tipo y casi, sólo casi, comenzó a ser capaz de ponerse en el lugar de Marcos. Tal vez tuviese una razón de peso para haber sido un auténtico gilipollas, se dijo.
—Lo peor de todo es que he estado tan cegado con mi ansia de poder, que le he hecho daño a todo el que se ha cruzado en mi camino.
—Por lo menos ahora eres consciente de ello. Es un buen principio.
—Sí, espero que sea un buen principio del cambio. No sé qué voy a hacer, lo único que tengo claro es que debo cambiar y que voy a hacerlo.
A David llegaron a asustarle las palabras de Marcos porque él no era de esas personas que se planteaban dar un giro radical a su vida y que nunca lograban hacerlo. Marcos tenía las cosas claras, era decidido y lograba todo lo que se proponía. Además, para su desgracia, llevaba días observando como esa transformación estaba teniendo lugar y aunque le costase reconocerlo, Marcos se estaba convirtiendo en una buena persona. ¿Y si era capaz de reconquistar a Vega? A David le horrorizó pensar en esa posibilidad.
Y allí estaban los dos. Charlando y contándose confidencias como si fuesen dos buenos amigos. A David le pareció irónico. Tal vez la única mala persona de allí fuese él.