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Sanchez lanza un largo y profundo suspiro.

—Así que me garantizas la libertad.

—Sí.

—Y ya no seré una imperfecta.

—Sí.

—¿Y liberarás a mi abuelo? —le pregunto.

—Sí.

—¿Y al señor Angelo también?

—Sí.

—Mis padres tuvieron que pagar las costas legales.

—Serán devueltas por el Tribunal.

—Marlena Ponta fue mi testigo de carácter en el juicio. ¿Declararéis oficialmente que ella no engañó al Tribunal? ¿Públicamente?

—Sí.

—Las marcas de Celestine —señala Raphael—. ¿Pagará el Tribunal el coste de eliminarlas?

Sanchez se lo piensa unos segundos.

—Sí.

—¿La anulación del veredicto se hará pública? —insiste Raphael.

—Se hará.

Sé que Crevan cometió un error, y que eso quizás haga que se investiguen todos sus casos. Si al final declaran imperfecto a Crevan, todo el Tribunal lo será. Y eso terminará con su régimen. No puedo creerlo, es todo cuanto quería. Bueno, no todo. Sanchez reúne sus papeles y, como si pudiera leerme la mente, pregunta:

—¿Eso es todo?

Miro a Carrick.

—Y Carrick Vane. También tenéis que anular su veredicto.

Me mira y creo adivinar una sonrisa en la comisura de sus labios.

—No —responde, tajante.