Capítulo 30
Había sido maravilloso casar a Riley y a Phoenix y ser testigo de su felicidad. También había sido genial poder estar con Gail, a la que no veía muy a menudo. Kyle siempre disfrutaba estando con sus amigos, pero ya había socializado bastante aquella noche. Tenía ganas de volver a casa, pero no podía marcharse. La fiesta todavía no había terminado. Habían comido, se habían hecho las fotos, habían brindado y habían bailado los primeros bailes. Pero la música en directo empezaba a las once y todavía faltaba una hora. Además, los novios todavía no se habían ido de luna de miel. Kyle permanecía junto a la mesa del champán, apoyado en la pared y con el nudo de la corbata aflojado, observando a sus amigos bailar con sus parejas o sosteniendo a sus hijos en brazos. Solo Baxter estaba cerca de él.
–Han cambiado muchas cosas durante los últimos cinco o seis años –musitó Baxter.
–Sí, pero, en general, todo el mundo es feliz –respondió Kyle–. Eso es lo importante.
Baxter tomó una copa de champán.
–¿Tú eres feliz?
Kyle se encogió de hombros.
–Ahora que la planta está casi reparada estoy mejor.
–No me refería a eso.
–Lo sé –bebió un sorbo de champán–. ¿Cómo está tu padre?
–Si no estuviera tan preocupado por él, no habría vuelto a mi casa. Me gusta estar aquí, me encanta estar con todos vosotros. Pero si no hubiera sido por mi padre no habría vuelto.
–Puedo imaginármelo –dijo Kyle–. Lo siento. Es un momento horrible. Ha tenido muy mala suerte. Espero que lo supere.
–Con el mal genio que tiene, seguro que lo consigue.
Continuaron observando la fiesta hasta que Kyle termino el champán.
–¿Crees que si nos vamos se darán cuenta? –preguntó mientras dejaba su copa.
Baxter miró el reloj.
–Todavía es muy pronto –dijo.
Después, llegó Callie y se llevó a Baxter. Había conocido a alguien que tenía una pregunta sobre unas acciones y había pensado que Baxter sería capaz de respondérsela. Aquello le proporcionó a Kyle la oportunidad perfecta para escapar hacia la salida. Él ya había cumplido. Gracias a que todos ellos habían ayudado a decorar el salón, Riley había podido ahorrarse algún dinero, pero la limpieza corría a cargo de los padres de Riley, de sus amigos de la parroquia y de los empleados del local.
Kyle acababa de salir a la calle y de quitarse la cortaba, que se había guardado en el bolsillo, cuando comenzó a sonar una canción. Era una mujer la que cantaba, algo raro, puesto que no recordaba haber visto a ninguna mujer en el grupo. Comenzó a dirigirse hacia su coche y habría continuado avanzando si un segundo después no hubiera reconocido aquella voz.
Lourdes nunca había estado tan nerviosa antes de una actuación. No era solo porque se había colado en la boda sino porque, al volver a Whiskey Creek, estaba poniendo su futuro, toda su carrera profesional, en juego. Y también su corazón. Después de perseguir el éxito, perderlo y luchar por recuperarlo, le había resultado difícil confiar en su intuición. Al montarse en el avión para llegar hasta allí, había arriesgado su mayor posibilidad de éxito. Pero sabía que no sería feliz aunque volviera al primer puesto de las listas. No, si para ello tenía que vivir sin Kyle.
Además, presentarse en una boda y ocupar el escenario no era lo mismo que colarse en una boda, puesto que ya la habían invitado a cantar.
En Youtube había visto al grupo Maroon 5 colándose en varias bodas para cantar Sugar y a todo el mundo le había encantado. Así que esperaba que aquello saliera igual de bien. Y no se le ocurría una manera mejor de estrenar la canción que había compuesto para Kyle.
– All the things I never knew… until I met you –«todo aquello que desconocía hasta que te conocí» cantó mientras comenzaba a tocar los primeros acordes.
Todo el mundo dejó de hablar. E incluso de bailar. Lourdes reconoció a muchos de los rostros que se volvieron estupefactos hacia el escenario, entre ellos los de Phoenix, Riley, Noah, Adelaide, Ted, Sophia, Brandon y Olivia. Estaban todos allí, y también el resto de los amigos de Kyle.
Pero no vio a Kyle.
–¡Ay, Dios mío, pero si es Lourdes Bennett! –oyó exclamar a alguien.
Su nombre fue corriendo de boca en boca hasta que incluso aquellos que estaban más alejados del escenario y no se habían dado cuenta de lo que estaba ocurriendo empezaron a prestar atención.
Lourdes oyó que alguien nombraba también a Kyle. Comprendió que todo el mundo estaba buscándole. ¿Dónde estaba entonces? ¿Por qué no estaba allí?
Estaba empezando a temer que se hubiera marchado cuando el grupo se abrió y le vio en el centro de la pista, con el cuello de la camisa desabrochado, con aspecto informal, pero elegante al mismo tiempo.
Vivió un momento de terror durante el que no pudo menos que preguntarse si no habría cometido un error presentándose así en público, y haciendo todo lo que había hecho.
Cuando le había dicho a Derrick que regresaba a Whiskey Creek, este había decidido poner fin a su relación profesional y le había entregado Crossroads a Crystal, tal y como Lourdes esperaba. Después de aquello, se había quedado sola y tendría que comenzar de nuevo, sin grandes ventajas sobre muchos otros artistas que estaban intentando ganarse el favor y la confianza de gente con influencia en el mundo de la música. Pero, tanto si conseguía relanzar su carrera como si no, esperaba tener a Kyle como marido y compañero de vida.
Si no conseguía volver a los primeros puestos de las listas de ventas, siempre podría actuar en bodas, se dijo a sí misma, y no pudo evitar sonreír al pensar hasta dónde estaba dispuesta a llegar por el hombre que en aquel momento caminaba lentamente hacia ella.
–I never knew love… until I knew you –«no supe lo que era el amor hasta que te conocí», terminó Lourdes.
El salón se quedó en silencio mientras iban apagándose las últimas notas de la canción. Todo el mundo estaba demasiado intrigado por la escena que se estaba desarrollando ante sus ojos como para aplaudir.
Temblorosa y sin respiración, Lourdes dejó la guitarra a un lado y retrocedió un paso.
–Me gustaría desear a Phoenix y a Riley una larga y feliz vida en común. Espero que no les haya molestado esta pequeña sorpresa.
–¡En absoluto! –gritó Riley, y todo el mundo aplaudió.
Lourdes le sonrió.
–La canción se titula Refuge. Es la primera vez que la canto en público, pero me ha parecido adecuado estrenarla aquí, puesto que la escribí en Whiskey Creek –posó los ojos en Kyle–. Y el hombre para el que la escribí es un gran amigo vuestro.
Algunos invitados comenzaron a silbar y a hacerle gestos a Kyle para que se reuniera con ella en el escenario.
–¿Pero qué estás haciendo? –susurró Kyle mientras se acercaba a ella con una leve sonrisa en los labios. Con aquella media sonrisa que Lourdes encontraba tan sexy.
–Por si alguien no le ha oído, quiere saber qué estoy haciendo –explicó Lourdes desde el micrófono–. Y la verdad es que no estoy segura. Jamás he arriesgado tanto por amor como lo estoy haciendo ahora. Ya veis, sé que, en realidad, Kyle no quiere casarse con una cantante famosa. Y menos con una que ha tenido una involución en su carrera como la mía. Pero, a pesar de todo, antes de que me fuera, me pidió que me casara con él. Yo no contesté. Me daba mucho miedo decir que sí, pero tampoco quise decirle que no. Así que… he vuelto para ver si vuelve a pedírmelo.
Pensó que Kyle podría sentirse cohibido por el público. Al fin y al cabo, le había puesto en evidencia y era probable que se sintiera avergonzado. Pero parecía estar demasiado inmerso en la intensidad del momento como para preocuparse porque le estuvieran mirando. Ni siquiera apartaba la mirada de ella.
–No me importa que seas una artista –dijo, hablando también por el micrófono–. Lo que es importante para ti lo es también para mí. Así que te apoyaré y haré todo lo que esté en mi mano para que no te arrepientas de haber vuelto a Whiskey Creek si te casas conmigo.
–¿No soy demasiado joven? –bromeó ella.
–No lo sé. Nueve años son nueve años.
Todo el mundo empezó a abuchearle.
–Parece que todo el mundo me apoya –bromeó en respuesta–. Tengas la edad que tengas, eres la mujer para mí.
–En ese caso, tengo ya la respuesta. Y es sí –contestó.
Kyle la abrazó entonces y la besó.
–Dime que todavía conservas la sortija –susurró Lourdes en medio de los gritos y las felicitaciones de los invitados–. Me encanta esa sortija.
–La devolví –contestó él.
Lourdes se apartó.
–¿De verdad? ¡Pero si solo he estado fuera una semana!
Kyle se echó a reír al verla tan decepcionada.
–Está en casa, esperándote –le dijo, y volvió a besarla.