Capítulo 22
Para cuando Brandon y Olivia se fueron, Lourdes estaba exhausta, pero no había conseguido relajarse. Kyle también estaba muy nervioso. Lourdes percibía su agitación. Casi podía sentir crepitar en el aire toda aquella energía reprimida. Y todo lo que se estaban callando empeoraba la situación. Ella quería decirse que el mal humor de Kyle se debía al fuego, pero sabía que también tenía otras cosas en la cabeza. Fruncía el ceño cada vez que la miraba como si de pronto fuera ella su enemiga en vez de Noelle.
–¿Crees que deberíamos hablar de… lo que ha pasado… antes? –le preguntó.
–¿Te refieres a cuando estabas desnuda debajo de mí? No.
Apretó la mandíbula mientras recuperaba el vaso que había apartado minutos antes y, de vez en cuando, se tensaba un músculo en su mejilla.
–Sé que debe de haberte parecido un poco confuso porque… porque hemos ido un poco más lejos de lo que los dos esperábamos.
–¿Un poco más? –fijó su mirada sobre la de Lourdes con la intensidad de un misil–. ¿También gimes de esa manera cuando te acuestas con otros amigos? ¡Dios mío! Tu manera de mirarme, de darme la bienvenida cuando entré dentro de ti…
–¡Ya basta! –avergonzada, se alisó la sudadera–. Pensaba que comprendías a lo que me refería al decir que se trataba de una relación sin ningún tipo de compromiso. No te imagino enamorándote de una de esas mujeres que se tatúan tu nombre en el brazo después de unas cuantas citas, ni acostándote con ella. Yo nunca me he acostado con nadie con quien no tuviera una relación. Solo estaba… intentando… dejar claro lo que había entre nosotros para que pudiéramos disfrutar de algo que a los dos nos apetecía.
–Sí, claro. Pero después de todo lo que habías dicho sobre que no iba a tener ninguna importancia, me has sorprendido.
–¡Y tú también me has sorprendido a mí!
¿Pero qué más podían haber hecho para protegerse? Ella no tenía la culpa de que las cosas no hubieran salido tal y como habían planeado. No tenía la culpa de que, en el momento en el que la había tocado, todo lo que había dicho en la puerta se hubiera difuminado, como si fueran las palabras, y no los hechos, las que no tenían ningún significado. No habían puesto ninguna distancia emocional entre ellos, algo que a Lourdes la había asustado tanto como a él.
–Olvídate de que he sacado el tema –le dijo–. Yo pensaba… Pensaba que de esa manera podía despejar un poco el ambiente, pero es obvio que todavía no estás preparado para hablar de lo que ha pasado.
–No puedo imaginarme por qué –musitó él con sarcasmo.
–¿Qué quieres que haga? –le preguntó.
–Nada. No quiero nada de ti. Vete a la cama.
Lourdes no obedeció. Se sentía demasiado mal con todo lo ocurrido.
Tras esperar durante varios segundos, intentó acercarse a él cambiando de tema.
–Ha sido un gesto bonito por parte de Brandon y Olivia el haber venido.
Kyle hizo un sonido mostrando su acuerdo, pero eso fue todo. Después, se levantó para servirse una copa, pero en aquella ocasión se llevó la botella al sofá.
–Se está haciendo tarde –dijo Lourdes.
Kyle tampoco respondió. Se limitó a mirar lo que quedaba en el vaso y a servirse otro trago. Lourdes se levantó y se acercó a él.
Kyle arqueó las cejas al verla agarrar la botella que él todavía no había dejado en la mesa.
–¿Estás seguro de que quieres seguir bebiendo? –le preguntó–. ¿No crees que enfrentarte mañana a los daños que ha sufrido la planta ya será suficientemente duro?
Pensó que Kyle iba a arrancarle la botella de la mano. Y haría bien. Ella no era quién para decirle lo que tenía que hacer. Pero solo estaba intentando cuidarle y él pareció comprenderlo porque, pocos segundos después, soltó una maldición, pero le permitió apartar la botella de su alcance.
–Vamos. Déjame acompañarte a la cama.
Tiró de él para levantarle y le condujo a su habitación, donde Kyle se tiró en la cama completamente vestido.
Después de quitarle las botas, Lourdes estuvo a punto de arroparle, pero Kyle le dirigió una mirada que la dejó clavada donde estaba.
–¿Qué pasa? –le preguntó.
–¿Vamos a acostarnos o no?
Lourdes contuvo la respiración.
–¿Crees que hablándome así vas a quitarle valor?
Los ojos de Kyle brillaban con dolor y enfado.
–Puedo demostrarte cómo son las cosas cuando no significan nada –respondió Kyle, colocándola encima de él.
Al ver que no se oponía y que no intentaba levantarse, Kyle le bajó la cremallera de los vaqueros.
–Dime que tu silencio es un sí.
Lourdes cerró los ojos. Debería negarse, pero era lo último que le apetecía. Sabía que si abandonaba aquella habitación en ese momento, volvería a los cinco minutos, o menos, y, para entonces, a lo mejor Kyle ya había caído rendido.
–Sí –musitó.
Kyle se desprendió rápidamente de la ropa de ambos, pero, en vez de besarla y abrazarla como había hecho la vez anterior, en vez de envolverla con su lengua, sus manos y su voz, se puso un preservativo e instó a Lourdes a tumbarse boca arriba.
No quería sentir ninguna ternura, comprendió ella. Solo estaba buscando un desahogo físico, y ella no se oponía a que lo tuviera. Tenía tantas ganas de sentirle dentro como él de estar allí, aunque tuviera que ser de aquella manera.
Pero todo fue demasiado rápido como para que pudiera sentirse satisfecha. Aquella fiera intensidad fue más excitante que todo lo que había experimentado hasta entonces, pero, cuando todo acabó, sintió una extraña decepción.
Cuando Kyle terminó, ella comenzó a levantarse. Sabía lo difícil que iba a ser para él aquella noche. Lo afectado que estaba y lo mucho que había bebido. Imaginaba que no tenía ningún derecho a sentirse sorprendida u ofendida, puesto que Kyle le había dado lo que le había prometido. Había sido ella la que había decidido conformarse con lo que él estuviera dispuesto a darle. Por eso se sobresaltó cuando Kyle le pasó el brazo por la cintura y la hizo volver a tumbarse.
Se la quedó mirando fijamente, con expresión insondable. Lourdes creyó distinguir en ella cierto arrepentimiento y deseó que se suavizara, que la besara y acariciara como había hecho antes.
Pero no lo hizo. Le sostuvo las manos por encima de la cabeza mientras le succionaba los senos. Después, deslizó los labios por su estómago, besándola, mordiéndola.
Lourdes jadeó cuando Kyle se colocó sus piernas en los hombros y la sostuvo allí, impidiéndole moverse o apartarse de él. Había tomado el control. Pero tampoco ella pretendía escapar.
Se retorció en la cama, aferrándose al cabecero, mientras Kyle le provocaba un orgasmo rápido e intenso.
Aunque Lourdes había visto numerosas escenas de sexo con cierta brutalidad y desgarro de ropa incluido en alguna película, jamás lo había experimentado en carne propia. Por lo menos hasta aquella noche. Y tenía que admitir que contenía un cierto erotismo. Aun así, prefería la delicadeza con la que Kyle la había acariciado antes del incendio. Pero él había querido dejar clara su posición y ella no podía negar que, en ese sentido, había hecho un buen trabajo.
Cuando intentó marcharse a su propia cama, Kyle volvió a agarrarla por la cintura y, en aquella ocasión, la estrechó contra él.
Se dijo a sí misma que esperaría a que se quedara dormido y se iría después a su dormitorio. Dada la naturaleza pasajera de su relación, no le parecía sensato acurrucarse contra él. Aquello solo serviría para derribar el objetivo que se había propuesto Kyle al hacer el amor de forma tan rápida y brutal, evitando todo tipo de manifestaciones de cariño.
Pero ella también estaba cansada. Y el calor de su cuerpo le proporcionaba un espacio tan confortable para dormir que pronto se sintió demasiado lánguida como para moverse. Y no volvió a abrir los ojos hasta la mañana siguiente, cuando una multitud parecía estar aporreando la puerta y llamando al timbre al mismo tiempo. Se dio cuenta entonces de que seguía todavía en la cama de Kyle.
Despertado por el ruido, Kyle se levantó y agarró algo de ropa. Después, la miró y frunció el ceño como si no le hiciera ninguna gracia verla.
Lourdes tiró de las sábanas para taparse y le devolvió una mirada igual de hostil.
–No te preocupes. No voy a salir corriendo a tatuarme tu nombre ni nada parecido. Ya te aseguraste de dejar muy claro que solo querías acostarte conmigo, no hacer el amor.
Kyle se pasó la mano por el pelo. Lo tenía de punta en un lateral, lo que le daba un aspecto muy sexy.
–Sí, bueno, supongo que soy una de esas personas para quien las cosas son o todo o nada.
–No te pedí que me demostraras lo que era nada –replicó ella–. Solo te estaba acompañando a la cama. Lo que pasó después fue idea tuya.
–Lo sé. Y me temo que no muy buena idea.
–Habías estado bebiendo. ¿Debería haberme negado?
–No por el hecho de que hubiera bebido. No le estoy echando la culpa al alcohol. Ni a ti.
–Pero no te gustó lo que pasó anoche.
–¿Cómo va a gustarme? Fui un miserable.
–La gente tiende a hacer cosas raras cuando no quieren que le hagan daño. Pero, solo para que lo sepas, yo tampoco quiero que me lo hagan.
Kyle se había sentido vulnerable cuando había estado con ella antes del incendio, había sentido más de lo que debería. Les había pasado a los dos. De modo que a Lourdes no le resultaba tan chocante que después del incendio hubiera intentado conseguir el placer que buscaba al tiempo que intentaba erigir unas barreras que le permitieran sentirse más seguro.
–En cualquier caso, en lo que a acostarnos se refiere, la cosa no ha estado tan mal.
Kyle la taladró con la mirada, pero no dijo nada. Se limitó a vestirse.
–Muy bien, de acuerdo –dijo Lourdes–. A lo mejor debería intentar facilitarnos las cosas a los dos. ¿Quieres que me vaya hoy mismo a la otra casa?
Sin molestarse en ponerse la camisa que todavía llevaba en la mano, Kyle se volvió hacia ella.
–No, no te vayas. Después de lo que pasó anoche en la planta, no quiero que vayas sola a ninguna parte. ¿No lo entiendes?
–Eso significa que crees que Noelle podría intentar hacerme daño.
–Lo que significa es que no vas a ir a ninguna parte sin mí hasta que no averigüe lo que ha pasado.
–¡Kyle! –gritó una voz de mujer que Lourdes no reconoció.
–¿Quién es? –preguntó Lourdes.
Kyle se puso la camisa a toda velocidad y miró el reloj.
–Es Eve. Todos los viernes por la mañana quedo con mis amigos a tomar café. Supongo que al ver que no he aparecido han decidido venir. Brandon y Olivia les habrán contado lo del incendio.
Alguien aporreó la puerta.
–¡Kyle, abre! Baxter está en el pueblo, tío –era una voz de hombre.
–¡Ya voy! –gritó Kyle mientras se abrochaba los pantalones.
Lourdes se cubrió todavía más con las sábanas.
–¿Alguna vez me has hablado de Baxter?
–Lo dudo. Es uno de mis mejores amigos, pero está viviendo en San Francisco –suavizó un poco la voz al detenerse en la puerta–. No tienes por qué salir si no quieres –le dijo mientras salía al pasillo.
Un segundo después, llegó hasta los oídos de Lourdes el ruido de gente entrando en casa. Caramba, ¿cuántos amigos tenía Kyle?
Se dijo a sí misma que debía permanecer al margen, como él mismo había sugerido. No estaba muy contenta con él aquella mañana, por muy buena excusa que tuviera para su mal humor. Lo que él estaba sintiendo por ella no podía ser más complicado que lo que sentía ella por él. Pero oyó que algunos de sus amigos preguntaban por ella. Y oyó también el llanto de un bebé que parecía un recién nacido.
Era evidente que Callie había llevado a su hijo.
Se hundió en la cama y se cubrió la cabeza con las sábanas para bloquear aquel sonido. No quería pensar en bebés. Era muy probable que en su vida no los hubiera. Sobre todo después de una época como aquella. Tenía demasiadas cosas que arreglar en su carrera. Pero cuando ya fueron cuatro o cinco los amigos de Kyle que se lamentaron por no poder conocerla, se sintió culpable y egoísta por querer evitarles.
De modo que se levantó de la cama y se puso los vaqueros y la sudadera del día anterior con intención de pasar al baño para lavarse antes de presentarse. Pero no tenía ni el maquillaje ni los productos para el pelo en el baño principal y, en el instante en el que salió del dormitorio, se encontró con un hombre en el pasillo, que seguramente también iba en busca del baño, y que la vio salir del dormitorio de Kyle.
El amigo de Kyle le dirigió una sonrisa de oreja a oreja.
–Tú debes de ser Lourdes.
Kyle se sorprendió al ver aparecer a Lourdes. No esperaba que quisiera enfrentarse a tanta gente, sobre todo porque no había tenido oportunidad de ducharse o cambiarse. Le pareció más que un poco cohibida. Comprendía que lo estuviera, teniendo en cuenta que acababa de salir de su cama. No solo tenía el pelo revuelto, sino que llevaba la misma ropa que la noche anterior. Y cuando Brandon le dio un codazo, Kyle supo que su hermano lo había notado.
–La cosa empieza a ir en serio, ¿eh? –susurró Brandon.
Kyle no tuvo oportunidad de responder. Lourdes acababa de aparecer con Noah que anunció:
–Mirad con quién me he encontrado.
–¡Lourdes! –exclamó Eve–. Así que es verdad que estás en el pueblo. Estaba empezando a preguntarme si Kyle no estaría teniendo delirios de grandeza.
Lourdes rio la broma.
–Siento no haber sido más sociable. He estado… ocupada. Pero si me dais un minuto para lavarme la cara y los dientes, ahora mismo vuelvo.
Cuando se dirigió hacia el cuarto de baño, todos los amigos de Kyle se volvieron hacia él.
–¡Hala! Así que es verdad –musitó Riley–. ¡Estás saliendo con Lourdes Bennett!
–¿Esa era Lourdes Bennett? –preguntó Baxter–. ¿La mismísima Lourdes Bennett?
Brandon pareció confundido.
–Ya te hemos dicho en el Black Gold que Kyle estaba saliendo con ella.
–Pero he pensado que Kyle me habría llamado para darme una noticia así –se cruzó de brazos–. Y él no me ha dicho nada.
–No es nada serio –se justificó Kyle–. Lourdes volverá a Nashville en cuanto termine de componer su nuevo disco.
–¿Pero ha sido el hecho de que estéis juntos lo que ha disparado a Noelle?
Olivia se sintió ofendida.
–¡Eh! No sabemos si Noelle ha tenido algo que ver con el incendio.
Cheyenne retrocedió con la sorpresa reflejada en el rostro.
–¿Pero existe siquiera esa posibilidad? Yo me refería a la pelea que hubo la otra noche en el Sexy Sadie’s. Ayer oí a Genevieve Salter contándole al cajero de Nature’s Way que Noelle la había atacado.
Olivia se puso roja como la grana.
–Eh… No. Da igual.
Todos miraron a Kyle buscando una explicación. Pero él no quería acusar a la hermana de Olivia sin tener ninguna prueba, aparte de la de haberla visto en el lugar del incendio. Pasaba muchas veces por su casa. Con la cabeza fría y la perspectiva que daba una noche de descanso, podía estar de acuerdo en que quizá no estuviera haciendo nada más que acosarle como siempre. A la luz del día, eso le parecía más probable que el que Noelle, o cualquier conocido, hubiera incendiado a propósito la planta.
–No sabemos lo que pasó. Todavía.
Lourdes salió del cuarto de baño antes de que tuvieran oportunidad de presionarle pidiendo más detalles. No se había molestado en ducharse ni maquillarse, pero se había recogido el pelo en un descuidado moño. Kyle pensó que estaba arrebatadora, como siempre, y le entraron ganas de patearse por lo mal que la había tratado la noche anterior. Era evidente que Lourdes comprendía lo difícil que era aquella situación para él. Si se había sentido ofendida por su conducta, a lo mejor le daba el espacio que necesitaba para superar lo que estaba sintiendo.
Kyle se aclaró la garganta para alertar a sus amigos de su presencia y hacer las presentaciones. Todos sus amigos iban con sus parejas, excepto Baxter, así que era probable que le estuviera diciendo muchos más nombres de los que ella sería capaz de recordar.
–Estos son Dylan y Cheyenne y su hijo Kellan. Y este es Baxter, un amigo que acaba de volver a vivir al pueblo después de haber estado en San Francisco.
Lourdes ya conocía a Brandon y a Olivia, pero también estaban allí Noah y Adelaide, Callie y Levi, Sophia y Ted, los propietarios del jacuzzi que habían utilizado en secreto, Eve y Lincoln con un bebé de dos meses y Phoenix y Riley.
Lourdes fue muy educada con todo el mundo, pero estuvo más atenta con el recién nacido de Callie. El de Eve todavía estaba durmiendo en su carrito.
–Felicidades por el nacimiento de vuestro precioso hijo –le dijo a Callie.
–Gracias –contestó Callie sonriendo con orgullo–. ¿Quieres tenerle en brazos?
Lourdes abrió los ojos como platos.
–No sé si es muy buena idea. Me refiero a que… es tan pequeñito y tan frágil…
–No hay nada de lo que preocuparse –dijo Callie–. Colócatelo en el hueco del brazo, así.
Aunque Lourdes permitió que Callie dejara al niño en sus brazos, miraba a Aiden como si le aterrorizara. Kyle estuvo a punto de salir en su rescate haciéndose cargo del bebé, pero, a medida que fue pasando el tiempo, ella pareció ir sintiéndose más cómoda. Estuvieron hablando un rato de su música, de su carrera profesional y de Angel’s Camp, el pueblo en el que había crecido, pero después Lourdes pasó a un segundo plano. Kyle la vio sentarse en el sofá, colocar al bebé en su regazo y mirarle como si jamás hubiera presenciado nada tan milagroso. Como si estuviera hechizada.
Aquella imagen no le ayudó mucho. Se había convencido a sí mismo de que iba a disfrutar de su soltería, pero, en aquel preciso instante, pasar otros cinco años solo no le parecía una perspectiva tan emocionante. A lo mejor sería más fácil si viviera en una gran ciudad, donde había muchas más cosas que hacer. Pero él había crecido en un pueblo pequeño, en el que la vida diaria transcurría alrededor de los amigos y la familia, y también quería tener una familia.
Siempre había pensado que para los treinta se habría casado y tendría hijos, pero se estaba acercando ya a los cuarenta.
Les explicó a sus amigos que, en realidad, no se sabría cómo había comenzado el incendio hasta que no hubiera terminado la investigación y Riley le aseguró que le daría la vuelta a toda su agenda de trabajo para ayudarle a reconstruir la planta en cuanto lo necesitara. Después hablaron del regreso de Baxter al pueblo y de cómo se lo estaba tomando su padre. Había renunciado a un lucrativo trabajo de bróker en San Francisco para dedicarse a las operaciones bursátiles por internet. Quería pasar más tiempo con su padre, al que le habían diagnosticado un cáncer de próstata el verano anterior. El señor North no estaba respondiendo bien al tratamiento y aquel era un motivo de preocupación. Pero Baxter y su padre no se llevaban bien. El señor North nunca había aceptado el estilo de vida de Baxter. Cuando había salido del armario, su padre había pasado mucho tiempo sin hablarle.
–Pero ese tipo de operaciones bursátiles son muy arriesgadas, ¿no? –le preguntó Ted–. Un amigo mío, que también es escritor, intentó probar suerte y perdió toda una fortuna en muy poco tiempo.
–Sí, el nivel de riesgo es elevado –se mostró de acuerdo Baxter–. ¿Pero qué otra cosa puedo hacer en Whiskey Creek?
–En San Francisco parecía irte bien –se lamentó Riley.
–¿Y a dónde demonios vas a ir para conocer gente? –preguntó Eve.
–El problema no soy yo –respondió Baxter–. No creo que mi padre vaya a superar la enfermedad.
Kyle no podía evitar observar a Baxter con algo más de atención cada vez que interactuaba con Noah. Habían sido amigos íntimos durante la infancia. Y, pocos años atrás, Noah se había enterado de que Baxter había estado enamorado de él durante años. Aquella información había salido a la luz cuando Baxter había revelado su condición sexual y la reacción de Noah no le había puesto las cosas fáciles.
–Si tiene que pasar lo peor, preferiría estar preparado –dijo Baxter.
–Me parece maravilloso por tu parte –Callie le agarró del brazo–. Recuerdo lo bien que me cuidaste cuando tuve los problemas con el hígado. ¿Pero crees que estarás bien viviendo con tus padres? ¿Tu padre ha cambiado lo suficiente como para que puedas sentirte cómodo?
Baxter se encogió de hombros.
–Supongo que eso lo iremos viendo. En cualquier caso, debería ser capaz de aguantar unos meses.
Kyle se temía que el señor North no había cambiado. Baxter le había comentado en alguna ocasión que su padre continuaba teniendo problemas con su orientación sexual, pero él se alegraba del regreso de su amigo. Por lo menos Baxter no estaría hablando de bebés continuamente, como el resto de sus amigos, puesto que todavía no tenía pareja.
–Kyle, ¿ya has pensado lo que vas a decir en la boda? –le preguntó Phoenix.
–Llevo mucho tiempo pensando en ello.
Intentó pensar en algo que ofrecerles si le presionaba pidiendo detalles, pero Lourdes le interrumpió antes de que Phoenix insistiera.
–¿Habéis desayunado ya? ¿Os apetece que os preparemos unos huevos, tostadas y fruta?
–No, no hace falta que cocines –contestó Sophia–. Venimos de la cafetería.
–Estoy seguro de que habéis venido nada más encontraros allí. Vamos a prepararos un desayuno –se ofreció Kyle.
Los demás intercambiaron una mirada.
–Si estáis seguros –dijo Adelaide.
Lourdes le tendió el bebé de nuevo a Callie.
–Es posible que haya fracasado con mi último disco, pero soy capaz de cocinar unos huevos –bromeó.
Y, para cuando tuvieron el desayuno en la mesa, estaba riendo y hablando con los amigos de Kyle como si les conociera de toda la vida.
–Es un encanto –le susurró Cheyenne a Kyle mientras le abrazaba para despedirse de él–. Y, para mi sorpresa, con los pies bien plantados en la tierra.
Ted le palmeó la espalda.
–Has elegido bien.
Kyle se sentía como un farsante. Hasta entonces, nunca había mentido a sus amigos. Pero no podía defender que entre Lourdes y él no había nada porque todos sabían que había salido de su dormitorio aquella mañana.
–Que tengas suerte con la compañía de seguros –le deseó Noah–. Lo que ha pasado es terrible, pero saldrás adelante –le dirigió a Lourdes una significativa mirada–. Por lo menos, en otros terrenos las cosas te van bien.
–Sí, claro –contestó secamente.
Y se alegró cuando sonó el teléfono y tuvo una excusa para despedirse de sus amigos con un gesto de la mano y alejarse de la abarrotada puerta para ir a contestar.
Era el jefe de policía. Hablaron un momento y después Kyle se puso el abrigo y las botas y salió poco después de que se hubieran ido sus amigos. El policía le había pedido que se encontrara con él y con un perito en incendios en la planta.
Lourdes agarró la guitarra y tocó unos acordes mientras imaginaba el aspecto de aquel lugar sin el manto de la noche. ¿Los daños serían peores de los que Kyle pensaba?
Esperaba que no. Y también que el perito determinara cómo había empezado el fuego. Si Noelle había tenido algo que ver, se merecía un castigo. Le había roto el corazón ver a Kyle observando cómo todo su trabajo se transformaba en humo.
Pero eso no era lo único que ocupaba sus pensamientos. No podía dejar de pensar en lo que había pasado cuando se habían acostado la noche anterior. Había estado comprometida con Derrick durante casi un año, había salido con él durante tres. ¿No debería haber deseado estar en sus brazos y no en los de Kyle? Porque en ningún momento había pensado en Derrick.
–¿Qué me está pasando? –susurró en la habitación vacía.
La mayor parte de las cosas que le habían parecido tan importantes en Nashville lo eran mucho menos allí: la fama, el dinero, las ventas de discos. Pero jamás, ni en un millón de años, habría imaginado que olvidaría al amor de su vida con tanta rapidez. ¿Por qué no echaba de menos a Derrick?
Lo único que podía imaginar era que había sufrido tanto durante los meses anteriores que había ido distanciándose de él poco a poco, un poco más con cada discusión. A lo mejor, en medio del enfado, del orgullo herido y la fe en un compromiso que nunca se había cuestionado, no había sido capaz de darse cuenta de que no significaba tanto para ella como creía.
Si aquel era el caso, Crystal le había hecho un enorme favor, eso era incuestionable. Todavía tenía que averiguar cómo iba a recomponer su carrera sin tener mánager, pero por lo menos no iba a casarse con un hombre que no se merecía su confianza. Era libre y podía continuar con su vida…
¿Pero para hacer qué? ¿Podría tenerlo todo? ¿Una carrera profesional, un marido y una familia? ¿O, al igual que su madre, se vería obligada a elegir?