Capítulo 23

 

Cuando Kyle atravesó los restos calcinados de lo que había sido su despacho, descubrió que era difícil no volver a enfurecerse otra vez. Afortunadamente, tanto la maquinaria como la producción estaban a salvo. Solo habría que reconstruir la zona de oficinas. Pero, con todos los pedidos que estaban teniendo últimamente, aquello iba a suponer muchos problemas.

Una hora atrás, cuando había llegado, se había encontrado con varios empleados que se habían presentado al trabajo como todos los días. Las cintas de barrera que Bennett había colocado habían mantenido a todo el mundo fuera del edificio, pero los trabajadores se habían quedado de piedra al encontrarse la fábrica en aquel estado. Tenían una gran curiosidad por saber cómo podía haber empezado el fuego. Sin embargo, tanto Bennett como el perito que había llevado, un hombre calvo y con gafas que atendía al nombre de Ronald Lee, le habían pedido que no comentara con nadie que había visto a Noelle por la zona la noche anterior. De modo que Kyle les había dicho a sus empleados que no sabía lo que había pasado, lo cual era cierto, y les había enviado a casa a pasar el día con órdenes de no regresar al trabajo hasta nuevo aviso. Aunque la fábrica podría estar pronto en funcionamiento, Bennett y Lee le habían dicho que harían falta un par de días para analizar la seguridad del edificio, investigar las causas del incendio y reunir cuantas pruebas pudieran encontrar. Después, Riley tendría que sacar los escombros, colocar postes de apoyo y muros de carga y limpiar todo aquel desastre.

Faltando solo diez días para la Navidad, Kyle calculaba que estarían hablando de mediados de enero. Por suerte, ya les había prometido a sus empleados una semana de vacaciones, algo que llevaba planeando hacer todo el año. Aquello aliviaría los efectos de un cierre repentino. Pero tener que pagarles varias semanas más sin que fueran a trabajar agotaría sus recursos.

A pesar de que había recibido su mensaje y sabía que no iba a poder trabajar, Morgan también se había presentado en la planta. Había aparecido un poco más tarde que los demás, puesto que había estado intentando localizar a todos los empleados para que no fueran allí para nada. Pero ella no había sido capaz de quedarse en casa. Le había dicho a Kyle que necesitaba verlo por sí misma.

Kyle miró con el ceño fruncido el ordenador achicharrado. No se encendió, lo cual no fue ninguna sorpresa. Lo mismo ocurrió con el de Morgan, lo que le hizo agradecer todavía más que su asistente hubiera hecho una copia de seguridad de los ordenadores el día anterior. Se lo había asegurado antes de que Kyle la enviara de vuelta a su casa, como había hecho con todos los demás. También había estado de acuerdo en que podrían intentar salir adelante llevando el negocio desde sus casas hasta que reconstruyeran la oficina. Antes de marcharse, Morgan se había llevado la tarjeta de crédito de Kyle para comprar unos ordenadores nuevos.

–¿Señor Houseman?

Kyle estaba en cuclillas delante de su escritorio, intentando abrir los cajones. Al oír la voz del perito se levantó. Bennett había estado con Lee mientras analizaban los alrededores y el propio edificio, desplazándose desde las zonas menos dañadas a las que habían sufrido daños mayores. Pero el jefe de policía de Whiskey Creek había recibido una llamada y había salido a buscar algo en el coche patrulla antes de que Kyle hubiera ido a ver si podía recuperar algo de valor en su despacho.

–¿Sí?

–Ha sido un incendio provocado. No hay ninguna duda.

–Así que ha sido obra de alguien.

Lee asintió. Parecía un hombre que se ceñía de forma estricta a las normas y sin muchas habilidades sociales. Kyle no podía decir que le cayera bien, pero parecía saber mucho sobre incendios, así que no le importó que no fuera una persona muy afable.

–Por el patrón del fuego, el punto de origen está cerca de la puerta principal.

Kyle ya lo sospechaba, pero, aun así, le impactó. No entendía cómo se había atrevido Noelle a llegar tan lejos…

–Pero la planta estaba cerrada. Ya ha oído que me lo ha confirmado mi asistente cuando ha llegado esta mañana. Así que, o alguien tenía una llave, lo que es poco probable porque mi asistente es la única persona que la tiene, aparte de mí, o forzaron la entrada.

–Forzaron la entrada. Rompieron una ventana –le explicó sin ningún género de dudas–. Hay una piedra al lado de la puerta y no es mucho más grande que las que hay por la zona. Creo que el culpable condujo hasta aquí, agarró la piedra en la propiedad y la utilizó para romper la ventana que está más cerca de la puerta. Después echó alcohol en la moqueta y…

–¿Alcohol? ¿Cómo sabe que fue alcohol?

–Los líquidos inflamables con una presión de vapor alta prenden de forma muy rápida y chamuscan los objetos mientras que los que tienen componentes con el punto de ebullición más elevado tienden a quemar y fundir. Y lo que estoy viendo es, definitivamente, lo primero –se empujó las gafas por el puente de la nariz–. Además, hay una botella de Jack Daniel’s en el aparcamiento. A no ser que sus empleados tengan la costumbre de traer alcohol al trabajo, es razonable pensar que a quienquiera que provocara el incendio se le cayó la botella al salir corriendo hacia su coche. Como se rompió, se vio obligado a dejarla. Así que recogeré las piezas y espero poder encontrar alguna huella. No creo que llevara guantes. En caso contrario, no habría intentado llevarse la botella.

Si consiguieran una huella, él tendría algo más que el haber visto el Honda para demostrar que Noelle estaba detrás de todo aquello.

–No he encontrado un mechero –estaba diciendo Lee–, así que doy por sentado que quienquiera que fuera utilizó una cerilla, o toda una caja de cerillas.

–¿Del Sexy Sadie’s quizá? –preguntó Kyle secamente.

–¿Perdón?

–Es el bar del pueblo.

–Exacto. Donde trabajaba su ex antes de que la despidieran. Sí, recuerdo que me lo ha dicho. Pero si utilizó una caja de cerillas, estará completamente destrozada, así que no podré demostrar de dónde son. Por supuesto, todavía no he terminado de buscar, pero, hasta ahora, no he encontrado ningún resto.

En cualquier caso, Kyle solo había pretendido mostrar un poco de ironía. Lee parecía darse cuenta de todo, excepto de los sutiles matices que desprendía su tono de voz y su lenguaje corporal.

–Así que fue rápido y fácil –dedujo.

Tan fácil como para que pudiera hacerlo alguien que jamás había hecho algo así. Alguien como Noelle, por ejemplo, podría haber provocado aquel fuego.

Lee tomaba notas en su libreta.

–No podía haber sido más fácil. No había nadie aquí. Era de noche. No hay ninguna medida de seguridad y tampoco vecinos cerca. Como ya le he dicho, es muy fácil.

Todo lo cual convertía en un milagro que Warren hubiera advertido el olor a humo. Si no hubiera salido a fumarse un cigarrillo, habría ardido la planta entera. Lo cual le hizo recordar que por un momento había llegado a plantearse la posibilidad de que Warren hubiera estado fumando cerca del edificio. Dudaba seriamente que fuera aquel el caso, pero pensó que debería plantear la pregunta.

–¿Está seguro de que no puede haber sido por culpa de una cerilla tirada de forma accidental?

–Este incendio no lo provocó nada de forma accidental –respondió–. ¿Sabe de alguien, aparte de su ex, que pueda ganar algo provocando este incendio, señor Houseman?

Kyle se frotó las sienes. Cuando le había hablado de Noelle, el jefe Bennett había fruncido el ceño como si lo creyera posible. Lee apenas había garabateado su nombre y su dirección en su libreta. Y ella era la única que quería hacerle algún daño.

–No.

–Así que tenemos a esta… Noelle.

–Sí.

–Ya entiendo. Usted y su ex llevan divorciados cerca de cinco años y no tienen hijos, ¿correcto?

–Así es.

–Y le paga puntualmente su pensión cada mes.

–Llevo tiempo pagándole por adelantado, puedo demostrarlo.

También se lo había comentado previamente y Lee no le parecía un tipo que necesitara que le repitieran la información clave.

–¿Y no cree que podría preocuparle que su capacidad para pagarle cada mes pudiera resentirse si le ocurriera algo a la planta?

–Para entenderlo, tendría que conocerla.

–Pero hasta ahora nunca había hecho algo así.

Kyle notó que sus músculos se tensaban por el agotamiento, la decepción, la frustración y la rabia.

–Ya se lo he dicho. De vez en cuando, tiende a obsesionarse. A veces se distrae con relaciones ocasionales, pero, cuando no funcionan, intenta volver conmigo. Es algo cíclico.

–¿Alguna vez ha hecho algo violento?

Kyle pensó en todas las veces que había intentado pegarle, pero jamás había denunciado aquellos episodios, así que sabía que resultarían poco creíbles si los mencionaba en aquel momento.

–La semana pasada pegó a una compañera de trabajo.

–Sí, ya me lo ha dicho, y lo investigaré. Y, mientras tanto, ¿cree que hay alguien más que pudiera guardarle algún rencor?

–Ya se lo he dicho, no.

–¿Algún cliente resentido? ¿Algún empleado?

–¡No lo suficiente como para provocar un incendio!

Lee alzó la mirada de su libreta.

–¿Tiene seguro de incendios, señor Houseman?

Kyle deseó que Bennett regresara. No le gustaba lo que estaba insinuando aquel tipo.

–Por supuesto. ¿No lo tienen la mayor parte de los negocios?

–Solo quería asegurarme –tomó nota.

Después, comenzó a volverse, pero Kyle le detuvo.

–Espere un momento. Si este incendio ha sido provocado, tiene que haber sido cosa de mi exmujer. Yo no tengo ninguna razón para acabar con mi propio negocio, si es eso lo que está insinuando. No estoy intentando defraudar a mi seguro.

–Un noventa por ciento de este tipo de casos están relacionados con fraudes.

Si lo hubiera dicho otro, podría haber sido una acusación, pero, en boca de aquel tipo… Kyle no podía estar seguro. Aun así, la mera sugerencia le ofendió.

–Seguro que eso le facilitaría el trabajo, pero me temo que esta vez va a tener que esforzarse un poco más.

Lee arqueó las cejas como si le sorprendiera la respuesta de Kyle.

–Mire mis cuentas –insistió este–. Verá que no tengo ningún motivo para destrozar lo que tanto me ha costado levantar.

–Lo haré. Tengo la obligación de hacerlo. Es mi trabajo –contestó, y continuó trabajando.

Kyle habría dado un portazo si le hubiera quedado alguna puerta.

–Es increíble –musitó.

¿Cómo era posible que pudieran considerarle tan sospechoso como a Noelle?

 

 

Lourdes no tenía intención de comunicar a su familia su ruptura con Derrick hasta después de Navidad. Pero, una vez publicada la noticia en la prensa del corazón, no le quedaba otra opción. Así que les aseguró a su madre y a sus hermanas que estaba manejando el final de su relación sin problemas y que después de Año Nuevo buscaría otro mánager.

Sin embargo, le costó convencer a su madre de que Kyle solo era un amigo. Renate no solo había leído lo que habían publicado, sino que también notó la preocupación de su voz al hablar del incendio y sacó sus propias conclusiones. O la que consideró que era la conclusión obvia…

–Si no vienes a casa por Navidad es porque hay algo en Whiskey Creek que te retiene –insistió.

Lourdes estaba empezando a arrepentirse de haber interrumpido su precioso trabajo para aceptar aquella llamada. No lo habría hecho si no hubiera sido por lo mucho que le estaba costando concentrarse por culpa de la ansiedad que se había apoderado de ella mientras esperaba a oír lo que el perito y el jefe de policía tenían que decir.

–Por fin estoy avanzando algo en el nuevo disco, mamá. Por eso no quiero irme ahora.

–Pero, si solo estabas intentando quitarte de encima a la prensa haciendo esas declaraciones, ¿por qué no te vas a la casa que habías alquilado si ya te han arreglado la caldera? Tiene que haber alguna razón.

–Ya te lo he dicho, me siento cómoda en casa de Kyle. Estoy tan bien que estoy empezando a trabajar otra vez. La música es lo único que me importa. Y por eso vine aquí. No quiero estropearlo.

–¿Entonces no te gusta Kyle?

Lourdes borró de su mente la imagen de ella misma en la cama de Kyle. Había pasado mucho tiempo pensando en lo que había pasado.

–De acuerdo, sí. Me gusta. Me gusta mucho –admitió–. Pero no soy la clase de mujer que él está buscando.

–Cualquier hombre tendría suerte de estar contigo –respondió su madre.

Lourdes dejó la guitarra a un lado y se levantó para ir a buscar un vaso de agua.

–No creo que tú seas muy objetiva, mamá.

–¡Pues es la verdad!

–Kyle cree en mí, me apoya y quiere que siga adelante en mi carrera, pero no está interesado en mantener una relación sentimental conmigo. Él busca un tipo de vida muy distinta, es como papá. Le gusta vivir en el pueblo en el que nació. Quiere una vida sencilla y tú sabes lo ajetreada que puede llegar a ser la mía cuando tengo que viajar y promocionar mi trabajo. Es difícil mantener una relación teniendo que viajar tanto, viviendo siempre presionada por alcanzar un objetivo, sobre todo uno tan complicado como hacerme un lugar en el mundo del espectáculo.

Y aquella era una de las razones por las que había pensado que Derrick y ella eran perfectos el uno para el otro, por la que nunca se había cuestionado su relación, al menos, al principio.

–Eso podrías superarlo –dijo su madre.

–¿Es que no has oído lo que te acabo de decir?

–Sí, has dicho que te gusta mucho.

–Sí, lo he dicho, pero no encajamos bien. Después de haber visto todas las concesiones que hiciste por papá, no quiero pasar por lo mismo.

–¡Oh, basta! Mi vida no ha sido tan terrible. No me arrepiento de nada.

Lourdes elevó los ojos al cielo.

–Sí, claro que te arrepientes. Hemos hablado de esto en otras ocasiones. Tienes una voz mejor que la mía. Podrías ser una estrella.

–Me habría gustado que tu padre fuera más flexible, que hubiera estado más abierto a dejarme alcanzar mis sueños. Pero he disfrutado de una buena vida. Si no me hubiera casado con él, no os habría tenido ni a ti ni a las gemelas. Y vosotras lo sois todo para mí.

Lourdes se preguntó si algún día se arrepentiría de haber elegido una carrera tan exigente. Quizá no, se dijo a sí misma. Todavía estaba a tiempo de casarse y formar una familia en algún momento. Lo haría… más adelante, cuando se recuperara del tropiezo que había sufrido su carrera en los dos últimos años.

–Es difícil echar de menos los hijos que no has tenido, mamá. No quiero sentirme atrapada ni en Whiskey Creek ni en ningún otro lugar en el que pueda verme obligada a dejar de cantar. Si me casara con alguien que no entiende mi pasión por lo que hago terminaría sintiéndome culpable cada vez que tenga que marcharme para dar algún concierto, para grabar un disco o para hacer una gira de promoción. No lo soportaría.

En otras palabras, Kyle y ella tenían objetivos muy diferentes. ¿Por qué condenarse a un fracaso?

–Pero… yo pensaba que estarías destrozada por lo de Derrick y, sin embargo, te encuentro muy bien.

Desde luego, estaba mucho mejor de lo que ella misma esperaba. Por supuesto, la decepción estaba allí. Y también el dolor y el enfado por haber sido abandonada por una persona a la que quería. Pero el dolor agudo y paralizante que había experimentado durante los últimos dos meses había desaparecido. De alguna manera, Kyle la había anestesiado contra él.

–Sigo queriendo a Derrick, pero no de la misma manera. Creo que estos últimos seis meses han acabado con el amor que sentía por él.

–Y ahora has encontrado a otro. Los hombres buenos no crecen en los árboles, cariño. Así que, si Kyle es tan especial, es posible que debas pensártelo un par de veces. Es lo único que quiero decirte.

–Gracias por el consejo, mamá. Ya lo has dejado claro. ¿Y ahora podemos hablar de otra cosa?

–Por supuesto.

Su madre le puso al tanto de las últimas noticias de Mindy y Lindy, que lo compartían todo, incluyendo un apartamento y un trabajo de camareras en un restaurante lujoso situado en el centro de Nashville. Renate quería que hicieran algo serio con sus vidas, que mostraran más ambición una vez habían terminado los estudios. Pero todavía eran muy jóvenes y tenían ganas de divertirse. Lourdes había comprendido mucho tiempo atrás que no tenían la misma motivación que ella. Ella había trabajado con denuedo para alcanzar cuanto había conseguido y, a pesar de sus esfuerzos, parecía que no iba a llegar a ser más que una triste nota a pie de página en el mundo de la música country.

Acababa de terminar de hablar con su madre cuando recibió otra llamada, en aquella ocasión de Derrick. No contestó, pero abrió el álbum de fotografías que tenía en el teléfono y estuvo revisándolas. Tenía muchas fotografías de Derrick: en París, en diferentes ciudades de los Estados Unidos cuando estaban de gira, en la casa flotante que habían alquilado en el lago Powell el verano anterior… Recordó lo mucho que se habían divertido juntos. Debería de estar sufriendo más de lo que lo estaba haciendo al saber que ya no estaban juntos. Lo había pasado muy mal en el pasado. ¿Pero a dónde habían ido el dolor y la desesperación de los últimos meses?

No lo sabía. O, por lo menos, no se le ocurría ninguna respuesta que tuviera sentido. La única que tenía repetía lo que su madre había insinuado minutos antes: lo que sentía por Kyle lo había cambiado todo.

 

 

Aunque había llamado alrededor de las doce para informarle de que el fuego había sido provocado, Kyle había estado fuera casi todo el día. Cuando Lourdes por fin le vio, parecía continuar de mal humor. Pero les habían dicho a sus amigos que se acercarían a la celebración de los Días Victorianos y él se comportaba como si continuara pensando en hacerlo.

Lourdes sabía que siempre podían cancelar la cita, pero tenía la sensación de que era preferible dejarse ver de vez en cuando. Quizá aquellas apariciones sirvieran para apoyar sus declaraciones a la Gold Country Gazette y evitara posibles especulaciones sobre los motivos por los que nadie la veía. Continuar apareciendo en público fingiendo que todo iba bien podía apaciguar el furor que su ruptura con Derrick parecía haber desatado, quizá, incluso apagarlo para siempre. Y su historia desaparecería de los blogs que hablaban de la vida privada de los famosos.

La forma en la que Kyle la recorrió con la mirada cuando la vio salir del dormitorio le indicó que le gustaba su aspecto, pero él no lo dijo. Desde que habían hecho el amor, estaba muy pendiente de guardar las distancias. Si ella se acercaba, él se iba. Y si Lourdes estaba en la cocina y tenía que pasar por delante de ella para agarrar algo, o bien se lo pedía o esperaba a que se hubiera ido para poder agarrarlo sin tener que rozarla.

–¿Estás seguro de que estás preparado para esto? –le preguntó Lourdes mientras él le sostenía la puerta para que saliera.

–¿Preparado para qué?

–Para salir a la calle conmigo.

–¿Por qué no iba a estarlo?

Lourdes vaciló un instante antes de continuar avanzando.

–Porque ayer por la noche estuvo a punto de calcinarse tu planta y estás tan enfadado que apenas me hablas.

–Quedándome en casa no voy a recuperar la planta. Eso es algo que tendré que superar, tanto si me gusta como si no.

Y salir le ayudaría a evitar acercarse a la cama. Lourdes sabía que ninguno de los dos sería capaz de pensar en otra cosa si se quedaban en casa.

–Así que continúas queriendo salir.

–Preferiría que no te lo perdieras. Tú también necesitas salir.

–¿Vamos a empezar en el hostal de Eve?

–Sí. Hemos quedado allí. Ella tiene que quedarse para vender las galletas. El dinero que se saque irá destinado a una organización benéfica dedicada a la infancia. La mayor parte de mis amigos participan en la recogida de fondos. Callie suele donar todo lo que saca de las fotografías que hace durante los Días Victorianos, aunque este año, con el bebé, es probable que no haga ninguna. Noah y Adelaide van a subastar una bicicleta de su tienda. Ese tipo de cosas. Nosotros nos quedaremos con quienes estén disponibles. Y después ya veremos qué nos apetece hacer.

–Suena bien –dijo Lourdes. Y era cierto.

A Lourdes le encantó Little Mary’s, que estaba profusamente decorado con ramas de acebo, guirnaldas y el mejor árbol navideño que había visto en su vida. El olor a canela y vainilla impregnaba todo el hostal y las galletas que Eve ofrecía, además de ser deliciosas, estaban decoradas de una forma preciosa. Cada cierto tiempo, cuando Eve necesitaba dar de mamar al bebé, Lourdes se hacía cargo de la caja registradora. Fue divertido y, en cuanto se corrió la voz de que estaba allí, tuvo que ponerse a firmar autógrafos.

–Será el año que más dinero saquemos –le dijo Eve, maravillada al ver una larga cola.

En aquel momento, Lourdes se alegró de haber ido. No solo se estaba divirtiendo, sino que estaba haciendo una buena acción, algo que la hacía sentirse bien.

–¿Dónde está el bebé?

–Se lo ha llevado Lincoln a la parte de atrás para que pudiera dormir un poco.

Lourdes podía sentir a Kyle observándola mientras se apoyaba contra la pared y hablaba con varios amigos. Tuvo la impresión de que estaba intentando asegurarse de que nadie se acercara demasiado a ella ni la tratara con excesiva rudeza. Aquello la hizo sentirse especial para él, aunque apenas le estuviera dirigiendo la palabra.

No mucho tiempo después, Eve decidió poner un letrero en el que decía que haría fotografías de sus clientes junto a Lourdes con sus teléfonos móviles a cambio de veinte dólares, dinero que también se destinaría a aquella organización benéfica.

Kyle dejó que lo hicieran durante algún tiempo. Después, debió de pensar que ya había cumplido con su labor, porque se acercó a rescatarla.

–Vamos a dar un paseo antes de que cierren todo –le dijo a Eve–. Quiero que Lourdes pueda conocer algo más de la fiesta.

–Por supuesto –contestó Eve–. Aquí ya ha terminado –se volvió hacia Lourdes–. Gracias. Has conseguido que Little Mary’s haya sido el gran éxito de la fiesta.

Eve se inclinó para darle un abrazo, pero, cuando comenzó a retirarse, Lourdes la retuvo un momento para no ser solo receptora del abrazo y dárselo también ella.

–Gracias. He disfrutado de un rato maravilloso.

Y el cielo sabía lo mucho que necesitaba olvidarse de sus propios problemas.

La sonrisa de Eve se hizo incluso más cariñosa.

–Cuando quieras podemos volver a vernos.

–Eve me ha caído muy bien –dijo Lourdes mientras Kyle y ella salían a la calle–. En realidad, me caen bien todos tus amigos.

Kyle contestó con un gruñido.

–Esta noche estás muy gruñón.

–¿Gruñón?

–Sí, ¿qué te pasa?

Kyle se detuvo y se quedó mirándola durante tanto rato que Lourdes pensó que iba a besarla. Después, sacudió la cabeza, le tomó la mano y continuó caminando.

–¿No vas a contarme lo que te pasa?

–No importa.

–¿Qué es lo que no importa?

Kyle se detuvo otra vez, pero, en aquella ocasión, se volvió hacia ella como si estuviera enfadado. Lourdes retrocedió de forma instintiva, pero él avanzó de nuevo hacia ella. Estaba tan cerca que pudo apreciar el olor de su loción.

–Lo que siento, eso es lo que no importa.

–¡Claro que importa!

–Muy bien. ¿Quieres saberlo? Estoy enfadado con Noelle por haber provocado ese maldito incendio. Y con el perito que ha sugerido que podría ser yo el culpable. Pero, sobre todo, estoy enfadado conmigo mismo porque no consigo sacarte de mi cabeza. Mi planta está casi destrozada y, aun así, llevo la mayor parte del día intentando concentrarme y dejar de pensar en lo que sentí ayer por la noche. Casi puedo saborearte como si acabáramos de acostarnos. Y lo peor es que no me bastó con lo que hicimos. No pude conseguir lo que de verdad quiero de ti.

Habían salido a disfrutar de los Días Victorianos. Aquello era lo último que Lourdes esperaba oír. Miró a su alrededor. Afortunadamente, nadie parecía haberse dado cuenta de que habían salido del hostal. Oyó a una adolescente contándole a su madre que se había hecho una fotografía con Lourdes Bennett. Pero como iba tan abrigada para protegerse del frío y se movían en grupo, nadie pareció darse cuenta de que estaba en medio de toda aquella gente.

–¿Y qué es lo que quieres de mí? –le preguntó Lourdes con la garganta seca y el corazón palpitante.

Kyle se acercó a ella con un brillo desafiante en la mirada.

–Quiero llevarte a un lugar en el que pueda contemplar tu rostro mientras te hago temblar. Quiero ver tu rostro cuando…

Y no pudo continuar porque Lourdes le agarró de la pechera y lo empujó hasta la parte de atrás del edificio.

–¿Y a qué estás esperando? –le preguntó, y le obligó a presionar su boca contra la suya.