Capítulo 5
–¡Ay, Dios mío! ¿Es verdad que tienes a Lourdes Bennett en la antigua alquería?
Kyle parpadeó sorprendido. Acababa de entrar en el Black Gold Coffee para encontrarse con sus amigos, apiñados alrededor de las mesas de siempre, situadas en una esquina de la parte trasera del bar, cuando se vio enfrentado a aquella pregunta. Llegaba de labios de Callie Vanetta-Pendleton, la mujer con la que le había sugerido a Lourdes que se quedara, pero él no miró a Callie. Giró para mirar a Riley.
–¿Se lo has contado? ¿Y no te acuerdas de eso de «no se lo cuentes a nadie, está intentando pasar desapercibida»? ¿O el «soy Riley, el amigo al que le puedes confiar cualquier cosa»?
Riley se encogió.
–No recuerdo haber dicho eso de que podías confiarme cualquier cosa.
Dylan y Cheyenne estaban allí con su hijo de un año. Adelaide y Noah con Emily, que era algo mayor que el hijo de Dylan y Cheyenne. Eve había aparecido sin marido ni hijo. Continuaba dirigiendo el hostal que sus padres tenían en el pueblo, pero ella se había mudado a Placerville. Ted y Sophia, Levi, que era el marido de Callie, Riley y su prometida, Phoenix, conformaban el grupo, al igual que Brandon y Olivia, por supuesto.
Como siempre, Kyle fue extremadamente consciente de su presencia. Daba igual que se sentara cerca o lejos de ellos. Imaginaba que, como no era capaz de dejar a Olivia en el pasado, sería consciente de ese tipo de detalles durante toda su vida.
–A lo mejor no lo dije, pero lo pensé.
Riley se mostró avergonzado.
–Lo siento. Pero si hubiera sido algo importante, algo más que una anécdota interesante que, de todas formas, a ti no te afecta de ninguna manera, no habría dicho una sola palabra. Y solo se lo he dicho a todos estos amigos que ves aquí. Puedes confiar en ellos tanto como en mí, ¿verdad?
–¡Espero poder confiar más que en ti! –teniendo mucho cuidado de no mirar a Olivia, sacó una silla y la corrió hacia la izquierda para evitar que se rozaran sus rodillas.
Callie había enmudecido en cuanto se había dado cuenta de que había delatado a Riley, pero al oír a Kyle, se inclinó hacia adelante.
–Tu secreto está a salvo conmigo, con todos nosotros. ¿Crees que vendrá alguna vez al pueblo? A lo mejor puedo hacerme la encontradiza con ella.
–Seguro que en algún momento tendrá que venir a comprar al pueblo –le dijo–. Pero es cierto que quiere pasar desapercibida, Callie, así que ve con tacto a la hora de acercarte a ella.
–¿Por qué está aquí?
Fue Olivia la que hizo aquella pregunta, así que tuvo que mirarla, pero se esforzó en parecer impasible. Con aquellos enormes ojos azules y su pelo rubio, continuaba siendo una de las mujeres más atractivas que había visto en su vida.
–Parece que está pasando por un momento complicado. No creo que esté dispuesta a contarme mucho más.
–¡Vaya! Da la sensación de que ya te ha contado lo que le pasa y tú la estás protegiendo –apuntó Brandon.
Kyle frunció el ceño.
–Solo estoy intentando darle el espacio y la intimidad que me ha pedido.
–¿Está sola? –preguntó Callie.
Agradeciendo la distracción, Kyle desvió la mirada de Brandon y Olivia mientras asentía.
–¡Ay, no! –exclamó–. ¡No me digas que Derrick y ella han roto!
–¿Sabes cómo se llama su novio? –preguntó Kyle–. Eso sí que es ser una auténtica fan.
Callie se llevó la mano a su abultado vientre. Kyle tuvo la impresión de que el niño se había movido, pero ella no hizo ningún comentario. Estaba demasiado pendiente de sus noticias.
–Cualquiera que la siga en Twitter conoce el nombre de Derrick. Durante algún tiempo, estuvieron hablando de casarse. Ella incluso subió unas fotografías de las sortijas de compromiso que le gustaban. Pero él todavía no le ha regalado ninguna, por lo menos que ella haya dicho. ¿Qué pasa?
Kyle se encogió de hombros.
–En toda relación hay altibajos.
Eve le miró con el ceño fruncido.
–¿De verdad? ¿Eso es todo lo que tienes que decir?
–Estoy intentando ser discreto.
–¿Con nosotros? –Callie se mostró herida.
Kyle suspiró.
–Tienen problemas, ¿de acuerdo? Tal y como te has imaginado.
–¿Por eso ha venido aquí? –preguntó Callie–. ¿Para alejarse de él?
Mierda. Había hablado demasiado.
–No, ha venido por una cuestión de trabajo, para escribir las canciones de su próximo álbum. Necesita paz y tranquilidad. Así que… que todo el mundo mantenga la boca bien cerrada.
Callie volvió a moverse otra vez. Era obvio que se sentía incómoda con su avanzado estado de embarazo.
–¿Será un disco de música country?
–Por supuesto. ¿Por qué no iba a serlo?
–Porque el último no lo fue y no se vendió muy bien –Cheyenne levantó a su bebé regordete de su sillita–. Yo creo que se alejó demasiado del estilo que la hizo famosa.
–No he oído el disco –dijo Kyle y algunos de sus amigos, sobre todo varones, dijeron lo mismo.
–Era un disco más… pop –le explicó Cheyenne mientras Dylan la ayudaba a preparar un biberón.
–A mí tampoco me gustó tanto como el anterior –se mostró de acuerdo Adelaide–. Y me encanta la música pop. Lourdes Bennett. Es más… es más auténtica como cantante country, si es que tiene algún sentido lo que estoy diciendo.
–¿Tú también la escuchas? –preguntó Kyle.
–¿Tú no?
–He oído algunas de sus canciones por la radio, pero no puedo decir que me las haya descargado en mi iPod.
Adelaide enrolló una servilleta y la dejó caer al lado de su planto vacío.
–¿Es tan guapa en persona como en las fotografías?
–Creo que sí.
Era cierto, pero Kyle lo comentó sin darle la menor importancia para no delatar la intensidad de sus sentimientos al respecto. Después, ansioso por evitar la atención que estaba recibiendo, desvió la mirada hacia la cola que había ante la caja registradora. Cuando había entrado, llegaba hasta la puerta. Todavía tenía que pedir su café y su magdalena, pero había estado intentando evitar el momento de más afluencia de clientes.
–Debe de ser muy guapa –el tono de Adelaide le indicó que no la había engañado–. ¿Y se está quedando en la antigua alquería? Eso está muy cerca de tu casa.
–Te sugiero que te pases por allí de vez en cuando, por si le apetece salir a cenar fuera –intervino Noah, pillando la insinuación.
–O, mejor todavía, por si le apetece cenar dentro –bromeó Dylan.
La cola no se había reducido. Más bien, había aumentado, y Kyle no tenía ganas de esperar, no cuando podía pedirle después a Morgan que le llevara un café.
–¿Por qué conformarme con una cena? Ahora mismo está en mi casa. Podría llevarle el desayuno.
Sabía que era preferible que no se emocionaran, pero no fue capaz de resistirse a un poco de diversión.
Eve dejó su taza en la mesa con tal brusquedad que se derramó parte del café.
–Así que ha roto definitivamente con su novio.
–No.
–¿Entonces qué está haciendo en tu casa? –quiso saber Riley.
–Cuando me he ido estaba durmiendo –respondió Kyle, llevando la broma un poco más lejos.
–¡Hala! –exclamó Brandon–. ¿Has pasado la noche con Lourdes Bennett?
–Kyle, deberías tener más cuidado –le advirtió Eve–. No querrás que se presente de pronto en tu casa un novio enfadado.
Tras haber provocado la reacción que estaba buscando, Kyle alzó la mano.
–Os estaba tomando el pelo, chicos.
Brandon le miró con recelo.
–¿Entonces no está en tu casa?
–Sí, está en mi casa, pero solo por razones prácticas. Ayer no fui capaz de arreglar la caldera de su casa y no quería que se congelara hasta morir. Así que le presté el dormitorio de invitados.
–¿Y ella aceptó? –preguntó Noah–. ¿Se quedó en tu casa?
Kyle se encogió de hombros.
–Le ofrecí ir a Little Mary’s, pero no quiso ni oír hablar de ello.
–¿Qué tiene de malo mi hostal? –quiso saber Eve–. Es el mejor del pueblo, a pesar de todo lo que ha hecho A Room With a View para robarme el negocio.
–No tenía nada que ver con tu hostal –contestó Kyle–. Tampoco habría ido a A Room With a View. No quiere que la vean en público, necesita alejarse de todo eso, como os he dicho.
Brandon le palmeó la espalda.
–Eres un tipo con suerte. Es una mujer rica y famosa. Te aconsejo que la ayudes a olvidar a ese estúpido de Derrick. Intenta conquistarla.
Era lógico que Brandon dijera algo así. Tenía que estar cansado de intentar ignorar el hecho de que su hermano estaba enamorado de su esposa.
Ted Dixon, un escritor de novelas de suspense que solía acercarse a cualquier tema con mucha más prudencia que el resto de sus amigos, acercó los sobres de azúcar a Levi.
–¿Te gusta?
–Pues sí. Curiosamente, es tan agradable como atractiva.
Kyle no pudo evitar preguntarse si a Olivia le importaría que estuviera alabando a otra mujer. Le avergonzó al instante aquel pensamiento. Ese tipo de cosas eran las que le hacían evitar los acontecimientos familiares. En otro momento de su vida había llegado a pensar que, con el tiempo, la olvidaría y toda aquella incomodidad desaparecería. Pero seis años después no habían desaparecido aquellos sentimientos. Y se sentía peor incluso por albergarlos.
Dylan se sacudió las migas de magdalena de las manos.
–En ese caso, yo diría que puede ser un objetivo.
Kyle lo descartó con un gesto.
–Solo se va a quedar unos meses en el pueblo. Y estoy seguro de que al final volverá con Derrick. Es el hombre perfecto para ella.
–¿En qué sentido? –preguntó Eve–. ¿Es que también le conoces a él?
–No, pero trabaja con ella, comprende el negocio de la música, apoya su carrera, no le importa viajar. Yo quiero… otra cosa –estiró las piernas y las cruzó a la altura de los tobillos, esperando haber dicho lo suficiente como para zanjar el tema–. ¿No teníamos que hablar de algunos temas relacionados con la boda? –sonrió a Riley–. Como de quién va a oficiar la ceremonia.
–Riley ha dicho que ibas a hacerlo tú –contestó Brandon y, afortunadamente, la conversación giró hacia aquel tema.
Estuvieron hablando de otros aspectos de la boda, como de la manera de sacar el mayor partido a la temática del invierno, de en qué iba a consistir la colaboración de cada uno de ellos y de cuándo deberían celebrar las despedidas de solteros. En cuanto terminaron de dar vueltas a todos los detalles, Noah dijo que se había enterado de que Baxter iba a regresar al pueblo antes de Navidad, así que le llamaron utilizando el teléfono de Noah y lo pusieron en manos libres. Él les dijo que se suponía que su último día de trabajo sería el quince, pero que, incluso en el caso de que no pudiera acabar entonces, podría ir a la fiesta el veintitrés. Una buena noticia.
Por suerte, nadie le habló a Baxter de la presencia de Lourdes Bennett en el pueblo, así que Kyle no tuvo que hacer jurar a una persona más que lo mantendría en secreto.
En cuanto colgaron el teléfono, se levantó.
–¿Vas a por tu magdalena?
Brandon giró la cabeza hacia la caja registradora para señalar que ya no había tanta cola.
–Sí –contestó Kyle–, pero tengo que irme. Tengo mucho trabajo.
Brandon arqueó las cejas.
–¿Ya te vas?
–Me espera un día de mucho trabajo. Tengo que conseguir que el tipo que instaló la caldera la arregle antes de este fin de semana.
–¿Por qué tanta prisa? –Riley le dirigió una significativa sonrisa–. Si te gusta tenerla en tu casa, podrías pedirle a ese tipo que fuera el lunes.
Kyle elevó los ojos al cielo.
–Esa mujer no es mi tipo.
–¿Cómo que no es tu tipo? –preguntó Ted–. Has dicho que te gustaba.
–Debe de tener veintiocho o veintinueve años, así que tengo unos cuantos años más que ella. Y no me gusta su forma de vida.
–A lo mejor se retira –sugirió Eve.
Kyle la miró con el ceño fruncido.
–¿Estás de broma? Le gusta la fama. Lo lleva en la sangre.
–Entiendo que eso te haga vacilar –dijo Dylan–. A mí tampoco me gustaría estar con una persona tan famosa. Gail y Simon lo llevan bien, pero yo soy demasiado reservado. Me gusta tener mi propio espacio y no tener que viajar constantemente. Y no me gustaría que Cheyenne estuviera yéndose cada poco tiempo.
–A mí tampoco me gustaría que Phoenix tuviera que viajar mucho –admitió Riley.
Eve apartó su taza.
–Hace falta ser una persona muy especial para enfrentarse a los desafíos que implica tener una pareja con ese tipo de exigencias. Tienes que ser capaz de asumirlas junto a ella.
–Y no tiene que ser fácil –dijo Sophie.
–Me alegro de que estemos todos de acuerdo.
Pero tanto si estaban de acuerdo como si no, después de todo lo que había sufrido con Noelle, Kyle comprendía sus limitaciones.
Miró el reloj.
–Me alegro de haberos visto. Será mejor que me vaya.
–Gracias por regalarle a Noelle un calentador –dijo Olivia antes de que se hubiera marchado–. Has sido muy amable.
Lo que Noelle había hecho para conseguir que se casara con ella había abierto una brecha entre las dos hermanas durante años. Pero la última Navidad habían comenzado a reconstruir su relación, aunque para ello había hecho falta una gran dosis de paciencia, comprensión y capacidad de perdón por parte de Olivia (como a cualquiera que tuviera que soportar a Noelle) y desde entonces se estaban comportando más como hermanas que nunca. Kyle se alegraba de que, al menos en aquel sentido, hubieran hecho progresos.
–No es nada –dijo, evitando que le diera las gracias.
Aunque ella decía haberle perdonado y al final había sido él el que más había sufrido, estaba seguro de que Olivia pensaba que estaba recibiendo lo que se merecía: soportar casi a diario las tonterías de Noelle.
–Si decides organizar una fiesta de Navidad para que podamos conocer todos a Lourdes, dínoslo –bromeó Callie.
–Ni siquiera he puesto el árbol –le dijo.
Eve le sonrió radiante.
–Ya has visto cómo he decorado el hostal. Eso puedo arreglarlo yo.
–Ya veremos si surge la oportunidad.
Le encantaba reunirse con sus amigos los viernes. Pero desde que Brandon y Olivia se habían sumado a aquellos encuentros, aquel ritual semanal se había transformado en una suerte de tortura. De modo que, en el instante en el que puso un pie en la calle, tomó aire con tantas ganas de salir de allí para continuar con su rutina como las que había tenido de llegar.
Lourdes acababa de salir de la ducha cuando Kyle regresó. No había podido meter todo lo que habría querido llevarse a California en la maleta y no se había llevado albornoz, así que Kyle se la encontró envuelta en una toalla mientras se dirigía por el pasillo a su habitación. Kyle la recorrió con la mirada, sin lugar a dudas, reparando en su casi absoluta desnudez, pero no la hizo sentirse amenazada en ningún sentido, ni siquiera cohibida. Se comportó como si no tuviera ninguna importancia. Como si fueran compañeros de piso y verla de aquella guisa fuera algo habitual.
Lourdes no sabía si sentirse aliviada por el hecho de que respetara los límites o desilusionada porque no pareciera impulsado a traspasarlos. Era una reacción extraña por su parte, una prueba evidente del estado de su autoestima. Al estar perdiendo la capacidad de control sobre todo aquello que en otro tiempo había tenido, quería tener la certeza de que todavía podía seducir a un hombre atractivo. Sobre todo, a un hombre al que no le importaba la fama. Solo en aquello ya encontraba algo estimulante.
O, quizá, no quería admitir que se sentía atraída por Kyle. No estaba segura de cómo era posible, cuando estaba enamorada de otra persona, pero…
–Te he traído algo de desayunar –Kyle alzó una bolsa con un logo que decía Black Gold Coffee–. Lo dejaré en el mostrador para cuando te vistas.
–Muy amable por tu parte. Muchas gracias.
Volvía a tener los ojos rojos e hinchados, pero no buscó ninguna excusa para ello y él fingió no notarlo. Lourdes sabía que Kyle comprendía por lo que estaba pasando. Él no había hablado mucho de sí mismo la noche anterior, pero le había contado que estaba enamorado de una mujer con la que había estado saliendo durante dos años y en aquel momento estaba casada con su hermano. Aquello tenía que hacerle sufrir, pensó.
–De nada –contestó–. Pero tengo una mala noticia. Así que, cuando estés lista, me gustaría hablar contigo.
–Espera un momento.
Corrió a su habitación y se puso el chándal que llevaba la noche anterior. Le habría gustado secarse el pelo, que le estaba goteando por la espalda. Pero estaba demasiado ansiosa por oír la mala noticia de Kyle para así poder decidir si había alguna nueva crisis de la que preocuparse. Tal y como estaba yendo su vida, no la sorprendería que alguien hubiera ido a arreglar la caldera y hubiera descubierto un moho tóxico, lo que significaría que tendría que encontrar otro refugio, y sin contar con la ayuda de Derrick.
Sin embargo, tendría que tomarse algún tiempo en ponerse presentable. Cuando se reencontró con Kyle en la cocina, este estaba haciendo una llamada de trabajo.
En vez de ir a secarse el pelo, se sentó. Además de tener que enfrentarse a un considerable enfado, estaba demasiado ocupada vacilando entre la determinación de sobreponerse al engaño de Derrick y el desánimo más debilitante que había experimentado en su vida. Estaba tan cansada que ni siquiera le quedaban fuerzas para preocuparse por su pelo o su ropa.
–¿Qué ha pasado? –preguntó en cuanto él colgó el teléfono.
Kyle le acercó la bolsa que le había llevado.
–La caldera de tu casa se la compré a Owen’s Heating & Hair. Les he llamado poco después de que abrieran esta mañana, pero Owen ya había salido hacia Stockton para ocuparse de un trabajo importante.
–¿A cuánto está Stockton de aquí? ¿A una hora más o menos?
–Exacto, pero cree que no regresará hasta muy tarde y este fin de semana quiere llevarse a su esposa al lago Tahoe para celebrar su cumpleaños.
Aliviada porque el problema fuera solo de la caldera, y no de toda la casa, Lourdes sacó de la bolsa un vaso de café, además de un bagel con queso y una magdalena de arándanos.
–¿Es todo para mí?
–Sí. No sabía lo que te gustaba.
–Por desgracia, me gusta todo.
Y estaba lo bastante triste como para comérselo también. Si no tenía cuidado, iba a engordar tanto en Whiskey Creek que no le iba a caber una sola de las prendas que se ponía para actuar.
Otro motivo por el que preocuparse.
–¿Has oído lo que te he dicho sobre Owen’s Heating & Air?
–Sí. Me has dicho que no arreglarán la caldera hasta el lunes.
–Lo siento. Podría llamar a otras empresas, pero seguro que me dirían que no podrían mandar a nadie hasta el lunes y, siendo así, prefiero esperar a Owen. Debería ser él el que asumiera la responsabilidad de lo que hizo –inclinó la cabeza para examinar su rostro–. Espero que no te afecte mucho.
Era probable que estuviera perdiendo al hombre con el que había esperado pasar el resto de su vida y, a no ser que fuera capaz dar el golpe con su próximo disco, estaba contemplando también el final de su carrera. Tener que esperar un par de días a que le arreglaran una caldera era un problema menor comparado con todo aquello.
–No –sintió que Kyle la observaba mientras probaba el café–. Está muy bueno.
–Me alegro de que te guste. En ningún lugar hacen un café mejor que el de Black Gold Coffee. Así que… ¿qué quieres hacer? Vuelvo a decirte que estaría encantado de pagarte una habitación en un hostal. Pero también puedes quedarte en mi casa hasta que funcione la caldera.
Ella no quería ir a ninguna otra parte. No estaba convencida de que, en el estado en el que se encontraba, fuera capaz de sonreír a los desconocidos con los que podría encontrarse. Además, la perspectiva de quedarse algún tiempo más en casa de Kyle no era desagradable. Tenía una casa limpia, confortable y llena de habitaciones. Teniendo en cuenta el estado de su relación con Derrick, podría serle útil contar con una compañía agradable. No quería terminar derrumbándose y llamando a Derrick. La noche anterior, durante la conversación final, le había pedido que no volviera a llamarla hasta que Crystal no hubiera conseguido otro mánager. Tenía miedo de sentirse más propensa a ceder si estaba sola.
–Solo será un fin de semana –dijo Lourdes–. Siempre y cuando estés dispuesto a aguantarme, por mí no hay ningún problema.
Kyle pareció sorprendido.
–¿Prefieres quedarte aquí?
Lourdes asintió.
–Tener a alguien con el que hablar ayer por la noche… me ayudó –reconoció–. Pero no te preocupes, no pienso seguir llorando sobre tu hombro.
–¿Tuviste oportunidad de arreglar las cosas con Derrick?
–No, pero hice lo que tenía que hacer.
No preguntó lo que era, aunque Lourdes sabía que se lo estaba preguntando, así que le explicó:
–He decidido esperar hasta que él decida lo que siente por Crystal.
–¿Ha admitido que está con ella?
–No, jamás lo admitirá. No quise decírtelo ayer, pero engañó a la mujer con la que estuvo casado. La engañó con una becaria que trabajaba en un importante sello discográfico.
–¿Estuvo casado?
–Sí, pero no durante mucho tiempo.
Le había creído cuando le había contado lo exigente que era su primera esposa, lo desgraciado y frustrado que se sentía en aquel matrimonio y cómo habían escapado las cosas a su control sin que fuera aquella su intención cuando había comenzado a coquetear con la becaria.
¿Habría sido un error como él había dicho? ¿O Derrick era un hombre que iba de infidelidad en infidelidad y había sido culpable de su divorcio aunque no hubiera querido reconocer nunca aquella responsabilidad?
Kyle le había dicho que su matrimonio tampoco había durado mucho, pero no lo mencionó en aquel momento.
–¿Fue esa infidelidad la que les llevó a separarse?
–¿Quién puede saber lo que pasa dentro de un matrimonio? Yo solo conozco su versión. Lo único que sé es que su ex todavía sigue resentida.
–Así que, por lo menos, ya fue infiel en otra ocasión.
–Sí. Y por mucho que me repita que ha cambiado, sé que ha pasado algo. Le noto distinto. De modo que, a no ser que esté dispuesto a olvidarse de Crystal, no puedo seguir con él.
–Me parece admirable que hayas sido capaz de plantarte.
–Si me quisiera a mí, lo habría dejado claro. Y yo no tendría por qué estar planteándome todas estas sospechas, ni sufriendo esta angustia y este dolor, ¿no?
Al reconocer las dudas que reflejaba su voz, Kyle le dirigió una sonrisa.
–Lo siento.
A Lourdes se le hizo un nudo en la garganta, pero luchó contra las lágrimas y consiguió reprimirlas.
–Comprendes lo que se siente, ¿verdad? Sabes lo mucho que duele.
–Sí.
–Genial. Tenemos un corazón roto en común –rio sin humor–. ¿Hay alguna posibilidad de que traigas otra botella de vino a casa cuando salgas del trabajo?
–Sí, puedo encargarme de ello. ¿Pero te quedarás bien sola?
¿Creía que podría llegar a hacerse daño a sí misma? Esperaba que no, pero comprendía el motivo de su pregunta. No la conocía suficientemente bien como para saber cómo podría reaccionar ante lo que le estaba pasando.
–No voy a suicidarme, si es eso lo que te preocupa.
–Mejor, porque todavía te quedan muchas cosas por vivir. ¿Te acuerdas de tu nuevo álbum? Va a lanzarte al estrellato. Así que, a lo mejor, deberías empezar a trabajar en él.
Lourdes frunció el ceño, insinuando que no estaba segura de que pudiera asumir un desafío como aquel en ese momento.
–El trabajo podría ayudarte a… a pensar en otras cosas. Puede ser una vía de escape –añadió.
Pero Lourdes todavía tenía los sentimientos demasiado a flor de piel como para poder concentrarse. Miró el teléfono antes de meterse en la ducha. Derrick no había intentado ponerse en contacto con ella. Después de cómo había terminado su conversación la noche anterior, creía que llamaría a primera hora de la mañana para decirle que le había pedido a Crystal que se buscara otro mánager. En Nashville eran dos horas más tarde que allí, casi las nueve. Tenía que estar despierto. Y ni siquiera le había puesto un mensaje.
¿De verdad habían terminado? ¿Después de tres años de relación y cuando estaban a punto de casarse?
Le resultaba casi inconcebible que pudieran cambiar tantas cosas en tan poco tiempo. ¿Cómo podía hacerle una cosa así cuando todavía estaba intentando superar la decepción que había sufrido el año anterior? Sabía a lo que se estaba enfrentando y, aun así, no parecía importarle. De lo único que era capaz de hablar, cuando ella le oía hablar con otros, era del gran talento de Crystal. Parecía que toda la industria de la música había volcado su atención en Crystal y se había olvidado de ella.
–Lo intentaré –dijo.
Pero en cuanto Kyle se marchó, apenas le echó un vistazo a la guitarra antes de arrastrarse de nuevo hasta la cama.