Capítulo 28

 

Se había ido. Kyle había albergado la esperanza de que Lourdes le diera una respuesta antes de marcharse. Quería tener algo a lo que aferrarse. Pero Lourdes no había contestado. Ni siquiera se había probado la sortija, al menos que él supiera. Y no había vuelto a mencionarla tampoco. Y la señal más elocuente, al menos desde su punto de vista, era el hecho de que, nada más marcharse, había dado media vuelta, había salido del coche, le había abrazado con fuerza y le había susurrado que jamás le olvidaría.

Si tuviera intención de volver, no correría ningún peligro de olvidarle.

–¿Estás bien? –le preguntó Morgan.

Le había llevado un ordenador nuevo y le estaba ayudando a recuperar los archivos, pero Kyle no tenía la cabeza para trabajar aquel día. Miraba de reojo hacia el cajón de la cocina en el que había dejado la cajita de terciopelo que encerraba la sortija. La había comprado en Hammond & Sons Fine Jewelry, la única joyería de lujo del pueblo. El día anterior, después de haberle pedido consejo a Eve, había tenido que llamar a George Hammond a casa y le había levantado de la cama para que le abriera la joyería a primera hora. George había sido muy amable y Kyle le conocía lo bastante bien como para saber que podía devolverle el anillo. E imaginaba que debería hacerlo antes de que diera por sentado que los veinte mil dólares que le había pagado iban a continuar en su bolsillo. Kyle había gastado más de lo que nunca había imaginado en una joya, pero si Lourdes la hubiera aceptado, no le habría importado el precio.

–Te estoy hablando –Morgan chasqueó los dedos delante de su cara.

Kyle parpadeó y desvió la mirada.

–¿Qué has dicho?

–Te estaba preguntando que si estabas bien.

–Sí, estoy bien. Ya me lo has preguntado dos veces desde que has llegado.

–Porque te veo raro.

–Limitémonos a hablar de trabajo.

–Muy bien. Tenemos muchas cosas de las que hablar. Acaba de llamar el perito. Quiere venir a echar un vistazo al edificio mañana por la mañana. ¿A qué hora le digo que se pase por aquí?

–Cuanto antes mejor.

Afortunadamente, Riley había reajustado su calendario de trabajo, tal y como le había prometido, y podría iniciar las obras casi de inmediato. Y ya habían preparado un presupuesto para que el perito hiciera una estimación justa de las pérdidas.

–Yo estaré aquí a las ocho, pero supongo que él tiene que venir de Sacramento, así que dile que a las nueve o las diez –contestó Kyle.

–Sea la hora que sea, díselo a Riley. Si es posible, me gustaría contar con él.

–Seguro que vendrá. Tus amigos harían cualquier cosa por ti.

–Sí –contestó.

Pero cuando Morgan le dio un codazo, comprendió que lo había dicho con expresión demasiado ausente.

–Y yo también. Así que, ¿quieres hacer el favor de alegrarte un poco? Me están entrando ganas de llorar, y yo nunca lloro.

Kyle forzó una sonrisa.

–No necesito alegrarme. No estoy triste.

Morgan elevó los ojos al cielo.

–Estás de broma, ¿verdad? Estás tan deprimido que tengo la sensación de que debería registrar la casa por si tienes pastillas para dormir o cualquier cosa que pudieras…

–¡Ya basta!

Morgan sonrió de oreja a oreja.

–Míralo desde el lado bueno. Es posible que Lourdes se haya ido, pero también Noelle. Y van a castigarla por lo que hizo.

Aquello no iba a devolverle la planta, pero se alegraba de que no pudiera seguir acosándole. En aquel aspecto, los próximos meses iban a ser una bendición…

–Ha estado a punto de salirse de rositas.

–A punto ha estado, sí ¿Cómo se han tomado Brandon y Olivia la noticia?

–A Brandon no le ha sorprendido. Olivia se siente mal, pero no me culpa. Ha sido Noelle la que se ha buscado los problemas.

–¡E intentó echarle la culpa a Genevieve! Hace falta ser mala.

–No hace falta decir que Genevieve está encantada de que se haya descubierto la verdad.

Kyle respondió a las llamadas de algunos clientes que se habían enterado del incendio y estaban comprobando la situación en la que se encontraban sus pedidos. Después, Morgan le preguntó:

–¿Ya lo tienes todo organizado para la boda de Riley?

–Casi todo.

Necesitaba dar los últimos toques al discurso que Lourdes le había ayudado a escribir. La despedida de soltero era el viernes, dos días antes de Navidad. Todos sus amigos estaban entusiasmados, pero a él le estaba costando emocionarse con nada.

 

 

Lourdes se alegró de que fuera su madre la única persona que estaba en el aeropuerto y también de que Renate no hubiera dejado que Derrick la convenciera de que debía ir a buscarla él. Por lo visto lo había intentado. Su madre le entregó un enorme ramo de flores raras y exóticas de su parte, pero Lourdes no tenía ninguna prisa por leer la tarjeta que lo acompañaba.

Aunque Derrick y ella necesitaban hablar a solas, todavía no estaba preparada para ese momento. No le había dado a Derrick ninguna muestra de que estuviera interesada en reconciliarse, pero imaginaba que era natural que él pensara que iba a darle una oportunidad. Solo había estado fuera tres semanas. La vida de una persona no cambiaba de una manera tan drástica en tan poco tiempo.

–Me alegro de que hayas decidido pasar las fiestas con nosotras –dijo su madre con una sonrisa que resultaba en exceso radiante mientras insistía en ignorar la tristeza de su hija.

Lourdes asintió. Se alegraba de ver a Renate. Siempre se habían llevado muy bien. Pero había dejado al amor de su vida en Whiskey Creek y no era capaz de quitarse de la cabeza la canción que había escrito para Kyle. Había garabateado el resto de la letra durante el vuelo y continuaba tarareando los últimos acordes para no olvidarlos. Pasara lo que pasara a partir de entonces, aquella canción era para él.

–¿Y… cómo te han ido las cosas por California?

Lourdes desvió la mirada hacia la ventanilla, echando ya de menos aquel pueblo tan pintoresco.

–Bien.

–¿Has visto a algún conocido?

–¿Te refieres a alguien de Angel’s Camp? No me he acercado. No he estado tanto tiempo por allí.

–¿Piensas volver a acabar el disco después de Navidad?

Lourdes experimentó una demoledora sensación de pérdida. Había estado peleando consigo misma durante todo el vuelo. Temía estar cometiendo un terrible error al cerrar la puerta a lo que Kyle y ella habían compartido. Pero sabía lo difícil que sería mantener una relación a distancia, lo poco que se parecía aquella vida a lo que Kyle pretendía y lo susceptible que sería ella a renunciar a todo para hacerle feliz, como había hecho su madre.

–No –se aclaró la garganta–. No creo. Lo terminaré aquí.

Permanecieron en silencio durante los siguientes diez minutos. Después, su madre la miró con recelo.

–¿Vas a volver con Derrick?

–Por supuesto que no.

Renate bajó el volumen de la radio.

–Creo que él espera que volváis.

Lourdes miró hacia el cielo gris.

–Tendremos que buscar la manera de superar el pasado.

–Quieres decir que vas a intentar seguir trabajando con él.

–Espero que podamos.

–¿Y Kyle?

–¿Qué pasa con Kyle?

–¿Vas a seguir con él?

–No.

–¿Por qué?

–Porque al final, alguno de los dos terminaría sufriendo.

–¿Y no estás sufriendo ahora?

–Apenas nos conocemos. Y es más fácil que a partir de ahora cada uno de nosotros continúe con su vida que dejarlo para más tarde.

–Estás muy convencida de que es una relación que no puede funcionar.

–No estaría haciendo esto si no lo estuviera.

–Muy bien. Si tú estás contenta, yo también.

Lourdes consiguió esbozar una sonrisa para que su madre no supiera lo mucho que estaba sufriendo y, gracias a Dios, Renate comenzó a hablar de otros temas más alegres. Sus primas iban a ir a la comida de Navidad. El encargado de mantenimiento de la casa de Lourdes había hecho un gran trabajo decorando los árboles y los arbustos. Mindy había tenido una entrevista en un colegio en el que quería trabajar, así que era posible que por fin diera un giro a su vida.

En cuanto Renate aparcó en el camino de entrada a la casa, Lourdes le dio las gracias a su madre por haberla llevado y corrió a por su equipaje. Temía que Renate quisiera entrar. Llevaban semanas sin verse. Pero, obviamente, su madre se dio cuenta de que necesitaba intimidad. Tras darle un breve abrazo, le dijo que la llamara si necesitaba cualquier cosa y volvió a sentarse tras el volante.

Lourdes corrió al interior de la casa. Esperaba encontrar consuelo en aquel entorno familiar. En aquella casa que había comprado con su dinero, con el dinero que había ganado cantando. Pero la casa le pareció… vacía.

 

 

Al día siguiente, Lourdes se frotaba las manos sudadas en los vaqueros. Había quedado con Derrick para desayunar. Se había negado a verle la noche anterior. Necesitaba tiempo para acostumbrarse a estar en casa, para decidir lo que iba a hacer. Pero no podía postergar aquel encuentro indefinidamente. Tenían demasiadas cosas de las que hablar.

Cuando él le había propuesto pasar a recogerla, ella había insistido en llevar su propio coche hasta su crepería favorita. Iban allí muy a menudo. Y también Taylor Swift, Keith Urban, su esposa y otros muchos famosos. Algún que otro cliente se fijaba en ellos, pero era raro que alguien se acercara o les hiciera fotografías. Lourdes apreciaba que fueran capaces de controlarse, y también que los propietarios de The Crepe Café intentaran protegerla de cualquier tipo de intromisión estando siempre pendientes y, en el caso de que fuera necesario, pidiéndole a la parte indiscreta que abandonara el local. Lourdes podría haber ido a casa de Derrick, o él a la suya, pero ella había preferido que se encontraran en un terreno neutral, en un lugar abierto y con público, del que pudiera marcharse si lo consideraba necesario.

Se sentó con una taza de té, mirando alternativamente la puerta y el reloj. Derrick le había enviado un mensaje diciéndole que había recibido una llamada de negocios y que iba a llegar unos minutos tarde, pero, a aquellas alturas, ya debería estar allí.

Estaba ya a punto de sacar el teléfono para llamarle cuando vio su BMW en el aparcamiento. No era tan guapo como Kyle, ni tenía su descuidado atractivo. Estaba empezando a engordar, tenía algunas canas y una barbilla blanda que compensaba con una barba poblada. Pero siempre iba muy arreglado y bien vestido. Y era un genio para la música.

Lourdes le vio aparcar y dirigirse hacia la puerta. Entonces se levantó para recibirle.

–¡Estás guapísima! –exclamó al verla, pero vaciló, como si no estuviera muy seguro de si debía tocarla.

Al final, Lourdes se inclinó hacia él para darle un abrazo fugaz con el que se limitó a confirmar lo que ya sabía: no iba a casarse con él. Aquellos sentimientos habían desaparecido.

–Tú también tienes buen aspecto –contestó–. ¿Ya lo tienes todo preparado para Navidad?

–No. Todavía no he salido de compras. Y la Navidad está a la vuelta de la esquina.

–¿Todos los paquetes que llevabas en esa fotografía que vi en internet eran de Crystal?

Derrick se ruborizó al recordarlo, pero asintió.

–Ya te dije que quedé con ella para comer… y para hablar de todo lo que había pasado.

–Sí, ya me acuerdo.

–¿Te gustó entonces la canción que te envié?

–¿Te refieres a Crossroads?

–Si decidimos conservar el título.

–La canción me encanta, pero… –juntó el salero y el pimentero– es posible que no quieras dármela cuando hayamos terminado de hablar.

Derrick alzó la mano para silenciarla y se concentró en la camarera que se acercó a tomarles nota.

Cuando estuvieron de nuevo a solas, se quitó el abrigo y acercó su silla.

–Antes de que tomes ninguna decisión, quiero dejar claras varias cosas –la miró a los ojos y continuó en un tono más vehemente–. Creo en ti y en tu talento y estoy convencido de que, a nivel profesional, podemos recuperarnos después de lo que ha pasado durante estos seis meses. Y, a nivel personal, quiero que sepas que te quiero y que siento lo que hice. De verdad.

Lourdes dio otro sorbo a su té, más incómoda que tranquila después de aquella declaración.

–No pasa nada. Estás perdonado.

En el tono de Derrick se detectó una renovada esperanza.

–¿De verdad?

–Sí, pero –agarró la taza con las dos manos para no retorcerlas– eso no significa que vayamos a volver, Derrick. Me temo que lo nuestro ha terminado. Mis sentimientos han cambiado.

Derrick se quedó boquiabierto durante varios segundos antes de ser capaz de responder.

–Todavía es demasiado pronto para decidir algo así. Démonos algo de tiempo. ¿No podemos darnos algún tiempo?

Lourdes negó con la cabeza.

–No tendría ningún sentido.

Derrick clavó la mirada en el suelo.

–¿Es por ese hombre con el que estuviste en Whiskey Creek? ¿Kyle Houseman? –le preguntó cuando alzó la mirada–. ¿Esa es la razón?

–En parte –contestó–. Lo que me ha pasado con Kyle ha sido… –sacudió la cabeza como si estuviera buscando las palabras para describir aquella atracción, para describir lo que habían sentido el uno por el otro–. No se ha parecido a nada de lo que había vivido hasta ahora.

–Te refieres a lo que habías sentido conmigo.

–Con nadie.

–Entiendo –se reclinó en la silla mientras la camarera le servía el café. Después bajó la voz–. ¿Te habías puesto en contacto con él como decían en esos blogs y esos artículos que he leído? ¿Por eso decidiste ir a Whiskey Creek?

Lourdes bajó la taza.

–No. Eso lo dije para salvar la cara.

–Teniendo en cuenta lo mucho que has cambiado, no estoy seguro de creerte.

–¿Lo dices en serio? –replicó ella–. Se suponía que tenías que ir a Whiskey Creek conmigo, ¿recuerdas? Fuiste tú el que decidió quedarse aquí.

–Pero has estado viviendo con él.

–Por casualidad. Si hubieras venido conmigo, eso nunca habría pasado. Al ver que no había calefacción en la casa, nos habríamos ido a un hotel.

–Me quedé aquí porque tenía mucho trabajo. Si no hubiera sido por eso, me habría ido contigo.

–No me estoy quejando –respondió ella–. Lo único que estoy diciendo es que lo que ha pasado no estaba planeado. Yo solo… Ha sido algo inesperado.

Derrick suspiró y se pasó la mano por el pelo como si fueran tan intensos los sentimientos que le atravesaban que no supiera si golpear algo, gritar o, quizá, echarse a llorar.

–Cuando decidiste volver tan pronto, pensé que… Pensé que a lo mejor tenía alguna posibilidad. ¿O fue la promesa de Crossroads? ¿Esa es la única razón por la que estás aquí? ¿Por la canción?

Derrick le había ofrecido aquella canción como un reclamo. Le pareció injusto que se quejara por haberse dejado tentar por ella.

–Por la canción… y por mi carrera.

Derrick estaba a punto de beber un sorbo de café, pero, al oírla, dejó la taza en la mesa.

–Lo dices en serio. Lo nuestro ha terminado.

–Me temo que sí.

–En solo tres semanas.

Lourdes asintió.

Derrick tomó el teléfono que había dejado en la mesa y se lo guardó en el bolsillo. Después, se levantó como si ya no necesitara saber nada más.

–¿Te vas? –preguntó Lourdes.

–¿Qué se supone que puedo hacer? –agarró el abrigo–. Acabas de decirme que estás enamorada de otro hombre.

–Pero tenemos que ocuparnos de otros asuntos profesionales.

–¿Qué asuntos? Me despediste, ¿recuerdas?

–He cambiado de opinión. Me gustaría que continuaras siendo mi mánager.

–Sí, bueno… pero yo no estoy de acuerdo. Sería demasiado duro para mí.

–Sigues conservando a Crystal, aunque te supliqué que la dejaras.

–Así que ahora vas a esgrimir eso contra mí. Dices que me has perdonado, pero sigues enfadada conmigo por culpa de un estúpido desliz por el que no he parado de pedirte perdón.

Lourdes tenía muchas cosas que decir acerca de aquel «estúpido desliz». Para él era fácil quitarle importancia porque no era la parte ofendida. Pero dudaba que pudiera comprenderlo. Así que decidió concentrarse en lo que en aquel momento importaba.

–No estoy enfadada. Solo estoy intentando que seas consciente de la contradicción.

–Con Crystal es distinto. No la quiero. No me romperá el corazón tener que grabar con ella y salir de gira, estando deseando acariciarla y sabiendo que no siente lo mismo por mí.

–Entonces, ¿vamos a separarnos por completo?

Lourdes se lo había temido. Aquella era la razón por la que había estado tan nerviosa. Sabía que perder a Derrick perjudicaría a su carrera.

Derrick se encogió de hombros.

–No lo sé. Déjame pensar en todo lo que ha pasado.

Seguramente era lo más sensato.

–De acuerdo. Hablaremos después de Navidad.

–Nunca te había visto tan…fría.

Estaba fría en todo lo que hacía referencia a él. Kyle y su propia carrera continuaban significándolo todo para ella, pero no estaba segura de que pudiera tenerlos a los dos y tener que elegir le resultaba angustioso.

–Lo siento, Derrick.

–¿Cómo es posible que haya desaparecido con tanta facilidad lo que sentías por mí?

–Creo que es algo que ya llevaba tiempo pasando… desde que empezamos a tener problemas.

–¿Así que volvemos de nuevo a Crystal?

–Supongo que consiguió sacar lo peor de los dos.

–¿Y vas a ir a vivir con él o piensa venir él aquí?

Lo preguntó en un tono que dejó claro que no le gustaría tener a Kyle cerca.

Lourdes entrelazó las manos por debajo de la mesa.

–Todavía no lo he decidido. Es posible que ninguna de las dos cosas.

Derrick dejó de nuevo el abrigo en la silla y volvió a sentarse.

–¿Por qué?

–Queremos cosas diferentes de la vida. Vamos en direcciones opuestas.

Continuaba creyendo que era preferible cortar por lo sano cuando todavía tenían la posibilidad de preservar el recuerdo de lo que habían vivido a intentar seguir juntos, hacer fracasar su relación y echarlo todo a perder.

–En ese caso, continuaré trabajando contigo –le dijo Derrick–. Siempre y cuando haya alguna esperanza, seguiré trabajando contigo.

–¿Quieres decir que dejarás de hacerlo si vuelvo con Kyle?

–Volver a levantar tu carrera no va a ser fácil. Estoy haciendo esto porque te quiero, pero, si no pudiera tenerte y esto se convirtiera solo en una cuestión de negocios, las cosas cambiarían.

–Así que me quedaría sin Crossroads.

–Me siento como un canalla diciendo esto, pero, sí, te quedarías sin Crossroads. O estamos juntos en esto o lo dejamos. No tienes otra opción, no puedes elegir solo lo que te interesa de mí y dejar el resto.

Lourdes asintió. En cierto modo, aquello la irritó. Derrick debería hacer todo lo posible por impulsar las carreras de todos sus clientes. Pero había invertido muchas energías en ella en el pasado y ella había decidido, ignorando sus consejos, pasarse a la música pop, lo que también para él había supuesto un duro revés. Lourdes sabía que Crystal podía interpretar aquella canción tan bien como ella y, en su caso, tendrían menos problemas para negociar el contrato y conseguir apoyos puesto que Crystal no tenía ningún fracaso discográfico que celebrar.

–¿Me estás obligado a elegir entre Kyle y mi carrera?

Derrick no se justificó por ello.

–¿Necesitas tiempo para pensártelo o ya sabes lo que quieres?

Lourdes quería lo que quería cualquier músico. Quería estar en lo más alto, ser una cantante solicitada, publicar un disco nuevo cada año y que vendiera más que el anterior. La música era su vida y, después de todo lo que había sufrido durante los últimos doce meses, la aterraba no ser capaz de ganarse la vida sin Derrick. Él tenía la experiencia, los contactos. Podía moverse en el mundo de la música mejor que nadie. Y, en su situación, no estaba segura de que pudiera conseguir otro mánager. Derrick solo estaba dispuesto a conservarla porque tenía un interés sentimental en ella.

–No puedo prometerte nada.

–Lo único que te estoy pidiendo es que mantengas la mente abierta y me des la oportunidad de demostrarte mi amor.

Lourdes tomó aire. ¿Qué más le daba, si, al fin y al cabo, Kyle y ella no tenían ninguna posibilidad de seguir juntos?

–En ese caso, grabaremos esa canción.