LA ATMÓSFERA en el campo era muy distinta en el segundo tiempo, pero el trabajo de Kenny no tenía nada de fácil. La mayoría de los jugadores habían entendido lo que había pasado en los vestuarios y parecían comprometidos con el partido, pero quedaban algunos como Sly, a los que no les importaban nada las brújulas internas, el respeto o la lealtad del equipo, lo que implicaba que los otros tenían que esforzarse el doble.
A mitad del tercer cuarto, los Espartanos tuvieron al fin ocasión de marcar. Lenny falló el blocaje en la tercera y la séptima y la defensa corrió a su puesto. Pero Kenny consiguió adelantarse y marcar el primer touchdown para los Espartanos. Cuando vio que el árbitro levantaba la mano, sintió una descarga de adrenalina, pero alguien se lanzó entonces contra él y lo golpeó cuando no lo esperaba. Cayó sobre el brazo izquierdo y el dolor lo dejó paralizado.
—Kenny, ¿estás bien? —Moose apartó al jugador contrario que lo había tirado al suelo.
El chico se alejó en cuanto vio el tamaño de Mo ose y Kenny intentó asentir con la cabeza, pero apenas si podía respirar.
—¿Estás mal? —insistió Moose.
Kenny nunca había sentido tanto dolor. Pero sabía que no podía dejar que se notara. Tenía que seguir en el partido.
—Estoy bien —consiguió decir, pero no protestó cuando Moose lo agarró por la camiseta y lo puso en pie.
—Gracias.
Moose lo miró preocupado.
—No pareces estar bien.
—Sí que lo estoy.
—¡No es verdad!
Hasta que Moose no le miró el brazo, Kenny no se dio cuenta de que no podía moverlo.
—Lanzaré con la otra mano —dijo—. No digas nada.
Pero las gradas estaban en silencio y Owens y Blaine corrían ya por el campo junto con el masajista del equipo.
—Vamos —dijo Kenny entre dientes—. Estoy bien. Vamos.
Owens no parecía convencido.
—Ha sido un buen golpe.
—¿Nos han dado la penalización? —preguntó Kenny, que seguía luchando contra el dolor.
—Quince yardas.
—Bien —al fin llegó al banquillo y se volvió a mirar a los otros jugadores.
—Tienes que salir de aquí —le dijo Owens.
—¿Está bien Kenny?
Owens miró a Holbrook, que se acercaba con Buzz.
—Está lesionado.
—No es verdad —protestó el chico.
Owens no le hizo caso.
—¿A quién quieres poner en su lugar?
—A Greer —contestó Holbrook.
—Pero estoy bien —insistió Kenny.
Holbrook lo miró sorprendido.
—Si te sientes bien, puedes sentarte y mirar el partido. Si no, vamos a llamar a tu madre y que te lleve al médico.
—Puedo jugar —insistió Kenny.
—¿Y si tienes algo roto?
—Le haremos radiografías después del partido. No pasará nada por esperar.
— Kenny...
—Por favor, entrenador. Lo necesito —dijo con suavidad—. Por favor, tengo que hacerlo.
—Pueden golpearte otra vez —le advirtió Holbrook.
A poca distancia de allí, la defensa se esforzaba por contener a los Gatos Salvajes en su lado del campo. Kenny hizo una mueca al verlos. La sola idea de rozar su brazo con alguien casi hacía que se desmayara. Pero tenía que terminar lo que había empezado.
—Si me dan otra vez, me saca del campo.
—¿Te duele mucho?
—El brazo está un poco dormido, nada más — mintió Kenny, aunque tenía la sensación de que todo su cuerpo acababa de pasar por una picadora de carne.
Blaine se acercó desde atrás.
—Quiere hacerse el héroe, dejarse llevar por su ego. No le hagas caso. Claro que tienes que sacarlo.
Kenny abrió la boca para suplicarle a Holbrook. Los Espartanos iban a perder porque un imbécil lo había tirado al suelo. Blaine ya había hecho bastante daño al equipo. Pero no tuvo que decir nada.
—Puedes jugar —cedió Holbrook—. Pero tienes que ir con cuidado. Si intentas correr...
Blaine apretó los puños.
—Cometes un error —dijo—. Este chico tiene una cabeza tan grande como la tuya.
Holbrook no le hizo caso.
—No corras —dijo a Kenny.
Éste se puso de nuevo el casco con la mano buena.
—No correré.
—Te despedirán por esto —oyó que decía Blaine a Holbrook.
—Es posible —repuso Holbrook—. Pero lo que te aseguro que es cierto es que tú no estarás aquí la semana que viene.
Kenny no sabía cuál de los dos tendría razón, sólo sabía que su madre y su hermano estaban mirando y que tenía que demostrarles a ellos, y a sí mismo, la clase de hombre que quería ser.
—Está herido —dijo Hannah, que observaba a Kenny intentar otro pase.
—No —repuso Russ.
Hannah miró el modo en que mantenía el chico el brazo izquierdo. No era natural. Y tampoco se movía ni la mitad de rápido que normalmente.
—Acaba de lanzar otro pase —intervino Patti—. Yo creo que está bien.
—¿Puedes vigilar a Brent un momento? —preguntó Hannah.
Se levantó y bajó hasta la alambrada, desde donde podía ver mejor.
Kenny retrocedió para lanzar de nuevo, pero no pudo conseguir el paso. Un defensa rompió la línea frontal. Kenny se movió a la izquierda para evitar el blocaje. Moose lanzó al otro chico fuera y consiguió proteger a su quaterback lo suficiente para que Kenny lanzara la pelota unas cuantas yardas. Después de la jugada, Hannah vio que Moose preguntaba a Kenny si estaba bien y su hijo asentía con la cabeza.
—Hola, Hannah.
Alzó la vista y vio a Mike Hill. Lo saludó.
—Kenny está haciendo un gran partido. Ese chico tiene algo especial.
—Estoy orgullosa de él. Pero ahora está herido. ¿Crees que Gabe lo sabe?
—Seguro que sí.
—¿Y por qué no lo saca?
—No sé, pero debe de tener un buen motivo, ¿no te parece?
Ella no estaba tan segura. ¿Confiaba tanto en Gabe? No estaba acostumbrada a que nadie más cuidara de sus hijos.
—Seguro que todo irá bien —añadió Mike con gentileza.
Ella asintió y él le pasó una mano por el hombro y apretó con gentileza.
—¿Quieres bajar ahí?
Hannah miró a Kenny y después a Gabe. Respiró hondo. Gabe no era Russ. No la decepcionaría.
— No.
—¿Quieres sentarte con Lucky y conmigo?
Hannah pensó que sería mejor opción que ver el resto del partido con Russ.
—De acuerdo.
Una hora después, Gabe estaba sentado en el campo vacío y miraba el marcador, que seguramente se apagaría en cualquier momento junto con las luces. 21 a 20.
—¿Nos vamos ya? —preguntó Brent.
Hannah había ido a médico con Kenny y él se había ofrecido a quedarse con el pequeño. Lo había hecho para ayudarla, pero también porque así estaba seguro de que la vería esa noche.
Brent siguió su mirada.
—Hemos ganado, ¿verdad?
—Sí. Gracias a Kenny y esa última jugada.
—¿Cómo ha ganado Kenny?
—Porque ha jugado con el corazón —repuso Gabe.
Alguien gritó en ese momento su nombre y se volvió. Mike y Lucky avanzaban hacia ellos.
—Buen partido —dijo Mike.
Gabe miró a Lucky. Tenía un rostro delicado y un cuerpo de curvas, pero él ya sabía que su medio hermana era muy guapa. También sabía lo mucho que la amaba Mike y lo feliz que era en su matrimonio.
Quizá le fuera posible aceptarla sólo por eso...
—Seguro que estás orgulloso de Kenny —dijo ella.
—Sí —contestó él.
— ¿Crees que se pondrá bien? —preguntó Mike.
—Lo sabremos pronto. Hannah lo ha llevado al doctor Hatcher.
—Espero que no se haya roto nada.
—Yo también —estabas preocupado por Kenny, pero sabía que el chico jamás se lo hubiera perdonado si lo hubiera sacado del partido.
—Blaine estaba haciendo lo que pensábamos, ¿verdad? —preguntó Mike.
—Sí.
—¿Y qué vas a hacer?
—Procurar que no vuelva a entrenar nunca más —no tenía elección, sobre todo ahora que se iba a ir. No podía entregar su equipo a otra persona mientras Blaine estuviera allí.
—Tenían que haberlo despedido después de lo que te hizo a ti hace veinte años —declaró Mike.
—Por suerte no va a ser difícil deshacerse de él. Moose está dispuesto a hablar.
—¿Sí? ¿Su sobrino?
—No le gusta lo que ha hecho su tío y quiere decir la verdad.
—Me alegro por él. ¿Kenny te ha dicho algo de Blaine?
—No he tenido ocasión de hablar con él después del partido.
Brent tiró de la manga de Holbrook.
—¿Nos vamos a casa?
—Pronto.
—Estás de canguro, ¿eh? —sonrió Mike.
—Sólo intento ser un buen entrenador —repuso Gabe.
Mike soltó una risita.
—No me lo tragaba antes y no me lo trago ahora.
—¿Gabe? —intervino Brent—. ¿Nos vamos? ¿Por favor?
—¿Por qué tienes tanta prisa?
—Quiero jugar con Lazarus.
—Pero no vamos a mi casa, vamos a la tuya.
—¿Y no podemos ir a buscarlo antes?
Gabe abrió la boca para explicarle que su casa estaba lejos, pero volvió a cerrarla. De todos modos tenían que esperar, así que podían usar el tiempo yendo hasta la cabaña.
—Tengo una idea —dijo—. Tengo que irme unos días del pueblo. ¿Crees que puedes cuidar del perro hasta que vuelva'
Brent abrió mucho los ojos.
—¿Me lo vas a dejar a mí?
—Si no le importa a tu madre, sí.
—No le importará.
—Gabe —intervino Mike—. Tanto si vuelves como si no, te agradezco que estuvieras dispuesto a sustituir a mi padre. Sé que esta noche se habría sentido orgulloso.
—Gracias. ¿Pero como sabes...?
—Hannah se ha sentado con nosotros en la segunda parte. El domingo veré tu programa. Buena suerte.
Sonrió y se alejó con su esposa.
—¿Puedo empujar tu silla? —preguntó Brent cuando se quedaron solos.
Gabe apartó la vista de su medio hermana y su mejor amigo. Iba a negarse, como siempre, cuando vio el rostro esperanzado de Brent y cambió de idea.
—Claro que sí.
—¡Está bien! Eres el único que conozco que tenga una de éstas —consiguió empujarlo hasta el cemento antes de que le cedieran las fuerzas—Estoy cansado —protestó—. ¿Puedo ir delante contigo?
Gabe lo miró sorprendido.
—¿No eres muy mayor para sentarte en las rodillas de la gente?
—Sólo tengo siete años.
Hacía mucho que Gabe no tenía a un niño encima y de pronto echó mucho de menos a su sobrina y sus dos sobrinos y se preguntó cómo podía haber dejado pasar tanto tiempo sin ir a verlos.
—De acuerdo, sube.
Brent se subió a sus rodillas y, por primera vez desde el accidente, Gabe se preguntó cómo sería tener un hijo. Tal vez el fútbol no fuera lo único que había en la vida después de todo.
Kenny no se había sentido nunca tan cansado. El partido lo había dejado exhausto, pero habían ganado. Todavía no podía creerlo. Había lanzado dos touchdowns con un brazo roto.
—Estás muy callado —musitó Hannah cuando salieron de la consulta del médico—. ¿Te duele mucho?
Kenny miró su escayola.
—No, la pastilla ya ha hecho efecto.
—¿Estás cansado?
—Agotado. ¿Adónde crees que ha ido papá? — preguntó, ya en el coche.
Su madre lo miró.
—Ni idea. Está furioso conmigo y ya sabes que, cuando se enfada conmigo, desaparece. Seguro que te llama mañana. Debe estar muy orgulloso de cómo has jugado hoy.
Kenny sabía que no estaría orgulloso, sino enfadado porque no había hecho lo que le había dicho. Pero su padre sólo quería hacer daño a Holbrook, lo cual era estúpido. ¿Por qué tenían que perder los Espartanos sólo porque a su padre no le gustara el nuevo entrenador?
—¿Por qué está enfadado contigo?
—Porque no le gusta que me vea con Gabe.
—¿Y cómo se ha enterado?
Hannah enarcó las cejas.
—¿Tú crees que es posible guardar un secreto en este pueblo?
Kenny suponía que no.
—Papá tuvo su oportunidad y la estropeó dijo—. No tiene derecho a enfadarse contigo porque salgas con otro.
—Los sentimientos no siempre son razonables, hijo
—¿Y qué sentimientos crees que tiene Holbrook por ti?
Hannah paró el coche delante de la casa y apagó el motor.
—Creo que le gusto —dijo—, pero seguramente no nos veremos mucho en el futuro.
—¿Por qué?
—Porque le han ofrecido un trabajo en Nueva York. De presentador de Cuenta atrás en la ESPN.
—¿En serio? —preguntó Kenny, impresionado.
—Es una gran oportunidad.
—¿Y el equipo? —preguntó el chico.
—Lo sustituirá Buzz Smith.
¡Vaya! Otro entrenador. Holbrook les estaba fallando a su madre y a él.
Cuando entraron en la casa, Gabe estaba tumbado en el sofá. Parecía dormido, pero levantó la cabeza al oírlos.
—¿Cómo ha ido? —preguntó.
—Me han escayolado —Kenny le mostró el brazo.
—Pero es una fractura limpia —explicó Hannah—. Le quitarán la escayola en tres o cuatro semanas. El doctor dice que le protege el brazo, así que puede jugar antes si quiere.
Gabe se sentó y colocó los pies en el suelo con las manos.
—Me alegro.
—Mi madre dice que usted también tiene buenas noticias —dijo Kenny.
Gabe dudó un momento.
—¿Qué noticias?
—¿No se va a Nueva York a la televisión?
—Ah, sí.
—Estupendo —dijo Kenny, pero no consiguió poner ningún entusiasmo en la voz, porque lo que de verdad quería decirle era que no se fuera, que su madre y él lo necesitaban allí.