CUANDO entraron en el camino bordeado de árboles que llevaba a la casa de Gabe, Hannah miró una vez más a Ashleigh y se preguntó si aquello no sería un error. Su plan había sido emparejar a Gabe con una mujer atractiva que pudiera ser amiga suya y sacarlo al mundo. Nada más. Pero daba la impresión de que Ashleigh tenía planes más importantes y a Hannah le resultaba difícil no sentirse un poco celosa. La otra llevaba una minifalda negra con una blusa escotada que realzaba al máximo sus pechos y estaba decididamente sexy.

Gabe no podría resistirse. Pero quizá eso fuera bueno. Era lo que ella quería, ¿no? Lo mejor para él. Por lo menos Ashleigh le recordaría a las mujeres que se habían colgado de su brazo en el pasado. A lo mejor hasta se daba cuenta de que podía volver a estar rodeado de esas mujeres sólo con permitir que su vida siguiera un curso más natural.

Creo que lo invitaré a cenar el sábado anunció Ashleigh, que comprobaba su pintalabios en el espejo retrovisor.

A Hannah aquello le parecía prematuro.

No sé...

Tú dijiste que querías que lo sacara de casa, ¿no?

Sí, pero...

¿Qué?

Quizá puedas empezar por intentar que salga contigo y un grupo de gente más. Para que no parezca una cita y sea algo más casual.

¿Y tú qué sugieres?

No sé. Dile que el sábado vas a ir con unos amigos a cenar en Boise.

Pero no es verdad. Los fines de semana mis amigos y yo vamos al Honky Tonk.

Hannah tenía malos recuerdos del Honky Tonk, donde Russ había pasado mucho tiempo en su matrimonio. Además, no quería ver a Gabe frecuentando bares; ella lo había llevado al encierro y no quería llevarlo también a la bebida.

Una cena y una película sería mejor. Seguro que puedes formar un grupo, ¿no? Y más si va Gabe. Todo el mundo siente curiosidad por él. Simplemente tened cuidado de no abrumarlo mucho.

Pues, en mi opinión, estaríamos mejor solosmurmuró Ashleigh se volvió hacia la ventanilla sin esperar comentarios. Esto es bonito musitó cuando llegaron al claro en el que estaba la casa e Gabe con su porche pintoresco, el garaje separado y el jardín bien cuidado.

Debe de tener asistenta y jardinero.

Yo creo que no tiene a nadie.

¿Cuida él solo de todo esto?

Creo que sí.

¿Pero por qué? No debe de ser fácil con la silla de ruedas. Y es rico.

Supongo que prefiere hacer el trabajo personalmente.

Ashleigh sonrió.

Lo que demuestra que tiene muchas partes que trabajan.

Hannah no quería hablar otra vez de las habilidades sexuales de Gabe. Aparcó el coche al lado de la furgoneta de él y salió. Ese día llevaba la comida en una cesta, pues le había parecido más fácil de transportar así. Él podía devolverle los platos del día anterior en la cesta y ella los reemplazaría con la nueva comida.

¿Cuánto tiempo hace que vive aquí? preguntó Ashleigh.

A Hannah no le resultaba fácil calcularlo. Después del accidente, había seguido sus progresos día a día, rezando para que se recuperara del todo.

Estuvo trece días en el hospital y luego dos meses haciendo rehabilitación en una clínica de Boise. Después de eso, vivió con sus padres hasta el verano, así que supongo que dos años y medio.

Yo jamás podría vivir aquí sola declaró Ashleigh. Me moriría de aburrimiento en dos días. Y me aterrorizaría la idea de tropezar con un oso.

Hannah sospechaba que Gabe tenía más miedo de las cosas que encontraba en el pueblo, de la gente que le hablaba de su carrera o le pedía un autógrafo, de las miradas y la curiosidad que encontraba cuando se movía con su silla, de su padre y el escándalo que lo había hecho recluirse aún más.

Yo entiendo que le guste esto contestó. Es hermoso y tranquilo.

Llegaron al porche y Hannah oyó música de rock en la casa. Admiró un momento la silla que pronto estaría en su estudio.

¿No es la silla más bonita que has visto en tu vida? preguntó.

Dejó la cesta de picnic en el porche y se sentó en ella.

Ashleigh se encogió de hombros.

Supongo que sí. Si te gustan los muebles de ese estilo.

Se abrió la puerta y Lazarus salió corriendo moviendo la cola con entusiasmo.

¿Hola? Gabe parecía sorprendido de encontrarse frente a Ashleigh.

Hannah se levantó rápidamente y se situó al lado de la otra.

Hola, Gabe. Ésta es Ashleigh Evans.

Nos conocemos miró el escote generoso de la chica.

Dijiste que tenías que cortarte el pelo y Ashleigh ha venido conmigo para cortártelo sonrió Hannah. Lazarus caminaba a su alrededor, interesado por la comida que llevaba. Y aquí está la cena. Ternera Strogonoff.

La expresión de Gabe era amable, pero, cuando ordenó a Lazarus que se sentara, Hannah pudo ver que no estaba contento.

Gracias dijo él. ¿Queréis pasar?

La verdad es que podemos cortarte el pelo aquí en el porche repuso Ashleigh. Así no se ensuciará la casa. Y hace un día precioso.

Él vaciló un momento.

Está bien. ¿Pero no tienes que mojarlo antes?

La peluquera mostró su bolso grande y sacó una botella de spray y unas tijeras.

Tengo todo lo que necesito. Por cierto, tienes un perro precioso.

Gracias Gabe miró el agua y las tijeras y se impulsó fuera con la silla.

Ashleigh le pasó las uñas largas por el pelo.

Tenía un pelo precioso.

Hannah también se moría de ganas de tocarlo, así que hundió los dedos en la piel de Lazarus y carraspeó para pensar en otra cosa. Aquello había sido idea suya y era una tontería sentir envidia.

¿Te importa que caliente la comida para que esté lista cuando terminéis? preguntó.

Hazlo dijo él.

Hannah dejó a Lazarus jugando fuera y entró en la casa con la comida.

Dentro encontró una gran variedad de muebles. Primero se fijó en las mesas triangulares de la sala de estar. Había tres, dos laterales y una mesita de café y estaban hechas con madera clara. Eran muy hermosas.

Sentía el peso de la cámara en el cuello y ansiaba fotografiarlas, pero antes retiraría lo que había en las mesas... el mando a distancia de la tele, una revista deportiva, un teléfono y un jarrón con flores exóticas.

Bordeó una mesa metálica extraña que resultaba tan interesante como todo lo demás y entró en la cocina de encimaras de mármol azul, armarios blancos y suelo de madera. Del techo colgaba una ristra de ajos junto con cestas de hierbas y verduras frescas.

Aquello le gustó. Tal vez Gabe se hubiera aislado del mundo, pero se las arreglaba bien. Lo único que le llamó la atención fue no ver nada relacionado con el fútbol, ni trofeos ni placas ni fotos de sus buenos tiempos.

¿Hannah? llamó la voz de Ashleigh.

¿Qué?

¿Nos traes un par de esos champiñones rellenos que has hecho?

Sí. Pero espera que los caliente. Estarán mejor así.

Puso la ternera en el fuego y calentó los champiñones en el microondas. Le apetecía explorar el resto de la casa, pero sabía que él valoraba su intimidad y ella tenía que respetarla.

Aun así, se asomó un momento a la habitación que daba a la cocina. Tenía el techo alto y unos ventanales que ocupaban una pared entera. Estaba llena de equipo de gimnasio.

Sonó el microondas y se volvió. Tomó los champiñones y tres vasos de vino y puso todo en una bandeja que colgaba en la pared de la despensa.

Ashleigh detuvo su trabajo el tiempo suficiente para que Gabe probara un champiñón y tomara un sorbo de vino. Hannah tomó su vaso y lo dejó en el suelo, al lado de su silla y lejos de los pelos que caían de las tijeras.

Esto es increíble musitó.

Gabe la miró, pero no dijo nada. Ella sospechaba que estaba un poco molesto con la visita de casa y el corte de pelo improvisado, pero no le importaba. Alguien tenía que empujarlo a salir al mundo.

¿Qué te parece? le preguntó Ashleigh unos minutos después.

Hannah miró su trabajo. Corto por detrás pero largo por delante, con un estilo descuidado que encajaba con su imagen de chico malo y enfatizaba el hoyuelo de la barbilla, la sombra de barba y los hermosos ojos azules.

Muy bien musitó.

Ashleigh sacó un espejo de su bolso.

¿Y a ti?

Él le sonrió, pero Hannah estaba segura de que era una sonrisa forzada.

Agradezco mucho la visita dijo. ¿Cuánto te debo?

Nada Ashleigh miró a Hannah. Pero esperaba que quizá... Hannah me dijo que quizá quisieras salir el sábado conmigo a cenar y al cine. ¿Verdad, Hannah?

La interpelada no sabía dónde meterse. ¡Ella le había dicho que lo invitara a unirse a un grupo, no que le pidiera una cita! Carraspeó.

Sí, ah... sonrió. Es una cosa en grupo. Ashleigh y unos amigos van a cenar a Boise y quieren que vayas con ellos.

Gabe no alteró su expresión amable.

No me digas.

Sí, es un grupo.

Eso ya lo has dicho.

Sólo unos cuantos amigos que se divierten Hannah miró a Ashleigh. Todas las chicas son jóvenes y guapas... rubias...

¿Rubias? él enarcó las cejas.

Hannah reprimió un gemido. ¿Estaba tonta? Tenía que tranquilizarse.

La mayoría repuso. ¿Verdad, Ash?

La peluquera vaciló un momento, pero acabó por asentir con la cabeza.

Ah, sí... supongo que sí.

¿Tú vas? preguntó Gabe.

Hannah se clavó las uñas en las manos.

¿Yo? No.

¿Por qué? Seguro que a Ashleigh no le importa que vengas.

Claro que no confirmó la aludida, pero con una lentitud que indicaba que no la entusiasmaba la idea.

Sois los dos muy amables dijo Hannah, pero esa noche tengo trabajo.

Seguro que puedes dejarlo por una noche insistió él. Será una salida en grupo. Y puede que consigamos encontrarte un chico rubio.

Ella hizo una mueca.

Sí, bueno, creo que a mí el pelo rubio no me atrae tanto como a ti, así que voy a pasar...

¿Pero qué dices? la interrumpió él. No sería lo mismo sin ti. Te recogeré a las seis y nos reuniremos con Ashleigh y sus amigos... ¿dónde?

¿En Asiago? murmuró la peluquera, vacilante.

Perfecto sonrió él, aunque Hannah intuía que no se sentía tan complacido como aparentaba.

Se enderezó y le sonrió con frialdad.

Un plan genial dijo entre dientes.

Veo que nos entusiasma a los dos Gabe sacó veinte dólares de la cartera y se los dio a Ashleigh. Has hecho un trabajo tan magnífico que insisto en pagarte aunque sea un poco.

La chica sonrió ante el cumplido y aceptó el dinero.

Gracias. Ha sido fácil. Tienes un pelo estupendo.

Es una pena que no esté a juego con su carácter murmuró Hannah.

Ashleigh abrió la boca sorprendida, pero Gabe fingió no haberla oído.

Gracias por venir, señoras.

Silbó a Lazarus, entró en la casa y cerró la puerta, dejando a Hannah de pie en el porche sin la cesta con los platos del día anterior y sin la foto para el anuario.

Gabe achicó los ojos y observó los faros del coche de Hannah desaparecer entre los árboles. ¿Qué narices pretendía llevándole a Ashleigh para que le pasara los dedos por el pelo y le frotara el pecho en la cara? Era evidente que Hannah quería enrollarlo con aquella chica, pero a él no le interesaba. Y le interesaba aún menos que Hannah se entrometiera en su vida amorosa. Si Reenie no podía convencerlo de que volviera a salir con mujeres nadie podía.

Se apartó de la ventana y se volvió a la cocina y la ternera que le había preparado. Se preguntó por qué había consentido en quedar el sábado con lo fácil que habría sido decir que no y que se largaran las dos. Y en vez de eso, había sacado un placer perverso incluyendo a Hannah en el plan, que seguramente necesitaba salir más que él.

Además, lo de intentar evitarla no funcionaba. Ella no quería olvidar el accidente y seguir adelante. Su sentido de la justicia parecía impulsarla a pagar un precio por su error. Quizá lo mejor fuera permitirle hacerlo y así quizá acabara por perdonarse a sí misma y olvidarlo todo.

La idea era interesante. ¿Pero qué podía hacer por él?

Se sirvió la ternera con verduras y un panecillo casero y volvió a las cintas de fútbol. Pero seguía pensando en Hannah. Cocinaba bien. Tal vez debiera dejar que siguiera haciéndole la cena hasta que se cansara. O quizá podía pedirle que le limpiara la casa, el coche y arrancara la maleza del jardín. Su trabajo de entrenador no le permitía seguir llevando la agenda estricta de antes.

Tal vez no fuera tan malo tener a alguien que se ocupara de sus necesidades. Sobre todo si así le hacía un favor a ella.

Sonrió. Un favor tener que trabajar tanto. ¡Pobre Hannah! Algunas personas no sabían ponerse la vida fácil.

Bien, ¿qué opinas? pregunto Ashleigh a Hannah en el coche. No ha ido mal, ¿verdad? Por lo menos ha dicho que vendrá el sábado.

A Hannah no le gustaba el resultado de su misión, pero no quería decirlo así.

Ha ido muy bien repuso. Gracias por haberme acompañado.

Miró el pecho de Ashleigh y casi soltó un gemido. Ella parecería un burro entre caballos de carreras. Seguramente sería diez años más vieja que todas las demás del grupo y la única que no se había operado el pecho. Trababa mucho y a veces ni siquiera paraba a comer, por lo que estaba demasiado delgada. Hacía ejercicio todos los días, pero tenía una estría en el estómago del último embarazo y su único bronceado era el del sol que tomaba mientras trabajaba en su pequeño jardín. Los sábados no salía, se contentaba con ponerse la bata y leer hasta que llegaba Kenny.

Seguramente estaría pasada de moda y resultaría aburrida.

¿Qué te pasa? le preguntó Ashleigh.

Nada. ¿Por qué?

Tenías una expresión rara.

Hannah pensó en decirle la verdad, porque necesitaba una segunda opinión. Pero no quería que la otra pensara que le interesaba Gabe. Y además, sería perder el tiempo, porque Ashleigh sería demasiado amable para decirle la verdad.

No me pasa nada.

¿Qué te vas a poner el sábado?

Hannah frunció el ceño.

No tengo ni idea. ¿Asiago es de mucho vestir?

¿No has ido nunca?

Está bien. Busca algo... chic y con estilo.

Vivimos en Dundee, ¿vale?

¿No tienes nada de vestir?

Tengo informal de ahora e informal de hace diez años. A menos que quieras que me ponga el vestido del baile de graduación.

Ashleigh se echó a reír.

Por lo menos todavía cabes en él.

Eso es el precio del estrés.

Ashleigh la observó un momento.

Creo que tienes la misma talla que mi hermana. Seguro que puede prestarte algo.

Dime que tiene más de doce años.

Tiene veinticuatro y hasta hace unas semanas vivía en California. Y tiene mucha ropa bonita. Déjalo en mis manos.

Hannah miró con escepticismo la minifalda y la blusa ceñida de la otra.

No te pasarás conmigo, ¿verdad? Yo no tengo pechos para una blusa así.

Ashleigh hizo un gesto de irritación.

¿Quieres dejar de preocuparte? Vas a estar estupenda, confía en mí.