HANNAH se puso el camisón y se lavó la cara antes de llamar al cuarto de Kenny.

¿Qué te ha dicho Gabe? preguntó, cuando su hijo le dijo que entrara.

Lo de siempre murmuró él. Estaba en la cama con las luces apagadas y escuchaba un disco de Sheryl Crow.

¿Y qué es lo de siempre? preguntó ella. No creo que el entrenador jefe visite a todos los jugadores antes de un partido importante.

Soy el quaterback, mamá. Quería saber si estoy preparado para jugar el viernes, nada más.

Hannah se sentó en el pie de la cama.

O sea que no sólo juegas, sino que eres el capitán.

Eso parece.

¿Y no te hace feliz?

dijo él; pero no parecía muy feliz.

¿Y estás preparado?

Kenny suspiró pesadamente.

Tanto como pueda estarlo nunca.

Tu padre parecía molesto esta noche.

El chico se incorporó sobre los codos.

¿Y por qué está molesto? Le he pedido perdón a Sly, que era lo que él quería.

Tiene miedo de que estés enfadado con él por obligarte.

Y lo estoy.

Yo creo que intentaba hacer lo correcto. Pelear no es modo de resolver problemas.

A papá no le importa que pelee, mamá. Si me hubiera pegado con otro chico le habría dado igual.

Hannah se mordió el labio inferior un momento y volvió a intentarlo.

No sé. A su modo, creo que intenta cuidar de ti. Te quiere.

Me está confundiendo declaró Kenny.

¿Con qué?

Con muchas cosas. ¿Cree que no soy lo bastante bueno para jugar al fútbol sin... hacerles la pelota a los entrenadores?

Cree que a él lo privaron de ciertas oportunidades y no quiere que te pase lo mismo.

Pues a mí me gustaría que no se metiera en mis asuntos.

Hannah le levantó la barbilla y lo obligó a mirarla.

¿Quieres decirme lo que pasa con tu padre, la pelea y el fútbol? Últimamente estás muy raro.

No es nada el chico se echó hacia atrás y se cubrió un momento los ojos con el brazo. Luego la miró de nuevo. ¿A ti te cae bien el entrenador Holbrook?

Sí. Me parece... buena persona. ¿A ti no?

Él asintió.

Todas las jugadas tienen que ser perfectas antes de que nos permita dejar el entrenamiento, pero... está bien. Menos cuando me mira con sus ojos de listo.

¿Ojos de listo?

Es como si te enviara un mensaje. «Vamos, puedes hacerlo». Y entonces yo quiero no fallarle.

¿Mamá? llego la voz de Brent desde el fondo del pasillo?

¿Qué?

¿Puedes venir?

Voy enseguida se levantó de la cama. Creo que Gabe tiene mucha confianza en ti.

Quizá demasiada gruñó Kenny.

Hannah le dio un beso en la frente.

Estoy segura de que estás cansado, así que...

No terminó la frase, porque Brent entró en el cuarto y encendió la luz.

Hannah abrió la boca para decirle que la apagara, pero el corazón le dio un vuelco. La luz no la había deslumbrado tanto como para no ver que Brent llevaba en la mano la camiseta de Gabe.

¿De quién es eso? preguntó Kenny.

No sé. Acabo de sacarla del bolso de mamá.

Me la he encontrado dijo Hannah, porque nos se le ocurrió nada mejor.

Kenny se sentó en la cama para verla mejor.

¿Dónde?

Cuando he ido a dar una vuelta en el coche.

¿Te has encontrado una camiseta cuando ibas conduciendo? preguntó Kenny, confuso. ¿Estaba a un lado de la carretera?

Hannah se acercó a por la camiseta.

Estaba en el suelo. Sólo es una camiseta que me he encontrado, no hay que darle tantas vueltas. Y ya es hora de dormir.

Empujó a su hijo pequeño fuera del cuarto y cerró la puerta tras ella, por miedo a que Kenny pudiera reconocer la camiseta como perteneciente a Gabe.

Cuando la casa quedó en silencio, Hannah fue a la cocina, se sirvió un vaso de vino y miró la camiseta de Gabe. De no ser por aquella prueba, podía haberse convencido de que lo ocurrido ese día no había sido real... de que había sido sólo otra más de sus fantasías.

El recuerdo de Gabe sentándola en su regazo y besándola con pasión hizo que volviera a excitarse de nuevo. ¡Le gustaba tanto aquel hombre!

Sonó el teléfono y ella miró el reloj. Era casi medianoche de un sábado, lo que implicaba que Russ llamaría desde el Honky Tonk. A veces cuando se emborrachaba la llamaba para insultarla por haberlo dejado. Otras veces lloraba y le suplicaba que volviera con él.

¿Diga?

¿Te he despertado?

Era Gabe. Hannah sintió alivio mezclado con sorpresa.

No, todavía no me he acostado.

Él no dijo nada.

Pero Kenny está dormido, si llamas para hablar con él.

Gabe soltó una risita.

No, llamo para hablar contigo.

Más silencio...

¿Gabe?

¿Qué?

¿Me vas a decir por qué has llamado?

Necesito que venga alguien a ayudarme a comer estas fresas. ¿Puedes venir esta noche? Se estropean enseguida. Pregúntale a Marge la del supermercado, si no me crees.

El supermercado está cerrado.

Gabe suspiró.

En ese caso, tendrás que fiarte de mi palabra.

Hannah apretó los ojos y combatió el impulso de colgar, meterse en el coche y salir corriendo a su encuentro.

No puedo.

¿Por qué?

Ya te dije que no volvería.

Pero no lo decías en serio.

¿Cómo lo sabes?

Porque estaba presente. Y cuando te he metido la mano en...

Él soltó una risita.

De acuerdo. Llámame cuando estés preparada.

Colgó y Hannah no supo si sentirse aliviada o decepcionada. Seguramente las dos cosas. También sospechaba que Gabe sólo estaba probando su resistencia, haciéndole saber que su puerta seguía abierta por si no podía resistir la tentación.

Sonrió y tomó un sorbo de vino. Tomó la camiseta de Gabe para olerla. Entonces sonó el timbre.

Ahora no murmuró.

Dejó la camiseta en la mesa, se acercó a la puerta y miró por la mirilla. Russ estaba en el porche. Abrió la puerta con impaciencia.

¿Has olvidado algo?

Él señaló la silla que había hecho Gabe.

¿A qué demonios viene eso?

¿Qué?

Tú ya sabes qué. ¿Y de dónde han salido esas malditas flores?

¿Flores? Hannah se asomó y vio una maceta de geranios rojos al otro lado de la puerta.

No sé pero aunque no había visto a Gabe dejarlas, sabía que procedían de él. Había visto la maceta esa tarde en la encimera.

Son de Gabe, ¿verdad? preguntó él. ¿Por qué te hace regalos?

No son regalos. Por lo menos la silla. Las flores no lo sé.

Son de él. Lo sé.

Russ, hazme un favor y vete a casa, ¿vale?

Puede que estemos divorciados, pero sigues siendo la madre de mis hijos y tengo derecho a saber lo que ocurre.

No, no lo tienes. No tienes derecho a venir a llamar a mi puerta en mitad de la noche.

Él hizo una mueca.

La luz estaba encendida. No finjas que te he despertado.

Iba a apagar la luz. Estoy cansada y tu visita me molesta. Y ahora, si me disculpas...

Él puso una mano en la puerta para impedir que la cerrara.

Dime que no sales con él, ¿vale? No con Gabe. Cualquiera menos él. Prométemelo.

Hannah sabía que a Russ no le gustaría que saliera con nadie. Era tan posesivo ahora como seis años atrás.

No pienso prometerte nada.

Puede que sea rico y famoso pero está tullido. Tú no quieres tener que cuidar de un tullido toda tu vida, ¿verdad?

Gabe no necesita que nadie cuide de él; lo hace muy bien solo.

O sea que sales con él.

No. Déjame en paz. Vete de aquí.

¡Tú no puedes dejarme por un maldito tullido, Hannah!

Yo te dejé por otras razones intentó cerrar la puerta, pero él la empujó y entró en la casa. Vete de aquí dijo ella entre dientes. Antes de que despiertes a los chicos.

Si quieres salir con alguien, sal conmigo. He cambiado. Dame otra oportunidad.

Yo no quiero estar contigo, Russ. Nunca. ¿Me entiendes?

¿Preferirías estar con Gabe?

¿A ti qué te parece?

Russ palideció de tal modo que Hannah no pudo evitar intentar consolarlo.

No pretendo ser grosera, pero...

No terminó la frase, porque él la golpeó en la cara con tal fuerza que ella se tambaleó, retrocedió un poco y estuvo a punto de caer.

Se agarró a la puerta para no caer y lo miró atónita, con el sabor a sangre en la boca, donde sus dientes habían cortado el labio. Russ se derrumbó inmediatamente.

Perdona. Oh, por favor, perdona. Yo no quería hacer eso. Tú me vuelves loco. A veces creo que me moriré si no vuelves conmigo apretaba y desapretaba los puños. Tú tienes la culpa, ¿entiendes? Yo nunca te he pegado. No quería hacerlo ahora.

Hannah se llevó una mano a la mejilla.

Por favor, Hannah, no te enfades. Ha sido con el dorso de la mano, no he usado el puño. No... no te he dado fuerte.

Los ojos de ella se llenaron de lágrimas y el labio y la mejilla se estaban hinchando.

No se te ocurra volver a venir por aquí a menos que sea para recoger o traer a los chicos dijo. O te juro que pediré una orden de alejamiento.

Cerró la puerta con llave, apoyó la frente en la madera y dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas. A veces odiaba tanto a Russ que le costaba contener ese sentimiento. De no ser por Kenny y Brent, habría maldecido el día en que su madre y ella se habían mudado al lado de los Price.

Escuchó por si él volvía a llamar, pero unos minutos después oyó alejarse el Jeep.

Se apoyó en las paredes para combatir el mareo y fue a la boca y ponerse hielo. Llevó la camiseta de Gabe a su habitación y se metió en la cama bloqueando en su mente todo lo que no fuera el olor de aquella prenda blanca.

A la mañana siguiente, Hannah tenía el labio hinchado y la mejilla amoratada. Se miró desconsolada al espejo y pensó lo que iba a hacer respecto a Russ. No le había pegado antes y se había mostrado sinceramente arrepentido después, pero ella necesitaba que constara el incidente por si volvía a darle la lata en el futuro. Decidió que iría más tarde a la comisaría a denunciar el incidente.

Se asomó al cuarto de Brent, comprobó que seguía dormido y salió fuera a encender los aspersores. El sol naciente lo cubría todo de un resplandor rosado. Le gustaba esa hora de la mañana, pero ese día no sabía qué pensar de nada. Su vida había dado un giro inesperado desde que empezara a ver a Gabe. Una parte de ella quería abrazar ese cambio y otra parte quería aferrarse a la seguridad relativa de la vida que se había construido tras el divorcio.

Tomó el periódico que estaba en el porche, pero en vez de abrirlo, se sentó en su silla nueva y miró la maceta de geranios. Gabe debía de haberla dejado allí antes de irse.

Hola Kenny abrió la puerta.

Madrugas mucho musitó ella.

No podía dormir más salió y se quedó parado al verle la cara. ¿Qué te ha pasado?

Me peleé con la madre de Sly dijo ella.

¿Qué?

Es broma. Fui al baño a oscuras y me di con la puerta.

Pues más vale que nos escondamos los dos hoy. No tenemos buena cara.

Y que lo digas.

El chico se sentó en la barandilla del porche y miró los aspersores.

No puedo creer que el instituto empieza mañana.

Yo tampoco. Parece que fue ayer cuando te llevaba a la guardería.

Sonó el teléfono.

¿Quién llama a estas horas? preguntó Kenny.

Hannah dudaba de que fuera Gabe, pero se levantó de un salto, por si acaso.

Ya voy yo.

Entró en la casa y corrió a la cocina.

¿Sí?

¿Hannah?

Era Patti, pero su voz sonaba dura.

Hola. ¿Qué pasa?

¿Es verdad? preguntó su ex cuñada.

¿Si es verdad qué?

¿Te acuestas con Gabe Holbrook?