Capítulo 18
La casa que habían alquilado Denny y Powell no era una de las casas más bonitas de Whiskey Creek. No solo carecía de la robustez de los edificios de la granja, sino que tampoco tenía el encanto de las casas victorianas del pueblo. Aquella estructura tan precaria no parecía propia de la zona. Las paredes grises de cemento estaban agrietadas, lo que indicaba que, de entrada, habían sido construidas con material de escasa calidad. Y a juzgar por lo que Levi había visto, nadie se había molestado en cuidarla desde entonces. Había excrementos de perro en el maltrecho césped. La pintura que había bajo los aleros se estaba descascarillando y la pantalla de la puerta colgaba en ángulo.
Lo único remotamente interesante en aquella casa eran los dos agujeros que había en la puerta, dos agujeros a la altura del pecho. Levi pensó que parecía como si alguien hubiera pegado dos tiros a través de ella.
Aquello despertó su recelo, pero no lo suficiente como para volver a la moto y salir corriendo. Había intentado convencerse de que no debería ir hasta allí. Pero, para bien o para mal, no iba a dejar que nadie pusiera en peligro su vida, ni la de una persona que le importaba. Un hombre tenía derecho a defenderse de imbéciles como Denny y su amigo.
La camioneta que Denny había llevado hasta la granja estaba en el camino de la entrada. Levi la estuvo controlando mientras oía gritos que parecían sugerir que Denny estaba llamando a Spike. Como no oía ladridos, confió en que Denny no hubiera pagado todavía el dinero de la multa. Por lo menos no tendría que pelear contra otro pit bull.
Levantó la mano para llamar a la puerta, pero la puerta se abrió en cuanto rozó la madera con los nudillos. Y ningún perro salió corriendo a recibirle.
–¡Powell, ven aquí, corre! –gritó Denny–. Es nuestro amigo sin techo.
Se oyó el ruido de la cisterna y Powell entró corriendo en el cuarto de estar, subiéndose la cremallera del pantalón.
–¿Qué quiere?
–Esa es una buena pregunta –envalentonado por la presencia de Powell, Denny se irguió–. ¿Qué estás haciendo aquí?
Con las persianas cerradas y el resplandor de la televisión como única luz, la casa estaba tan oscura que Levi no podía ver claramente ni a Denny ni a Powell. Pero sí percibía el olor a alcohol y se preguntó si estarían bebiendo.
Los hombres que llevaban unas cuantas cervezas encima solían ser más impetuosos, o simplemente más estúpidos, que los otros. Pero Levi ya sabía que llegar hasta allí entrañaba ciertos riesgos. Y estaba dispuesto a correrlos.
Frunció el ceño y miró a Denny, que estaba a su derecha.
–Intenta imaginártelo.
–¿Estás buscando problemas?
–Si hace falta, sí.
–¿Qué demonios significa eso? –le exigió Powell.
–Significa que sé que fuisteis vosotros –contestó Levi–. Sé que antes de ayer prendisteis fuego al establo.
–No, nosotros no fuimos –replicó Powell.
Pero la expresión de Denny condujo a Levi a creer que estaba deseando que se reconociera el mérito de su hazaña, que se moría por convencer a Levi de que era un chico grande y malo.
Cuando Denny curvó los labios en una sonrisa burlona, Levi supuso que le había ganado su ego.
–Aunque lo hubiéramos hecho nosotros, no puedes hacernos nada, imbécil, a no ser que puedas demostrarlo.
Levi sonrió, y continuó sonriendo cuando Denny intercambió una mirada de inseguridad con su amigo.
–¿Qué pasa? ¿Por qué sonríes?
–Solo estoy esperando a que te des cuenta de tu error.
–Yo no he cometido ningún error –replicó Denny.
Pero ya no parecía tan satisfecho como segundos antes. Sus palabras tuvieron un deje de mal humor.
–Sí, claro que lo has cometido. El único que no puede hacer nada es Stacy. Él tiene que presentar pruebas, pero yo no.
–¡Vete al infierno!
Denny apartó a Powell de la puerta para empezar a cerrarla, pero Levi se lo impidió con el pie.
–Ya he perdido todo lo que de verdad me importa –le dijo.
–¿Y? –se burló Denny.
–Y no soy un hombre al que te convenga provocar. ¿Ahora entiendes un poco mejor la situación?
–¡Aparta el pie de esa maldita puerta! –gritó Denny.
Pero Levi no lo movió.
–Antes tengo algo que decir. Como vuelva a haber un incendio o alguien le haga algún daño a Callie o a cualquiera de sus pertenencias, haré que os arrepintáis de haber nacido –se volvió hacia Powell–. Y eso va por los dos.
Powell agarró entonces la puerta.
–¿Nos estás amenazando?
Levi no se molestó en negarlo.
–Sí, os estoy amenazando.
Powell parpadeó, como si no esperara que lo admitiera. Y una vez aclarado, ya no quedaba ninguna duda de cuáles eran sus intenciones. Inmediatamente comenzó a retractarse.
–Denny solo te estaba tomando el pelo, quería hacerte pensar que habíamos sido nosotros los culpables del incendio, pero no es cierto. Nosotros no hemos hecho nada.
Levi sacudió la cabeza.
–Los dos sabemos la verdad, así que no insultes a mi inteligencia. Lo único que quiero que me digáis es que os ha quedado claro que no podéis volver a hacer daño a Callie.
–No puedes presentarte aquí de esa manera, intentando provocar una pelea –le reprochó Powell.
Pero Denny habló al mismo tiempo que él.
–Pienso ir a ver a Stacy.
Levi se echó a reír.
–Desde luego, sí que vais bien disfrazados.
Se miraron el uno al otro desconcertados.
–¿A qué te refieres? –preguntó Powell.
–A esos cuerpos que tanto os ha costado modelar. Son una bonita fachada.
Denny comenzaba a enfadarse de nuevo.
–Sal de aquí antes de que te lleves una patada en el trasero.
Era una amenaza menor, pero Levi no iba a permitir que se salieran con la suya más de lo que habían hecho hasta entonces.
–No pienso oponerme a que lo intentes.
–Eres un hijo de… –Denny se abalanzó hacia él, pero Powell agarró a su amigo.
–No merece la pena. Por lo que sabemos, todos esos palurdos del pueblo están de su parte y es posible que nosotros terminemos en la cárcel.
–O en el hospital –respondió Levi–. Es posible que no se me den bien muchas cosas, pero hay otras para las que tengo un gran talento.
–¿Y si tengo una pistola? –musitó Denny–. ¿Qué puede hacer todo tu talento contra una pistola?
Levi bajó la voz.
–Si alguno de vosotros se acerca a mí con una pistola, podéis estar seguros de que todo esto alcanzará un nuevo nivel.
–¿Qué quieres decir?
–Quiero decir que haré todo lo posible para asegurarme de que sea yo el que sobreviva –dijo, y volvió a la moto.
Stacy llamó a Callie mientras esta iba conduciendo, así que tuvo que contestar utilizando el Bluetooth.
–¿Diga?
–Tú crees que tu amigo es un hombre que está del lado de la ley, ¿verdad?
Callie se aferró con fuerza al volante. ¿Habría descubierto Stacy la verdadera identidad de Levi? Y en el caso de que así fuera, ¿qué habría revelado?
–¿Qué amigo? –preguntó, intentando ocultar su preocupación.
–Ninguno de ellos me preocupa tanto como ese hombre que vive ahora en tu casa.
–No hay ningún motivo para preocuparse por Levi.
–Mi trabajo consiste en preocuparme y ese hombre me está dando muchos quebraderos de cabeza.
Callie llevó el coche lentamente hasta la cuneta. No quería conducir con la tensión de aquella conversación.
–¿En qué sentido?
–Ha amenazado a Denny Seamans y a Powell Barney.
A Callie no la sorprendió. Levi no era el tipo de hombre capaz de quedarse sentado sin reaccionar, permitiendo que Denny hiciera lo que le viniera en gana.
–¿Cómo lo sabe?
–Denny acaba de poner una denuncia.
–¿Y va a detenerle? –preguntó Callie con una risa con la que pretendía decirle que sería un abuso de autoridad.
Aquello pareció pillar a Stacy desprevenido.
–¿Por qué no iba a hacerlo?
–Porque es la palabra de Denny contra la de Levi.
–Powell le apoya. Dice que estaba allí y oyó toda la conversación.
–Pero Powell diría cualquier cosa que Denny le pidiera. Y todo el mundo sabe que Denny miente.
Stacy elevó la voz.
–Creo que Levi también nos está diciendo alguna que otra mentira. Ya oíste lo que le dije en tu casa. No he encontrado a ningún Levi McCloud de Seattle. No aparecen multas por exceso de velocidad o por aparcar en un lugar prohibido, y tampoco nada relacionado con el ejército.
–¿Y? Puede tratarse de un error.
–No hay ningún error. No está siendo sincero. Estoy convencido.
Callie se mordió el labio mientras miraba los coches que pasaban por la carretera.
–El estrés postraumático afecta a muchos soldados, les lleva a hacer cosas que a los demás pueden parecernos locuras.
–Utilizar una identidad falsa no es una locura. Es un engaño intencionado, un intento de ocultar el pasado.
–A lo mejor no es lo que está pensando.
–¿Y qué otra cosa podría ser?
Callie ya se había creado un escenario alternativo. Había necesitado encontrar una explicación a la extraña conducta de Levi.
–Sé que tuvo un padre maltratador. A lo mejor ha decidido dejar el pasado atrás para evitar que su padre pueda ponerse en contacto con él.
–¿Eso es lo que te ha dicho?
–No, pero es posible.
–Si fuera ese el caso, lo habría dicho.
No necesariamente. Levi no era un hombre locuaz. La poca información que tenía de él había tenido que sonsacársela poco a poco.
–Cada persona es diferente. Y creo que aquí se está dejando pasar algo importante.
–¿Y qué es eso tan importante?
En ese momento pasó Riley en el coche con su hijo Jacob. En circunstancias normales, Callie le habría detenido para preguntarle si estaba seguro de que Phoenix iba a salir de prisión. Callie sabía que aquel día sería difícil para él. Y también para Phoenix. ¿Cómo iba a retomar una vida normal, estando en un pueblo en el que tenía a todo el mundo en contra?
Pero Callie no tocó el claxon ni le saludó. Al contrario, se hundió ligeramente en el asiento con la esperanza de que no la viera. Últimamente no le había devuelto las llamadas y, en aquel momento, no se veía capaz de enfrentarse a más acusaciones de abandono, o a que le preguntara que qué demonios le pasaba.
Afortunadamente, su modelo de coche era muy popular y había muchos turistas por la zona. Riley pasó delante de ella sin reducir siquiera la velocidad.
–Denny mintió la noche del ataque –continuó diciendo por teléfono– de eso estamos seguros. También me culpa a mí de la muerte de su perro y ha estado diciendo que quiere castigarme por ello. Eso me lleva a creer que fue él el que quemó el establo. No hay nadie en el pueblo que tenga nada contra mí. Y, en ese caso, ¿cómo es posible que un mentiroso y posible pirómano tenga suficiente credibilidad como para convencer a nadie de que hay que arrestar a Levi?
Se produjo una larga pausa.
–En lo concerniente a ese hombre, no piensas hacerme ningún caso, ¿verdad?
Callie no contestó directamente.
–Incluso en el caso de que Levi hubiera amenazado a Denny, no se le puede culpar por querer defenderse.
–¿Te estás acostando con él?
Aquella era la última pregunta que Callie esperaba oír en los labios del jefe de policía.
–¿Eso qué tiene que ver con el incendio del establo o con lo que estamos discutiendo ahora?
–Explicaría tu conducta, explicaría el que estés tan ciega en todo lo relativo a McCloud.
El aire acondicionado estaba demasiado frío. Callie ajustó los respiraderos para que el aire no le diera directamente.
–Creo que veo perfectamente. Sé que Levi tiene problemas, pero es una buena persona, alguien a quien merece la pena ayudar. Y he notado que está empezando a relajarse desde que está aquí, que ya no intenta aislarse de todo el mundo.
Podía haberse extendido sobre ello, podía haber dicho que no sabía cuántas personas que la conocían desde hacía menos de dos días la habrían cuidado como la había cuidado él el día que había vomitado. Además, Levi había demostrado ser un hombre de palabra. En caso contrario, se habría ido en cuanto había tenido la moto arreglada. Incluso después de que hubieran quemado el establo, se había quedado a su lado, intentando cuidarla. Era un hombre de corazón tierno. ¿Y cómo podría llegar a ser si se supiera querido y viviera en un entorno más estable y seguro? No podía decirlo. Pero si revelaba todas aquellas cosas, confirmaría lo que el policía ya había intuido, que estaba enamorada de él y, por lo tanto, solo veía las cosas buenas.
–Callie, te conozco desde que éramos niños –dijo Stacy–. A lo mejor te llevo unos años, pero puede decirse que hemos crecido juntos. No quiero que te hagan ningún daño.
Callie se sintió entonces culpable por haberse puesto a la defensiva. Stacy solo estaba intentando hacer su trabajo.
–Y lo agradezco, de verdad. Pero ahora mismo, la única amenaza es Denny. La mejor ayuda que se me puede prestar en este momento es mantener a Denny a distancia, ¿de acuerdo?
Stacy contestó por encima del sonido de la radio.
–Tengo un coche patrulla pasando por tu casa cada hora a partir de las ocho de la tarde.
Callie puso el coche en marcha y esperó a que disminuyera el tráfico para salir a la carretera.
–Se lo agradezco, muchas gracias…
–Pero tengo que admitir que…
–¿Qué? –le urgió Callie cuando se interrumpió.
–Jamás imaginé que podrías enamorarte de alguien como Levi. Una mujer como tú se merece algo mejor. Un hombre con trabajo por lo menos –añadió entre risas.
Callie tenía en aquel momento oportunidad de incorporarse al tráfico, pero las palabras del policía, o mejor dicho, la inseguridad y la timidez que transmitía su voz, la sorprendieron de tal manera que fue incapaz de moverse.
–Me siento halagada. De verdad.
–Pronto me concederán el divorcio.
¿Pero dónde pretendía ir a parar? Si aquello era lo que pensaba, lo que cualquier mujer pensaría, pronto se arrepentiría de lo que estaba diciendo.
–¿Lo tendrás en cuenta? –preguntó Stacy al ver que Callie no hacía ningún comentario tras conocer la noticia de su divorcio.
Callie volvió a apagar el motor. ¿Estaba hablando en serio? ¿Qué más le daba a ella que tuviera un trabajo estable? Jamás en su vida le había interesado tener una relación con él. Siempre le había parecido mucho mayor que ella, ya estaba casado cuando ella todavía estaba en el instituto y no le encontraba ni remotamente atractivo. De modo que para ella el divorcio no cambiaba nada.
¿Desde cuándo habría decidido Stacy que le gustaría salir con ella? ¿O era solo que había comenzado a ser consciente de su presencia desde que el perro había atacado a Levi?
Obviamente, había dado por sentado que si podía llegar a gustarle un vagabundo, él también tendría alguna posibilidad.
Intentando rechazarle de manera delicada, abrió la boca para decir que le apreciaba porque era una buena persona. Y estaba a punto de recurrir al tópico de «pero para mí solo somos amigos», cuando se dio cuenta de que no tenía por qué exponer sus sentimientos. Si no recibía pronto un hígado sano, lo de salir con alguien iba a dejar de tener sentido.
–Lo tendré en cuenta –le prometió.
Lo primero que vio Callie al llegar a casa fue la cazadora de cuero encima de la moto de Levi, que estaba aparcada en la parte de delante de la casa, y no en el patio trasero, como habitualmente.
Sí, seguramente había ido a ver a Denny. Y a lo mejor había encontrado allí la cazadora. No quedaban manchas de sangre en ella, pero había tierra en una manga, lo que sugería que había estado o bien en una zanja o en el campo.
–¿Hola? –gritó al entrar–. ¿Hay alguien en casa?
De la cocina salía un olor delicioso.
–¡Hola! –contestó Levi mientras Rifle salía corriendo a recibirla–. ¡Ya era hora de que llegaras! La cena está casi lista.
–Huele muy bien.
–¿Tienes hambre?
–Estoy muerta de hambre.
Se había saltado el desayuno para evitar las náuseas. Le daba miedo comer, pero tenía suficiente hambre como para no evitar la comida. Sin embargo, antes quería esconder la declaración de voluntades que había bajado de Internet cuando había pasado por el estudio después de visitar a Baxter. Como Tina ya había terminado de preparar los álbumes de los clientes que iban a llegar al día siguiente, había tenido todo el estudio para ella. El médico le había aconsejado que rellenara aquella declaración varias semanas atrás, pero todavía no había sido capaz de enfrentarse a todas las decisiones que implicaba. ¿Qué quería que hicieran sus padres en el caso de que tuvieran que mantenerla con vida de manera artificial? ¿En qué momento deberían desenchufarla? ¿Y qué otras decisiones quería que tomaran en su lugar cuando ya no pudiera tomarlas ella misma?
A los treinta y dos años, le parecía hasta macabro tener que hacerse esas preguntas. El pánico que sentía al pensar que perdería el control sobre cuestiones tan básicas, aunque fuera para cedérselo a personas en las que confiaba plenamente, le hacía sudar frío. Pero imaginaba que debería expresar sus deseos cuando todavía estaba en condiciones de hacerlo, de lo contrario, se encontraría en la misma situación de vulnerabilidad, pero sin tener ningún control sobre lo que podían hacer con ella.
–¿Te sirvo una copa de vino? –preguntó Levi desde la cocina.
–No, gracias.
Dejó el bolso en la cama, guardó la directiva en el primer cajón de la cómoda y corrió a la cocina, donde Levi estaba preparando salmón a la plancha y arroz salvaje.
–¡Vaya, qué rico!
–Y saludable. Así es como te gusta comer, ¿verdad?
Callie se preguntó si habría echado sal a la comida. Por culpa del problema en el hígado, tenía que evitar acumular líquido ascítico o exceso de líquidos abdominales. No quería que tuvieran que drenar la cavidad abdominal. Le habían advertido del peligro que corría. El exceso del líquido podía traducirse en una infección, lo que lo hacía doblemente peligroso.
–No habrás puesto mucha sal, ¿verdad?
–No, ¿por qué?
–La evito todo lo posible –siempre podía enjuagar los espárragos y retirar la sal del pescado con un tenedor…
–No le he puesto casi nada –le aseguró.
–Genial. Gracias.
Levi llevó dos platos a la mesa.
–¿Hoy te ha pasado algo interesante?
Callie sonrió ante lo doméstico de la situación. Levi en su cocina preparando y sirviendo la cena.
–La verdad es que no. Pero tengo entendido que tú has estado muy ocupado.
–¿Quién te lo ha dicho?
–Cuando venía a casa, me ha llamado Stacy.
Levi apretó la mandíbula.
–¿Esos idiotas me han denunciado?
Callie estuvo a punto de sonreír, aunque sabía que aquella no era la respuesta adecuada. Pero era feliz solo con verle. De alguna manera, la presencia de Levi la ayudaba a olvidar todo a lo que había tenido que enfrentarse aquel día.
–¿No te lo esperabas?
–Tengo que reconocer que sí. Pero he dicho lo que quería decirle –se encogió de hombros mientras repartía los cubiertos–. ¿Y qué piensa hacer Stacy?
–De momento, creo que no va a hacer nada.
–¿Entonces para qué te ha llamado?
Callie bebió un sorbo del vaso de agua que había en la mesa.
–Para decirme que no debería estar contigo.
Levi vaciló un momento antes de sentarse.
–¿Sigue pensando que soy peligroso?
–Continúa preocupándole tu oscuro pasado.
–Por supuesto.
–Y… es posible que haya algo más.
Levi arqueó las cejas con expresión interrogante.
–Ha insinuado que le gustaría salir conmigo.
Levi volvió a apretar la mandíbula.
–¡Pero si tiene que tener más de cuarenta años! Seguramente tiene quince años más que yo.
–En mi caso, son solo diez más que yo.
–Una década puede representar una diferencia muy importante.
–No lo sería si tuviera algún interés en él.
Levi se sentó enfrente de ella.
–¿Y qué le has dicho?
–Todavía nada. Quiere que valore el hecho de que tiene un buen trabajo.
–¡Ah! Con una buena pensión y todo lo demás. Tentador, ¿eh?
–La verdad es que no. Ahora mismo no necesito una pensión.
Levi soltó ligeramente el tenedor.
–¿Y qué necesitas?
«Curarme», pensó Callie. Pero sonrió para disimular la gravedad de su situación.
–Una cena bien sabrosa.
Después de lavar los platos, decidieron ver una película. Estaban los dos agotados. Pero Levi no conseguía relajarse. Él se había sentado en un extremo del sofá y Callie en una silla. A Levi no le habría importado si no se hubiera dado cuenta de que la decisión era premeditada. Sabía que Callie no podía ver bien la televisión desde donde estaba. Había elegido aquella silla teniendo en cuenta otros factores, y Levi sabía cuáles eran exactamente. Ya fuera de pie o sentada, quería guardar las distancias entre ellos.
–¿Todavía me guardas rencor? –le preguntó.
Callie estaba acariciando a Rifle mientras esperaba a que empezara la película.
–¿Qué quieres decir?
Levi pensó en intentar ignorar el encuentro que, obviamente, continuaba proyectando su sombra en la mente de Callie, pero decidió no hacerlo. Aquel día, al ir a tirar la basura, había encontrado una caja de preservativos sin estrenar. Seguramente la había tirado Callie. A juzgar por aquel hallazgo, había aceptado los límites que él mismo había impuesto. Y debería alegrarse de ello. Eso era lo que pretendía, ¿no?
Por supuesto. Pero entonces, ¿por qué no era capaz de dejar de imaginársela con aquella prenda de encaje que había comprado en Victoria’s Secrets? ¿Y por qué había rescatado los preservativos y los había guardado debajo de uno de los cojines del sofá?
Desde luego, no porque esperara utilizarlos con ninguna otra mujer.
–Hoy he conocido a tu padre.
Callie, que acababa de reclinarse en la silla, se irguió.
–¿Ha venido por aquí?
–Ha estado un momento en casa.
–¿Y qué quería?
–Echarle un vistazo al establo.
Callie hizo una mueca.
–¿Le ha afectado mucho?
–No mucho. Y tengo la impresión de que no permite que nada le afecte demasiado.
–No –contestó Callie con una sonrisa melancólica.
Levi la miró con atención.
–Me ha caído muy bien.
Callie sonrió de oreja a oreja.
–A todo el mundo le cae bien.
Comenzó la película y se quedaron en silencio, pero Levi no era capaz de concentrarse en lo que estaba pasando en la pantalla. Era demasiado consciente de la presencia de Callie intentando sentarse cómodamente en la silla. Había subido las rodillas al asiento y las había inclinado hacia un lado. Después había vuelto a poner los pies en el suelo y había cambiado de postura.
–¿Por qué no vienes aquí y te tumbas?
Callie le miró sorprendida por la sugerencia.
–¿Por qué? Estoy bien aquí.
–Y si yo me siento allí, ¿te sentarías tú en el sofá?
–No es por eso –replicó.
Levi la miró con expresión incrédula.
–Pues demuéstramelo.
–Claro, ahora mismo.
Se levantó, rodeó a Rifle, que estaba en el suelo, y se sentó en el sofá, pero lo más lejos posible de Levi.
–No se está mal, ¿verdad? –le preguntó él.
–Claro que no –respondió, como si en ningún momento le hubiera estado evitando.
Y cuando comenzó a quedarse dormida, incluso permitió que Levi le levantara los pies para colocarlos en su regazo.