Capítulo 25
La Kommandant Constance McCoy ha anunciado que el Segundo Batallón del Decimoquinto de Guardias Arcturianos ha recibido la orden de rotar fuera de Muphrid. Cuando se le ha preguntado si la unidad era destina a Thorin, ella ha indicado que era solo una rotación de rutina y que el destino oficial del Segundo era materia clasificada. Cuando se le preguntó si eso significaba que negaba los informes de que la rebelión en Thorin había escalado más allá del control del Coronel Blucher, ella replicó:
—Sin comentarios.
Holoclip de Noticias del Canal 7, Muphrid, Compañía Emisora de Donegal, 20 de enero de 3063.
Nave de Descenso Fuego de Angel
Vector de aproximación de entrada, Muphrid
Provincia de Skye
Alianza Lirana
22 de enero de 3063
Desde el puente de la Fuego de Angel, Archer observaba como Muphrid aparecía a la vista a través de las nubes. Era un mundo brillante de verdes puros, con desiguales montañas coronadas de nieve que aparecían en la distancia lejana. El verano estaba justo en su apogeo en las empañadas junglas junto al ecuador, la zona de aterrizaje de destino. Los océanos eran más verdes que azules, como los de Thorin, y la luz del sol amarillo naranja de Muphrid danzaba por encima de las aguas.
—Estamos solo a segundos de desviarnos de dirección —dijo Lee Fullerton. Ajustó su peso con inquietud en su silla, una señal de su nerviosismo—. Tan pronto como cambiemos de dirección, los controladores terrestres sabrán que no somos simples mercantes.
—Irá bien, Lee. Solo les dirás que estamos sufriendo dificultades mecánicas con el sistema de navegación.
—Usted ha visto demasiados holovideos Señor–er Coronel Christifori. Ese rollo funciona en las películas, no en la vida real.
—Lo sé, Lee. Pero cada segundo que consigas con la conversación por radio nos dará algo de ventaja en el suelo.
Fullerton asintió y se inclinó hacia delante para dar al piloto de la Nave de Descenso las ordenes necesarias. La enorme nave se sacudió. Bajo la nueva presión de la gravedad real, Archer tuvo que agarrarse al respaldo de la silla de Fullerton y aferrarse con fuerza para no golpearse contra la cubierta.
Una luz resplandeció en el apoya brazos. Fullerton la miró rápidamente, luego a Archer:
—Bien, aquí está. Llega una transmisión desde el control planetario de vuelo.
—Adelante, Lee. Lárgales un buen rollo.
—Aquí el Capitán Fullerton de la Fuego de Angel —Fullerton interrumpió el enlace de comunicaciones durante un segundo, luego continuó—, sufriendo problemas con —cerró de nuevo y miró a Archer, por encima de su hombro, durante un segundo completo antes de volver a encenderlo—.
Desviándonos de la zona inicial de aterrizaje en el espaciopuerto.
— Fuego de Angel, aquí el Control de Muphrid. No le tenemos. Regresen a la zona de aterrizaje (ZA) inicial de forma inmediata.
Fullerton miró a Archer:
—Te lo dije..
—Solo sigue hablando, Lee. Alárgalo un poco.
—Control de Muphrid, aquí la Fuego de Angel. Experimentamos fallos de la energía principal en tres cubiertas. La tripulación de reparaciones trabaja en ello, pero puede ser una brecha en el sistema de refrigeración del reactor de fusión de las cubiertas inferiores. Ustedes saben lo que significa eso. No creo que quieran que aterrice esta bestia justo en medio de un lugar abarrotado, sobretodo con un reactor que ha enloquecido. Si perdemos el contenido de esta unidad, vamos a tener un problema de–
La voz del controlador le cortó:
—Nuestras tripulaciones de recuperación y emergencia pueden controlarles aquí, Fuego de Angel. Recupere el rumbo de forma inmediata o la defensa planetaria será avisada que es usted un objetivo hostil.
—Pero nuestra carga es armamento para los Guardias Arcturianos. Si esa cosa se pone caliente, estallará y se llevará a media ciudad en el proceso. Me desviaré, pero toda la responsabilidad de lo que ocurra será suya, especialmente ¡si este armatoste explota y mata a gente! —El dramatismo de la voz de Fullerton solo era medio convincente, pero lo bastante para conseguir otros pocos segundos.
Hubo una leve pausa:
—Espere las coordenadas de un lugar de aterrizaje de emergencia fuera de la ciudad —dijo el controlador. Fullerton ignoró los datos que se movían por la pantalla del navegador mientras la Fuego de Angel descendía más bajo y más rápida a cada segundo.
—¿Bien? —preguntó a Archer.
—Creo que les hemos entretenido todo lo que podemos. Buen trabajo, Lee —dijo, dando a su viejo amigo y antiguo empleado un guiño.
—Control de Muphrid, aquí la Nave de Descenso mercante Fuego de Angel. Hemos recibido sus coordenadas pero no somos capaces de obedecer. La navegación principal está fuera de línea, y estamos en una secuencia de aterrizaje de emergencia.
—Es un apestoso, Fuego de Angel —devolvió la cabreada voz desde los altavoces del puente—.
Voy a comunicar con la defensa planetaria para que se haga cargo de usted. Ha llevado esto demasiado lejos, Capitán; pero no creo que los liranos aguanten ninguna más de sus actuaciones.
Fullerton se giró hacia su oficial del comunicaciones:
—Envíe un mensaje codificado de ordenes a la Zorro Negro y a la Shiloh. Comiencen la secuencia de aterrizaje. Supongan una ZA caliente.
El oficial de comunicaciones empezó a teclear el mensaje para transmitirlo, luego preguntó:
—¿Algo más, señor?
—Contacte con nuestros jinetes aerospaciales por los altavoces del puente. —El oficial de comunicaciones asintió.
—Aquí Espectro Uno para Sable Dos —dijo Archer.
—Aquí Sable Dos, adelante —contestó la incorpórea voz de Andrew Hackley, el piloto aerospacial de mayor graduación. Francine Culver se había quedado detrás para proporcionar a Darius Hopkins al menos un poco de apoyo aerospacial.
—Vamos a darle un blanco en diez segundos. Usted y Sable Tres bombardeen todo lo que tengan en el blanco. Lo quiero inutilizado más allá de cualquier posibilidad de reparación. Oh, y defensa planetaria sabe que no somos exactamente amigos. Asuma que el Tercer Batallón va a enviar algunos cazas para molestarles.
—Entendido, Coronel —dijo con ansiedad Hackley.
—Necesitamos una comunicación de banda ancha para que puedan oírnos todos los que estén en la zona —dijo Archer al oficial de comunicaciones—. La frase código es “dulces de fraile”, y quiero que la repita continuamente. ¿Lo tiene?
El oficial de comunicaciones asintió y empezó a repetir la frase en el sistema.
—Si los rebeldes de Muphrid están con nosotros —dijo Archer a Fullerton—, saben que estamos a punto de atacar.
El Alférez Andrew Hackley empezó a sacar su Chippewa de un picado a alguna distancia por encima del valle de la jungla de modo que pudiese realizar una pasada de bombardeo sobre el blanco.
Había tres naves de clase Union al final de la zona alquitranada y la Fuego de Angel había designado una de ellas como el blanco principal. La Fuego de Angelcontinuaba descendiendo, junto con la pareja de Naves de Descenso de clase Leopard, dirigiéndose casi en línea recta hacia donde estaba él desde el otro extremo del valle.
A su ala estaba la Suboficial Fawn Dougherty, pilotando un Corsair de cincuenta toneladas.
Volaba sobre su punta del ala a solo cinco metros de distancia, manteniendo la distancia y el equilibrio de forma perfecta. Era la primera vez que Hackley estaba al mando, y resultaba acojonante. Las ordenes eran bombardear la Nave de Descenso objetivo para proporcionar algo de cobertura a las fuerzas que aterrizaban y dar un rápido vistazo a lo que pasaba en el suelo. Con solo inteligencia limitada, los Vengadores no podían estar seguros con exactitud de a que se iban a enfrentar o del grado de preparación de los Guardias. Si el batallón enemigo aún no estaba embarcado o en el proceso, esta sería la invasión más corta en la historia de la Esfera Interior.
El retículo de puntería de su monitor principal resplandecía, y un tono resonó en sus oídos cuando la Nave de Descenso apareció ante su vista. Debajo de él la base provisional se extendía en un valle aclarado de la jungla. Varios búnkers hechos con sacos de arena y edificios se alzaban desde el suelo de suave colorido, y una alambrada de púas protegía la línea de trincheras que rodeaba la base. Y estacionadas sobre el alquitranado estaban las tres bulbosas formas de las Naves de Descenso de los Guardias Arcturianos.
Disparó, como hizo también la Suboficial Dougherty. Los láseres de ella se clavaron en la larga nave antes de que los tres misiles de largo alcance de él llegasen. La punta de calor en su carlinga se elevó, pero desapareció con rapidez. Cambiando al segundo circuito entrelazado de blancos (CEB), apuntó con su propia bancada de cuatro láseres, mientras Dougherty liberaba sus láseres medios. El casco de la Nave de Descenso, de gris mate y con la señal del puño erguido de la Alianza Lirana, pareció estremecerse bajo los impactos. Era imposible fallar un blanco tan enorme.
El Chippewa tembló mientras Hackley lo enderezaba en pleno vuelo, luego cambió a sus misiles de corto alcance mientras oía el sonido de sus MLAs a través del ciclo de recarga. Envió la ráfaga de seis misiles de corto alcance justo cuando el Corsair de Dougherty disparaba su cuarteto de láseres ligeros.
Los misiles serpentearon hasta impactar sobre las placas de blindaje destruidas del otro lado de la Nave de Descenso, mientras que los haces de luz escarlata de los láseres se clavaban a través del humo que salía de los impactos previos.
—Gira a la izquierda. Yo voy a la derecha —dijo a Dougherty sobre la frecuencia táctica.
Apenas escuchó el “entendido”, mientras barría a lo largo de la zona de aterrizaje y veía, en el extremo lejano, a ambas Naves de Descenso de clase Leopardempezando a aterrizar. Sus sensores de corto alcance barrieron la base provisional. Suplicó a todos los dioses que había que los BattlleMechs de los Guardias no estuviesen en terreno abierto, que ya estuviesen embarcados en las Naves de Descenso.
Luego empezó a contar los BattleMechs y vehículos que captaban sus sensores. Uno, dos, tres, oh, Dios mío . . .
Los dedos de Archer volaron a través de la secuencia de inicio del capturado Blackjack BJ-2. La carlinga era vieja, anticuada, si se comparaba con la perfeccionada de su Penetrator. Había entrenado con el Blackjack en el simulador durante el tiempo de viaje en la Fuego de Angel, pero eso no era suficiente para sentirse totalmente adaptado con el ’Mech. Hasta que no pilotabas, realmente, un ’Mech extraño en la batalla, era bastante parecido a una primera cita con una chavala. Ambos sabían algo del otro, pero no podían estar completamente seguros sobre como reaccionaría el otro. El motor GM 180, bajo él, parloteó hasta encenderse mientras la Fuego de Angel empezaba su impulso final hacia la zona de aterrizaje.
—Sable Dos, deme una imagen —dijo en el micro de su neurocasco, mirando directamente hacia la puerta de embarque, gris mate, de la Nave de Descenso.
Hackley parecía nervioso pero no fuera de control:
—Coronel, hay ocho objetivos en la pista de aterrizaje. Les hemos cogido justo como usted quería.
—¡Sí! —dijo Archer y levantó un puño en señal de alegre desafío. Luego Hackley habló de nuevo.— También hemos captado una lanza de BattleMechs en la zona exterior de la base provisional, y han disparado sobre los liranos. No es mucho, señor; pero diría que nuestros hermanos y hermanas de Muphrid han llegado.
Así era mucho mejor, pensó Archer:
—Excelente trabajo, Sable Dos. Siga concentrándose sobre el blanco principal. Continúe sus pasadas.
Luego fue Alice Gett quien llegó por la frecuencia de mando:
—Mazos Uno a Cuatro sobre el terreno y peleando.
El Capitán Paul Snider también envió su informe:
—Arañas Uno a Cuatro atacando. Fuego pesado desde las Naves de Descenso. —De repente la Fuego de Angel vibró, y el metal crujió. Un impacto. Archer comprobó su monitor táctico. Los sensores de corto alcance parpadearon a la vida y empezaron a proyectar la zona de aterrizaje. Las Naves de Descenso estaban colocadas en un triángulo. La que había designado como blanco estaba en el centro con relación al lugar donde descendía la Fuego de Angel. Su ordenador de batalla cubría los campos de disparo, y parecía como si las tres naves liranas hubiesen apuntado las torretas y disparasen con ferocidad.
Sobre el terreno dos lanzas de BattleMechs pesados regresaban a las otras dos Naves de Descenso. Los rebeldes de Muphrid estaban aun demasiados alejados para hacer mucho más que dejar caer un patrón de fuego de apoyo. Archer comprobó la lectura del altímetro en su monitor secundario.
Quedaba más o menos otro minuto antes de que la Fuego de Angel se desplegase. Los Vengadores de Archer habían tenido una suerte de cojones hasta ahora. Si simplemente siguiesen con esa suerte . . .
El aire estaba lleno de misiles de largo alcance mientras el Alférez Hackley ladeaba el Chippewa para hacer otra pasada. Diez de las cabezas explosivas golpearon en el ala de babor, pero solo lograron estropear la pintura de su blindaje. El Chippewa vibró ligeramente bajó los impactos, y él lo niveló hacia arriba desde el lateral para conseguir más espacio para una pasada mejor.
Por el rabillo del ojo vio a Sable Tres preparada para repetir la maniobra desde su lado, pero los misiles la cogieron casi de lleno en la carlinga y las alas. Las explosiones grises y negras eran como briznas en el aire mientras el Corsair más pequeño era arrastrado como una hoja en un huracán. Su monitor táctico le dijo que ella había perdido casi la mitad de su blindaje en solo unos segundos como si las Naves de Descenso la hubiesen elegido como único blanco.
—Sable Tres, ¿está bien? —preguntó.
La voz de Fawn Dougherty temblaba mientras respondía a través de un siseo de la estática:
—Sable Dos, tengo más agujeros que avión —dijo ella. Escuchó en la voz de ella un poco de desesperación que bordeaba el pánico.
Estaba a punto de replicarle cuando sus alarmas de aviso se dispararon:
—¡Más misiles! ¡Gira hacia abajo y a la izquierda! —ordenó mientras empujaba el mando del Chippewa todo lo que le era posible para aumentar la energía. El caza vibró cuando otro puñado de misiles de largo alcance provocaron agujeros en su fuselaje inferior, pulverizando las placas de blindaje hasta convertirlas en desechos inútiles. Luchando contra los controles con todas sus fuerzas, logró hacerse con ellos abajo, a unos cincuenta metros del suelo.
Un humo negro se deslizaba en el aire en la distancia, pero no vio señales de Dougherty. Su monitor táctico no la mostraba en el aire, tampoco. Luego, la radio baliza de emergencia de ella empezó a emitir desde varios kilómetros de distancia. Había golpeado el suelo con tanta rapidez que ni siquiera había tenido una oportunidad para apretar el botón de salida.
Fawn Dougherty estaba muerta. Sin chillidos, Sin gritos, se había ido. Y había ocurrido en su primera misión al mando. Hackley expulsó un largo suspiro y llevó su retículo de puntería sobre el blanco de la Nave de Descenso principal:
—Es el momento de que mueras, ¡bastardo Steiner!
Un apagado ruido resonó a través de la Fuego de Angel y la carlinga de Archer mientras la nave golpeaba sobre la pista de despegue de ferrocemento. La puerta de bajada que ocupaba todo su campo frontal de visión, de pronto, se tambaleó hacia el exterior. La luz se derramó en el interior cuando se abrió la puerta del hangar. Archer movió el Blackjack hacia delante, luego bajó la rampa, pivotando las armas montadas en los brazos hacia delante en señal de desafío.
Delante de él estaban las tres Naves de Descenso de los Guardias. El fuego de cañón automático y del láser de sus torretas se dirigió con fuerza hacia la Fuego de Angel. A los pies de las Naves de Descenso estaban los BattleMechs de los Guardias. Uno ya ardía en ruinas, un montón de escombros esparcido a lo largo de la pista de aterrizaje y un par de pies de metal chamuscados que aun seguían de pie. Los otros estaban siendo atacados por Alice Gett y sus fuerzas de blindados con Paul Snider uniéndosele. En la distancia, la lanza de los rebeldes de Muphrid, ahora reducida a tres ’Mechs, aun se movía hacia delante, clavando cada pedazo de fuego que tenían en las Naves de Descenso y los BattleMechs que las defendían.
Archer encendió los cohetes de salto e hizo un salto corto para alejarse de la Fuego de Angel. Su carlinga se puso lo bastante caliente para recordarle que usar los cohetes sería arriesgado una vez que empezase a disparar todas sus armas:
—Espectro Uno a todas las unidades, despliéguense según lo planeado y dejen cierta distancia respecto de las Naves de Descenso. Acribíllenlos.
Aterrizó sobre el alquitrán casi con delicadeza. Con su palanca, levantó el retículo de puntería y lo apuntó sobre un Wyvern lirano que trataba de detener la aproximación de los rebeldes de Muphrid.
Los láseres pesados de alcance ampliado enviaron haces de energía carmesíes a corta distancia al movedizo enemigo. Un rayo falló, pero el otro se clavó en el brazo derecho del ’Mech, y éste se detuvo para ver desde donde había llegado el ataque.
—Está bien, zorra, fui yo. Vamos, bailemos —murmuró Archer, mientras colocaba sus misiles Streak de corto alcance en un modo de pre-disparo.
Sin avisar, la Nave de Descenso del centro estalló con una explosión enorme. La onda de choque empujó al Blackjack hacia atrás varios pasos, lanzándole con fuerza contra el asiento mientras las correas de sujeción se clavaban en sus hombros. Una bola naranja pareció extenderse hacia él y pararse justo al lado de su posición. Placas de blindaje y escombros llovieron por todas partes cuando los depósitos de municiones de la nave lirana explotaron hacia fuera con una furia bestial. Una de sus majestuosas enormes piernas se derrumbó bajo la fuerza de la explosión. La explosión también dañó a las otras dos Naves de Descenso. Pedazos ardientes de escombros de la nave destruida podían verse saltando desde el casco de una de las otras naves.
Archer miró hacia abajo y vio que el Wyvern y varios defensores más se habían ido o yacían boca abajo sobre la pista de aterrizaje. A través del denso humo negro que flotaba desde lo que quedaba de la Nave de Descenso, vio la forma de un Chippewa rugiendo mientras remontaba el vuelo.
—Buen tiro, Sable Dos —exclamó—. A todas las unidades, mantengan las otras dos naves embotelladas. A moverse. —En ese momento un muro de misiles de largo alcance golpeó a su Blackjack con tal fuerza, desde un lateral, que Archer casi perdió el control y cayó. Le dolía la cabeza mientras su bioretroalimentador trataba de compensar el cambio en el equilibrio a través de su neurocasco.
Levantó la cabeza y vio la forma del Wyvern emerger desde el humo y los escombros de la Nave de Descenso destruida. Se estaba alejando de él, disparando alWar Dog Vengador. Abrió la frecuencia de banda ancha y empezó a hablar incluso mientras apuntaba con una par de sus afustes de MCAs Streak.
—Comandante lirano, ¡rinda sus fuerzas o prepárense para ser destruidos! —dio, luego interrumpió las palabras al disparar los cuatro misiles. Estos impactaron e hicieron surcos en el blindaje del torso trasero del Wyvern, obligando al ’Mech a escurrir el bulto para buscar refugio mientras los últimos fragmentos de su blindaje de popa seguían agitándose en el suelo en la distancia.
—¿Quién es? —exigió una voz de mujer en el auricular de Archer mientras él se acercaba a una de las Naves de Descenso; luego un rectangular Jackal de los Guardias disparaba su cañón de proyección de partículas de alcance ampliado hacia él justo dentro de alcance mínimo. El desigual rayo blancoazulado de energía golpeó en el brazo derecho del Blackjack, retorciendo el blindaje hasta convertirlo en un desigual y calcinado fragmento.
Archer continuó hacia delante, luego subió la rampa de una de las Naves de Descenso, apuntando su retículo de puntería sobre el Jackal.
—Aquí el Coronel Archer Christifori —dijo, luego disparó sus láseres pesados al ’Mech más pequeño. Ambos disparos impactaron en el torso derecho del ’Mech, y el cañón del CPP montado en el hombro se deformó hacia atrás bajo la furia de la ráfaga. El MechWarrior perdió pie y cayó sobre el alquitrán, triturando aún más su blindaje.
—Ríndanse ahora o les liquidaremos —dijo de nuevo Archer. Lejos en la distancia vio que las rampas y puertas de una de las Naves de Descenso explotaban a causa de los sacos con cargas explosivas, destrozando la nave horriblemente. El War Dog que había visto hacia unos momentos estaba caído, golpeado por los Guardias que intentaban desembarcar y desplegarse. Partes y trozos retorcidos del War Dog estaban por todas partes, como si hubiese explotado desde dentro.
—Imposible —continuó la voz de la mujer con incredulidad—. Christifori está en Thorin.
Archer empezó a subir la rampa de Nave de Descenso mientras veía a Alice Gett colocar su tanque Burke en posición y disparar los tres CPPs a la torreta de la nave. Los letales rayos azules golpearon justo por encima de la cabeza de su ’Mech.
—Ríndanse ahora o serán destruidos —exigió de nuevo. Archer nunca jamás se había imaginado estar en una pelea como ésta, una pelea contra su propia gente. ¿Cuántas veces más se vería obligado a participar en una batalla similar antes de que acabase todo?
Subió a la carga el pasillo que llevaba al corazón del hangar de ’Mechs de la nave. Una cortina de fuego de láser y fuego de misiles se derramó sobre él a través de la puerta, pero no le importaba. Entró con disparando con todas sus armas.