Capítulo 24
Y en las noticias generales de hoy, una encuesta reciente entre realizada por la administración local señala que el sesenta y tres por ciento de la población apoya claramente la oposición de Archer Christifori a la Arcontesa Katrina. De forma sorprendente, otro cincuenta y uno por ciento, según se dice, apoya a la Arcontesa. Los funcionarios de la administración local no ofrecen explicación para esta inconsistencia.
De La semana de Thorin a revisión, Ciudad Ecol, Thorin, 11 de enero de 3063.
Lago Sprague, al oeste de Ciudad Ecol
Thorin, Provincia de Skye
Alianza Lirana
13 de enero de 3063
El rocío ligeramente cubierto de escarcha cambió de forma instantánea a una neblina mientras el sol se elevaba sobre el Lago Sprague. En lugar de una playa arenosa, la orilla del lago estaba cubierta de pequeñas piedras pulidas, un circulo de casi cincuenta metros que rodeaba las oscuras aguas azules. Un espeso bosque de pinos también rodeaba la orilla del lago, con un único sendero que conducía hasta la orilla del agua. Ni siquiera se movía una brisa mientras Archer y su unidad esperaban junto a la orilla.
Archer, que estaba de pie sobre el suelo, elevó la mirada hacia los ’Mechs que tenía el resto de su unidad y no pudo dejar de pensar que las máquinas, definitivamente, parecían desgastadas. La mayoría mostraba placas de blindaje de repuesto de color gris mate, mientras otras habían sido equipadas con armas recuperadas de ’Mechs caídos. Archer estaba orgulloso de ellos. A pesar del daño de batalla, su unidad era aun una fuerza de combate viable. Habían trabajado duro, y ahora les pedía que llevasen esta guerra a otro mundo para liberar el suyo propio. Ni uno de ellos, siquiera, cuestionó la orden. Si acaso, estaban apoyándole con más unanimidad que nunca. Solo esperaba poder corresponder a la fe que tenían en él.
Entonces llegó un ruido sordo desde las profundidades del lago, seguido de una enorme forma que se elevaba desde el agua. Era redonda, con robustas piernas y lo bastante grande para hacer que los ’Mechs pareciesen juguetes en comparación con ella. El agua caía del inmenso casco de la nave, vertiéndose sobre el lago como una precipitación lluviosa en miniatura. Sus motores de fusión rugían con una llama candente que alejaba el agua como si fuese un anillo perpetuo de fuerza.
Era la Fuego de Angel. Aunque una vez había sido una Nave de Descenso de combate, la nave había sido transformada para realizar transportes comerciales. Lee Fullerton había escondido el navío en las profundas aguas del lago, y los espesos yacimientos de hierro la habían protegido del registro de los sensores. Archer podía ver el emblema de Christifori Express en un lado del casco mientras la nave se alzaba por el aire hacia la orilla, donde aterrizó sobre las piedras. La visión del logo le hizo sentirse, de repente, viejo, como si le conectase con una vida anterior. No pudo dejar de pensar en su hermana, y deseó que ella pudiese haber vivido para ver esto.
A unos cien kilómetros de distancia se desarrollaba una escena similar con la Nave de Descenso Shiloh. El navío más pequeño de clase Leopard había estado escondido en una valle que había sido una zona minera siglos antes. Otra nave de clase Leopard, la Zorro Negro, estaba en otra localización, era un préstamo de Carlos Centrini, quien estaba también en los negocios de transporte. Estaba siendo cargada con algunos de los blindados terrestres y la pareja de cazas aerospaciales que Archer se llevaba.
—Listos para embarcar, señor —llegó la voz del Capitán Fullerton sobre el comunicador de muñeca de Archer.
—Copiado —replicó, luego se giró hacia Darius Hopkins—. Supongo que estás listo —gritó Archer lo bastante alto para ser oído por encima del distante rugido de los motores de fusión de la Fuego de Angel.
—Define la palabra “listo” —replicó Hopkins.
Archer sonrió:
—Todo lo que tienes que hacer es mantener la ilusión de que estoy aun en Thorin.
Hopkins asintió:
—Espera a que regreses. Debo dejar a Blucher calvo de tirarse del pelo. —Él y Archer habían planeado algunas incursiones muy visibles que deberían ser más que suficientes para convencer a Blucher de que Archer estaba aun vivo y entero en Thorin. Pero otros elementos del plan eran más complejos.
Cuando neutralizasen al Segundo Batallón de los Guardias Arcturianos en Muphrid, Archer tendría que asegurarse de que no enviaban una transmisión de GHP de aviso a Blucher. También tenían que regresar a Thorin lo antes posible.
Tales problemas parecían insuperables para todos, salvo para Archer. El Príncipe Juan —
también conocido como Teniente Sherwood— había sido capaz de enviar un mensaje a un importador-exportador que Archer conocía en Muphrid. Ambos hombres habían servido en el Décimo de Guardias Liranos, y el mensaje estaba codificado con uno de los viejos códigos de los Guardias. Sherwood había logrado que el mensaje saliese bajo el disfraz de que necesitaba datos suplementarios de una factura sobre suministros militares. Archer sabía que era arriesgado si su viejo amigo Dale Koin era un leal a Steiner, pero, realmente, no pensaba que lo fuese. Antes de la interdicción de las comunicaciones interestelares, Koin había sido quien le había mantenido al corriente de los sucesos en Muphrid.
Las cosas habían cambiado desde entonces, empero. Era como si la guerra entrase en una nueva generación, en un nuevo capítulo. Archer había salvado la vida de Koin una vez, lo que debía de contar en algo, incluso si su viejo amigo se sentía roto entre la amistad y la lealtad al gobierno.
—Con los Guardias aún tratando de resolver como controlar los satélites de una vez, estaremos en el radar solo unos pocos minutos en nuestro vuelo de salida —dijo Archer—. Una vez que estemos fuera, todo depende de ti.
—Hace más de dos décadas desde que piloté un BattleMech en combate —dijo Darius mientras las rampas de embarque de la Fuego de Angel golpeaban y sonaban al caer sobre las rocas a lo largo de la orilla—. Ahora sé la razón por la que me apunté a la infantería.
—Siempre supuse que era porque la infantería atraía menos fuego en el campo de batalla que un ’Mech —dijo Archer con una risita.
—Trataré de no romperla —dijo Hopkins, refiriéndose al Penetrator: el Penetrator de Archer.
—Bien. Puedo necesitarlo cuando regrese. Solo hazme un favor, no dejes que te cojan. Si Blucher se imagina que no estoy en Thorin, las cosas pueden ponerse difíciles, con gran rapidez.
Dos horas más tarde, mientras la Fuego de Angel volaba hacia el punto de salto nadir del sistema de Thorin, Archer estaba abajo en el hangar de ’Mechs de la nave. Mientras el motor de fusión de la Nave de Descenso se impulsaba para acelerar, había una gravedad mínima en el hangar. Notó el ligero impulso y la levedad en su caminar, como si llevase pesas en el tobillo y, de pronto, se las hubiesen quitado.
Esperándole estaba el resto del equipo de asalto así como los oficiales de la Zorro Negro y de la Shiloh, que se habían trasladado a la zona. El grupo había estado hablando entre ellos, pero guardaba silencio mientras él se aproximaba.
—Buenos días —dijo—. Como todos saben, estamos de camino al encuentro con nuestra Nave de Salto, La Carrera Crepuscular, que nos transportará a un punto pirata en el sistema de Muphrid. —Las Naves de Salto viajaban entre sistemas estelares, moviéndose casi de forma instantánea entre los puntos de salto nadir o cenit por encima los pozos de gravedad del sistema. Los puntos piratas eran “hoyos” matemáticos en la gravedad de un sistema solar; llegar a uno de estos, en lugar de a cualquiera de los puntos de salto normales, podía reducir el tiempo de viaje hacia el planeta además de añadir el elemento de la sorpresa. Los puntos piratas eran arriesgados de usar dado que sus posiciones cambiaban y requerían algunas capacidades especiales para alcanzarlos con precisión, e intactos.
—Tendremos un viaje de entrada en el sistema de dos días. El Segundo Batallón del Decimoquinto de Guardias Arcturianos ha establecido una base provisional en las junglas ecuatoriales del continente noroccidental del planeta. No es una base permanente, pero, de forma oportuna, les sitúa en el centro de las tras ciudades más importantes del planeta.
>>No estoy aquí para exagerar la valía de nuestro enemigo. No sabemos mucho del Segundo, pero nuestro contacto en Thorin nos ha enviado una lista completa de su tabla de organización y equipamiento. Tienen tres Naves de Descenso de clase Union, dos compañías de BattleMechs (todos materiales de primera línea), una compañía de blindados terrestres e infantería de apoyo y una lanza de cazas aerospaciales.
—Señor —dijo Alice Gett, la tenaz jefe de los blindados—. Sobre el papel, parece que somos superados en numero: ligeramente. —Archer conocía a Gett o bastante bien para reconocer su sentido del humor, pero ningún otro parecía divertirse.
—El batallón estará o totalmente embarcado o en el proceso de embarcar, cuando ataquemos.
Para ese momento la mayoría de su fuerza estará atrapada dentro de las Naves de Descenso. Tendremos la ventaja de la sorpresa. Nuestras naves pasarán como simples mercantes que van al espaciopuerto en Nueva Dublín, luego, de repente, nos desviaremos a baja altura y atacaremos su base.
—¿Cuál es el plan de ataque, Coronel? —preguntó el Capitán Paul Snider, un oficial alto y delgado en la primera fila.
—Lo cierto es que vamos a tener que improvisar mientras nos acercamos, Paul. Espero que podamos golpearlos tan rápido y fuerte que se rindan en lugar de luchar, pero no hay garantías de eso.
Sabemos de la información que recopilamos antes del apagón que la base está en un valle largo y estrecho que está aclarado por todos lados. En el perímetro hay una línea de trincheras con minas. Su base consta de algunas barracas prefabricadas reforzadas con sacos de arena y protección ligera. Dentro del perímetro defensivo hay una zona de aterrizaje. Si siguen el procedimiento militar estándar, la Nave de Descenso estará en el final de la zona, de modo que sus ráfagas de despegue no estropeen el ferrocemento en toda la zona.
Archer pensó que había dicho bastante. Sus veteranos habían visto el mismo tipo de base provisional muchas veces en sus carreras. Los novatos no, pero no iba a ser demasiado difícil de manejar para ellos.
Archer se acercó más a su gente:
—Desplegaremos nuestro apoyo aerospacial al acercarnos —dijo, haciendo una señal al Alférez Andrew Hackley y recibiendo como respuesta un pulgar levantado—. En primer lugar, irán la Zorro Negro y la Shiloh, que llevan nuestra infantería y blindados y una lanza de ’Mechs. Bajarán a toda pastilla y se desplegarán delante de las Naves de Descenso. Su trabajo es mantener tales naves embotelladas de modo que no puedan desplegar ninguna fuerza que ya esté embarcada en las mismas.
—Las naves de clase Union tienen seis puertas para hangares —comenzó a decir la capitana Gett—. Seremos un perímetro bastante delgado.
—Sí, pero solo tienen que aguantarles hasta que aterricemos y despleguemos nuestros ’Mechs.
Voy a designar una de las Naves de Descenso como objetivo principal. Debemos eliminar, o al menos paralizar, una de ellas, y vamos a destruir un tercio de su fuerza de combate. Además, nuestras fuerzas de infantería llevarán bastantes cargas explosivas como para estropear las rampas de despliegue de la nave.
Y usaremos nuestro equipo de CME (Siglas de Contra Medidas Electrónicas, en el original ECM) para evitar que la base se comunique con el Tercer Batallón, aunque no podemos garantizar que ningún mensaje saldrá. Eso nos deja centrados sobre las Naves de Descenso como objetivos. Si nos concentramos en las rampas y mantenemos las torretas ocupadas, deberíamos ser capaces de igualar la desventaja y reducirles poco mientras se despliegan.
—¿Usted realmente piensa que los liranos se rendirán, Coronel? —preguntó el Teniente Basil Hawthorne.
—Es difícil de decir. Vamos a dispararles con gran rapidez. Si nuestra planificación temporal es buena, estarán embotellados en esas Naves de Descenso, incapaces de salir y maniobrar, y esa es la mitad de la ventaja de un BattleMech en el combate.
—Las Naves de Descenso pueden soltar mucho poder de fuego, señor —dijo el Capitán Fullerton—. La Fuego de Angel es una buena nave, pero solo la mitad de sus torretas están operativas: y no es que hayamos hecho muchas prácticas de tiro mientras transportábamos mercancías.
—La Fuego de Angel va a aterrizar a menos de setenta metros de las naves de los Guardias. Ni un ciego podría fallar. Además, no sabrán lo poco armados que estamos. Designaremos una de las naves como objetivo principal, la incapacitaremos, y luego nos moveremos sobre las otras. Esperemos que su lanza de apoyo aerospacial esté también embarcada cuando lleguemos. Eso nos dará la superioridad aérea por primera vez, lo que significa algunas ventajas en el poder de fuego para disparar a esas Naves de Descenso.
—¿Vamos a tener alguna ayuda de los locales? —preguntó Gett.
—Buena pregunta, Capitán —dijo Archer—. Y, con toda honestidad, no lo sé. Les he enviado un mensaje y una frase código si deciden unirse a nosotros, pero no tenemos forma de saber lo que hará o no la gente de Muphrid hasta que estemos allí.
Se produjo un largo silencio. Incluso los técnicos, que habían estado ocupados trabajando en los ’Mechs, se habían parado y escuchaban desde sus andamios y puesto de trabajo a lo largo de todo el hangar.
—El Segundo Batallón de los Guardias es una unidad de primera. Embarcan porque Blucher les ordenó venir a Thorin a patear nuestros culos. No puedo hablar por todos ustedes, pero yo preferiría derrotarles en Muphrid antes que darles la oportunidad de cazarnos en casa como si fuésemos animales.
>>Sí, nuestra inteligencia para esta operación es limitada. Esa es la naturaleza del asunto. Sí, vamos a tener que subsanar muchas cosas mientras vamos hacia allí. Sí, nos superan en número. Pero
¿podemos derrotarles? Pregúntenme y mi respuesta es: ¡Sí!
Un aplauso inmenso sonó por el hangar principal de ’Mechs de la Fuego de Angel. Cada tech, MechWarrior, piloto aerospacial y miembro de la tripulación que se encontraba allí, levantó los puños y las voces en señal de acuerdo.