Capítulo 22

—Hoy estamos en el Espaciopuerto Melissa, hablando con el capitán de una Nave de Descenso comercial llegada recientemente desde Fuerte Louden. ¿Qué puede decirnos sobre la situación real allí, Capitán Downer? Las noticias oficiales que nos llegan dicen que no existe guerra civil: sólo algunos incidentes menores aislados que la Arcontesa tiene completamente bajo control.

—Bien, no nos separamos demasiado del espaciopuerto después de que oímos que el ejercito patrullaba las calles haciendo cumplir un riguroso toque de queda. Decían que el comandante del Quinto GRC de los Guardias de la Alianza usó la mano dura cuando empezó el saqueo.

De Noticias de Ecol en resumen, Canal 38, 6 de enero de 3063.

Puesto de mando Epsilon

Bosque Remington, Thorin

Provincia de Skye

Alianza Lirana

8 de enero de 3063

—¿Estaba ella muerta? —exigió Archer mientras Martin Fox se limpiaba el sudor de la cara.

Fox dio un corto paso hacia atrás como si tratase de evadir la cólera del coronel:

—No podíamos estar seguros. Ellos estaban o muertos o heridos.

—¡Al infierno con todo! —maldijo Archer, dándose la vuelta y alejándose de Fox. Habían pasado casi quince horas desde la batalla. Los Vengadores habían sido reducidos casi en un tercio: una compañía completa de ’Mechs y blindados entre heridos, destruidos o seriamente necesitados de reparación.

Y ahora tenía que afrontar la pérdida de Katya Chaffee, que iba más allá de ser una simple pérdida de la unidad. Ella era la piedra angular de sus operaciones de inteligencia, pero también mucho más. Desde la muerte de Andrea, Katya se había convertido en su principal caja de resonancia y parte del pequeño circulo de personas cuyo consejo él valoraba.

Y ahora ella no estaba.

Archer sabía que, realmente, no podía culpar a Fox y se arrepintió de lo ásperamente que había hablado. Con delicadeza dejó caer una mano sobre el hombro de Fox:

—Lo siento, Martin. Ha sido un día de cojones. Mucha gente buena está muerta o herida. Tu y tu equipo hicisteis un buen trabajo. Habéis inutilizado la capacidad del enemigo de localizarnos. Eso no es una proeza pequeña.

Archer luego se giró hacia Darius Hopkins:

—¿Cómo de malo es?

—Perder a Katya podría dañarnos. Conoce la localización de algunas de nuestras bases.

—Supones que aún está viva —dijo Archer.

—Tengo que hacerlo. Y también deberías hacerlo tú. Si Blucher la tiene, puede tratar de sacarle información sobre nuestras operaciones.

Archer suspiró profundamente:

—Entonces evacuamos las bases cuyas localizaciones conocía ella. Minimicemos cualquier ventaja que Blucher pueda conseguir al cogerla.

—Bien —dijo Hopkins—. Estamos dañados, pero los techs ya trabajan en el equipo dañado.

Tendremos otra lanza o dos operativas en una semana.

—Gracias, Darius —dijo Archer, moviendo ligeramente sus hombros para liberar algo de la tensión que sentía—. Vas a tener que hacer las veces de jefe de inteligencia hasta que podamos encontrar y recuperar a Katya.

Hopkins dejó escapar una gran sonrisa:

—Ahora hablas como si estuvieses convencido de que está viva.

—Como dijiste, tengo que hacerlo. —Levantó la solapa de la tienda de campaña que servía como cuartel general, luego volvió a girarse hacia su antiguo mentor antes de entrar en ella.— Sargento Mayor

—dijo en voz baja.

—Señor.

—Contacte con el Príncipe Juan a través de nuestra cadena normal de contactos. Quiero saber lo que pasa en el campo lirano. Comuníquese con todas nuestras células. Hágales saber que rechazamos a los Guardias, pero que deben ser tratados como un animal herido.

    >>Si yo fuese Blucher en estos momentos, estaría considerando la necesidad de hacer ciertos cambios. Y en nuestro negocio, cambiar puede ser malo.

Felix Blucher miraba al exterior desde la destruida puerta de su búnker de mando, observando a los techs trabajar con ahínco para reparar los ’Mechs situados en el patio del fuerte. Ahora tenía solo dos lanzas de BattleMechs y blindados operativos. Muchos de los ’Mechs estaban gravemente dañados, y los techs se daban, ahora, prisas en repararlos. Otras máquinas tuvieron que ser abandonadas en el campo durante la retirada.

Reflexionaba sobre la batalla y sus consecuencias. Su fuerza había tropezado en minas que los rebeldes habían esparcido, lo que había ralentizado su asalto. El había contestado con un movimiento de flanqueo que infligiese gran daño en su enemigo, pero no había previsto que Archer golpearía a ambas estaciones de transmisión del satélite al mismo tiempo. Ahora ambas estaban en ruinas. Todavía tenía las unidades de campo. Cada una era capaz de controlar dos satélites a la vez pero solo con una posibilidad limitada de descarga de datos.

Blucher aun creía que su propio plan había sido bueno. Su apoyo aéreo le había dado ventaja, lo que pensaba que le permitiría destrozar a los rebeldes. Luego los aerocazas de Archer empezaron a atacar el fuerte, y Blucher tuvo que desviar sus cazas para pararlos. Los cazas se enredaron un buen rato, luego los Vengadores se retiraron. El daño a su búnker de mando no era serio, pero se había visto obligado a retirar su principal baza: la superioridad aérea.

Archer probablemente pensaba haber ganado una victoria táctica porque había mantenido el campo. Blucher, sin embargo, había inutilizado la principal base de operaciones de los Vengadores, lo que le daba una victoria estratégica. Masajeó su dolorida pierna, preguntándose si una victoria estratégica sería bastante. Le había costado un alto precio.

Ahora estaba encerrado en el fuerte, atrincherado, obligado a mantener una posición defensiva.

Eso no era bueno. Jamás ningún ejército ganó una guerra embotellado en la defensa. Empero, aquí estaba él, con su batallón reducido a menos de una compañía. Y al mantener el campo, Archer podía utilizar y recuperar muchas de sus propias pérdidas. Blucher y sus Guardias luchaban una guerra que resultaba casi extraña para ellos, contra un comandante que era un nativo de este mundo y querido por su pueblo.

Probablemente era un milagro que los Guardias no estuviesen en peor forma, aunque Blucher dudaba que eso fuese tenido en cuenta por el mando superior.

Oyó el sonido de pisadas de botas que llegaba desde su espalda y se giró justo cuando el Teniente Sherwood, con el brazo en cabestrillo, hizo sonar sus tacones rápidamente y saludó. Sherwood lo había hecho bien; su Hercules había atacado a la vez a un Galleon y un Javelin. Había repartido algo de daño pesado antes de ser aporreado por un transporte rebelde de MCA. La oleada de misiles había devorado al Hercules y él se había lastimado su brazo en la caída. De algún modo, sin embargo, Sherwood había logrado quitar de en medio lo que quedaba de su BattleMech durante la retirada.

—Informando según se ordenó, señor.

—Bien, ¿encontró algo? —preguntó Blucher.

—Los techs dicen que las cabezas explosivas de los misiles fueron estropeadas quitando una unión del circuito de armas. Nuestras rondas de cañón automático fueron, según parece, desarmadas.

Insertaron una moneda de pfening (Moneda fraccionaria oficial lirana) en el mecanismo de la espoleta de modo que las balas no podían explotar. Nuestros inspectores nunca lo descubrieron, pero eso es debido a que nadie podía haberlo hecho sin abrir cada ronda. Tengo una cuadrilla comprobando cada ronda de nuestro inventario, y rearmándolas, pero va a llevar tiempo.

Durante dicho tiempo, Blucher sabía que no se atrevería a intentar escapar de aquí:

—¿Cómo pasó? —preguntó, moviendo la cabeza ante cuan hábilmente había sido engañado.

—Según lo que el Teniente Fisk fue capaz de determinar, la munición fue saboteada durante el traslado.

—¿Qué? —gritó Blucher cabreado, pero su voz estaba ronca del cansancio—. ¡Esto es traición!

Incautaremos los activos de esa compañía. Quiero a sus propietarios arrestados de forma inmediata. —Estaba nervioso por la falta de sueño, y todo el café que había consumido le ponía peor.

—Me temo que no es posible, señor —replicó con cautela Sherwood.

—¿Por qué, Teniente?

—Fue Christifori Express.

Blucher quería gritar, pero, en lugar de ello, cerró lentamente los ojos y exhaló un largo suspiro.

Luchaba contra un hombre que sabía tanto como él sobre las cosas militares. Un hombre que le había vencido en batallas simuladas y reales. Un hombre que había logrado obligarle a encerrarse dentro del fuerte, atrincherándose como un topo. Consideró, durante un momento, rendirse y dejar Thorin, pero no era una opción real. En su larga carrera militar, Felix Blucher nunca había huido de una lucha con el rabo entre las piernas. Ahora, no era el momento de empezar.

Además, no se había quedado sin ideas. Una de ellas tenía visas de ser un plan real, aunque sería arriesgado. Dado que actuaría a un nivel estratégico, suponía una buena oportunidad para coger a Christifori desequilibrado. Blucher ya le había golpeado una vez a nivel estratégico. Quizás esa era la arena donde debía enfrentarse a él.

Luther Fisk también se les había unido ahora. Su cabello negro estaba despeinado, y tenía bolsas bajo los ojos. Sin embargo, extrañamente, sonreía, un completo contraste ante lo inexorable de la situación de los Guardias:

—¿De qué se trata, Teniente?

—Tengo un presente para usted, Coronel —Fisk parecía haber recuperado algo de su engreimiento—. Acabo de regresar de la sala de enfermería. Capturamos a algunos de los rebeldes que atacaron la estación de transmisiones a las afueras de la ciudad. Estaban heridos así que hice que los trajesen aquí por si Archer trataba de rescatarlos.

Sherwood interrumpió antes de que Blucher pudiese dejar salir las palabras de su boca:

—¿Era uno de ellos Christifori? —preguntó con aspereza.

Fisk sonrió aún más:

—Mejor. Tenemos a la Capitán Katya Chaffee.

—¿Vivirá? —preguntó Blucher.

—Perdió el conocimiento y recibió algo de metralla en su hombro, pero, por lo demás, se pondrá bien.

—Buen trabajo —dijo Blucher, sorprendido de que Fisk fuese capaz de tal cosa—. El vendrá a por ella.

—¿Qué le hace pensar eso? —preguntó Sherwood.

—Intuición e informes de inteligencia. Ella significa mucho para él. Ya la rescató de la cárcel una vez. Lo hará de nuevo. Tal vez podamos usarla para que él se siente en la mesa y lleguemos a un fin para esta lucha.

—El nunca haría eso, Coronel —dijo Fisk.

—Quizás no. Pero mis ordenes son acabar con esta revuelta. Si lo puedo hacer en la mesa de la paz, mucho mejor. Por otro lado, solo es cuestión de tiempo que Archer intente rescatarla.

—Pero no estamos preparados para oponernos a un asalto total salvo desde dentro del fuerte —dijo Fisk—. No me malinterprete, señor. Aunque los rebeldes de Christifori, también, recibieron daños, por lo que he visto en los registros de BDA (Battle Damage Assessment) parece que bastante menos que nosotros.

Blucher se frotó la frente:

—Lo que significa que tenemos que cambiar nuestra premisa estratégica. Voy a enviar un mensaje a Muphrid, ordenando al Segundo Batallón montarse y venir aquí lo más rápido que puedan. Las tácticas de Christifori nos han costado personal y ’Mechs, pero no tendrán posibilidades contra nosotros y un batallón más. —Miró a Fisk, y casi sonrió por primera vez desde que le había conocido.— Y esta vez tenemos el cebo perfecto: Katya Chaffee.

Sherwood parecía excitado:

—Señor, me encantará empezar con esas ordenes.

—Contacte con los Hauptmanns Von Keiver y Gotteb. Necesitaré su apoyo para preparar la planificación temporal. —Ahora que había puesto su idea en palabras, le parecía adecuada. Un plan que no podía fallar, y eso le dio un torrente de confianza que casi de forma inmediata elevó su ánimo.

—Anoten mis palabras —dijo a los dos oficiales de rango inferior—, en una pocas semanas la batalla de Thorin acabará.